Transparencia, Gobierno y Realpolitik

 

 

En estos días asistimos con la acostumbrada expectación al desarrollo de la campaña electoral en los Estados Unidos, pues no en vano se trata, todavía, de la nación más poderosa del planeta. Dado que los que no somos ciudadanos norteamericanos no tenemos derecho a participar en la elección del próximo Presidente, pero pese a ello somos en cierta medida sujetos pasivos de sus políticas, es buen momento para retrotraerse a la campaña anterior y hacer un cierto balance de lo que ha sido la Administración Obama; en particular, en lo atinente a sus promesas de regeneración y transparencia.

 

Todos tenemos en mente la promesa de poner fin a esa desdichada ignominia para el Estado de Derecho que era la prisión de Guantánamo, en la que los prisioneros podían permanecer detenidos por tiempo indefinido sin ser puestos a disposición judicial. Igualmente recordamos sus iniciativas de transparencia y gobierno abierto, que actuaron como acicate para que estos conceptos adquiriesen relevancia en las agendas políticas en otras naciones, entre ellas la nuestra.

 

El primer mandato del Presidente Obama se acerca a su final y, como casi siempre, parece que la Realpolitik se ha impuesto. La prisión de Guantánamo sigue siendo un limbo legal para oprobio de las democracias occidentales). Lejos de poner definitivo remedio a esa situación, Barack Obama firmó el 31 de diciembre de 2011 la National Defence Authorization Act, la cual legaliza la detención indefinida, incluso de ciudadanos norteamericanos y en territorio estadounidense. Eso sí, como aquel gobernador romano, Obama se lavó las manos tras firmar la Ley, no ejerciendo su derecho de veto, declarando que “The fact that I support this bill as a whole does not mean I agree with everything in it”…“I have signed this bill despite having serious reservations with certain provisions that regulate the detention, interrogation and prosecution of suspected terrorists.

 

Las promesas de transparencia y gobierno abierto tampoco se han traducido íntegramente en realidades. Así, la información pública, que según la Freedom of Information Act debería estar disponible para cualquier ciudadano, resulta bastante más esquiva en la realidad que sobre el papel . De hecho, tras un prometedor arranque, la Administración Obama fue ralentizando el ritmo de introducción de medidas de transparencia

 

La conclusión parece clara: la organizaciones gubernamentales presentan una gran resistencia a la introducción de medidas de transparencia y gobierno abierto. Incluso en aquellos casos en los que el liderazgo político, al más alto nivel, hace una apuesta personal por la transparencia, las resistencias internas logran, antes o después, revertir el proceso.

 

Y el corolario es igualmente claro: la transparencia ha de ser reclamada, exigida, desde la sociedad civil. Son los ciudadanos los que han de lograr que sus Gobiernos rindan cuentas de sus actos, expliquen en qué invierten los recursos públicos y, en definitiva, pongan a disposición del público cuanta información sea precisa para rendir cuentas de su gestión. No basta con esperar a que los Gobiernos, motu proprio, adopten estas iniciativas.

 

En España, la organización Transparency International ha elaborado un informe, de muy recomendable lectura, sobre la situación en nuestro país, cuyo diagnóstico coincide en gran medida con el de varios posts publicados en este blog. Los problemas de las listas cerradas, la oportunidad de una regulación de los lobbies, la necesidad de una Ley de Transparencia y de un portal en Internet que facilite al ciudadano el ejercicio de los derechos que dicha Ley le otorgue, o la profesionalización de la gestión pública son algunos de ellos.

 

Pero, aunque nos pongamos de acuerdo en el diagnóstico, la solución no va a darse por si sola. Sin una reclamación continuada y consistente por parte de la sociedad civil, es improbable que los gobiernos, sean del signo que sean, adopten medidas que a la postre van a facilitar el control ciudadano y el accountability. Solo la conjunción de una intensa demanda por parte de los ciudadanos y de una decidida voluntad por parte de los poderes públicos sentará las bases para una auténtica cultura de transparencia y gobierno abierto.

8 comentarios
  1. F. Javier Oñate Cuadros
    F. Javier Oñate Cuadros Dice:

    Enrique Dans ha publicado un interesante artículo en el que denuncia el tongo del Proyecto de ley de Transparencia y compara la situación con la de Holanda, en el que con una herramienta llamada Nulpunt cualquier ciudadano tendrá el derecho a acceder a cualquier documento gubernamental no clasificado por razones de segruodad nacional.

    Artículo de Enrique Dans.

  2. Higueras
    Higueras Dice:

    La democracia recula en todo el mundo. Las garantías, la redistribución, la igualdad ante la ley. con respecto a esta última me gustaría proponer el tema del distinto trato a los reclusos según sean pertenecientes a la banda terrorista ETA o no. He aquí un botón de muestra publicado en El Mundo: http://www.elmundo.es/accesible/elmundo/2012/10/18/madrid/1350578810.html 
    que yo he conocido a través del blog de Santiago González:  
     http://santiagonzalez.wordpress.com/2012/10/19/era-inevitable/#comment-113085 

  3. Quasimontoro
    Quasimontoro Dice:

    Tanto delirio y tanta frustración. Demasiadas creencias equivocadas (por falsas, extravagantes o derivadas de engaños), demasiadas respuestas emocionales al descubrir que se está muy equivocado. Sí, demasiadas y debieran hacer pensar que el problema no está fuera sino dentro de uno, especialmente si en momentos tranquilos uno se considera una persona íntegra, culta y en algún sentido exitosa, que ha tenido buenas oportunidades en la vida. Todos tenemos inclinaciones o disposiciones que definen nuestro lado oscuro, esas sombras que nos acompañan pero que con el tiempo aprendemos (o no) a controlar. Si aprendimos, sólo lo sabemos cuando la oportunidad se presenta y la crisis española ha puesto en evidencia que muchos intelectuales no han aprendido. 
     
    Sugiero repasar los miles de escritos sobre el estado nación y la soberanía para recordar por qué la teoría y la historia limitan la soberanía a sus residentes legales. Esos escritos suponen que el orden internacional está fundado sobre los estados nacionales y lo hacen porque toman en cuenta la historia de los estados nacionales y la ausencia de cualquier cosa que pretenda estar sobre esos estados nacionales. La ilusión de estados supranacionales o incluso de un estado mundial ha sido, es y seguirá siendo eso –una ilusión. Y si hay algo que uno debería estar debatiendo es por qué aceptar las causas históricas que accidentalmente definieron los territorios de los estados nacionales y qué consecuencias tendría si hoy se aceptaran otros criterios (no voy a referirme a la independencia del País Vasco y Cataluña pero es obvio que su justificación hoy pasa por algo distinto a las guerras que dieron origen a algo llamado España). La pretensión de algunos intelectuales europeos en cuanto a que Europa debería poder participar en las elecciones de EEUU no tiene ningún fundamento serio, sólo es una reacción emocional al rechazo que provocan algunas políticas de EEUU y que bien puede tomarse como evidencia de una falta grave de tolerancia a la soberanía de otras democracias constitucionales. 
     
    Pero vayamos a la política y a Obama en particular. ¿Qué puede esperarse de un político exitoso en una democracia constitucional? Elemental Watson: Que una vez electo no se sienta limitado por las promesas que hizo durante la campaña electoral. Las promesas de los políticos no generan compromisos exigibles por o ante alguien. Sí, algunos dirán que su mandato tiene término y debería importarle el resultado de la próxima elección, pero esta idea supone una masa de votantes que verifican lo prometido y su ejecución, algo que está largamente probado que no es el caso, y menos todavía cuando el periodismo es una actividad ejercida por gente de limitadas capacidades para verificar esas promesas o poca voluntad de hacerlo (siempre encontraremos alguna novela sobre un periodista audaz que desafió al poder pero precisamente lo notable de la novela se debe a lo excepcional de ese periodista –no tengo reparo alguno en llamar idiota por ignorancia intencional a quien crea que el periodismo sirve de control del poder). Podemos discutir mucho sobre las deficiencias de las democracias constitucionales y sobre cómo mejorarlas, pero cualquier persona familiarizada con la investigación teórica e histórica sobre ellas sabe que a pesar de las deficiencias, las democracias constitucionales –en sus muchas variantes– son las únicas que permiten algún grado de control popular de la política y el gobierno. En otros sistemas los políticos y los gobiernos están condicionados y controlados por las elites pero no por la masa de votantes, y por supuesto la entrada a esa elite está restringida por títulos históricos o por lealtades ideológicas (por suerte los títulos se pueden comprar).
     
    El punto anterior nos debiera predisponer a la incredulidad sobre la integridad y la capacidad de las personas dedicadas a la política en las democracias constitucionales. Si uno revisa las normas que regulan la política y el acceso y la lucha por el poder se dará cuenta que es una actividad protegida –sí, como muchas otras, pero en un grado mucho mayor– para limitar la competencia a los que de alguna manera consiguieron entrar y ser aceptados por el “circo“ o el “teatro“ según sea lo que uno considere a la política (la prueba de las dificultades para conseguir esa aceptación es cómo se han financiado las personas que lo consiguieron porque, desde el punto de vista personal, el proyecto de ser político es tan riesgoso como el proyecto de ser artista o payaso y como economista se que este tipo de proyectos requiere en principio de un capital de trabajo infinito). Día a día esa predisposición se refuerza con nuestras experiencias personales analizando lo que los políticos hacen y no hacen en todas las democracias constitucionales. Podemos insistir en que el error estuvo en las deficiencias de los políticos elegidos y que sólo es cuestión de insistir en la búsqueda del príncipe o de la cenicienta y también podemos denunciar a los mensajeros que nos recuerdan el cinismo de los políticos, pero eso nos lleva a creencias equivocadas que en algún momento tendremos que admitir como errores propios.
     
    Una y otra vez en los últimos 250 años hemos tenido oportunidad de aprender sobre la relación directa entre las expectativas generadas por los políticos para acceder al poder y la frustración que su ejercicio del poder ha causado entre quienes habían creído en ellos. No debe extrañar que la frustración haya sido mayor con líderes revolucionarios que justificaron la ruptura de la democracia constitucional en las graves deficiencias de esta democracia y mucho peor todavía con aquellos que se justificaron con la promesa de un paraíso terrenal, pero ese es otro tema. Obama 2008 fue el típico caso del político que promete el cambio con la esperanza de un mundo mejor dentro de los límites de una democracia constitucional (el hecho de que Obama fuera instructor de un curso de derecho constitucional en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chicago hizo suponer a muchos que sabía esos límites pero uno aprende muchas cosas para aprovecharse de ellas y nunca debe olvidarse que para un político ese conocimiento es un instrumento para conseguir su único objetivo). Para ser elegido Obama 2008 tenía que ocultar su pasado y su fantasiosa autobiografía cumplió ese propósito, por supuesto con la complicidad de quienes buscaban una alternativa al grupo de viejos decadentes que controlaba el Partido Demócrata. La elección de Obama 2008 era parte de un paquete que contenía a esos viejos y también a los Clinton y tantos otros dentro del Partido. En otras palabras, Obama 2008 no era una persona sino un paquete y sin el resto del paquete jamás habría sido elegido. Peor todavía, hacia el 15 de septiembre de 2008, se podía suponer que sería difícil que Obama ganara la elección. Sólo la crisis económica y política que se precipita días después puso a Obama 2008 en clara ventaja sobre un candidato republicano que representaba a otro grupo de viejos decadentes. Como ocurre después de un triunfo, los vencedores sacaron cuentas alegres de lo que podían lograr con su éxito y no ocultaron que había que aprovechar la oportunidad. 
     
    El fracaso de Obama 2008 no se mide solo por la frustración de quienes lo votaron en 2008 (buscar en internet por “frustration and obama“), se refleja principalmente en su estrategia de re-elección basada sólo en las limitaciones y supuestas perversidades de su adversario. La estrategia de re-elección tendría que estar basada en sus logros, en aquellos que pasarían cualquier criterio de certeza, y en lo que falta aún lograr a partir de esos logros, y en segundo lugar en reconocer que algunas cosas no se hicieron bien y se podrían haber hecho mejor, pero todo eso supone que algo importante se ha logrado. No debe extrañar que esta elección se haya transformado en lo peor del “circo“ (o del “teatro“) que una democracia constitucional ofrece periódicamente. El fracaso de Obama 2008 es suficiente para la estrategia del adversario y el éxito de Obama 2012 queda totalmente ligado a promesas de mayor apoyo económico a grupos vulnerables a lo que el adversario haría si ganara –esto último llega a extremos grotescos donde se presenta a mujeres, viejos, niños y a todos los que no son muy blancos, muy cristianos, muy mormones, etc., como vulnerables.       
     
    Dos puntos específicos. Primero, el tema de Guantánamo debe considerarse en el contexto más amplio de la llamada guerra contra el terrorismo y quienes se creen moralmente superiores debieran revisar la cambiante posición de Harold Koh, que como decano de la Facultad de Derecho de Yale fuera un crítico feroz de Bush y luego como el asesor legal del Departamento de Estado durante Obama defendiera lo que antes criticó y justificara la nueva etapa de esta guerra durante la Administración Obama (y quizás también deberían revisar la participación del Departamento de Justicia en la manipulación de todo lo referido a los presos de Guantánamo). Segundo, el problema de la política y de todas las actividades no es la transparencia per se sino la impunidad que se manifiesta en corrupción (algo que Peter Eigen fundador de Transparency International y que fuera mi colega por varios años antes de TI sabe muy bien). Lamentablemente la insistencia en transparencia ha llevado a ignorar la impunidad, algo que durante la Administración Obama ha sido peor que en las anteriores.
     
    Podría detenerme en explicar con más detalle las varias muestras de delirio y frustración de la entrada que comento, pero no quiero que se pierda de vista el problema fundamental –esto es, el delirio y la frustración de muchos intelectuales que consideran a la política el único instrumento eficaz para realizar su utopía. La política no es instrumental a ningún paraíso elitista. La política es pura contienda por poder y por suerte hemos aprendido a limitarla aunque no nos gusten todos los medios que la limitan.
     

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