Hacia un capitalismo más democrático: ¿Una persona, un empresario?
Llevo insistiendo en algunos posts en que estamos asistiendo a un cambio de paradigma de la sociedad que afecta al derecho, a la política, a las relaciones sociales y por supuesto a la economía. Espero con estas líneas contribuir a ampliar el debate.
La conquista política más importante de finales del siglo XIX y primera mitad del siglo XX fue probablemente consolidar un modelo democrático que se caracterizaba, entre otras cosas, por el principio: “un hombre, un voto”, desarrollado en la práctica y en un lenguaje más adaptado a nuestro lenguaje políticamente correcto en “una persona, un voto”, donde todos con independencia de su renta y su género (con la única limitación de la edad) podían elegir a quienes estaban llamados a gobernarlos.
Sin embargo cuando se trataba de aplicar estos principios democráticos a la economía lo que se hacía era hablar del control de los medios de producción por parte del Estado, de limitar el derecho a la propiedad de algunos ciudadanos o de repartir la renta trasvasando vía impuestos o nacionalizaciones los beneficios de los ricos a los más pobres. Pero ese modelo se refería a una sociedad dual propia de principios del siglo XX que mucho ha cambiado en estos decenios, sobre todo debido a dos fenómenos: la extensión de la educación obligatoria a todos los ciudadanos (al menos en los países de la OCDE) y la apertura del crédito público y privado a las ideas. Así, que la diferencia clásica entre ricos y pobres es hoy algo diversa pues lo que cuenta más es la diferencia entre quienes trabajan para otro (sea éste un empresario o una administración pública) y quienes son capaces de montar su propia empresa o acceder a fórmulas de autoempleo. Y esta diferencia hoy no se debe de forma rígida al hecho de pertenecer a una determinada clase social o familia sino a la capacidad de tener una idea y conseguir financiación para ponerla en práctica. Una capacidad, una vez disuelta la barrera de la educación, que hoy está cada vez más abierta, limitada solo por la capacidad de cada uno/una para asumir riesgos.
Por eso podemos afirmar que tal vez democratizar la economía en la actualidad supone más fomentar y facilitar que cada ciudadano se plantee formar su propia empresa, que otras fórmulas propias de épocas pasadas. Contra lo que pueda pensarse éste no es un planteamiento necesariamente neoliberal sino realista. Primero, porque esta visión es compatible con considerar que el poder público debe tener un papel esencial como defensor de la solidaridad y el interés común, como supervisor del buen funcionamiento y el fair play del sistema, y para evitar y prevenir abusos. Segundo, porque la dinámica que planteamos no es consecuencia de ningún deseo o apuesta ideológica sino de analizar (fríamente) lo que está ya pasando. Solo tres datos: uno, la creciente automatización e informatización de procesos productivos está reduciendo progresiva y aceleradamente el espacio del trabajo por cuenta ajena; dos, las empresas más modernas y de más éxito no han sido creadas por ningún millonario ni erudito sino por jóvenes (que incluso abandonaron sus estudios) con ideas y con capacidad de empuje (e.g. Steve Jobs, Zuckerberg y Bill Gates); y, tres, las empresas tienden a considerar “viejos” a personas que superan la cincuentena (en comparación con más jóvenes) quienes por tanto forzosamente deben continuar su vida laboral con fórmulas de autoempleo capaces de sacar rendimiento a su experiencia, descartados los abusos de las jubilaciones anticipadas que hoy ya no resultan posibles ni presentables. Repito, no es que nos parezca bien o mal es que ése es el mundo lo queramos o no al que vamos, seguro el de nuestros hijos, o el que ya está aquí y no queremos percatarnos.
¿Nos estamos preparando para ello? ¿Qué obstáculos se presentan en el horizonte para que empecemos a adaptarnos al cambio de paradigma? Pues en primer lugar, una vez más, resistencias culturales, por ejemplo de quienes dicen defender los derechos de los trabajadores por cuenta ajena pero que se convierten en la práctica en enemigos de que los trabajadores quieran y puedan dejar de serlo, no para convertirse en nuevos parados sino en nuevos emprendedores que contraten a otros. Tal vez porque saben que si este proceso se generaliza su sentido mismo acabaría siendo puesto en cuestión.
Recomiendo la lectura del editorial del director del Instituto europeo por la innovación y la tecnología (por cierto un español) sobre las características de la nueva economía que deberá ser más una economía de emprendedores que de gestores. Ofrece a este respecto algunos datos para pensar: casi todo el empleo neto creado por EEUU entre 1980 y 2005 provino de empresas con menos de cincos años de historia, o que el número de innovadores-emprendedores con menos de 25 años es diez veces menor en Europa que en Estados Unidos. Su conclusión es que Europa (incluida la criticada Alemania) está viviendo de grandes empresas algo caducas que fueron creadas en la primera mitad del siglo XX (Renault, Philips, Reuter, WW, Citroën…) a las que no se adivina recambios, mientras que las “nuevas” grandes empresas que pintan en el mundo (Google, Microsoft, Apple, etc…) nacen al otro lado del Atlántico. ¿Qué ha ocurrido para que ese cambio se haya producido? Pues que en Europa a partir del final de la segunda guerra mundial la profesión de empresario-emprendedor empezó a estar mal vista, algo que ningún padre en principio desearía para su hijo como futuro profesional. La pregunta es: ¿este cambio cultural que al principio pudo estar justificado por los excesos de una clase empresarial algo anticuada e instalada en sus privilegios, impulsada por el triunfo de la revolución comunista, sigue teniendo hoy sentido?
Parece que necesitamos un cambio de paradigma, que debe afectar también a una izquierda que se ha quedado sin referentes y que ha abandonado a la clase media. Hoy lo progresista no es limitarse a defender los derechos (en algunos casos convertidos en “nuevos” privilegios) de una clase trabajadora que irremediablemente debe ir disminuyendo. Lo verdaderamente revolucionario es poner en jaque el poder de las grandes empresas conservadoras y caducas favoreciendo el surgimiento de un ejército de nuevos pequeños y medianos empresarios (potencialmente grandes) que puedan dinamizar la sociedad y rompan esquemas. La libertad se traduce hoy en liberarse de la tiranía de trabajar para otro (sea éste público o privado) pasando a trabajar para uno mismo, sin perjuicio de que el Estado deba garantizar la solidaridad y el interés común. Lo importante es saber que nadie tiene el poder (económico) asegurado porque ninguna empresa, con el suficiente tamaño, dura lo suficiente para ejercer y mantener dicho poder en el tiempo.
En todo caso, piense lo que cada uno piense, no cabe duda de que existe una enorme capacidad intelectual, emocional y física de unas generaciones más formadas que nunca que Europa está desperdiciando o tirando literalmente a la basura. Por ejemplo, cuando uno mira al movimiento de los indignados del 15M o a los okupas, uno observa grandes dotes de organización, de ideas, de pensamiento estratégico, y piensa: ¿qué pasaría si esos jóvenes en lugar de quejarse a los poderes públicos exigiendo que estos resuelvan sus problemas, hubieran dedicado esos esfuerzos a crear nuevas empresas que contribuyeran a solucionar directamente esos problemas? Por ejemplo, ¿no es posible alquilar un local para realojar a personas sin techo y dedicarse a buscarles nueva ocupación o formarles, cobrándoles un porcentaje de su primer sueldo? ¿No es posible plantear la creación de nuevas empresas culturales? ¿De nuevos bancos más sensibles a la financiación de nuevas ideas para jóvenes con microcréditos?
Lo que más teme el poder económico (y político) no son manifestaciones ni sentadas, lo que teme son nuevas ideas puestas en marcha que demuestren que otra forma de hacer economía (y política) es posible. Tal vez algún partido político a la busca de una redefinición ideológica pudiera dar una vuelta a estas ideas.
Miembro del Cuerpo Superior de Administraciones Civiles del Estado y Doctor en Derecho por la IUE de Florencia (Italia)
Su análisis de partida es erróneo desde que presupone que la capacidad de conseguir financiación para desarrollar una idea (de negocio) depende de la capacidad de asumir riesgos, cuando precisamente casi todos los estudios sobre el acceso al crédito demuestran que éste es no es igualitario. O sea, que hay una falla en la igualdad de oportunidades, no una dependencia de la voluntad. Por tanto, el desarrollo posterior sobre cómo es la sociedad actual, filosofía política, soluciones y demás, parte de premisas equivocadas, y pueden estar equivocadas, aunque algunas conclusiones pueden derivarse de otros análisis correctos y por ello ser correctas, pero no por las razones argumentadas en el post.
Buenos días, Alberto.
Tocas un asunto de actualidad: el cambio de paradigma. Eso que la ciudadanía percibimos unos cuantos años después de que haya sucedido.
Sería asunto de muchas y jugosas tertulias y difícil de definir sin entender a fondo las premisas de aquellos con los que hablamos. Es decir, su punto de partida analítico.
Ayer nos trajo Rodrigo Tena un artículo del matrimonio Sosa-Fuertes sobre una parte del mismo asunto: su concreción política actual. Un mundo en el cual tu hipótesis-propuesta, –un capitalismo más emprendedor, individual y democrático–, se mostraría tan deseable como imposible por las enormes concentraciones de poder ya existentes.
Me interesa mucho lo que dices porque nos lleva al asunto central de lo que estamos viviendo: El paradigma del estado occidental que no sólo se ha roto sino que sus propios intelectuales en el corazón del imperio ya le han dado nombre: Capitalismo de Estado. Por ejemplo el historiador Harold James de Harvard en su libro de 2009 “The creation and destruction of value”. Él y otros ya usan la nueva terminología como moneda corriente.
Por eso lo que está sucediendo en Europa continental es un muy mal presagio.
De hecho cuanto más se ven los entresijos de la crisis actual más se entiende la situación terminal de lo que se conocía como “sociedades democráticas de libre mercado” que han dejado de serlo en toda su extensión a juzgar por:
1. El tamaño del estado, superior al 60 o 70% de la economía, en cuanto se suman Estados y sus aliados dependientes, los Oligopolios. (En España sería sumar nuestro churrigueresco estado y el IBEX-35 menos tres o cuatro empresas como Zara, Griffols o Tecnicas Reunidas).
2. La concentración de poder político y económico que resulta de lo anterior.
3. El abandono progresivo de la consulta ciudadana –aborrecida por el poder real tras los últimos referendos negativos de Francia y Holanda– por decisiones cada vez más oscuras y menos democráticas. (Y a juzgar por lo que dice Francisco Sosa, legalmente Impunes en las propias propuestas de la burocracia europea)
4. La inevitable –por sistémica– deriva empobrecedora de la ciudadanía occidental. Tan evidente que hasta las estadísticas han dejado de publicarse con fluidez.
Creo que, para que tu propuesta tuviese visos de realizarse, habría que diagnosticar más directamente e indentificar la propia estructura, bases filosóficas, jurídicas y morales de esta forma de estado que, al fin y al cabo, es la piedra angular que da coherencia al resto.
Es decir, sin la aceptación de que el estado moderno es todopoderoso y sacramental (un hecho indiscutible porque incorpora la mística de Rousseau y la retórica hueca –pero pegadiza y conveniente– de Hegel) no sería posible lo que sucede.
Ni la dinámica globalizadora, ni la degradación democrática, ni el crecimiento desaforado de monopolios y oligopolios que convierten en irracional cualquier iniciativa individual.
Un saludo y ánimo.
Me preocupa bastante que se acepte como paradigma de empresa próspera de nuestros tiempos a Googles, Facebook, y demás virtualidades. En efecto, le están comiendo el terreno a la Renault y a las empresas tradicionales, en términos de beneficio y de poder.
Pero me preocupa. Porque las empresas tradicionales aportaban bienes y servciios con un valor real, tangible; un coche, un manojo de plátanos, un vestido, una estancia en un hotel. Mientras que Bill Gates y compañía, a mi entender, solo aportan ilusiones. En última intancia viven de la publicidad, ¿no? Y la publicidad… ¿se come? Cuando la evolución natural del mangonismo lleve a que nadie tenga trabajo, a que nadie pueda consumir… ¿qué será de la publicidad?
Al paso que va esto, y ante el caos económico mundial (causado básicamente por adorar al dinero en sí, sin importar qué lo respalda)- el paradigma de empresario del futuro va a tener un terrenito, cabras y gallinas; cosas así, la mar de reales, muy poco virtuales.
¿Exagero? Ojalá. De momento, ahí tenemos el euro, en plena agonía. ¿Era imaginable hace un par de años?
Un apunte rápido al socaire del comentario de Curro Arriola sobre lo de las mal llamadas nuevas tecnologías. Mal llamadas nuevas porque son viejísimas.
En 1950, cuando en el mundo había menos de cincuenta ordenadores, Norbert Wiener, el padre de la Cibernética, avisó a los Sindicatos USA que esta tecnología sería fuente de unos niveles desconocidos de subempleo, una monumental degradación de la naturaleza del trabajo y de enorme desempleo.
En 1994, Jeremy Rifkin lo Certifica. “The end of Work” un libro en el que se muestran los efectos reales que confirman las predicciones de Wiener.
A finales de los 80 comienza a emerger el sistema DOS y arranca el fenómeno Gates por el cual una tecnología mala, fácilmente pirateable, como diseñada para serlo, y muy barata comienza a expandirse de modo viral.
Unos cinco años más tarde ya está disponible de modo también baratísimo o gratuito Internet uno de cuyos efectos es acelerar la expansión exponencial de los sistemas de Microsoft y luego de Apple (Microsoft es hoy el mayor accionista de Apple). Son los dueños del ciberespacio.
Ahora, como por accidente, vienen las “Redes Sociales” como última expresión del buen rollito global y el “Cloud Computing” todo ello de la mano de las mismas tecnologías y del mismo lugar del globo. Uno de los efectos prácticos de este orden de cosas es la posibilidad ilimitada de injerencia, posesión y control de ficheros, datos y actividades personales.
También en los años 90 tiene lugar, con los mismos motores, la desaparición de las anteriores redes jerárquicas de telecomunicaciones (sustituidas por el protocolo Internet) y la movilidad con redes de micro frecuencia digitales. Todas las comunicaciones pasan a ser digitalizadas, convertidas en combinaciones de ceros y unos, y pueden ser almacenadas temporal o indefinidamente. Todas se guardan por motivos técnicos y muchas de ellas (correos electrónicos entre ellos los populares sms que son una variedad de correo electrónico) lo son por simple directiva administrativa.
De repente Orwell está con nosotros de la mano de un imperio amigo.
En la medida en la que pongamos en exceso nuestra vida en esta infraestructura somos propiedad del amigo y función de sus intereses. Y sin alternativa. Estamos en un sistema que no controlamos y sin back-up, sin solución de emergencia.
Wiener, uno de las mentes más importantes del siglo XX y con más relevantes contribuciones para comprender nuestra sociedad como un sistema complejo, se hunde en el olvido.
Parece inevitable y fruto del azar.
Pero ¿existe el azar cuando siempre cae apuntando en la misma dirección?
Me preocupa bastante que se acepte como paradigma de empresa próspera de nuestros tiempos a Googles, Facebook, y demás virtualidades. En efecto, le están comiendo el terreno a la Renault y a las empresas tradicionales, en términos de beneficio y de poder.
Pero me preocupa. Porque las empresas tradicionales aportaban bienes y servciios con un valor real, tangible; un coche, un manojo de plátanos, un vestido, una estancia en un hotel. Mientras que Bill Gates y compañía, a mi entender, solo aportan ilusiones. En última intancia viven de la publicidad, ¿no? Y la publicidad… ¿se come? Cuando la evolución natural del mangonismo lleve a que nadie tenga trabajo, a que nadie pueda consumir… ¿qué será de la publicidad?
Al paso que va esto, y ante el caos económico mundial (causado básicamente por adorar al dinero en sí, sin importar qué lo respalda)- el paradigma de empresario del futuro va a tener un terrenito, cabras y gallinas; cosas así, la mar de reales, muy poco virtuales.
¿Exagero? Ojalá. De momento, ahí tenemos el euro, en plena agonía. ¿Era imaginable hace un par de años?
Gracias por los comentarios. Lo que yo he intentado hacer, aunque tal vez no me haya explicado bien, es plantear un paralelo entre el surgimiento de la democracia política (“un hombre, un voto”) y la posible nueva democracia económica (una persona, un empresario) en términos de distribucuón del poder (político-económico). Precisamente el hecho de que exista acutalmente una (excesiva) concentración de poder (económicoO) lo sitúa en un contexto similar a la lucha que se dió contra la dictadura-oligopolio político. ¿por qué debería ser diferente? Ahora bien, nadie dijo que fuera a ser fácil, ni que la lucha por la autonomía económica costara menos esfuerzo que la lucha por la autonomía de la voluntad (política). Pero también hay factores favorables: hoy es posible crear una empresa (potencialmente global) en casa con un teléfono, internet y un ordenador; la información está más accesible y aunque el crédito sea desigual las fuentes de financiación se han multiplicado, incluyendo las de las distintas adminsitraciones públicas. Por otra parte, que el contexto (externo) sea difícil no nos debe llevar necesariamente al derrotismo sobre todo cuando ello va unido a una falta de autocrítica. ¿De verdad estamos haciendo en este país bien las cosas (incluso como padres) para fomentar que nuestros jóvenes se dediquen a sacar dinero de sus ideas? ¿de verdad no hay nada más que hacer que sentarse a criticar a las grandes empresas y nuestros malos políticos?
En cuanto a la dialéctica empresas tradicionales-nuevas, supongo que existen muchas variantes. Es cierto que nos gustaría ver más indusrias tradicionales que vendan bienes tangibles, pero inevitablemnte el mundo ha cambiado y hoy se pueden verder otros bienes, como la información, video juegos, o productos de realidad virtual, que no son menos tangibles para millones de personas que están dispuestas a pagar por ellas. Lo que ocurre es que dificilmente estas empresas durarán sesenta años como la Renault, lo que tal vez sea bueno en términos de lucha contra el exceso de concentración de poder, que también estamos criticando.
El tema es ciertamente complicado pero tenemos cinco millones de parados, se decir ciudadanos que no “votan” en términos económicos, algo habrá que hacer más que esperar a que milagrosamente surja un nuevo sector que tire de la economía…
Buenos días.
Un apunte rápido al socaire del comentario de Curro Arriola sobre lo de las mal llamadas nuevas tecnologías. Mal llamadas nuevas porque son viejísimas.
En 1950, cuando en el mundo había menos de cincuenta ordenadores, Norbert Wiener, el padre de la Cibernética, avisó a los Sindicatos USA que esta tecnología sería fuente de unos niveles desconocidos de subempleo, una monumental degradación de la naturaleza del trabajo y de enorme desempleo.
En 1994, Jeremy Rifkin lo Certifica. “The end of Work” un libro en el que se muestran los efectos reales que confirman las predicciones de Wiener.
A finales de los 80 comienza a emerger el sistema DOS y arranca el fenómeno Gates por el cual una tecnología mala, fácilmente pirateable, como diseñada para serlo, y muy barata comienza a expandirse de modo viral.
Unos cinco años más tarde ya está disponible de modo también baratísimo o gratuito Internet uno de cuyos efectos es acelerar la expansión exponencial de los sistemas de Microsoft y luego de Apple (Microsoft es hoy el mayor accionista de Apple). Son los dueños del ciberespacio.
Ahora, como por accidente, vienen las “Redes Sociales” como última expresión del buen rollito global y el “Cloud Computing” todo ello de la mano de las mismas tecnologías y del mismo lugar del globo. Uno de los efectos prácticos de este orden de cosas es la posibilidad ilimitada de injerencia, posesión y control de ficheros, datos y actividades personales.
También en los años 90 tiene lugar, con los mismos motores, la desaparición de las anteriores redes jerárquicas de telecomunicaciones (sustituidas por el protocolo Internet) y la movilidad con redes de micro frecuencia digitales. Todas las comunicaciones pasan a ser digitalizadas, convertidas en combinaciones de ceros y unos, y pueden ser almacenadas temporal o indefinidamente. Todas se guardan por motivos técnicos y muchas de ellas (correos electrónicos entre ellos los populares sms que son una variedad de correo electrónico) lo son por simple directiva administrativa.
De repente Orwell está con nosotros de la mano de un imperio amigo.
En la medida en la que pongamos en exceso nuestra vida en esta infraestructura somos propiedad del amigo y función de sus intereses. Y sin alternativa. Estamos en un sistema que no controlamos y sin back-up, sin solución de emergencia.
Wiener, uno de las mentes más importantes del siglo XX y con más relevantes contribuciones para comprender nuestra sociedad como un sistema complejo, se hunde en el olvido.
Parece inevitable y fruto del azar.
Pero ¿existe el azar cuando siempre cae apuntando en la misma dirección?
Interesante post que plantea un debate que no debe eludirse. Sin embargo, coincido con otros lectores en que estamos lejos de que esa democracia económica pueda darse realmente. En mi opinión, el proceso de concentración de riqueza en pocas manos que lleva produciendose durante las últimas décadas va justamente en la dirección contraria. Es cierto que es teoricamente muy fácil montar una empresa, pero también es cierto que la mayor parte de las empresas o negocios que abren cada año tienen una esperanza de vida de menos de tres. La limitación en el acceso al crédito, el abuso de su posición dominante por parte de las grandes compañias y unos costes laborales tremendos en cuanto se empieza a crecer un poco hacen que, en la práctica sea utópico avanzar hacia ese nuevo modelo que planteas.
Buenos días.
Un apunte rápido al socaire del comentario de Curro Arriola sobre lo de las mal llamadas nuevas tecnologías. Mal llamadas nuevas porque son viejísimas.
En 1950, cuando en el mundo había menos de cincuenta ordenadores, Norbert Wiener, el padre de la Cibernética, avisó a los Sindicatos USA que esta tecnología sería fuente de unos niveles desconocidos de subempleo, una monumental degradación de la naturaleza del trabajo y de enorme desempleo.
En 1994, Jeremy Rifkin lo Certifica. “The end of Work” un libro en el que se muestran los efectos reales que confirman las predicciones de Wiener.
A finales de los 80 comienza a emerger el sistema DOS y arranca el fenómeno Gates por el cual una tecnología mala, fácilmente pirateable, como diseñada para serlo, y muy barata comienza a expandirse de modo viral.
Unos cinco años más tarde ya está disponible de modo también baratísimo o gratuito Internet uno de cuyos efectos es acelerar la expansión exponencial de los sistemas de Microsoft y luego de Apple (Microsoft es hoy el mayor accionista de Apple). Son los dueños del ciberespacio.
Ahora, como por accidente, vienen las “Redes Sociales” como última expresión del buen rollito global y el “Cloud Computing” todo ello de la mano de las mismas tecnologías y del mismo lugar del globo. Uno de los efectos prácticos de este orden de cosas es la posibilidad ilimitada de injerencia, posesión y control de ficheros, datos y actividades personales.
También en los años 90 tiene lugar, con los mismos motores, la desaparición de las anteriores redes jerárquicas de telecomunicaciones (sustituidas por el protocolo Internet) y la movilidad con redes de micro frecuencia digitales. Todas las comunicaciones pasan a ser digitalizadas, convertidas en combinaciones de ceros y unos, y pueden ser almacenadas temporal o indefinidamente. Todas se guardan por motivos técnicos y muchas de ellas (correos electrónicos entre ellos los populares sms que son una variedad de correo electrónico) lo son por simple directiva administrativa.
De repente Orwell está con nosotros de la mano de un imperio amigo.
En la medida en la que pongamos en exceso nuestra vida en esta infraestructura somos propiedad del amigo y función de sus intereses. Y sin alternativa. Estamos en un sistema que no controlamos y sin back-up, sin solución de emergencia.
Wiener, uno de las mentes más importantes del siglo XX y con más relevantes contribuciones para comprender nuestra sociedad como un sistema complejo, se hunde en el olvido.
Parece inevitable y fruto del azar.
Pero ¿existe el azar cuando siempre cae apuntando en la misma dirección?