Normas contra normas
Se dice que un político triunfa realmente cuando consigue que también sus adversarios sigan sus concepciones. Así lo hicieron el movimiento laborista y socialdemócrata en Europa tras la Segunda Guerra Mundial con su modelo de Estado del bienestar, o años más tarde Thatcher y Reagan con sus cambios políticos y económicos.
Todo ello es virtud cuando se basa en la convicción de la mayoría, pero se torna en patología si se consigue por mecanismos de coacción más o menos explícita, con el uso de mecanismos de propaganda, o si los adversarios se alimenten de algún tipo de “pensamiento débil” que le impida articular un discurso diferente al oficial.
En estos casos el especial marco de corrección política que se genera supone una verdadera losa que aplasta el debate y la libre circulación de ideas y deforma la realidad hasta lo grotesco. Y surge todo un sistema de reglas no escritas, al margen del ordenamiento oficial y frecuentemente incluso en contra del mismo. Con su propio sistema sancionador incluso más eficaz, pues muy diversos comisarios sin placa vigilan con desvelo por su observancia.
Lo vemos todos los días en los territorios donde en nacionalismo regional ha alcanzado una cierta penetración. Uno de sus mecanismos, por el que se trata de justificar la legitimidad de estas reglas, es el argumento de que ciertos actos, aunque perfectamente legales, resultan una “provocación” contra cierta exquisita sensibilidad que, eso sí, siempre está de un solo lado. Van algunos ejemplos.
Capítulo 1: en la Plaza.
Hace unos cuantos años, en la plaza de toros de Bilbao, el banderillero de la cuadrilla de un diestro prepara sus banderillas. Como en muchos otros sitios, éstas son de dos colores: amarillo y rojo. Alarma. Inmediatamente alguien se da cuenta de que ello viola uno de esos códigos sagrados no escritos, y un comisario es enviado a avisar de la necesidad de que se cambien las banderillas por otras de otro color para evitar “la provocación”. Por supuesto que el objetivo se consigue sin resistencia digna de mención.
Capítulo 2: en la montaña.
Hace unos años un regimiento de montaña del ejército, durante unas maniobras, y según su costumbre, se hace una foto en la cima de un monte vizcaíno con su bandera española. De alguna manera la foto se filtra, y se agita escandalizado el PNV, que lo tacha de provocación. Como al parecer la cima ha sido mancillada, ese partido convoca una procesión laica (o no tanto) de militantes que, con destacados dirigentes al frente, suben al monte en una marea de ikurriñas como si se tratara de conseguir una suerte de exorcismo.
Algo parecido ha ocurrido hace pocos días, cuando de nuevo el mismo partido junto con el partido próximo a ETA ha considerado provocación inaceptable (ver aquí) que el ejército español haga unas maniobras en suelo vasco, es decir, en parte del territorio español. Parece que la provocación se intensificaba por coincidir con el aniversario del bombardeo de Guernica, que realizó la Legión Cóndor en el marco, no lo olvidemos, de una ofensiva de un ejército español (el sublevado) contra otro ejército español (el republicano). Aunque esto último ya haya sido convenientemente tergiversado.
Capítulo 3: en la calle.
Recuerdo una orden dada, creo, por algún responsable del Gobierno anterior para que las unidades de la Policía Nacional que actúan en Cataluña no exhiban como distintivo el que es habitual en cualquier otro lugar: la bandera española. Se trata también, al parecer, de no provocar.
De la misma forma, en la mayoría de los municipios vascos y catalanes se incumple la ley de banderas, a veces con el beneplácito del partido socialista y casi siempre con el de EB e ICV (las marcas de IU allí). De nuevo se justifica con el argumento de que cumplir la ley resultaría provocador. La sensibilidad de los millones de vascos y catalanes que se sienten españoles y se identifican con ese símbolo, al parecer, debe de ser de segunda, o indigna de ser considerada.
Capítulo 4: carta del colegio.
Hace tiempo que ese empeño de “no provocar” ha saltado las barreras regionales, y esa forma represiva de corrección política no se conforma con las normas jurídicas, sino que se atreve también a violar las semánticas. Ocurre así con el hipertrofiado e indebido uso del adjetivo “estatal”.
La palabra “Estado” puede tener un significado geográfico en países federales en los que reciben ese nombre las entidades federadas. Pero nunca en otros países, en que el Estado no es un concepto geográfico, sino referido al conjunto de las administraciones públicas. En definitiva, uno puede entrar en el Estado de Oklahoma, pero nunca en el Estado francés, italiano o español. Como mucho, podrá entrar en algún edificio perteneciente a tales Estados.
Ya Orwell predijo que los totalitarismos tratarían de cambiar a su capricho el significado de las palabras, y esa profecía se vio tristemente cumplida en los regímenes soviético y nazi del pasado siglo. Se puede comprobar en este interesante libro (ver aquí) de Rosa Sola.
Pero parece que la cosa sigue. Nuestros nacionalismos regionales parecen haber decidido que la una forma de afirmarse en su independentismo es negar de entrada, y contra toda evidencia, que todavía formen parte España. O negarse, para no tener siquiera que planteárselo, a “mentar la bicha”. Yo no entiendo muy bien esa forma de pensar, pues si yo fuera independentista respecto de cualquier región no vería contradictorio con mi anhelo de secesión la aceptación de la realidad de que, mientras no se consiga, y por mucho que me pueda doler, todavía tal región forma parte de España. Pero ya sabemos que es consustancial al nacionalismo el empeño en deformar la realidad, motivo por el que si el secesionismo en abstracto tiene todos mis respetos, no lo tenga el nacionalismo en concreto que suele acompañarlo. El caso es que forma parte de sus (para mí) extraños complejos el negarse a verse incluidos en cualquier cosa que, refiriéndose a todo el país, lleve el calificativo “español”, “nacional” o semejante. Y la forma de conseguirlo es exigir que tales palabras malditas sean sustituidas por el adjetivo “estatal”, incorrecto en ese sentido hasta la estridencia.
Este error ha sido sorprendentemente acogido con entusiasmo por una parte de nuestra izquierda, empeñada en confundir con progresista cualquier ocurrencia nacionalista. Y podemos encontrarlo en los sitios más insospechados.
Recibo una carta del colegio de mis hijos en que se nos comunica con alborozo que se va a realizar un proceso para conseguir no sé qué certificación de calidad a partir de no sé qué herramienta de un tal “Observatorio Estatal de Convivencia”. De entrada no me causa ningún entusiasmo ni esa forma de construir un pretendido prestigio, ni la existencia de ese organismo, que supongo financiado con los impuestos de todos, con la que está cayendo y las verdaderas necesidades que hay que atender. Pero lo que ya no puedo aguantar es el nombre. Y contesto a la carta:
“Yo no creo que se pueda confiar en una herramienta que procede de una cosa que se llame “Observatorio Estatal de Convivencia”.
¿Tal vez el adjetivo “Estatal” se usa por ese extraño complejo de no querer usar la palabra “Nacional”? En primer lugar, si nuestros nacionalismos regionales tienen alergia a la palabra (salvo cuando se refieren a “lo suyo”, claro), ese es un complejo que ellos tendrán que resolver sin involucrarnos a los demás. Los demás no podemos jugar en ese campo. Esa deformación del lenguaje, para hacerle significar a las palabras lo que no significan, en pos de una “corrección política”, me parece tan inaceptable como para negarse a colaborar con toda institución, asociación o entidad que pretenda hacernos tragar tales ruedas de molino.
Un abrazo,”
No deja de ser una paradoja que un organismo dependiente del Ministerio de Educación cometa una falta semántica ya en su propio nombre. Ya sé que esto es un mero derecho al pataleo, pero ya es hora de denunciar la estupidez que por todas partes se multiplica.
Fernando Rodríguez Prieto nació en Madrid el 10 de febrero de 1962. Licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid. Notario (Oposiciones Madrid 1988). Ha ejercido en Andoain, Bergara y Beasain, las tres localidades situadas en Guipúzcoa, y desde 2006 ejerce en Coslada, Madrid. Es también mediador y árbitro.
Fernando, ocurre hasta con lo de llamar para muchos a España “la Roja”… Todo eso se acaba cuando la Selección Española pasa a la final y gana campeonatos, que entonces hasta los etarras se ponen la camiseta de España (por mucho que quieran llamarla La Roja). Me quedo con la frase “es consustancial al nacionalismo el empeño en reformar la realidad”
Juzgado de Primera Instancia de Barcelona. Procedimiento complejo con litigantes extanjeros. Se solicita, al amparo no solo de la Constítución, sino del nuevo Estatuto de Cataluña, que la lengua de procedimiento sea el castellano. Se dictan las resoluciones en lengua catalana. Se protesta respetuosamente. El Juzgado requiere a la Procuradora de un litigante británico para que justifique que conoce suficientemente la lengua catalana. Contesta que sí, pero que el letrado no la conoce ni tiene obligación. Se mandan “al servicio de traducción de los Juzgados” las resoluciones para traducir al castellano, se pierde en ello más de un mes, pero sólo se mandan cuando el letrado presenta una queja al CGPJ (tramitada con increíble celeridad) e informa al Observatorio de la Justicia de su Colegio. el proceso sigue en castellano normalmente desde entonces. Normalmente no quiere decir bien, quiere decir que lleva años en curso, claro, porque para esto la lengua “vehicular” es lo mismo. Estoy de acuerdo con Fernando. Orwell y Huxley no inventaban nada, observaban. Ya digo, melancolía o exilio, pero sí, hay que protestar al Miniver, todas y cada una de las veces en que se trate de imponer esta barbaridad. Por ejemplo, un tranquilo día en Pasajes de San Juan (Pasai Donibane) el Director General de un Astillero te dice “Si es que nos habéis invadido con los tanques”. Entonces no te callas, le dices lo que piensas, aunque puedas perder el caso, porque hay cosas más importantes que una minuta y ves que no pierdes el caso. Por cierto, que me han llegado a hacer ver en San Sebastián (Donosti) que hay familias de origen “no vasco” que componen los nombres y apellidos de sus hijos de modo que suenen euskaldunes. Ya escribí aquí (y otros muchos colaboradores de este blog) que hasta que no alcancemos un grado de responsabilidad individual, día a día, acto a acto, mayor, no llegaremos a ninguna parte.
Fernando, ocurre hasta con lo de llamar para muchos a España “la Roja”… Todo eso se acaba cuando la Selección Española pasa a la final y gana campeonatos, que entonces hasta los etarras se ponen la camiseta de España (por mucho que quieran llamarla La Roja). Me quedo con la frase “es consustancial al nacionalismo el empeño en reformar la realidad”
Juzgado de Primera Instancia de Barcelona. Procedimiento complejo con litigantes extanjeros. Se solicita, al amparo no solo de la Constítución, sino del nuevo Estatuto de Cataluña, que la lengua de procedimiento sea el castellano. Se dictan las resoluciones en lengua catalana. Se protesta respetuosamente. El Juzgado requiere a la Procuradora de un litigante británico para que justifique que conoce suficientemente la lengua catalana. Contesta que sí, pero que el letrado no la conoce ni tiene obligación. Se mandan “al servicio de traducción de los Juzgados” las resoluciones para traducir al castellano, se pierde en ello más de un mes, pero sólo se mandan cuando el letrado presenta una queja al CGPJ (tramitada con increíble celeridad) e informa al Observatorio de la Justicia de su Colegio. el proceso sigue en castellano normalmente desde entonces. Normalmente no quiere decir bien, quiere decir que lleva años en curso, claro, porque para esto la lengua “vehicular” es lo mismo. Estoy de acuerdo con Fernando. Orwell y Huxley no inventaban nada, observaban. Ya digo, melancolía o exilio, pero sí, hay que protestar al Miniver, todas y cada una de las veces en que se trate de imponer esta barbaridad. Por ejemplo, un tranquilo día en Pasajes de San Juan (Pasai Donibane) el Director General de un Astillero te dice “Si es que nos habéis invadido con los tanques”. Entonces no te callas, le dices lo que piensas, aunque puedas perder el caso, porque hay cosas más importantes que una minuta y ves que no pierdes el caso. Por cierto, que me han llegado a hacer ver en San Sebastián (Donosti) que hay familias de origen “no vasco” que componen los nombres y apellidos de sus hijos de modo que suenen euskaldunes. Ya escribí aquí (y otros muchos colaboradores de este blog) que hasta que no alcancemos un grado de responsabilidad individual, día a día, acto a acto, mayor, no llegaremos a ninguna parte.
Como sabrá Jesús ese proceder en lengua catalana obligado de facto tiene unas consecuencias no sólo para abogados, procuradores y para los ciudadanos por supuesto, sino también para jueces y fiscales. En Cataluña no existe una tradición opositora como en otras comunidades, y a pesar de que la Escuela Judicial está en Barcelona, un porcentaje muy alto de los nuevos titulares allí destinados están el tiempo imprescindible hasta pedir el traslado. Eso hace que muchos Juzgados estén vacantes, ejercidos por sustitutos o magistrados suplentes lo que por supuesto repercute en la calidad de la Justicia impartida. Se trata de la CCAA en peor situación en este sentido.
Noticias desde el año 2000 hasta el mismo 2010 por ejemplo, y cada vez más preocupante…
http://elpais.com/diario/2000/10/17/catalunya/971744850_850215.html
http://www.diariojuridico.com/actualidad/noticias/el-cgpj-busca-190-jueces-y-57-suplentes-para-cataluna.html
http://www.abc.es/20100123/catalunya-catalunya/falta-jueces-puede-provocar-20100123.html
Un post con una gran descripción de la realidad nacionalista en España. Vergonzosa y ridícula. Lo lamentable no es solo que los nacionalistas cambien continuamente la realidad a su antojo y conveniencia. Lo lamentable es que llevemos 30 años permitiendo todo tipo de atropellos nacionalistas (como los comentados en el post, o los más graves relacionados con cumplimiento de las leyes), y en aras de una supuesta necesidad de no provocar, cada día se les permite dar un pasito más. Tras estos años, no se cual es el miedo a la reacción nacionalista. Si el miedo es que se independicen, cuanto antes mejor, porque la situación actual es de de absoluta verguenza e ignominia.
Tienes mucha razón, Juan. Por eso, aunque a alguno pueda resultarle extraño a primera vista, he incluido el post dentro de la temática “crisis de valores”. Pues es lo que subyace debajo de tanta estupidez.
De un amigo de Bilbao recibo este correo, que comparto con vosotros:
Fernando,
Muy bueno! Y te lo digo desde donde vivo y trabajo, lo que comentas sucede todos los días; la primera vez te sorprende, pero después de mil veces, esa semántica se hace rutinaria.
El verdadero peligro, no está tanto en los adultos, con criterios para discernir, sino en lo que se enseña en los colegios del País Vasco, donde los niños no tienen aun esos criterios y en su crecimiento ven con normalidad ese tipo de semántica.
Muy peligroso…
Ja, ja, lo de “estatal” es ya de risa para los que hemos estado por ahí. Es el afán por negar la existencia de algo que no sea una simple organización administrativa. Es como si una persona no sea una persona sino un administrado, un ente administrativo sin sustancia alguna.
Totalmente de acuerdo Fernando. Pero ya lo de estatal como ha sido asumido por lo políticamente correcto ya no sirve. Ahora el Gobierno de España ya no es el central ni estatal ni de Madrid. Ahora es el gobierno español como algo insultante y ajeno al gobierno vasco. O por ejemplo cuando se habla de las relaciones entre España y Cataluña, como si se tratara de dos entidades distintas de rango equivalente. Sin embargo hay un problema: El resto de España carece de nombre específico, pues Maketolandia acana de cuajar y la Castilla referida a la parte española de habla no catalana no suscita grandes adhesiones
Buen artículo. Aunque echo también de menos otras contradicciones o sinsentidos de los supuestos no nacionalistas.
Gracias, Deus.
Efectivamente, los sinsentidos sobreabundan en nuestra clase política. Si nos dices a cuáles te refieres se podrían comentar.
Sitgor, algún mal pensado podría pensar que algún nacionalista catalán podría estar encantado de esa escasez de “jueces estatales” para así reclamar su propio poder judicial. Siempre hay que tener en cuenta la mentalidad de conquista, trinchera a trinchera, que suela acompañar al nacionalismo.
Por no hablar de las indudables ventajas que tiene para la clase política la escasez de jueces n
Pues así, que me venga a la cabeza, lo de diferenciación entre lengua oficial y cooficial, como si fuesen algo subordinado o distinto. Es algo bastante extendido y no sólo en la clase política
Fernando, ¡qué buen artículo! No lo había visto hasta ahora.
Dan entre risa y asquito.
Además, considérese lo que hay detrás de los nacionalismos casi siempre: la garantía de la impunidad para las propias acciones (lucrativas, qué casualidad).
Porque si se procesa a un Honorable por un asunto de Banca Catalana (ahí sí que fue precursor Puyol…) resulta que es una intolerable agresión “a Cataluña” ¡Nada menos!
Qué cómodo…
¡Gracias! Tienes mucha razón, Curro.
Fernando, ¡qué buen artículo! No lo había visto hasta ahora.
Dan entre risa y asquito.
Además, considérese lo que hay detrás de los nacionalismos casi siempre: la garantía de la impunidad para las propias acciones (lucrativas, qué casualidad).
Porque si se procesa a un Honorable por un asunto de Banca Catalana (ahí sí que fue precursor Puyol…) resulta que es una intolerable agresión “a Cataluña” ¡Nada menos!
Qué cómodo…
Muy buen post, Fernando. La manipulación del lenguaje que hacen los nacionalistas (bueno, a estas alturas no solo ellos, nuestros políticos no nacionalistas tampoco se quedan cortos) hace que ya podamos hablar de una neolengua orwelliana, donde las palabras significan exactamente lo contrario de lo que parece. Qué gran avance para una democracia “consolidada” en la que la verdad no se puede decir nunca o casi nunca. Frente a esto, y para contrarrestar, propugno decididamente un lenguaje basado en los libros de Lewis Carroll, ya saben, el autor de Alicia, que además de divertido es muy subversivo. Por ejemplo, hace unos días tuvimos un no rescate. Y seguro que no nos faltarán ocasiones para repetir porque nuestros políticos son cada vez más como Humpty Dumpty, que decía que cuando él utilizaba una palabra significaba lo que él decidía que significase, ni más ni menos. Pero el ciudadano Alicia puede replicar que la cuestión es, precisamente, si Humpty Dumpty puede hacer que las palabras signifiquen cosas tan diferentes. Pues va a ser que no.
Jó, la faena es que iba en coche, y no pude hacer una foto. Pero os juro que vi en un pueblo de Vizcaya un cartel anunciando un concurso de “tortilla del estado”. De repente creí que me había metido en el libro aquel de Carandell, Celtiberia Show.
Ennecerus @14:43
Sabino Arana, padre del invento, decía que “Maketania comprende Cataluña”.
“Nunca discutiremos si la regiones españolas como Cataluña tienen o no derecho al regionalismo que defienden, porque nos preocupan muy poco, nada por mejor decir, los asuntos internos de España.”
“Maketania comprende a Cataluña”
“Cataluña es española por su origen, por su naturaleza política, por su raza, por su lengua, por su carácter y por sus costumbres”.
Paginas de Sabino Arana, Madrid, Criterio, 1998. Pgs. 1391, 686, y 1369.
Jó, la faena es que iba en coche, y no pude hacer una foto. Pero os juro que vi en un pueblo de Vizcaya un cartel anunciando un concurso de “tortilla del estado”. De repente creí que me había metido en el libro aquel de Carandell, Celtiberia Show.
Ennecerus @14:43
Sabino Arana, padre del invento, decía que “Maketania comprende Cataluña”.
“Nunca discutiremos si la regiones españolas como Cataluña tienen o no derecho al regionalismo que defienden, porque nos preocupan muy poco, nada por mejor decir, los asuntos internos de España.”
“Maketania comprende a Cataluña”
“Cataluña es española por su origen, por su naturaleza política, por su raza, por su lengua, por su carácter y por sus costumbres”.
Paginas de Sabino Arana, Madrid, Criterio, 1998. Pgs. 1391, 686, y 1369.