Las cajas, una lenta transformación (primer asalto)

Es posible que nada vuelva a ser igual en el mercado financiero. La reestructuración financiera, primero saneando y prestando para reestructurar y dotar de solvencia a no pocas cajas de ahorro en dificultades y ahora, dotando de nuevos ropajes jurídicos a las mismas, ha supuesto un verdadero cataclismo en el sector por mucho que todos prefieran silenciar este término. Una catarsis en toda regla, necesaria sí, pero imprevisible hace un par de años. De un lado se han reducido a la mitad el número de cajas, bien a través de fusiones o procesos de concentración, eso sí, sui generis, y donde la identidad regional y autonómica ha pesado incluso más que los ratios de solvencia y liquidez, eficacia y sobre todo viabilidad en un próximo futuro, y de otro, a través de fusiones frías, término eufemístico que en el fondo no es sino la creación de un grupo de cajas. Se inicia un camino de no retorno. Por ahora un maquillaje formal, la realidad vendrá luego. Los mercados hablarán. Guste o no. Ya lo están haciendo. Las declaraciones de la ministra de economía el pasado lunes, acompañada del secretario de estado, marcan una hoja de ruta compleja, difícil y sin retorno. A ello se unen la ambigüedad y la ausencia aún de una regulación específica de las medidas que se implementarán. Sólo un plazo, septiembre de 2011. Por el camino el duro castigo a la credibilidad y confianza del 51 % de los ahorradores españoles en las cajas y el futuro de éstas. ¿Se acuerdan ustedes de los panegíricos de algunos presidentes autonómicos cuando hace meses o un año se rasgaban las vestiduras para no perder la identidad regional de algunas cajas? ¿por qué no pensaron en solvencia y estabilidad, morosidad y liquidez?

En estos meses, dramáticos para algunas cajas que han bordeado los límites poco porosos de la insolvencia, amén de la intervención del Banco de España, se ha terminado con un modelo clásico de entender las cajas de ahorro, con una letargia en la que la política, el poder partidista, la irresponsabilidad de los consejos, las contabilidades creativas y enladrilladas de activos inmobiliarios, las inversiones especulativa, la deficiente gestión y el impacto brutal de la crisis financiera y económica han terminado por congestionar al sector y crear ahora nuevos ropajes jurídicos para las viejas entidades de crédito cuyo baluarte y estandarte ha sido la obra social. De la chistera salió por ebullición un término, SIP. Cuidado, peligro, demasiada indefinición. Como todo, en este país primero se edifica la casa por el tejado y luego se dota de la vestimenta que recubre lo jurídico. En vez de reformar la ley de cajas se adoptan decisiones drásticas para reestructuras y rescatar a través de unos fondos a las mismas con cifras millonarias. Una tras otras, aunque no todas, han ido rindiéndose a una sórdida evidencia y terminado por solicitar ese rescate llamado reestructuración. Era sólo el primer asalto. Pero hete aquí que las cajas atraviesan un gravísimo problema de recapitalización, la otra cara de una misma moneda que no se ha querido ver, o vista, atender en los dos últimos años. Ahora comienza el segundo asalto, el segundo entreacto.

Hasta esta semana podrían seguir siendo lo que son, y el coste será alto, más restricción a la capitalización y por tanto al crédito, eso sí practicando la transparencia, el buen gobierno como cualquier sociedad cotizada y presentar un informe anual. Todo se llena de buenas intenciones y propósitos, de ese buen gobierno que lo preside todo. La panacea última del derecho de sociedades en la última década. O cambiar por completo a través de distintas fases que inmisericordemente rasgarán las vestiduras de siempre. El primer paso, fortalecer la fusión fría, las SIP, en la que dos o más cajas crearán un grupo que capitaneará un banco que crean y llevará la gestión. Seguirá habiendo obra social, pero compartirán aún más sus tasas, sus activos. La forma jurídica clara, sociedad anónima. Cuotas participativas que deberán ser en consecuencia, acciones. El verdadero anatema durante años para las cajas de ahorro. Pero el SIP se queda corto o evidencia un medio camino, ahora parece que la opción es clara, bancarización.

No hemos inventado nada, en los ochenta parecidas fórmulas se crearon en el ordenamiento italiano. Separar la gestión financiera de la obra social fundacional. Dos entes, dos cuerpos distintos y con formas jurídicas diferenciadas y donde una no apalanque a la otra y máxime la gestión. Las cajas crean, han creado ya sus “bancos financieros”. Ahora a pro el capital que tanto necesitan para que fluya el crédito. Pero por si acaso, buenos blindamientos de sus expertos, progfesionales, ímprobos gestores y administradores. En la retina, no obstante, una realidad inmisericorde. Casi un 40 % de los administradores-gestores siguen siendo políticos. Dura lacra, cuando lo que necesitan son auténticos profesionales que saneen, fortalezcan y hagan crecer a estoas entidades de créditos cada vez más bancarizadas. Algo se pierde, un halo intocable tal vez en y de las cajas de ahorro.

Un paso más será ceder todo el patrimonio a un banco, entidad que pueden crear ex novo o no. Sólo mantendría la condición de caja en tanto en cuanto la cifra del capital privado no sobrepase el 50 % del capital social del banco. Las cajas serían el primer accionista, el mayoritario, de control. Y un último paso, el de la eliminación de su marco jurídico y estatus social, sería la creación de una fundación. Crearían un banco que llevaría la gestión financiera e industrial, y la fundación se encargaría de decidir sobre la obra social. Algo parecido a lo que ha sucedido en la última década en Italia por ejemplo.

Un límite infranqueable, el 50 % del capital, el que separará indefectiblemente distintas naturalezas jurídicas y también los controles y la gestión. Se buscará no sólo el acceso demandado desde hace años a los mercados, la Bolsa, también a que se siente verdaderos gestores y profesionales con lo que se reduzca el peso y la influencia política y partidista en la gestión. En una década y con los dictados del mercado y la competencia del sector bancario, no llegará ya a una docena las cajas de ahorro. Triunfa la bancarización, atenuada, pero bancarización. Se acaba un modelo que se ha ido quedando anquilosado y exangüe, más por lo errores de gestión y los emponzoñamientos políticos que por otra cosa.

Por el camino se quedan ya más de trece mil puestos de trabajo perdidos y más de dos mil sucursales cerradas más los puestos indirectos que las mismas creaban. Por el camino el emponzoñamiento político, y un recorrido cortoplacista, al evitar en la mayor parte de los casos, una integración suprarregional. Ha primado lo identitario, la emotividad más primaria, barreras de cainismo y apelación a lo nuestro, al desarrollo regional y local. La fortaleza de las cajas requerirá otra expansión y otra altura de miras. Un buen ropaje jurídico más allá que lo que puedan pactar o no en Moncloa presidente y líder del principal partido de la oposición. Los partidos han saldio ganando también con las reestructuraciones. No son pocos los presidentes de diputaciones los que siguen en los consejos. Amén de otra retahila menor de políticos o expolíticos. Es la realidad. La que indefectiblemente hará que las cajas se reformen de verdad en no pocos años y poco quede de su ímpetu y carácter originario.

1 comentario
  1. Fernando R. Prieto
    Fernando R. Prieto Dice:

    Una de las causas de las dificultades, y no la menos importante, es la excesiva politización, que en España es sinónimo de partidismo, de estas instituciones. Es hora de clamar por un reflujo de la marea, y que los partidos se retiren de tantos sitios donde no deben estar.

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