¿Quiénes son los enemigos de lo público?
No quiero entrar en polémica, pero sí abrir un debate. Vaya por delante que soy un firme defensor de la idea del servicio público y que me hice funcionario no por ansias de no trabajar mucho o de tener un puesto blindado, sino porque yo “creía” (y en parte sigo creyendo) que era mejor dedicar tu tiempo y esfuerzo a llevar a cabo políticas públicas de mejora de la sociedad o al servicio del interés general, que trabajar para los intereses particulares de otro señor o señora, por mucho que te pagara aquél o aquélla. Obviamente, los deseos no siempre se corresponden con la realidad y hoy aquella visión parece simplemente un sueño algo ingenuo.
Y, sin embargo, llevo años observando y reflexionando sobre el creciente deterioro del concepto de servicio y servidor público y estoy cada vez más convencido de que erramos el diagnóstico de causas y soluciones. Hace más de dos años publiqué un artículo en el que entre otras cosas decía: “Si podemos afirmar que el mayor enemigo del capitalismo no es quien quiere someterlo a reglas sino quien lo quiere absolutamente salvaje (pues esto lo llevaría a su auto-destrucción), debemos admitir igualmente que el enemigo más peligroso de lo público en general y del Estado (social) en particular, no son tanto los que proponen reducir su tamaño (pues estos al menos enseñan sus cartas) cuanto quienes, incluso bajo la bandera de su defensa, caen en el gasto excesivo y la mala gestión de las políticas públicas encomendadas, dando así argumentos complementarios a los ‘minimalistas’”. Obviamente hay quien presume de que la prefiere pequeña (“la Administración”, no vayan a pensar mal), pero estos a fin de cuentas no engañan a nadie. El problema sin embargo podría venir de que no vemos el daño que también hacen quienes presumen de desear un gran aparato (“administrativo”, se entiende, y perdónenme la broma navideña), o incluso les gusta trabajar con él, pero lo que en realidad hacen es utilizarlo con forma y fines espurios, lo que a la postre logra poner en peligro la salud de todo el sistema.
Como siempre mejor un ejemplo que mil teorías. Imaginemos (hecho real) un hospital de la red pública de la Comunidad de Madrid. Viernes por la tarde-noche. Una gotera en el sótano. Se llama al de mantenimiento. Observa la gotera y dice: “hay un problema, para arreglar la avería hay que romper el techo, pero yo soy fontanero y no albañil hasta el lunes; no se puede hacer nada”. “Vaya, la única solución” ─dice el director─ “es poner un cubo”. Pasa el tiempo, el cubo se llena. Segundo problema: ¿quién es competente para cambiar el cubo? El de mantenimiento dice que obviamente no es él, que será del servicio de limpieza. La señora de limpieza (contrata privada) accede a hacer el cambio, pero hay otro problema: las de la limpieza no van a estar toda la noche. Solución que propone el director: que la contrata ponga una persona toda la noche para cambiar el cubo. El responsable de la contrata se niega aduciendo salvo que se lo paguen y que hay mucha gente en el hospital que puede hacer esa “pequeña” tarea. En esto, el de seguridad (otra contrata privada) que hasta ese momento había ejercido de coordinador de servicios improvisado hablando con unos y con otros, se cabrea, coge la porra, da un golpe al techo, lo rompe, y le dice al fontanero: “¡ahora, a trabajar!”. Lunes siguiente por la mañana. Los sindicatos se enteran de lo ocurrido. Deciden poner una demanda contra el vigilante de seguridad y requerir su despido inmediato por haber puesto en peligro la seguridad de todos (“podía haber habido un cable”) con su intromisión inapropiada.
Por supuesto, que las cosas no son blancas o negras sino que están llenas de claroscuros y que los recortes se pueden estar haciendo de forma poco acertada (pudiendo recortar en otros sitios antes que en los servicios esenciales), errando el objetivo y haciendo que al final paguen justos por pecadores. Todo eso es cierto, pero incluso con esas salvedades, el sector sanitario sirve como ejemplo de lo que ha estado pasando con carácter general los últimos decenios y que ha contribuido a llevar al sector púbico a un estado que resulta, en el estado actual de las finanzas públicas, insostenible. Veamos algunos de esos elementos:
-unos dirigentes políticos que están de paso y que están dispuestos a ceder a todo tipo de reclamación sindical con tal de asegurar la paz social (es decir, que no le monten follones durante su mandato y que el que venga detrás que arree)
-como consecuencia, unos sindicatos que se aprovechan de la debilidad (e irresponsabilidad) de los máximos dirigentes y se dedican a pedir y conseguir cada vez más prebendas para el personal, bajo el lema, no siempre cierto pero que es el que llega a la calle de: “ganar más y trabajar menos”. Algunos ejemplos de esto sí encontramos: si se cae una esponja en el pasillo de un hospital aunque esté llena de sangre no esperen que la recoja el auxiliar ni mucho menos la enfermera, “no es su competencia”. Hay que esperar a la de la limpieza. Si una persona mayor acompaña a un familiar y se queda a dormir, no espere recibir ayuda ni para hacer la cama (si la hay), “no es su competencia”.
-la distribución desigual del trabajo. Por ejemplo, en la sanidad, “gracias” a las nuevas tecnologías el médico hace cada vez más trabajo porque directamente teclea en el ordenador citas, historial, tratamiento, etc… Ello quiere decir que hay otro personal que queda más descargado. ¿Se les aprovecha para otras tareas? Misión imposible: los sindicatos lo prohíben.
Podríamos seguir, pero baste con este elenco. La pregunta es por tanto ¿quiénes se están cargando lo público? Pues por lo menos muchos más de los que a veces parece, y algunos se podrían encontrar detrás de las pancartas. ¿Todavía no me creen? Pues ahí va una última paradoja: en ocasiones se olvida que todavía el sector privado no ha superado en eficacia y capacidad de sacrificio a uno de los emblemas de lo público: el ejército. ¿Por qué el ejército es tan eficaz?… No digo que tengamos que militarizar el resto de la Administración pero sí que hay determinadas actividades sindicales que resultan incompatibles con la esencia del servicio público. Por ejemplo, una huelga en una empresa fastidia al empresario (el cliente se puede ir a otra empresa), en el sector público “sólo” perjudica a los ciudadanos y al propio servicio público pues el ciudadano no tiene la opción de acudir a otro servicio alternativo y el dirigente político de turno, que además ha sido votado aunque no se juegue su dinero, encontrará en la huelga una excusa perfecta para privatizar ese servicio.
Seguro que en el siglo XXI podemos encontrar entre todos otras fórmulas más imaginativas de canalizar las reivindicaciones labores (justas o no). Bueno, eso, si realmente queremos defender que el servicio público sobreviva en un ambiente de quiebra fiscal y que demuestre que es capaz de equiparar los estándares de calidad y eficiencia con lo privado. Si no lo conseguimos, estaremos dando argumentos a los que quieren cerrar la ventanilla, aunque sea para favorecer a sus “amiguetes”.
Miembro del Cuerpo Superior de Administraciones Civiles del Estado y Doctor en Derecho por la IUE de Florencia (Italia)
Como usuario y servidor público de muchas instituciones durante mucho tiempo, no puedo más que aplaudir tu exposición. Por una parte, delegar determinadas funciones públicas en el sector privado sería criminal para la sociedad (como decía un funcionario de los de Forges, yo he visto cosas que los humanos no creeríais) y por otra, todos los usuarios sabemos de ineficacia, estupidez e incluso indolencia en muchos de estos servicios (sin autocrítica que lo acompañe, los sindicatos tienen muy difícil vendernos su mensaje). Y como acertadamente apuntas, la culpa de no enfrentar este problema es de los políticos. .
¿Por qué el Ejército es tan eficaz? Especialmente, una parte de él: la Guardia Civil.
La respuesta tiene mucho que ver con una palabra hoy escarnecida: idealismo.
El idealismo da para muchísimo. Con idealismo se hacen milagros.
Precisamente la causa principal de que España esté como está es que el idealismo se ha sustituído por otras muchas cosas, todas ellas viles. Diversas formas de egoísmo: materialismo, dinerolatría, consumismo, drogas, alcohol, sexo sin amor… Los frutos son los que vemos.
El idealismo suele tener raíces profundísimas, de tipo moral. Y suele llevar etiquetas. Aunque sea muy incorrecto decirlo, esas etiquetas a menudo (no siempre) son de tipo religioso.
Como usuario y servidor público de muchas instituciones durante mucho tiempo, no puedo más que aplaudir tu exposición. Por una parte, delegar determinadas funciones públicas en el sector privado sería criminal para la sociedad (como decía un funcionario de los de Forges, yo he visto cosas que los humanos no creeríais) y por otra, todos los usuarios sabemos de ineficacia, estupidez e incluso indolencia en muchos de estos servicios (sin autocrítica que lo acompañe, los sindicatos tienen muy difícil vendernos su mensaje). Y como acertadamente apuntas, la culpa de no enfrentar este problema es de los políticos. .
¿Por qué el Ejército es tan eficaz? Especialmente, una parte de él: la Guardia Civil.
La respuesta tiene mucho que ver con una palabra hoy escarnecida: idealismo.
El idealismo da para muchísimo. Con idealismo se hacen milagros.
Precisamente la causa principal de que España esté como está es que el idealismo se ha sustituído por otras muchas cosas, todas ellas viles. Diversas formas de egoísmo: materialismo, dinerolatría, consumismo, drogas, alcohol, sexo sin amor… Los frutos son los que vemos.
El idealismo suele tener raíces profundísimas, de tipo moral. Y suele llevar etiquetas. Aunque sea muy incorrecto decirlo, esas etiquetas a menudo (no siempre) son de tipo religioso.
¿en qué. es el ejército tan eficaz?
Por favor me lo explique. No lo entiendo.
En hacer mucho con muy pocos medios. Y en ser honrados.
Sería larguísimo de explicar; pero si tiene algún contacto (familiar, amigo…) entre los militares o entre los “picos”, pregúntele.
Logran funcionar, a pesar de que sus presupuestos -siempre escasos- se reducen cada vez más. Y aunque puede haber alguna oveja negra, es uno de los pocos ámbitos de la Administración que no está inundado de corrupción.
Esto vale con independencia de la orientación digamos ideológica, término que aquí no es el más idóneo; quiero decir que la misma capacidad de sacrificio y de idealismo se ha dado en el Ejército Poular de la República y en la División Azul, por poner ejemplos extremos.
El “soldadito español” (eso incluye hasta los generales) tiene una historia muy digna.
Comparto el mensaje, pero me hace gracia cuando explicas que preferiste “mejor dedicar tu tiempo y esfuerzo a llevar a cabo políticas públicas de mejora de la sociedad o al servicio del interés general, que trabajar para los intereses particulares de otro señor o señora” como si trabajar en el sector privado (para otro señor o señora) no contribuyera igualmente (o más) a mejorar la sociedad o satisfacer el interés general. No entiendo esa contraposición, a veces parece que irreductible, entre lo público y lo privado.
Comparto totalmente lo que dices, como cualquiera que hayamos pasado por el sector público. La contraposición con el sector privado es especialmente sangrante, dado que como bien dices no hay alternativa a los servicios públicos y os políticos de turno no quieren follones, y cuando ceden no les cuesta a ellos ni un euro. Así que ahí tenemos la explicación de por qué los sindicatos consiguen o han conseguido tantas cosas en el sector público gracias a la magnanimidad (con nuestro dinero) de los políticos, empezando por un montón de horas de liberados y terminando por sillones en Caja Madrid (o donde haga falta). Ah, y pasando por tasas de reposición de puestos de trabajo que deberían haberse declarado a extinguir hace años, pones el ejemplo de la Sanidad, pero en la AGE hay miles de auxiliares y bedeles sin prácticamente nada que hacer, dada la informatización que, a estas alturas, está llegando hasta a la Administración de Justicia.
Perdón por el off topic, pero ¿cuándo ha empezado la “informatización” de la administración de justicia? Llevo unos días fuera y no me he enterado. ¿Te refieres a la inminente supresión por el CGPJ de los medios de consulta de jurisprudencia y legislación que utilizan los jueces, que a partir de ahora se van a tener que arreglar con google? ¿o, tal vez, a la eliminación por el ministerio de justicia -carencia de crédito- de la única base de datos existente de sentencias de primera instancia? ¿o al expediente digital -nueve millones de euros- que dormita en la Audiencia Nacional?¡Claro, ya lo entiendo: lo que se ha informatizado “a tope” es el pago de las tasas judiciales! Ese es el camino.
Vaya por delante que yo también soy funcionaria, aunque en excedencia, y que compartía esos mismos sentimientos de trabajar para la sociedad. Los ejemplos que se mencionan sobre las rigideces de los servicios públicos son reales como la vida misma. Pero solo muestran una cara de la realidad. Se podrían poner otros ejemplos de profesionalidad y sacrificio. Yo también conozco unos cuantos.
Pero yo creo que no es esa la cuestión. Contado así parece que esto de la Administración Pública no tiene solución y, aunque desde luego ésta es compleja y llevaría tiempo, sí que la tiene. Estoy convencida, pero requeriría, primero, un análisis serio y a fondo de por dónde hay que actuar y, segundo, una gran voluntad política, porque los frutos no serían inmediatos. Desde luego, ideas hay muchas porque somos muchos los que llevamos tiempo dándole vueltas a este asunto, y para muestra os recomiendo este artículo:
http://www.otraspoliticas.com/politica/la-reforma-del-sector-publico-que-yo-haria
Pero estoy de acuerdo con que muchos de los que defienden “lo público” están, en realidad, cargándoselo.
Hoy Kiko Llaneras y J. San Miguel publican un artículo en “El Mundo” titulado “Un debate político basado en la evidencia”, cuyo título resume bastante bien su contenido y que es una lectura recomendable para todo aquel que pretenda abrir un debate sin generar un polémica estéril. De esta manera, una anécdota serviría para ilustrar algo que previamente se ha demostrado mediante los datos; nunca debería elevarse la anécdota a categoría, mucho menos si la anécdota puede ser ofensiva para un colectivo o varios.
Esto es justo lo que ha hecho Alberto Gil en su entrada. Explica una historia real, dice, y de ella infiere que en el sector sanitario público nadie hace nada si no es de su estricta competencia y concluye que “el sector sanitario sirve como ejemplo de lo que ha estado pasando con carácter general los últimos decenios y que ha contribuido a llevar al sector público a un estado que resulta, en el estado actual de las finanzas públicas, insostenible.” En este desastre el papel protagonista está reservado a los sindicatos, que con su omnímodo poder deciden qué se puede hacer y qué no en los hospitales y no sé si en toda la administración.
Mucho mejor hubiera sido empezar por los datos. Por ejemplo: un reciente documento (http://premsa.gencat.cat/pres_fsvp/docs/2012/12/17/12/04/0a9bdfb7-bbe1-4e1d-9f01-0020bd9f226f.pdf) elaborado por un grupo de expertos nombrado por el Gobierno de la Generatitat de Catalunya dice: “d’acord amb la majoria dels estàndards internacionals en la matèria, el sistema sanitari català es compara favorablement pels seus resultats amb altres models. És un sistema bastant eficient, amb uns costos salarials unitaris menors que els dels professionals assimilables al propi país o d’igual formació a altres països”; seguramente, esto es extensible al resto de España. Si esto es así, difícilmente se puede poner el sistema sanitario como ejemplo del desastre de la gestión pública. Más datos: la insostenibilidad actual de las finanzas públicas tiene mucho que ver con un sistema fiscal ineficaz (https://twitter.com/conderuiz/status/281510209636143104/photo/1). Una vez analizados los datos, podríamos discutir de las bondades o no de la gestión pública del sistema sanitario, como están haciendo en Nada es Gratis (http://www.fedeablogs.net/economia/?p=27213) o de cuál es el papel de los sindicatos y si con su actitud contribuyen o no a la defensa del sector público. Si se propone prohibir algunas actividades sindicales en el sector público, también sería conveniente que se dijera claramente. Y, por supuesto, no sólo se puede sino que es imprescindible criticar a los sindicatos, pero es necesario que se haga claramente en base a hechos ciertos y no a anécdotas o a leyendas urbanas. Si además se hace con espíritu constructivo, mucho mejor, porque contribuiríamos todos a que los sindicatos cumplieran la función que han de cumplir en un estado social y democrático de derecho. Así, a lo mejor hasta coincidíamos en algunas cosas.
Feliz Na
Quien aduce que la crisis es de ingresos y el sistema fiscal es ineficaz es porque prefieren mantener gastos, subvenciones, y burocracia duplicada no eficiente para el ciudadano a costa de sangrar a los ciudadanos más aún. España soporta un esfuerza fiscal de los más altos de Europa y ha aumentado exponencialmente en los últimos años.
http://www.eldiariomontanes.es/v/20100817/economia/destacados/expertos-replican-espana-soporta-20100817.html
España gasta 50.000 mill más de lo que ingresa, y la deuda si no me equivoco es cercana al billón de euros, o se aumentan ingresos, o se disminuyen gastos o se hacen ambas, no hay otras soluciones fáctibles, el resto son utopías y populismos. Aquí la cuestión es dónde se recorta. JuanAVazquez podría contestarme a esta pregunta? Al tener que recortar, ud. Eliminaría las subvenciones a sindicatos, partidos políticos y pasaría a los liberados sindicales a desempeñar sus funciones como cualquier trabajador normal que realice tareas sindicales en horas extra o subiría los impuestos aún más a los ciudadanos? Entre recortar más aún esa sanidad y a sus maltratados trabajadores y recortar las subvenciones a sindicatos, dónde recortaría?
Agradeceré mucho su respuesta, tengan todos unas felices navidades y esperemos que 2013 no sea tan duro y amargo como este año.
Comparto el mensaje, pero me hace gracia cuando explicas que preferiste “mejor dedicar tu tiempo y esfuerzo a llevar a cabo políticas públicas de mejora de la sociedad o al servicio del interés general, que trabajar para los intereses particulares de otro señor o señora” como si trabajar en el sector privado (para otro señor o señora) no contribuyera igualmente (o más) a mejorar la sociedad o satisfacer el interés general. No entiendo esa contraposición, a veces parece que irreductible, entre lo público y lo privado.
Comparto totalmente lo que dices, como cualquiera que hayamos pasado por el sector público. La contraposición con el sector privado es especialmente sangrante, dado que como bien dices no hay alternativa a los servicios públicos y os políticos de turno no quieren follones, y cuando ceden no les cuesta a ellos ni un euro. Así que ahí tenemos la explicación de por qué los sindicatos consiguen o han conseguido tantas cosas en el sector público gracias a la magnanimidad (con nuestro dinero) de los políticos, empezando por un montón de horas de liberados y terminando por sillones en Caja Madrid (o donde haga falta). Ah, y pasando por tasas de reposición de puestos de trabajo que deberían haberse declarado a extinguir hace años, pones el ejemplo de la Sanidad, pero en la AGE hay miles de auxiliares y bedeles sin prácticamente nada que hacer, dada la informatización que, a estas alturas, está llegando hasta a la Administración de Justicia.
Vaya por delante que yo también soy funcionaria, aunque en excedencia, y que compartía esos mismos sentimientos de trabajar para la sociedad. Los ejemplos que se mencionan sobre las rigideces de los servicios públicos son reales como la vida misma. Pero solo muestran una cara de la realidad. Se podrían poner otros ejemplos de profesionalidad y sacrificio. Yo también conozco unos cuantos.
Pero yo creo que no es esa la cuestión. Contado así parece que esto de la Administración Pública no tiene solución y, aunque desde luego ésta es compleja y llevaría tiempo, sí que la tiene. Estoy convencida, pero requeriría, primero, un análisis serio y a fondo de por dónde hay que actuar y, segundo, una gran voluntad política, porque los frutos no serían inmediatos. Desde luego, ideas hay muchas porque somos muchos los que llevamos tiempo dándole vueltas a este asunto, y para muestra os recomiendo este artículo:
http://www.otraspoliticas.com/politica/la-reforma-del-sector-publico-que-yo-haria
Pero estoy de acuerdo con que muchos de los que defienden “lo público” están, en realidad, cargándoselo.
Perdón por el off topic, pero ¿cuándo ha empezado la “informatización” de la administración de justicia? Llevo unos días fuera y no me he enterado. ¿Te refieres a la inminente supresión por el CGPJ de los medios de consulta de jurisprudencia y legislación que utilizan los jueces, que a partir de ahora se van a tener que arreglar con google? ¿o, tal vez, a la eliminación por el ministerio de justicia -carencia de crédito- de la única base de datos existente de sentencias de primera instancia? ¿o al expediente digital -nueve millones de euros- que dormita en la Audiencia Nacional?¡Claro, ya lo entiendo: lo que se ha informatizado “a tope” es el pago de las tasas judiciales! Ese es el camino.
Hoy Kiko Llaneras y J. San Miguel publican un artículo en “El Mundo” titulado “Un debate político basado en la evidencia”, cuyo título resume bastante bien su contenido y que es una lectura recomendable para todo aquel que pretenda abrir un debate sin generar un polémica estéril. De esta manera, una anécdota serviría para ilustrar algo que previamente se ha demostrado mediante los datos; nunca debería elevarse la anécdota a categoría, mucho menos si la anécdota puede ser ofensiva para un colectivo o varios.
Esto es justo lo que ha hecho Alberto Gil en su entrada. Explica una historia real, dice, y de ella infiere que en el sector sanitario público nadie hace nada si no es de su estricta competencia y concluye que “el sector sanitario sirve como ejemplo de lo que ha estado pasando con carácter general los últimos decenios y que ha contribuido a llevar al sector público a un estado que resulta, en el estado actual de las finanzas públicas, insostenible.” En este desastre el papel protagonista está reservado a los sindicatos, que con su omnímodo poder deciden qué se puede hacer y qué no en los hospitales y no sé si en toda la administración.
Mucho mejor hubiera sido empezar por los datos. Por ejemplo: un reciente documento (http://premsa.gencat.cat/pres_fsvp/docs/2012/12/17/12/04/0a9bdfb7-bbe1-4e1d-9f01-0020bd9f226f.pdf) elaborado por un grupo de expertos nombrado por el Gobierno de la Generatitat de Catalunya dice: “d’acord amb la majoria dels estàndards internacionals en la matèria, el sistema sanitari català es compara favorablement pels seus resultats amb altres models. És un sistema bastant eficient, amb uns costos salarials unitaris menors que els dels professionals assimilables al propi país o d’igual formació a altres països”; seguramente, esto es extensible al resto de España. Si esto es así, difícilmente se puede poner el sistema sanitario como ejemplo del desastre de la gestión pública. Más datos: la insostenibilidad actual de las finanzas públicas tiene mucho que ver con un sistema fiscal ineficaz (https://twitter.com/conderuiz/status/281510209636143104/photo/1). Una vez analizados los datos, podríamos discutir de las bondades o no de la gestión pública del sistema sanitario, como están haciendo en Nada es Gratis (http://www.fedeablogs.net/economia/?p=27213) o de cuál es el papel de los sindicatos y si con su actitud contribuyen o no a la defensa del sector público. Si se propone prohibir algunas actividades sindicales en el sector público, también sería conveniente que se dijera claramente. Y, por supuesto, no sólo se puede sino que es imprescindible criticar a los sindicatos, pero es necesario que se haga claramente en base a hechos ciertos y no a anécdotas o a leyendas urbanas. Si además se hace con espíritu constructivo, mucho mejor, porque contribuiríamos todos a que los sindicatos cumplieran la función que han de cumplir en un estado social y democrático de derecho. Así, a lo mejor hasta coincidíamos en algunas cosas.
Feliz Na
Próspero, siempre se ha dicho que lo que primero se informatiza es lo que sirve para recaudar..:-) Los ejemplos d de la AEAT y la SS están ahí. Y si, la verdad es que es una informatización todavía incipiente, pero vamos, que hasta algún día puede llegar ahí, yo ya recibo notificaciones por Lexnet..:-)
No sé lo que piensan el resto de los comentaristas, pero los informes de la Generalitat no sé si están entre los que menciona el artículo de el Mundo. Y lo que comenta el autor del post no es una anécdota, no es más que un ejemplo de los muchos que se pueden poner. No se trata de prohibir los sindicatos, sino las cesiones sin sentido y el todo a cambio de que no me den la vara a costa del contribuyente.
Que no se les olvide que la Justicia también recauda, con las tasas (más de 175 millones de euros, con las antiguas tasas, ahora con las nuevas muchos más), con los depósitos, con las multas (las penales, muchísimas), con las incautaciones de vehículos, embarcaciones, etc…. Y en las cuentas judiciales, hay más de tres mil millones de euros, y con los bienes y dineros depositados que no se reclaman y pasan al Tesoro Público, con las ventas de las sentencias , etc.. etc… Y con unos medios informáticos que son un caos. Saludos.
Quien aduce que la crisis es de ingresos y el sistema fiscal es ineficaz es porque prefieren mantener gastos, subvenciones, y burocracia duplicada no eficiente para el ciudadano a costa de sangrar a los ciudadanos más aún. España soporta un esfuerza fiscal de los más altos de Europa y ha aumentado exponencialmente en los últimos años.
http://www.eldiariomontanes.es/v/20100817/economia/destacados/expertos-replican-espana-soporta-20100817.html
España gasta 50.000 mill más de lo que ingresa, y la deuda si no me equivoco es cercana al billón de euros, o se aumentan ingresos, o se disminuyen gastos o se hacen ambas, no hay otras soluciones fáctibles, el resto son utopías y populismos. Aquí la cuestión es dónde se recorta. JuanAVazquez podría contestarme a esta pregunta? Al tener que recortar, ud. Eliminaría las subvenciones a sindicatos, partidos políticos y pasaría a los liberados sindicales a desempeñar sus funciones como cualquier trabajador normal que realice tareas sindicales en horas extra o subiría los impuestos aún más a los ciudadanos? Entre recortar más aún esa sanidad y a sus maltratados trabajadores y recortar las subvenciones a sindicatos, dónde recortaría?
Agradeceré mucho su respuesta, tengan todos unas felices navidades y esperemos que 2013 no sea tan duro y amargo como este año.
Próspero, siempre se ha dicho que lo que primero se informatiza es lo que sirve para recaudar..:-) Los ejemplos d de la AEAT y la SS están ahí. Y si, la verdad es que es una informatización todavía incipiente, pero vamos, que hasta algún día puede llegar ahí, yo ya recibo notificaciones por Lexnet..:-)
Estimada Elisa, y que lo digas lo de incipiente de la informatización. La Ley de Tasas -ya está la pesada ésta de las tasas, qué le vamos a hacer- prevé una pequeña reducción de tasas en caso de utilización de medios telemáticos pero NO HAY MEDIOS TELEMÁTICOS en aproximadamente el 90% de los juzgados, salvo que s eentiena por tal un fax a través del cual la ley no permite mandar escritos. Así a unos cuantos lo tenemos claro: la publicidad engañosa es inadmisible (menuda multa pondrían los de Consumo a una gran superficie que publicitara rebajas en productos a los que hicieran tal cosa y luego les impidera hacerla), si nos ofrecen una rebaja será porque tienen que poner los medios para ello y si no los ponen a disposición ya es cosa suya, así que sin más, reducimos ese porcentaje tanto si hay esa posibilidad como si no la hay, que no es culpa nuestra que no nos dejen, y a que no digan que no.
No sé lo que piensan el resto de los comentaristas, pero los informes de la Generalitat no sé si están entre los que menciona el artículo de el Mundo. Y lo que comenta el autor del post no es una anécdota, no es más que un ejemplo de los muchos que se pueden poner. No se trata de prohibir los sindicatos, sino las cesiones sin sentido y el todo a cambio de que no me den la vara a costa del contribuyente.
Que no se les olvide que la Justicia también recauda, con las tasas (más de 175 millones de euros, con las antiguas tasas, ahora con las nuevas muchos más), con los depósitos, con las multas (las penales, muchísimas), con las incautaciones de vehículos, embarcaciones, etc…. Y en las cuentas judiciales, hay más de tres mil millones de euros, y con los bienes y dineros depositados que no se reclaman y pasan al Tesoro Público, con las ventas de las sentencias , etc.. etc… Y con unos medios informáticos que son un caos. Saludos.
El propio Ministro de Justicia hace tiempo manifestó la necesidad de agilizar la Justicia porque en España hay cerca de 20.000 millones retenidos en litigios pendientes de resolución judicial. Dinero que podría servir para pagar a empresas en crisis, a trabajadores, deudas, … Dinero que podría estar en circulación reactivando un poco el crédito, el consumo, la inversión y la economía si se invertiera más en Justicia, se abordaran de verdad los problemas, y no se limitaran a la mera recaudación injusta e inconstitucional por tasas.
Una vez gracias por comentarios y críticas. Alguna puntualización que se me quedó cortada en un intento anterior. Lo primero es que no he intentado despreciar al sector privado, sino describir un sentimiento cuando entré a la Administración. Hoy mi sentimiento es más ambivalente. Por un lado trabajar en el sector público no significa siempre defender el interés general. Hay ocasiones en que el dirigente político de turno pone a toda una organización a trabajar en su agenda privada y su objetivo personal del mayor boato posible, y también algunas organizaciones semi-públicas como partidos y sindicatos ponen sus intereses privado por encima del interés general o de las ideas que supuestamente defienden. Por otro lado, algunas empresas privadas proveen es cierto al interés general (como son por ejemplos todas las del sector alimentario) aunque otras ciertamente no (como las que han urbanizado y construído de forma excesiva y sin control en la costa). Otro punto para el debate.
En cuanto a lo de elevar la anécdota a categoría, ya te ha constestadio otro comentarista. Las anécdotas son numerosas, es lo que llamo el enemigo interno. Aquío cabría diferenciar entre servidor público y quien intenta servirse de lo público. Y aquí todos los que estamos dentro debemos hacer una cierta autocrítca. Pues cada vez que vemos cómo un compañero se escaquea, trata mal o con malos modos a un ciudadano que llega a una ventanilla o a una consulta, no cumple honestamente con su deber, lucha por más prebendas a costa del trabajo bien hecho, etc… y no hacemos nada o lo tapamos, estamos colaborando al desprestigio de lo público y dando argumentos a los que quieren privatizar. No he negado que hay otras causas y otros datos detrás del proceso que estamos viviendo (lee de nuevo el post), pero si no vemos también este aspecto no estaremos dando en la diana de causas y soluciones. ¡Ah! y no he hablado para nada del sistema un tanto peculiar de compatibilidades con la sanidad privada que tienen los médicos del sector público…
Una vez gracias por comentarios y críticas. Alguna puntualización que se me quedó cortada en un intento anterior. Lo primero es que no he intentado despreciar al sector privado, sino describir un sentimiento cuando entré a la Administración. Hoy mi sentimiento es más ambivalente. Por un lado trabajar en el sector público no significa siempre defender el interés general. Hay ocasiones en que el dirigente político de turno pone a toda una organización a trabajar en su agenda privada y su objetivo personal del mayor boato posible, y también algunas organizaciones semi-públicas como partidos y sindicatos ponen sus intereses privado por encima del interés general o de las ideas que supuestamente defienden. Por otro lado, algunas empresas privadas proveen es cierto al interés general (como son por ejemplos todas las del sector alimentario) aunque otras ciertamente no (como las que han urbanizado y construído de forma excesiva y sin control en la costa). Otro punto para el debate.
En cuanto a lo de elevar la anécdota a categoría, ya te ha constestadio otro comentarista. Las anécdotas son numerosas, es lo que llamo el enemigo interno. Aquío cabría diferenciar entre servidor público y quien intenta servirse de lo público. Y aquí todos los que estamos dentro debemos hacer una cierta autocrítca. Pues cada vez que vemos cómo un compañero se escaquea, trata mal o con malos modos a un ciudadano que llega a una ventanilla o a una consulta, no cumple honestamente con su deber, lucha por más prebendas a costa del trabajo bien hecho, etc… y no hacemos nada o lo tapamos, estamos colaborando al desprestigio de lo público y dando argumentos a los que quieren privatizar. No he negado que hay otras causas y otros datos detrás del proceso que estamos viviendo (lee de nuevo el post), pero si no vemos también este aspecto no estaremos dando en la diana de causas y soluciones. ¡Ah! y no he hablado para nada del sistema un tanto peculiar de compatibilidades con la sanidad privada que tienen los médicos del sector público…
Isidro,
Noto un poco de crispación en tu respuesta que puede haberte impedido leer bien lo que yo escribí. Yo no he dicho que nuestra crisis es de ingresos; he dicho que los problemas de nuestras finanzas públicas tienen mucho que ver con nuestro ineficaz sistema fiscal. El cuadro que enlacé lo demuestra. No he dicho que no tengamos un problema de gasto excesivo; ni lo contrario. A partir de lo que supones que he dicho haces un juicio de cuáles son mis intenciones que no tiene más base que tu propia imaginación.
Finalmente me preguntas por las subvenciones a sindicatos y partidos políticos. Supongo que sabrás que sindicatos y partidos políticos tienen funciones constitucionalmente establecidas que van más allá del interés de sus propios afiliados. Esto es lo que justifica las subvenciones. ¿Son excesivas? Puede. ¿Se han de controlar? Seguro. Es un tema a debatir. El sistema de representación sindical y de negociación colectiva hace que los sindicatos actúen en defensa de todos los trabajadores sean afiliados o no (también se puede discutir si lo hacen mejor o peor) y que su actividad genere unos gastos que sólo sufragan los trabajadores afiliados beneficiándose todos; creo que eso sólo es suficiente para justificar las subvenciones. Pero, como todo, es discutible.
En este asunto de las subvenciones que es recurrente en relación a partidos y sindicatos, me sorprende que nunca (casi) se haga referencia a las que reciben la patronal u otras instituciones. No sé si es que molesta la existencia de partidos y sindicatos. No quiero ni imaginarme qué hubiera pasado si Diaz Ferrán hubiera sido secretario general de CCOO en lugar de presidente de la patronal.
CCOO aún no existía. UGT, sí, aunque en la clandestinidad. Pero a Manolete lo mató Islero. 🙂
Coincido absolutamente en que habría que revisar (o aplicar de manera estricta) el sistema de incompatibilidades.
Y como hoy si me cabe entera la felicitación, os deseo de todo corazón feliz Navidad a todos.
No Sr. JuanAVazquez, creo que he sido amable, y renuevo mi felicitación navideña y mis mejores deseos en el próximo año para ud, editores, colaboradores y el resto de participantes de este blog. Crispación puedo tener la normal de un ciudadano medio dada nuestra actual situación económica y las noticias que diariamente se suceden, pero en este momento algo más rebajada dado el ambiente navideño y la alegría familiar. Quizás lo que ocurre que en determinados ambientes alejados de la realidad, mi pregunta tan directa, clara, terminante y sencilla como podría hacerla cualquier ciudadano puede verse como hóstil por la falta de costumbre. Desconozco si es su caso.
Ud se ha referido a la ineficacia del sistema fiscal y ha enlazado a un tweet que dice que los ingresos han caído 5,4 pp PIB. Disculpe si he deducido que ud planteaba una crisis de ingresos y no era esa su intención, pero comprenda que mi deducción es una sucesión lógica según lo referido. Yo lo que veo en el cuadro es que tenemos de 2007 a 2011 un aumento de gastos mucho mayor que el resto de países y una disminución de ingresos igualmente desproporcionada. Algo lógico dado el numero de parados y cierre de empresas producidos. Por cada parado su irpf y cotizaciones se convierte en prestación por desempleo. Esa es mi opinión, aunque también habrá otros factores y otras opiniones. No alcanzo a comprender la suya, con esa triple negación de que “no ha dicho que no tengamos un problema de gasto excesivo; ni lo contrario”. Disculpe si es por el exceso de mantecados y polvorones o la resaca, pero entonces, ¿tenemos gasto excesivo o no?
Por supuesto que conozco la función constitucional de los sindicatos, como conozco la de la Iglesia y demás confesiones, el reconocimiento constitucional de asociaciones, fundaciones, colegios profesionales, organizaciones profesionales, la no confiscatoriedad del sistema tributario, o incluso el derecho a una vivienda digna y adecuada para todos los españoles, o una política orientada al progreso social y económico, al pleno empleo o al retorno de los emigrantes españoles de entre los principios rectores. ¿Se cumplen los preceptos de la carta magna? ¿Han de sufragarse algunos de ellos con dinero público? ¿Todos? ¿Es viable económicamente?
En las preguntas antes formuladas, disculpe no haber incluido las patronales, no se trata de una omisión intencionada. Mi consideración es la misma que con los sindicatos sino peor. No encuentro que en mi anterior comentario haya culpado ni acusado de nada a los sindicatos, sólo he formulado unas preguntas a las que no me ha contestado más que con respuestas inconcretas, vagas, abstractas o imprecisas (“puede”, “es un tema a debatir”, “es discutible”, “habría que revisar”).
Por eso se las vuelvo a formular por si desea contestarlas,
Si tuviera ud. que elegir una de las dos opciones debido al alto déficit existente, ¿eliminaría las subvenciones a sindicatos, patronal, partidos políticos, entidades religiosas y demás asociaciones, fundaciones, etc. dejándolas a cero para que pasaran directamente a financiarse de sus asociados/afiliados/fieles… y pasaría a los liberados sindicales a desempeñar sus funciones como cualquier trabajador normal y realizar las tareas sindicales en horas extra o subiría los impuestos aún más a los ciudadanos? Entre recortar más aún esa sanidad, la educación o la justicia y a sus maltratados trabajadores o recortar las subvenciones a cero a todas las entidades antes referidas , ¿dónde recortaría?
Si desea responder la pregunta está fácilmente formulada para responder a ambas: 1) Eliminar o subir. 2) A o B.
El porqué se las hago es fácilmente deducible pero si las contesta lo aclararé.
Tengan unas felices fiestas y 2013 traiga aquello buscan y sea mejor que el anterior. Un saludo JuanA.
Isidro,
Noto un poco de crispación en tu respuesta que puede haberte impedido leer bien lo que yo escribí. Yo no he dicho que nuestra crisis es de ingresos; he dicho que los problemas de nuestras finanzas públicas tienen mucho que ver con nuestro ineficaz sistema fiscal. El cuadro que enlacé lo demuestra. No he dicho que no tengamos un problema de gasto excesivo; ni lo contrario. A partir de lo que supones que he dicho haces un juicio de cuáles son mis intenciones que no tiene más base que tu propia imaginación.
Finalmente me preguntas por las subvenciones a sindicatos y partidos políticos. Supongo que sabrás que sindicatos y partidos políticos tienen funciones constitucionalmente establecidas que van más allá del interés de sus propios afiliados. Esto es lo que justifica las subvenciones. ¿Son excesivas? Puede. ¿Se han de controlar? Seguro. Es un tema a debatir. El sistema de representación sindical y de negociación colectiva hace que los sindicatos actúen en defensa de todos los trabajadores sean afiliados o no (también se puede discutir si lo hacen mejor o peor) y que su actividad genere unos gastos que sólo sufragan los trabajadores afiliados beneficiándose todos; creo que eso sólo es suficiente para justificar las subvenciones. Pero, como todo, es discutible.
En este asunto de las subvenciones que es recurrente en relación a partidos y sindicatos, me sorprende que nunca (casi) se haga referencia a las que reciben la patronal u otras instituciones. No sé si es que molesta la existencia de partidos y sindicatos. No quiero ni imaginarme qué hubiera pasado si Diaz Ferrán hubiera sido secretario general de CCOO en lugar de presidente de la patronal.
CCOO aún no existía. UGT, sí, aunque en la clandestinidad. Pero a Manolete lo mató Islero. 🙂
Coincido absolutamente en que habría que revisar (o aplicar de manera estricta) el sistema de incompatibilidades.
Y como hoy si me cabe entera la felicitación, os deseo de todo corazón feliz Navidad a todos.
Buena sarta de tópicos.
Me ha encantado la referencia a la única instancia pública que funciona de forma eficaz “el ejército” jajaja se ve que no ,o conoce. Un ejérito que en los últimos años solo ha ganado guerras contra su pueblo y reconquistado Perejil. Si esa es la idea de eficacia del autor del artículo, apaga y vámonos.
Eso, ya está bien de tópicos.
Pej, lo de “guerras contra su pueblo”… eso no es tópico: es topicazo, amigo.
Y menos mal que solo ha tocado reconquistar Perejil… las alternativas son muchísimo peores.
Alberto,
No se si conoces la película canadiense “Las invasiones bárbaras” (http://www.imdb.com/title/tt0338135/?ref_=fn_al_tt_1). Aparte de ser una obra maestra por muchas razones, ilustra a la perfección el argumento de tu artículo, ejemplo de sindicatos y hospitales incluido.
Saludos,
Paco
A vueltas con el o los servicios públicos. Esos que constituyen la base de organización del Estado y que consisten en poner a trabajar y a solucionar los problemas sociales a unas personas que elegimos o contratamos para ello. En lugar de eso, en un admirable giro copernicano, esos administradores no sólo se han adueñado de la empresa, no sólo nos imponen su superior categoría, sino que también nos imponen unos deberes administrativos que son precisamente sus obligaciones. Se han instalado con carácter vitalicio en ella (nada de pasar por la actividad privada real, nada de pasar a ser ciudadanos como los demás). A estos administradores -como a todo el sector productivo- se ha unido la casta sindical como una “mantenida” a las que se pone piso, visa oro y abundantes “detalles” porque, si no, te arma el follón. El juego del “mantenimiento” por el llamado “interés público” le ha gustado a más gente, produciendo una avalancha de organizaciones humanitarias, solidarias, de apoyo político o profesionales que (con excepciones honrosas) beben de la misma fuente. También el sistema de control institucional de los presupuestos y gasto público era un engorro para montarle un festival a mi cantante favorito o para adjudicar trabajos a quienes “conocemos de toda la vida”, así que nos apuntamos también a los chiringuitos de titularidad pública gestionados de forma privada (donde por cierto su interés público es discutible), creamos organismos “autónomos” ¡toma autonomía! y así cada administrador al servicio del Estado y de su administración, juega cómo mejor le parece; al fin y al cabo ellos pueden normativizar, legislar e imponer las obligaciones a los demás. Pero…. ¿qué pasa con las suyas?
A vueltas con el o los servicios públicos. Esos que constituyen la base de organización del Estado y que consisten en poner a trabajar y a solucionar los problemas sociales a unas personas que elegimos o contratamos para ello. En lugar de eso, en un admirable giro copernicano, esos administradores no sólo se han adueñado de la empresa, no sólo nos imponen su superior categoría, sino que también nos imponen unos deberes administrativos que son precisamente sus obligaciones. Se han instalado con carácter vitalicio en ella (nada de pasar por la actividad privada real, nada de pasar a ser ciudadanos como los demás). A estos administradores -como a todo el sector productivo- se ha unido la casta sindical como una “mantenida” a las que se pone piso, visa oro y abundantes “detalles” porque, si no, te arma el follón. El juego del “mantenimiento” por el llamado “interés público” le ha gustado a más gente, produciendo una avalancha de organizaciones humanitarias, solidarias, de apoyo político o profesionales que (con excepciones honrosas) beben de la misma fuente. También el sistema de control institucional de los presupuestos y gasto público era un engorro para montarle un festival a mi cantante favorito o para adjudicar trabajos a quienes “conocemos de toda la vida”, así que nos apuntamos también a los chiringuitos de titularidad pública gestionados de forma privada (donde por cierto su interés público es discutible), creamos organismos “autónomos” ¡toma autonomía! y así cada administrador al servicio del Estado y de su administración, juega cómo mejor le parece; al fin y al cabo ellos pueden normativizar, legislar e imponer las obligaciones a los demás. Pero…. ¿qué pasa con las suyas?
El autor plantea numerosos temas de reflexión, pero me centraré en uno de ellos: los sindicatos como responsables de ciertas rigideces organizativas que terminan deteriorando la calidad del servicio público. La anécdota de la gotera del hospital puede ser cierta, pero -sin salir del ámbito sanitario- también es cierto que la Organización Nacional de Trasplantes, organismo público español que gestiona el Sistema Nacional de Trasplantes, es un referente mundial de calidad y eficacia sanitaria. Al margen de los casos concretos, los sindicatos son un contrapoder del empresario, para eso existen, lo mismo que la oposición sirve para hacer de contrapoder al Gobierno. Ya supongo que los empresarios sueñan por las noches que los sindicatos han desaparecido, y cualquier Ministro sueña con que acude a comparecer al parlamento y la oposición se ha volatilizado. Ahora bien, sorprende que culpemos tanto a los sindicatos cuando es precisamente en el sector público donde menos poder real tienen los sindicatos. Los empresarios privados están vinculados de verdad por los convenios que firman, y los Jueces se encargan de que dichos convenios sean realmente ley para las partes. En el sector público, el empleador puede hacer y deshacer a su antojo, sin que los sindicatos puedan hacer gran cosa frente a la ley -realmente el decreto-ley- publicada en el BOE. Acabamos de ver como se puede suprimir una paga extra por decisión unilateral del empleador, y también reducir unilateralmente el número de días de vacaciones de los funcionarios (incluidos los judiciales). Todo ello sin necesidad de alegar causas objetivas ni subjetivas, ni necesitar ninguna aprobación judicial ni de nadie. ¿Algún empresario privado puede hacer tanto? El poder real de los sindicatos en el sector público es así de limitado. No es lógico considerarles luego los culpables de que los servicios funcionen de manera deficiente.
El autor plantea numerosos temas de reflexión, pero me centraré en uno de ellos: los sindicatos como responsables de ciertas rigideces organizativas que terminan deteriorando la calidad del servicio público. La anécdota de la gotera del hospital puede ser cierta, pero -sin salir del ámbito sanitario- también es cierto que la Organización Nacional de Trasplantes, organismo público español que gestiona el Sistema Nacional de Trasplantes, es un referente mundial de calidad y eficacia sanitaria. Al margen de los casos concretos, los sindicatos son un contrapoder del empresario, para eso existen, lo mismo que la oposición sirve para hacer de contrapoder al Gobierno. Ya supongo que los empresarios sueñan por las noches que los sindicatos han desaparecido, y cualquier Ministro sueña con que acude a comparecer al parlamento y la oposición se ha volatilizado. Ahora bien, sorprende que culpemos tanto a los sindicatos cuando es precisamente en el sector público donde menos poder real tienen los sindicatos. Los empresarios privados están vinculados de verdad por los convenios que firman, y los Jueces se encargan de que dichos convenios sean realmente ley para las partes. En el sector público, el empleador puede hacer y deshacer a su antojo, sin que los sindicatos puedan hacer gran cosa frente a la ley -realmente el decreto-ley- publicada en el BOE. Acabamos de ver como se puede suprimir una paga extra por decisión unilateral del empleador, y también reducir unilateralmente el número de días de vacaciones de los funcionarios (incluidos los judiciales). Todo ello sin necesidad de alegar causas objetivas ni subjetivas, ni necesitar ninguna aprobación judicial ni de nadie. ¿Algún empresario privado puede hacer tanto? El poder real de los sindicatos en el sector público es así de limitado. No es lógico considerarles luego los culpables de que los servicios funcionen de manera deficiente.
El artículo plantea una realidad, detras de la defensa de lo público en muchas ocasiones hay más un interes corporativo y de negligencia en su dirección que autentica voluntad de servicio público. Ahondando en la sanidad, estas navidades en casa de una famial que trabaja en Castilla y León, éste me comentaba los impornates ahorros que podrían hacerse con una mejor gestión en su centro de salud y como las propuestas del personal que trabaja allí para lgrara reducciones de gasto habían sido sistemáticamenre rechazadas por los “directivos”. Siempre había algún interés que proteger que impdedía el ahorro.
En sanidad como en otros servicios, en España, en los últimos años se ha incrementado el gasto en términos reales bastante por encima de la mejora de la calidad en el servicio que reciben los ciudadanos, por algo será. De todas estas cuestiones debería estar discutiéndose, con cifras y datos aportados de forma transparente por los gobiernos y no echándonos simplemente esloganes a la cabeza.