Civilización vs bestialidad. Una reflexión a propósito del experimento de Milgram

Adolf Eichmann, el criminal nazi condenado a muerte en Jerusalén por crímenes contra la Humanidad y ejecutado en 1962, no entendió el odio que despertaba. En su diario escribió que las órdenes eran lo más importante de su vida y que había que obedecerlas sin discusión. Los psiquiatras certificaron que Eichmann estaba sano.

 

Intrigado por este comportamiento, Stanley Milgram, un psicólogo social, ideó en 1963 un experimento que se llevó a cabo en la Universidad de Yale. Un voluntario participa en un supuesto juego en el rol de maestro, y otro aparente voluntario, pero que en realidad es un actor, tiene el rol de alumno. Éste se coloca en una silla, conectado a cables eléctricos. El voluntario como maestro ha de ir formulando preguntas al alumno, y cuando falla debe accionar un mecanismo de castigo en forma de descarga eléctrica a éste. A medida que va equivocándose más, la teórica intensidad de la descarga aumenta. El actor no recibe en realidad ninguna descarga, sino que lo finge con gritos cada vez mayores. A partir de 300 V, el actor deja de gritar y de dar señales de vida. Si el voluntario dudaba, el investigador presente en el experimento le tenía que dar cuatro órdenes de continuar, cada una más imperativa que la anterior. Si a la cuarta orden desobedecía, el experimento quedaba suspendido.

 

Los resultados fueron muy sorprendentes y escalofriantes a la vez. Milgram creyó que la mayoría de los voluntarios se detendrían una vez aplicadas las primeras descargas y solamente algunos llegarían al voltaje límite y teóricamente mortal de 450 V, pero no fue así. Todos pasaron el límite de 300 V, y más del 60% llegaron hasta el final. El experimento se repitió con diversas variantes y puede verse una recreación del mismo en la película “I, como Ícaro”   (primera parte)  (segunda parte).

 

El experimento puede analizarse desde varios puntos de vista. Obviamente el primero es el de la sumisión a la autoridad, hasta qué punto estamos condicionados para obedecer a aquéllos que reconocemos como superiores, incluso en países democráticos y en personas con niveles estimables de educación y cultura. Quizá sea tema para un futuro post, porque quiero poner el acento en otro aspecto del mismo, igual de inquietante: ¿sentían los voluntarios del experimento, a los que se les eximía de responsabilidad por sus actos, cierto placer bestial en la tortura que estaban provocando? O dicho de manera más general, ¿si nos liberaran de toda la responsabilidad, seríamos capaces de infligir sufrimiento a otras personas no solamente porque nos lo ordenen, sino por una crueldad intrínseca al ser humano? Aristóteles cree que no, pero con todo el respeto al Estagirita, me inclino por pensar que sí. Parece ser que Eichmann siguió enviando judíos a los campos de exterminio incluso después de que Himmler diera orden de parar, cuando ya el estímulo no podía ser la obediencia debida. Había algo más, una mezcla de odio y placer, algo repugnante pero perpetrado por una persona que no era un ser anormal: según dijo Peter Malkin el agente del Mossad que le detuvo, “lo más inquietante de Eichmann es que no era un monstruo, sino un ser humano“.

 

Somos crueles y primitivos, somos bestias violentas apenas contenidas. Es únicamente la civilización la que somete esa pulsión y la encauza, la acalla pero no la hace ni mucho menos desaparecer. Eduardo Punset lo asume en su libro El alma está en el cerebro: “El secreto para entregarse a la crueldad es desprenderse de la responsabilidad: libres del sentido de culpa, aparece el lado más oscuro de la naturaleza humana”. Cuando nos sentimos irresponsables, la única referencia es nuestro propio yo, y en él habita lo que Vargas Llosa denominó el llamado del abismo. Comentando la extraordinaria novela corta La muerte en Venecia, escribió: “Leída y releída una y otra vez, siempre se tiene la inquietante sensación de que algo misterioso ha quedado en el texto fuera del alcance incluso de la lectura más atenta. Un fondo oscuro y violento, acaso abyecto, que tiene que ver tanto con el alma del protagonista como con la experiencia común de la especie humana; una vocación secreta que reaparece de pronto, asustándonos, pues la creíamos definitivamente desterrada de entre nosotros por obra de la cultura, la fe, la moral pública o el mero deseo de supervivencia social(…) ¿Cómo definir esta subterránea presencia que, por lo general, las obras de arte revelan de manera involuntaria, casi siempre al sesgo, fuego fatuo que las cruzara de pronto sin permiso del autor? Freud la llamó instinto de muerte; Sade, deseo en libertad; Bataille, el mal.”.

 

Esta abyección, esta miseria quizá no inmoral, sino previa incluso a la propia existencia de la moralidad, se manifiesta en muchos momentos en los que la responsabilidad individual decae por cualquier causa; en todas las guerras hay masacres, violaciones y humillaciones que no tienen sentido ni siquiera dentro de la siniestra lógica del combate. Pero no la vemos solamente en situaciones excepcionales sino también en las más cotidianas en las que por cualquier causa actuemos de manera anónima. El anonimato es una forma de impunidad ya que no hay adjudicación de responsabilidades, y  en nuestra vida cotidiana está presente por ejemplo en la comunicación por medio de las nuevas tecnologías. La posibilidad de participar y opinar en multitud de foros como el presente blog debería propiciar un debate abierto y un intercambio de ideas enriquecedor. Sin embargo, a poco que naveguemos por casi cualquier página de cierta relevancia, incluso aunque el tema sea nimio y sin aristas, nos podemos encontrar con comentarios hirientes, insultos, descalificaciones, con odio en definitiva. Un ejemplo es este comentario de una defensora del lector. ¿De dónde sale esa violencia verbal? ¿Sería igual si los que vierten esos sentimientos tan negativos tuvieran que identificarse? Probablemente no. Es la impunidad la que propicia la irracionalidad, el primitivismo.

 

No creo que el origen de esa crueldad provenga de nuestra parte animal. Nuestra bestialidad no es consecuencia de nuestra condición de animales antes que seres racionales, no existe en la naturaleza ningún animal evolucionado que sea capaz de gozar con una violencia sádica y gratuita. Es, por el contrario, enteramente humana, aunque pudiera ser que su origen se perdiera en los albores de la Humanidad. En la Sima de los Huesos de Atapuerca se encontró un trozo tallado de cuarcita al que se llamó Excalibur, de 400.000 años de antigüedad. Por el lugar encontrado, se cree que pudo haber sido arrojado con una función simbólica a la sima para acompañar a los muertos en su viaje por la otra vida. Nos podemos entonces imaginar la vida de unos homínidos hace medio millón de años, siempre con miedo: a los depredadores, a otros homínidos, a las noches oscuras, a que no salga de nuevo el sol, al frío, a la enfermedad, al dolor, y, quizá, ya entonces con miedo a morir sin saber qué hay más allá. Suficientemente humanos para ser conscientes de su terrible vida, percibiéndola con una intensidad que no podría alcanzar ningún otro animal pero desconocedores de los mecanismos naturales que regían el mundo, sobrevivían acorralados, aterrados, violentos. Es posible que nuestro lado más oscuro sea el eco de esa edad atroz.

 

Si así fuera, ello hace aún más admirable la evolución del Hombre. Lastrado por el peso de miles de años de angustia y terror, llevando en su ADN los demonios del odio, consigue evolucionar, organizarse, crear costumbres sociales, civilizaciones, sistemas de convivencia sofisticados hasta llegar ayer, como quien dice, a lo que en otro post llamé la maravilla de la civilización que es el Estado de Derecho, la renuncia a la violencia privada y el sometimiento a una abstracción en aras de una convivencia pacífica entre todos. Es una de las creaciones más extraordinarias de la historia, hasta tal punto que para muchos pensadores marca el inicio de una nueva era. Carl Sagan dijo una vez que para que él pudiera comerse una manzana, había sido necesario primero crear todo el Universo. Pues para que yo pueda escribir libremente estas líneas sin temor ni odio alguno, el Hombre ha tenido primero que inventarse a sí mismo. No es poco mérito.

 

21 comentarios
  1. Manu Oquendo
    Manu Oquendo Dice:

    Eichman probablemente fue diagnosticado sano porque en aquel momento hubiera sido un cataclismo no hacerlo pero su conducta tiene un rasgo psicopático que está presente en muchísimos criminales y en gente absolutamente normal: La incapacidad de empatía, de compadecerse, de padecer-con.
    Esta incapacidad es el primer signo que debemos buscar –incluso en nuestra propia conducta en relación a otros– para detectar disfuncionalidades y recuperar la senda.
    Porque, efectivamente y como ilustra el artículo de Fernando, la mente humana es un mecanismo demasiado hábil para autoprotegerse, encontrar autoexcusas, olvidos o incluso argumentos convenientes a costa de “lo que sea”.
    Si además estamos sometidos a un régimen de autoridad generador de su propia moral pues pasa lo que pasa. Que hasta obispos tenemos capaces de querer más a un asesino totalitario que a su víctima. Qué digo obispos, cargos electos.
    Saludos

  2. Alvaro Delgado
    Alvaro Delgado Dice:

    Maravilloso post Don Fernando. Es de esos escritos que le hacen a uno pensar de verdad. Estoy convencido de que en el ser humano anida esa crueldad latente, que se pone de manifiesto de variadas formas cuando a alguien le otorgan poder y anonimato, o ausencia de responsabilidad. Recuerdo algún cabo o sargento de la época de mi servicio militar a quien esos galones que nunca imaginó llevar parecían otorgarle una patente de corso para dar rienda suelta a su crueldad con los reclutas. Y en todos los ámbitos en los que se ejerce un poder sobre otros, especialmente cuando éste puede ser coactivo, hay abundantes manifestaciones de lo que estamos comentando. Creo que otra manifestación larvada de esa crueldad del ser humano, ya más atenuada por años de civilización, es la envidia, otro producto típico de lo peor del ser humano. Y no me refiero a la envidia de algo concreto que otro puede tener, sino a esa envidia genérica, abstracta, irracional… La envidia al que gana más dinero, o al que le van bien las cosas, o al que está por encima en la escala social, o al pijo, o al que es más guapo o guapa…. sin conocerles de nada, sin tener la más mínima idea del esfuerzo y sacrificio que esas personas pueden haber realizado, y sin atender a otros valores y méritos. Y muchas veces esa envidia lleva consigo una inevitable maledicencia, absolutamente gratuita, que revela la crueldad y amargura intrínsecas a muchas personas que, aparentemente, no deberían tener esos sentimientos. Basta leer periódicos o foros en internet para apreciar abundantes manifestaciones, como ha comentado el autor del post, de todo ello. En muchas cosas “homo homini lupus”….  

  3. Antonia Fuentes
    Antonia Fuentes Dice:

    Fantástico el post de Fernando. Me recuerda la falta de sensibilidad que demostramos cuando vemos en la televisión todos los días las  imágenes de crueldad que recorren el mundo, ver seres humanos sufriendo y ver como nuestra retina acaba tolerando toda esa violencia hasta hacerla cotidiana.

    Pero me preocupa más, ver como mi hijo de 12 años juega con su consola en videojuegos donde la estrategia es matar al contrario con una violencia inusitada y muy realista. ¿Será capaz de sentir compasión ante el sufrimiento en la vida real o su tolerancia al sufrimiento ajeno no tendrá limite?

    Es verdad que los niños siempre han jugado a las guerras y que si no les comprabas una pistola la simulaban con un palo, pero las imágenes de la televisión y los realistas videojuegos nos están convirtiendo en espectadores insensibles….empezando por mi misma. 

  4. elisadelanuez
    elisadelanuez Dice:

    Aprovecho al hilo del post para recomendar el fundamental libro de Hannah Arendt “Eichmann o la banalidad del mal”. Pues eso, que Eichmann era un tipo normal y corriente. Vale, con poca empatía, pero normal y corriente, anda que no hay gente por ahí con poca empatía que no se dedica a exterminar al prójimo. Y sí, como cumplía ordenes superiores “legales” no entendía y nunca entendió porqué le juzgaban y tampoco porqué le condenaron. Otra recomendación, el libro del Comandante de Auschwitz, Rudolf Hoss narrado en primera persona. Un tipo muy normal y además muy eficiente. Aquí tienen el link por si lo quieren comprar
    http://www.casadellibro.com/libro-yo-comandante-de-auschwitz/9788466641890/1336320 
     Pues eso, ojo con el sistema, las instituciones, el Derecho y la Justicia porque todos o casi todos pueden acabar siendo el comandante de Auschwitz o si no son demasiado eficientes, lo que es seguro es que pueden ser el ciudadano alemán que nunca vió desaparecer a sus vecinos judíos.
    ¿O no ha pasado algo muy parecido en el País Vasco?

    • Arcana Imperiii
      Arcana Imperiii Dice:

      El libro de Arendt es un clásico (toda su obra, en realidad) , aunque su idea de la banalidad del mal haya sido siempre utilizada con fines políticos: la absolutización de la dicotomía bien-mal aplicada a la lógica del desenmascaramiento ideológico para terminar absolutizando un contra-modelo con el fin de diferenciarse de él moralmente (“progresistas” vs “fachas”, “demócratas” vs “autoritarios”,etc., como si no hubiera nada entre medias).
      Al final lo que nos queda es una miserable banalidad del mal a la que corresponde una miserable banalidad del bien, inevitablemente.

  5. elisadelanuez
    elisadelanuez Dice:

    Aprovecho al hilo del post para recomendar el fundamental libro de Hannah Arendt “Eichmann o la banalidad del mal”. Pues eso, que Eichmann era un tipo normal y corriente. Vale, con poca empatía, pero normal y corriente, anda que no hay gente por ahí con poca empatía que no se dedica a exterminar al prójimo. Y sí, como cumplía ordenes superiores “legales” no entendía y nunca entendió porqué le juzgaban y tampoco porqué le condenaron. Otra recomendación, el libro del Comandante de Auschwitz, Rudolf Hoss narrado en primera persona. Un tipo muy normal y además muy eficiente. Aquí tienen el link por si lo quieren comprar
    http://www.casadellibro.com/libro-yo-comandante-de-auschwitz/9788466641890/1336320 
     Pues eso, ojo con el sistema, las instituciones, el Derecho y la Justicia porque todos o casi todos pueden acabar siendo el comandante de Auschwitz o si no son demasiado eficientes, lo que es seguro es que pueden ser el ciudadano alemán que nunca vió desaparecer a sus vecinos judíos.
    ¿O no ha pasado algo muy parecido en el País Vasco?

  6. NB
    NB Dice:

    Himmler intentó pactar una paz por separado con los aliados a espaldas de Hitler y ofreció detener la matanza de judios. Fué expulsado de las SS y condenado a muerte en ausencia por el mismo Hitler. Eichmann no tenía porqué seguirlo en todo ello. La máquina , formada por miles de personas y no solo por Eichmann, siguió funcionando.
    Es evidente que Eichmann no actuaba por obediencia, puesto que pertenecía a una organización, las SS, a la se accedía voluntariamente. Hubiese bastado con no estar allí.
    Pero las SS eran el más poderoso ascensor social de la Alemania del Tercer Reich. Cualquier don nadie podía llegar a ser amo y señor de vidas y haciendas. Esta es probablemente la triste explicación de la bestialidad de algunos y no una maldad intrínseca que nos afecte a todos.

  7. NB
    NB Dice:

    Himmler intentó pactar una paz por separado con los aliados a espaldas de Hitler y ofreció detener la matanza de judios. Fué expulsado de las SS y condenado a muerte en ausencia por el mismo Hitler. Eichmann no tenía porqué seguirlo en todo ello. La máquina , formada por miles de personas y no solo por Eichmann, siguió funcionando.
    Es evidente que Eichmann no actuaba por obediencia, puesto que pertenecía a una organización, las SS, a la se accedía voluntariamente. Hubiese bastado con no estar allí.
    Pero las SS eran el más poderoso ascensor social de la Alemania del Tercer Reich. Cualquier don nadie podía llegar a ser amo y señor de vidas y haciendas. Esta es probablemente la triste explicación de la bestialidad de algunos y no una maldad intrínseca que nos afecte a todos.

  8. Fernando Gomá Lanzón
    Fernando Gomá Lanzón Dice:

    Gracias a todos. Plantean los comentarios anteriores interesantes preguntas en un asunto inagotable. ¿Hay personas que carecen genéticamente de la noción del bien y del mal, que son nacidos amorales, como entiendo que viene a señalar Manu Oquendo? Los habrá seguramente, pero la genética no es lo que más influye en el comportamiento moral de las personas. Gran parte de lo que somos es responsabilidad de nosotros mismos y nuestras elecciones.

    Alvaro se refiere a la envidia, que en realidad es una derivada de la crueldad y el odio en tanto en cuanto ha sido definida clásicamente como la “tristeza por el bien ajeno”, el instinto de muerte de Freud.

    Y Antonia menciona los videojuegos de guerra, o las películas violentas ¿quién puede negar que ha sentido alguna vez un placer indefinible y obsceno al ver sufrir y morir en el cine a seres detestables, o al matar cuantos más enemigos mejor en las consolas?

    Hannah Arendt, a la que se refería Elisa, calificó de “banal” el mal causado por Einchmann, no en el sentido de irrelevante, sino precisamente para referirse a personas que no parecen estar dotadas -si se puede llamar así- para realizar semejantes actos criminales, personas normales o vulgares, y en contraposición a la maldad radical, término que reservaba para los totalitarismos.

    • María José
      María José Dice:

      Llevo algún tiempo planteándome el por qué hay persona malas “a sabiendas” de que causan mal a los demás y no sufren ni se arrepienten por ello. Y pueden elegir, ser de otra forma ¿0 no? creo que ese es el dilema, que son conscientes de lo que hacen pero están cautivos de sí mismos, y no saben salir de ahí y son infelices por ellos mismos, no por lo que ocasionan a los demás, y esto les provoca envidia, celos, rencor y les lleva a continuar haciendo pagar a los demás sus complejos, infligiéndoles penas, sufrimientos, y ellos carecen de empatía y asertividad. Son desgraciados y por esto hacen desgraciados a los demás. Me recuerda a “Los Miserables”, queda bien reflejado por Víctor Hugo esa sensación, no pueden soportar que otros tengan la oportunidad de ser felices.

  9. Fernando Gomá Lanzón
    Fernando Gomá Lanzón Dice:

    Gracias a todos. Plantean los comentarios anteriores interesantes preguntas en un asunto inagotable. ¿Hay personas que carecen genéticamente de la noción del bien y del mal, que son nacidos amorales, como entiendo que viene a señalar Manu Oquendo? Los habrá seguramente, pero la genética no es lo que más influye en el comportamiento moral de las personas. Gran parte de lo que somos es responsabilidad de nosotros mismos y nuestras elecciones.

    Alvaro se refiere a la envidia, que en realidad es una derivada de la crueldad y el odio en tanto en cuanto ha sido definida clásicamente como la “tristeza por el bien ajeno”, el instinto de muerte de Freud.

    Y Antonia menciona los videojuegos de guerra, o las películas violentas ¿quién puede negar que ha sentido alguna vez un placer indefinible y obsceno al ver sufrir y morir en el cine a seres detestables, o al matar cuantos más enemigos mejor en las consolas?

    Hannah Arendt, a la que se refería Elisa, calificó de “banal” el mal causado por Einchmann, no en el sentido de irrelevante, sino precisamente para referirse a personas que no parecen estar dotadas -si se puede llamar así- para realizar semejantes actos criminales, personas normales o vulgares, y en contraposición a la maldad radical, término que reservaba para los totalitarismos.

  10. Curro Arriola
    Curro Arriola Dice:

    Qué interesante, querido Fernando, el viejo problema de por qué tiendo a hacer el mal.
    El hombre es – somos- capaces de hacer mucho mal. Y mucho bien. Porque tenemos libertad. Sin libertad, programados en un sentido, haríamos solo el bien o solo el mal.
    Pero hemos sido programados para la libertad. Con los consiguientes riesgos.
    Si creemos que nos programó Dios, eso es lógico, ya que sin libertad no puede haber amor, y un Dios que no quisiera amor habría hecho robots, no hombres libres.
    Si creemos que no hay Dios, resulta interesantísima la consecuencia. ¿Por qué razón la Naturaleza, la evolución, los aliens o lo que diablos sea, nos ha llevado a la libertad y a sus terribles efectos?
    Debo discrepar de tu optimismo final. La “maravilla de la civilización”, la “convivencia pacífica”… ¿hablas en teoría, no? Porque si te fijas en el último siglo… no sólo los nacis, ahí tenemos el horroroso genocidio de los armenios (de los que casi nada se dice) obra del tan amado Kemal Atatürk, con sus dos millones de muertos; ahí tenemos a Stalin, casi nada, y al campeonísimo de todos los tiempos en lo de matar gente, Mao Tse Tung; ahí están los Jemeres rojos de Camboya (por cierto, Mundo Obrero, del PCE, saludó la “victoria del pueblo camboyano” cuando llegaron al poder, tengo en casa el recorte); ahí está la segunda bomba atómica (Hiroshima, todavía; pero ¿Nagasaki?); ahí están las guerras, no solo las gordas, las cotidianas de las que nadie habla porque total son unos negros pobres disputándose ganado (que se lo digan a las madres de los muertos); ahí están los ¿cientos? de millones de muertos de hambre en todo el mundo mientras nosotros vivimos en la opulencia; ahí están los cientos (sí, sin interrogantes esta vez) de niños muertos antes de nacer por el terrible delito de existir y molestar; ahí las leyes de eutanasia, de eugenesia (Hitler perdió la guerra pero no del todo)… y para acabar con los supervivientes, ahí está la destrucción del  planeta, asunto del que ya nadie se preocupa porque “los mercados” hablan de otras cosas.
    El “seréis como dioses” siempre se acaba pagando caro.
     
     

  11. Frydman
    Frydman Dice:

     
    Estos crímenes son posibles gracias a una cadena de hechos donde todos los eslabones son indispensables.  Eslabones con los que podemos tropezar a cada paso, ahora mismo. El primer paso es, la ausencia de empatía, es fácil de cultivar: es suficiente convertir a la víctima en bicho, quitarle la condición humana y convertirlo en una fuente de asco y amenaza.  Es fácil porque se apoya en el sentimiento gregario: ser de los nuestros protege, verlos como humanos nos convierte en candidatos al ostracismo, en traidores.  En Israel, por ejemplo, suena así:  los árabes nos quieren matar, son como los nazis, por lo tanto debemos defendernos… ¿hablas con ellos como si fuesen personas?¿eres un ingenuo pacifista?¿no serás acaso un traidor que quiere ensuciar a nuestra patria?… puesto que nadie quiere ser señalado como traidor, lo normal es callar hasta acabar compartiendo.
    Un segundo paso ineludible es  el metalenguaje técnico, administrativo, leguleyo,   la utilización de eufemismos: “solución final, campo de concentración”, vistas en sí mismas, son expresiones neutras y sin carga emocional.  Otro ejemplo:  …sin perjuicio de lo que pudieran disponer los tratados y convenios internacionales suscritos por España, para que puedan conocer los Tribunales españoles de los anteriores delitos (crímenes de lesa humanidad) deberá quedar acreditado que sus presuntos responsables se encuentran en España o que existen víctimas de nacionalidad española, o constatarse algún vínculo de conexión relevante con España. (Ley Orgánica 1/2009, de 3 de noviembre, complementaria de la Ley de reforma de la legislación procesal para la implantación de la nueva Oficina judicial…) . Nada permite entender que se ha abolido la jurisdicción universal para crímenes de lesa humanidad, haciendo que deje de ser universal. Los más de 300 diputados que votaron eso solo cumplían órdenes.
    Aquí viene a cuento el paso tres: diluir la responsabilidad fragmentando el crimen en múltiples secciones. Algunos solo crean ideología, otros solo cápsulas de gas, otros redactan leyes y las votan… un trabajo que continúa  mucho después de los hechos, poniendo en duda lo sucedido, exculpando a muchos, desacreditando a quien lo denuncia o argumentando que las ideas del “paso uno” son solo eso, ideas (tal vez reprobables), pero no perseguibles como un paso necesario del crimen.  Esto lo afirma la sentencia del Tribunal Supremo, 12-4-2011 revocando otra anterior de la Audiencia Provincial de Barcelona que condenaba a cuatro acusados a varios años de prisión y multas por los delitos de “difusión de ideas genocidas”, por “provocar a la discriminación, al odio o a la violencia” y por asociación ilícita con dichos fines.
    Personalmente, esta sentencia me deja en situación de desamparo: abuela, hermano, tías sobrinos desaparecieron allí. Exculpar esos hechos es la continuación del crimen que, por una parte no prescribe y por otra se sigue cometiendo, mientras no aparezcan los desparecidos forzosos (doctrina del juez Guzmán/Chile). ¿Hay por ahí algún abogado que me ayude a conseguir protección/amparo del/contra el TS?.

  12. Rodrigo Tena Arregui
    Rodrigo Tena Arregui Dice:

    Creo que el comentario de Frydman es enormemente atinado, como el post de Fernando. Sólo quiero recomendar dos lecturas que, siendo muy diferentes, muestran la misma cosa. La primera es el mejor libro que existe sobre el Holocausto, sin ninguna duda. Y no es sólo mi opinión, es también la de Claudio Magris. Esta escrito por un asesino: son las memorias de Rudolf Hoess, “Comandante de Auschwitz”. Hay otros muchos testimonios tremendos de una calidad literaria infinitamente superior, como los de Primo Levi, pero ese libro tiene la ventaja increíble de que muestra el punto de vista del verdugo con una franqueza absoluta. No intenta negar nada, sólo hacernos comprender. El segundo libro es el primero o uno de los primeros de Zygmunt Bauman, “Modernidad y Holocausto”, en el que, por cierto, relata con mucho detalle el experimento de Milgram. El hilo conductor que une las dos obras es precisamente el fraccionamiento de la responsabilidad, tendencia genuinamente moderna. Fracciona adecuadamente la responsabilidad y el resultado será las memorias de Hoess. “Ha pasado, luego puede volver a pasar. Es la esencia de lo que tengo que contar.” Primo Levi dixit

    • JJ
      JJ Dice:

      Un intento de explicación neurofisiologica de esos comportamientos se puede leer en LA VIDA, UN PROYECTO INACABADO de otro judío sefardí, nacido en Turín, como Primo Levi, que es SALVADOR LURIA, premio Nobel de Medicina.

      Y aunque de pasada también se intenta dar una explicación a ese tema en las memorias de otra Nobel judía RITA LEVI MOJNTALCINI, amiga de Primo Levi, y una mujer impresionantemente valiente y fecunda que está a punto de cumplir 103 años!!!

  13. Rodrigo Tena Arregui
    Rodrigo Tena Arregui Dice:

    Creo que el comentario de Frydman es enormemente atinado, como el post de Fernando. Sólo quiero recomendar dos lecturas que, siendo muy diferentes, muestran la misma cosa. La primera es el mejor libro que existe sobre el Holocausto, sin ninguna duda. Y no es sólo mi opinión, es también la de Claudio Magris. Esta escrito por un asesino: son las memorias de Rudolf Hoess, “Comandante de Auschwitz”. Hay otros muchos testimonios tremendos de una calidad literaria infinitamente superior, como los de Primo Levi, pero ese libro tiene la ventaja increíble de que muestra el punto de vista del verdugo con una franqueza absoluta. No intenta negar nada, sólo hacernos comprender. El segundo libro es el primero o uno de los primeros de Zygmunt Bauman, “Modernidad y Holocausto”, en el que, por cierto, relata con mucho detalle el experimento de Milgram. El hilo conductor que une las dos obras es precisamente el fraccionamiento de la responsabilidad, tendencia genuinamente moderna. Fracciona adecuadamente la responsabilidad y el resultado será las memorias de Hoess. “Ha pasado, luego puede volver a pasar. Es la esencia de lo que tengo que contar.” Primo Levi dixit

  14. Chimo Calvo
    Chimo Calvo Dice:

    Me quedo sin palabras ante el post y los comentarios. Comparto y sobre todo me hace pensar el 99% de lo escrito.
    Este pais / mundo tiene arreglo mientras alguien/ algunos decidan que pensar, razonar y sentir es mas que nunca necesario.
    Gracias.

  15. Ignacio Gomá
    Ignacio Gomá Dice:

    Yo a mi vez recomiendo la novela “La excepción” de Christian Jungersen, un extraño relato que hace referencia y explica con motivo de cierto crimen, el experimento de Milgram y otros, sobre lo que denomina “la psicología del mal”.  Por ejemplo:
     
    -Experimento en que se repartían al azar los roles de preso y carcelero a uno estudiantes: al final se van cambiando las personalidades. Se ha demostrado que en muchos contextos el “yo” y el “rol” se confunden. A menudo las personas acaban convirtiéndose en el rol que se les exige que sean y, como nuevas personas, le encuentran un sentido y una coherencia a lo que hacen.  Como dice James WALLER, en su libro “Becoming evil”, “las malas acciones no solo revelan quienes somos. Hacen lo que somos”.
     
    -Experimento de los grupos salidos prácticamente de la nada: los voluntarios del grupo no se conocían prácticamente de nada, pero aun así sentían mayor simpatía hacia los participantes que les señalaron como del propio grupo. Algunos participantes mostraron tal grado de predisposición que les interesaba más aplastar al otro grupo  que recibir una compensación económica lo más elevada posible (prefirieron que los miembros de su grupo recibieran dos dólares en vez de tres, con tal de que a los del otro grupo se les diera un dólar en vez de cuatro). Esto se producía incluso antes de tener contacto con el otro grupo.
     
    De ello obtiene varias ideas:
     
    -Nuestra manera de pensar obedece a un patrón nosotros-ellos y que las reglas que aplicamos a nuestro grupo son distintas a las que aplicamos al “ellos”. La razón es que en un mundo complejo hay que simplificar y descartar la información irrelevante, clasificando las personas en categorías. Las categorías son diferentes según las culturas, pero lo cierto es que siempre hay distorsiones, exagerando la homogeneidad entre los miembros del grupo y las diferencias intergrupales. En crisis y situaciones de conflicto, esta manera de pensar se refuerza y resulta más fácil creer en el aparato de propaganda cuando repite sin cesar “mata o te matarán”.
     
    -Existe el mecanismo de “La víctima se lo ha buscado”:Este mecanismo psicológico implica por nuestra parte una tendencia a deformar la realidad hasta donde sea necesario para permitirnos creer que una persona afectada por una gran desgracia merecía lo sucedido. El mecanismo se agudiza cuando somos nosotros quienes infligimos el mal a otra persona. La disonancia cognitiva nos impulsa a sentir aprecio por aquellos a quienes nos hemos esforzado en ayudar y a despreciar a quienes hemos perjudicado (profesor al que se le pide una recomendación).
     
    -Por otro lado, la idea de que nuestras actitudes determinan nuestros actos está muy extendida, pero también es válida  la relación causa-efecto a la inversa, es decir, que las cosas que hacemos influyen en lo que hacemos, en lo que pensamos y creemos. Al darse cuenta de que sus actos están reñidos con sus actitudes, la gente siente un malestar que trata de eliminar (disonancia cognitiva). A menudo, y de manera inconsciente, intentará hacerlo cambiando de actitud en lugar de cambiar su modo de actuar.
     
    -Antes de hacer una elección difícil, dudamos del acto que llevaremos a cabo. Una vez tomada la decisión y realizado el acto, este incide en nuestros pensamientos…El hecho de haber llevado a cabo ese acto disipa nuestras dudas, y nuestros valores se adaptan hasta encajar con lo que hemos hecho.  Lo saben los testigos de Jehová que salen a repartir folletos: el esfuerzo de sus miembros está llamado a ganar nuevos adeptos pero sirve en la misma medida para vincular a los ya existentes.
     
    Concluyo con una frase literal: “El hecho de ignorar un pequeño atisbo de duda en nuestro interior, eso es maldad. Uno nunca es consciente de ser malo”…. “La mayoría opta de inmediato por no pensar más en ello. Les asusta el engorro que supone replantearse la existencia, y no tardan en olvidar ese atisbo de duda. Después ya no saben que todo podría haber sido distinto. Y vuelven a quedarse estancados…ya sea en el buen camino o en el malo”.
     
     

    • Fernando Gomá Lanzón
      Fernando Gomá Lanzón Dice:

      Qué interesante comentario, Nacho, que reclama un mayor contenido en un post aparte, al que te animo. Se suele decir que el hombre no tiene un cerebro evolucionado, sino tres, que ha venido adquiriendo a través de su evolución y que ni mucho menos están integrados entre sí. El primero es el cerebro de reptil, el más primitivo, sin capacidad de aprendizaje, y que permite una actitud binaria amigo-enemigo, ataque-huida. El segundo es el cerebro de mamífero, que controla las emociones, los afectos, el dolor y el placer. Y el tercero es el más desarrollado, que controla el simbolismo, la comunicación en grado elevado, el pensamiento profundo.

      El sentido del bien y del mal pertenece a este tercer grupo, pero puede verse distorsionado, alterado o eliminado por las “interferencias” de los otros dos cerebros, como ocurre en los ejemplos de pertenencia grupal que señalas. 

      Es más sencillo para el ser humano clasificar el mundo en bueno-malo, amigo-enemigo, querido-odiado, nosotros-ellos, es con lo que más cómodos nos sentimos, podríamos decir que esto “satisface más” nuestros dos cerebros menos evolucionados. Lo difícil, lo complejo, es elevarse por encima de ese instinto y difuminar esas fronteras.

  16. Ignacio Gomá
    Ignacio Gomá Dice:

    Yo a mi vez recomiendo la novela “La excepción” de Christian Jungersen, un extraño relato que hace referencia y explica con motivo de cierto crimen, el experimento de Milgram y otros, sobre lo que denomina “la psicología del mal”.  Por ejemplo:
     
    -Experimento en que se repartían al azar los roles de preso y carcelero a uno estudiantes: al final se van cambiando las personalidades. Se ha demostrado que en muchos contextos el “yo” y el “rol” se confunden. A menudo las personas acaban convirtiéndose en el rol que se les exige que sean y, como nuevas personas, le encuentran un sentido y una coherencia a lo que hacen.  Como dice James WALLER, en su libro “Becoming evil”, “las malas acciones no solo revelan quienes somos. Hacen lo que somos”.
     
    -Experimento de los grupos salidos prácticamente de la nada: los voluntarios del grupo no se conocían prácticamente de nada, pero aun así sentían mayor simpatía hacia los participantes que les señalaron como del propio grupo. Algunos participantes mostraron tal grado de predisposición que les interesaba más aplastar al otro grupo  que recibir una compensación económica lo más elevada posible (prefirieron que los miembros de su grupo recibieran dos dólares en vez de tres, con tal de que a los del otro grupo se les diera un dólar en vez de cuatro). Esto se producía incluso antes de tener contacto con el otro grupo.
     
    De ello obtiene varias ideas:
     
    -Nuestra manera de pensar obedece a un patrón nosotros-ellos y que las reglas que aplicamos a nuestro grupo son distintas a las que aplicamos al “ellos”. La razón es que en un mundo complejo hay que simplificar y descartar la información irrelevante, clasificando las personas en categorías. Las categorías son diferentes según las culturas, pero lo cierto es que siempre hay distorsiones, exagerando la homogeneidad entre los miembros del grupo y las diferencias intergrupales. En crisis y situaciones de conflicto, esta manera de pensar se refuerza y resulta más fácil creer en el aparato de propaganda cuando repite sin cesar “mata o te matarán”.
     
    -Existe el mecanismo de “La víctima se lo ha buscado”:Este mecanismo psicológico implica por nuestra parte una tendencia a deformar la realidad hasta donde sea necesario para permitirnos creer que una persona afectada por una gran desgracia merecía lo sucedido. El mecanismo se agudiza cuando somos nosotros quienes infligimos el mal a otra persona. La disonancia cognitiva nos impulsa a sentir aprecio por aquellos a quienes nos hemos esforzado en ayudar y a despreciar a quienes hemos perjudicado (profesor al que se le pide una recomendación).
     
    -Por otro lado, la idea de que nuestras actitudes determinan nuestros actos está muy extendida, pero también es válida  la relación causa-efecto a la inversa, es decir, que las cosas que hacemos influyen en lo que hacemos, en lo que pensamos y creemos. Al darse cuenta de que sus actos están reñidos con sus actitudes, la gente siente un malestar que trata de eliminar (disonancia cognitiva). A menudo, y de manera inconsciente, intentará hacerlo cambiando de actitud en lugar de cambiar su modo de actuar.
     
    -Antes de hacer una elección difícil, dudamos del acto que llevaremos a cabo. Una vez tomada la decisión y realizado el acto, este incide en nuestros pensamientos…El hecho de haber llevado a cabo ese acto disipa nuestras dudas, y nuestros valores se adaptan hasta encajar con lo que hemos hecho.  Lo saben los testigos de Jehová que salen a repartir folletos: el esfuerzo de sus miembros está llamado a ganar nuevos adeptos pero sirve en la misma medida para vincular a los ya existentes.
     
    Concluyo con una frase literal: “El hecho de ignorar un pequeño atisbo de duda en nuestro interior, eso es maldad. Uno nunca es consciente de ser malo”…. “La mayoría opta de inmediato por no pensar más en ello. Les asusta el engorro que supone replantearse la existencia, y no tardan en olvidar ese atisbo de duda. Después ya no saben que todo podría haber sido distinto. Y vuelven a quedarse estancados…ya sea en el buen camino o en el malo”.
     
     

  17. Patricia CM
    Patricia CM Dice:

    Pongo un granito de arena con otra recomendación, no de mi lista de lecturas, sino de intereses a largo plazo. Siguiendo la estela de El proceso de civilización de Norbert Elias, el profesor Steven Pinker publicó hace unos meses The Better Angels of our Nature: Why Violence Has Declined, para el que tal vez sirva de introducción el capítulo 17 del exitoso ensayo La tabla rasa: la negación moderna de la naturaleza humana. “The Better Angels of Our Nature” (traduttore, traditore, y preferiría no hacerlo) es una línea tomada del discurso de investidura de Abraham Lincoln, que inspira una gran labor de investigación a fin de sustentar su controvertida tesis de que nos ha tocado vivir en la época menos violenta de la historia. Algunas de las explicaciones plausibles del declive fueron apuntadas en una de sus TED talks (http://tinyurl.com/7rhe2fz): 
    1. La violencia disminuye a medida que los estados de naturaleza son sustituidos por los Estados de Derecho (Thomas Hobbes)
    2. La violencia disminuye a medida que deja de percibirse que la vida vale poco (James Payne)
    3. La violencia disminuye a medida que aumentan los juegos de suma cero, como el comercio de bienes, servicios e ideas (Robert Wright)
    4. La violencia disminuye a medida se expande nuestro círculo moral a la aldea, al clan, a la tribu, a la nación, al resto de razas, a ambos sexos, etc (Peter Singer)

    La edición española, a cargo de Paidós, está prevista para finales de 2012. Hasta entonces contamos con un fragmento del prefacio (http://tinyurl.com/7hruyb7) y un brioso compendio de respuestas a las preguntas frecuentes (http://tinyurl.com/744cohx). 

     

  18. Patricia CM
    Patricia CM Dice:

    Pongo un granito de arena con otra recomendación, no de mi lista de lecturas, sino de intereses a largo plazo. Siguiendo la estela de El proceso de civilización de Norbert Elias, el profesor Steven Pinker publicó hace unos meses The Better Angels of our Nature: Why Violence Has Declined, para el que tal vez sirva de introducción el capítulo 17 del exitoso ensayo La tabla rasa: la negación moderna de la naturaleza humana. “The Better Angels of Our Nature” (traduttore, traditore, y preferiría no hacerlo) es una línea tomada del discurso de investidura de Abraham Lincoln, que inspira una gran labor de investigación a fin de sustentar su controvertida tesis de que nos ha tocado vivir en la época menos violenta de la historia. Algunas de las explicaciones plausibles del declive fueron apuntadas en una de sus TED talks (http://tinyurl.com/7rhe2fz): 
    1. La violencia disminuye a medida que los estados de naturaleza son sustituidos por los Estados de Derecho (Thomas Hobbes)
    2. La violencia disminuye a medida que deja de percibirse que la vida vale poco (James Payne)
    3. La violencia disminuye a medida que aumentan los juegos de suma cero, como el comercio de bienes, servicios e ideas (Robert Wright)
    4. La violencia disminuye a medida se expande nuestro círculo moral a la aldea, al clan, a la tribu, a la nación, al resto de razas, a ambos sexos, etc (Peter Singer)

    La edición española, a cargo de Paidós, está prevista para finales de 2012. Hasta entonces contamos con un fragmento del prefacio (http://tinyurl.com/7hruyb7) y un brioso compendio de respuestas a las preguntas frecuentes (http://tinyurl.com/744cohx). 

     

  19. Montserrat Rodriguez
    Montserrat Rodriguez Dice:

     
     
    Interesantísimo post acerca del experimento Pilgram. ¿Cómo puede el hombre llegar a infigir sufrimiento, a veces atroz, a sus semejantes?
     
    La respuesta a esa pregunta está para mí en las palabras de Rousseau cuando afirmó que todo hombre es bueno por naturaleza y es la sociedad la que lo corrompe. Y, la sociedad empieza en cómo se nos educa. Y se nos educa, en la mayoría de los casos me temo, en el miedo. No hablo del miedo al castigo físico, como sucedía antaño, sino del miedo a castigos, a veces, totalmente irracionales. Los miedos a los castigos o represalias por un mal comportamiento pueden abarcar desde,  negar a un niño su juguete preferido durante un corto período de tiempo, hasta un hipotético castigo divino, por un comportamiento  pecaminoso, que además va a quedar registrado en una especie de memoria atemporal y se aplicará una vez hayamos muerto, a, según vamos creciendo, castigos no escritos, que recibiremos de nuestros semejantes, mediante la exclusión del grupo, si no seguimos unas normas dadas y establecidas como normales, aceptables y buenas, o incluso el castigo al ostracismo si se nos llega a considerar un ciudadano non grato y peligroso.
     
    Y es, bajo mi punto de vista, en esa forma de educar en la que ya desde nuestros primeros pasos se nos está inculcando la obediencia debida a la ‘autoridad’, sin que al mismo tiempo se nos faciliten las herramientas para ser capaces de plantearnos si las ‘órdenes’ que recibimos son buenas o malas, justas o injustas, no ya para los demás, sino para nosotros mismos.  Esa manera de ‘formar humanos’, lleva a su vez a que en cualquier faceta de nuestras vidas, tengamos la necesidad de un ‘referente con la autoridad suficiente’ para que en el caso de que nos surja una duda, poder seguir los caminos ‘correctos’ en aras de un bien común, que podrá variar y dependerá de lo que en cada momento se considere socialmente beneficioso y necesario. En ninguno de los casos, por el contrario, estará bien visto ser un contestario, poner en tela de juicio la validez y justicia de las normas y ya ni decir tiene, el expresar públicamente que no se está de acuerdo con ellas, que no se admiten como válidas y que hay que buscar nuevas normas, nuevos caminos y nuevos modelos de sociedad. Y ya que  como humanos, necesitamos la aceptación de los demás, una vez más en la mayoría de los casos, obedecemos.
     
    Se espera de nosotros que nos metamos de lleno en la rueda, que aceptemos por buenas las normas, lo establecido, y que lo hagamos sin pensar en los porqués de las mismas, ya que para ello ya está la ‘autoridad competente’. Y ello, aunque estés realizando actos inmorales, injustos y viles, y no hablo solo de crímenes, torturas y otros actos violentos.  Y, desgraciadamente, en la mayoría de los casos, lo hacemos como autómatas y sin vacilar, porque así se nos ha ‘programado’. Lo vemos en sociedades ‘demócraticas’ y lo hemos visto, más claramente, en sociedades totalitarias y no solo en la Alemania nazi. Hago lo que se me dice u ordena, bueno o malo, y mi parte de responsabilidad es inexistente porque simplemente me estoy comportando como se espera de mí que lo haga. Y en ese momento, ese ser que por naturaleza es bueno, y estoy firmemente convencida de que lo es, ya ha sido corrompido hasta la médula por esa sociedad a la que pertenece, que le ha formado y que le ha imbuido que todo lo que se le exige es por el bien común y que debe obedecer. En nuestras sociedades el bien común está por encima del bien individual, no lo olvidemos.
     
    ¿Era Adolf Eichman un ser normal, un ‘ser bueno’? No. Al menos para mis conceptos. Era un ser obediente, celoso de su trabajo, que además, seguramente, se enorgullecía de la ‘labor bien hecha’. No conozco su vida para poder saber qué ‘sociedad’ o ‘educación’ hizo de él, un ser desviado, perverso y sádico.
    La obediencia ciega es el miedo de los débiles, imprime falta de fuerza de voluntad para levantarse y revelarse contra las injusticias, y es el perfecto caldo de cultivo para que aflore  lo peor que cada uno de nosotros llevamos dentro.
    Los obedientes convertidos en sádicos, malos y corruptos encuentran sus ‘paraísos’, siempre que la situación les sea favorable, pero en casos como en el de Eichman, no hacen ni más ni menos que lo que la sociedad espera de ellos y además, lo hacen, no nos equivoquemos, con el beneplácito de la misma y ello con la presencia física de una autoridad o con una autoridad inculcada y asimilada desde la más tierna infancia.
     
    Y para que yo pueda escribir libremente estas líneas sin temor ni odio alguno, el Hombre, Bueno por Naturaleza, ha conseguido a través de los siglos y a pesar de todo, romper las cadenas de la obediencia debida, sacar y mostrar siempre y por encima de todo, su lado más noble. No es poco mérito.
     

  20. Montserrat Rodriguez
    Montserrat Rodriguez Dice:

     
     
    Interesantísimo post acerca del experimento Pilgram. ¿Cómo puede el hombre llegar a infigir sufrimiento, a veces atroz, a sus semejantes?
     
    La respuesta a esa pregunta está para mí en las palabras de Rousseau cuando afirmó que todo hombre es bueno por naturaleza y es la sociedad la que lo corrompe. Y, la sociedad empieza en cómo se nos educa. Y se nos educa, en la mayoría de los casos me temo, en el miedo. No hablo del miedo al castigo físico, como sucedía antaño, sino del miedo a castigos, a veces, totalmente irracionales. Los miedos a los castigos o represalias por un mal comportamiento pueden abarcar desde,  negar a un niño su juguete preferido durante un corto período de tiempo, hasta un hipotético castigo divino, por un comportamiento  pecaminoso, que además va a quedar registrado en una especie de memoria atemporal y se aplicará una vez hayamos muerto, a, según vamos creciendo, castigos no escritos, que recibiremos de nuestros semejantes, mediante la exclusión del grupo, si no seguimos unas normas dadas y establecidas como normales, aceptables y buenas, o incluso el castigo al ostracismo si se nos llega a considerar un ciudadano non grato y peligroso.
     
    Y es, bajo mi punto de vista, en esa forma de educar en la que ya desde nuestros primeros pasos se nos está inculcando la obediencia debida a la ‘autoridad’, sin que al mismo tiempo se nos faciliten las herramientas para ser capaces de plantearnos si las ‘órdenes’ que recibimos son buenas o malas, justas o injustas, no ya para los demás, sino para nosotros mismos.  Esa manera de ‘formar humanos’, lleva a su vez a que en cualquier faceta de nuestras vidas, tengamos la necesidad de un ‘referente con la autoridad suficiente’ para que en el caso de que nos surja una duda, poder seguir los caminos ‘correctos’ en aras de un bien común, que podrá variar y dependerá de lo que en cada momento se considere socialmente beneficioso y necesario. En ninguno de los casos, por el contrario, estará bien visto ser un contestario, poner en tela de juicio la validez y justicia de las normas y ya ni decir tiene, el expresar públicamente que no se está de acuerdo con ellas, que no se admiten como válidas y que hay que buscar nuevas normas, nuevos caminos y nuevos modelos de sociedad. Y ya que  como humanos, necesitamos la aceptación de los demás, una vez más en la mayoría de los casos, obedecemos.
     
    Se espera de nosotros que nos metamos de lleno en la rueda, que aceptemos por buenas las normas, lo establecido, y que lo hagamos sin pensar en los porqués de las mismas, ya que para ello ya está la ‘autoridad competente’. Y ello, aunque estés realizando actos inmorales, injustos y viles, y no hablo solo de crímenes, torturas y otros actos violentos.  Y, desgraciadamente, en la mayoría de los casos, lo hacemos como autómatas y sin vacilar, porque así se nos ha ‘programado’. Lo vemos en sociedades ‘demócraticas’ y lo hemos visto, más claramente, en sociedades totalitarias y no solo en la Alemania nazi. Hago lo que se me dice u ordena, bueno o malo, y mi parte de responsabilidad es inexistente porque simplemente me estoy comportando como se espera de mí que lo haga. Y en ese momento, ese ser que por naturaleza es bueno, y estoy firmemente convencida de que lo es, ya ha sido corrompido hasta la médula por esa sociedad a la que pertenece, que le ha formado y que le ha imbuido que todo lo que se le exige es por el bien común y que debe obedecer. En nuestras sociedades el bien común está por encima del bien individual, no lo olvidemos.
     
    ¿Era Adolf Eichman un ser normal, un ‘ser bueno’? No. Al menos para mis conceptos. Era un ser obediente, celoso de su trabajo, que además, seguramente, se enorgullecía de la ‘labor bien hecha’. No conozco su vida para poder saber qué ‘sociedad’ o ‘educación’ hizo de él, un ser desviado, perverso y sádico.
    La obediencia ciega es el miedo de los débiles, imprime falta de fuerza de voluntad para levantarse y revelarse contra las injusticias, y es el perfecto caldo de cultivo para que aflore  lo peor que cada uno de nosotros llevamos dentro.
    Los obedientes convertidos en sádicos, malos y corruptos encuentran sus ‘paraísos’, siempre que la situación les sea favorable, pero en casos como en el de Eichman, no hacen ni más ni menos que lo que la sociedad espera de ellos y además, lo hacen, no nos equivoquemos, con el beneplácito de la misma y ello con la presencia física de una autoridad o con una autoridad inculcada y asimilada desde la más tierna infancia.
     
    Y para que yo pueda escribir libremente estas líneas sin temor ni odio alguno, el Hombre, Bueno por Naturaleza, ha conseguido a través de los siglos y a pesar de todo, romper las cadenas de la obediencia debida, sacar y mostrar siempre y por encima de todo, su lado más noble. No es poco mérito.
     

  21. Magdalena Astudillo Dunoguier
    Magdalena Astudillo Dunoguier Dice:

    Horrorosos los spseudos cientificos. La medicina, no es ciencia por que no es exacta y se basa en la experimentación criminal y sádica, ralizada por psicópatas que se denominan a si mismos, “cientificos” y no son otra cosa que asesinos en seria camuflados. Importante, vital, se esten abriendo ojos y conciencias para denunciar publicamente a los asesinatos aberrantes y perversos de los nazis alemanes y suecos. ya que trabajaban mano a mano con ellos. Por eso se vinieron a seguir aquí con ellos. Es un deber denunciar a la MAFIA MÉDICO FARMACEUTICA. Son inhumanos terrorificos, por que juegan no solo con la vida humana y animal; sino con los sentimientos y las existecias de las personas en beneficio de su bolsillo, de saco roto. Todo lo que sea, denuncia a esa mafia asesina, es bueno para la vida. Hay profesionales, que escogen la medicina natural y a ellos hay que recurrir. Son en general seres humanos confiables. Las yerbas medicialdes pueden curar todo. La buena y sana alimentación ayuda enorme a la salud como la gimnasia.En casos de accidentes no queda otra alternativa que recurrir a matasanos. Con suerte, se puede encontrar en una Urgencia personas de bien. Jamas esa suerte me acompaño en Suecia. fatalmente. Aquí impera el mercantilismo inhumano. Fraternalmente, Magdalena

  22. Magdalena Astudillo Dunoguier
    Magdalena Astudillo Dunoguier Dice:

    Horrorosos los spseudos cientificos. La medicina, no es ciencia por que no es exacta y se basa en la experimentación criminal y sádica, ralizada por psicópatas que se denominan a si mismos, “cientificos” y no son otra cosa que asesinos en seria camuflados. Importante, vital, se esten abriendo ojos y conciencias para denunciar publicamente a los asesinatos aberrantes y perversos de los nazis alemanes y suecos. ya que trabajaban mano a mano con ellos. Por eso se vinieron a seguir aquí con ellos. Es un deber denunciar a la MAFIA MÉDICO FARMACEUTICA. Son inhumanos terrorificos, por que juegan no solo con la vida humana y animal; sino con los sentimientos y las existecias de las personas en beneficio de su bolsillo, de saco roto. Todo lo que sea, denuncia a esa mafia asesina, es bueno para la vida. Hay profesionales, que escogen la medicina natural y a ellos hay que recurrir. Son en general seres humanos confiables. Las yerbas medicialdes pueden curar todo. La buena y sana alimentación ayuda enorme a la salud como la gimnasia.En casos de accidentes no queda otra alternativa que recurrir a matasanos. Con suerte, se puede encontrar en una Urgencia personas de bien. Jamas esa suerte me acompaño en Suecia. fatalmente. Aquí impera el mercantilismo inhumano. Fraternalmente, Magdalena

  23. María José
    María José Dice:

    El mayor enemigo del ser humano, no es la salvaje naturaleza ni los salvajes animales, el mayor enemigo de un ser humano es otro ser humano, lo grave es que es tan excelente para la bondad como para la maldad ¿puede elegir? no sabe o no puede, no conozco la respuesta. Los peores seres humanos eran – son – personas “normales, corrientes, comunes…”

  24. María José
    María José Dice:

    El mayor enemigo del ser humano, no es la salvaje naturaleza ni los salvajes animales, el mayor enemigo de un ser humano es otro ser humano, lo grave es que es tan excelente para la bondad como para la maldad ¿puede elegir? no sabe o no puede, no conozco la respuesta. Los peores seres humanos eran – son – personas “normales, corrientes, comunes…”

Los comentarios están desactivados.