Voto identitario y corrupción
Los titulares de los periódicos nos ofrecen todos los días una sucesión de escándalos de corrupción en los que se ven inmersos los principales partidos españoles. En esta situación, y desde una cierta perplejidad, no está de más reflexionar sobre las razones que llevan a los ciudadanos a entregar su voto a uno u otro partido.
Para situar el contexto de la reflexión sobre lo que condiciona el voto de un ciudadano en España, quiero empezar este post mencionando el ensayo sobre el Estado de Bélgica que Tony Judt publicó en 1999 en The New York Review of Books, y que posteriormente fue recogido en su libro “Sobre el olvidado Siglo XX”. Aún hoy este ensayo sigue ilustrando la historia y los vicios que han perseguido a las democracias europeas a lo largo del último siglo.
Bélgica fue creada en 1831, a instancias de las potencias de la época (Francia, Prusia y Gran Bretaña). Su vida política desde el principio se configuró alrededor de los denominados “pilares”, grupos sociales organizados que en gran medida sustituían al estado. Inicialmente estos pilares fueron dos, los católicos y los anticlericales, que se configuraban alrededor de los partidos católico y liberal. Posteriormente, para cubrir a la creciente clase obrera, se creó el Partido Socialista a finales del siglo XIX. Estos partidos servían para mucho más que para ganar elecciones y acceder al poder, realmente se configuraban como comunidades económicas, culturales y sociales cerradas. A lo largo del siglo XX, a estos tres pilares se sumó el vector de la lengua. El creciente protagonismo económico y cultural de Flandes, con una expansión espectacular a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, introdujo en la vida política reclamaciones de mayor protagonismo de la lengua neerlandesa, y con ello, una duplicación de los tres partidos tradicionales, para configurar seis partidos, tres en cada lengua. A los seis partidos tradicionales, que hoy son el liberal, el socialdemócrata, y el democristiano, en sus versiones flamenca y valona, se han sumado en los últimos tiempos partidos independentistas en la región de Flandes.
Este abanico de partidos políticos en Bélgica ilustra perfectamente las razones por las que los belgas han venido votando a uno u otro partido a lo largo de gran parte de su historia. La lengua, la religión y la clase social definían el partido al que votarían. En este escenario, los partidos configuraron un sistema clientelar para los grupos que representaban, que desembocó en un sistema complejo y corrupto de acuerdos y tratos.
Esta historia no es muy diferente a la que se ha desarrollado en otros países europeos. A medida que la religión ha ido perdiendo protagonismo en la vida pública, la fidelidad del voto por la religión ha ido perdiendo importancia, aun cuando debates morales y sociológicos como el aborto y el matrimonio homosexual sigan teniendo un papel muy relevante. Igualmente, a medida que se han reducido las distancias entre clases sociales, ha crecido la clase media, y se ha implantado el estado de bienestar y protección social en los estados europeos, el concepto de partido de clase se ha ido difuminando. En una democracia moderna, con una mayor cohesión social, y una sociedad más laica, el voto tenderá a definirse no por estos atributos de identidad tan básicos (religión, clase social, lengua), sino por aspectos más ligados a valores morales, programa económico, o a la confianza en los líderes políticos.
Probablemente un indicador muy básico del grado de madurez de una democracia podría encontrarse en el porcentaje de personas que han votado a diferentes partidos a lo largo de su vida. En la medida en que gran parte de la población entregue su voto al mismo partido a lo largo de toda su vida, es una muestra clara de un voto ligado a la identidad personal, y por tanto de un sistema democrático inmaduro.
España dentro de las democracias europeas tiene una historia singular. La guerra civil y los años de dictadura han configurado una sociedad en la que aún hoy, 74 años después del final de la guerra, y 37 años después de la muerte de Franco, los factores identitarios juegan un papel muy relevante. La base electoral de los grandes partidos nacionales, PP y PSOE, ha sido extraordinariamente amplia. Electores dispuestos a perdonar cualquier decisión a su partido, y dispuestos a seguir entregándole su voto se han mantenido muy fieles desde el inicio de nuestra democracia. El voto a “los míos” aún hoy sigue teniendo un amplio protagonismo, y no deja de ser sonrojante la forma como el recurso a los “bandos” en la guerra civil siguen teniendo protagonismo en todas las campañas electorales.
Para un partido político, el voto identitario es un modelo perfecto. Poco esfuerzo es necesario para explicar el programa o el ideario, y poco esfuerzo es necesario para rendir cuentas de los resultados obtenidos o las acciones emprendidas. El grupo se mantendrá fiel al partido en la medida en que el partido siga representando su identidad. Igualmente, en una sociedad con un voto fuertemente identitario, es difícil que en el debate político puedan encontrarse argumentos sólidos, y que el comportamiento ético de los dirigentes tenga algún protagonismo. Tristemente esta situación describe el actual escenario político español. El debate sobre la privatización de la gestión de la sanidad madrileña es solo el último de los ejemplos. Ante una decisión de tanta trascendencia, uno esperaría una argumentación basada en razonamiento económicos y de eficiencia en la gestión. Lo que hasta ahora ha predominado son razonamientos básicos sobre la idea primaria de que “la derecha privatiza” y la “izquierda socializa”. Sin duda “debates de gran profundidad intelectual” y que sin duda “arrojarán mucha luz sobre la idoneidad de la decisión”.
Los ejemplos de estos debates en la vida política española son innumerables, pero sin duda, el aspecto más pernicioso de un voto fuertemente identitario es la corrupción. Seguir observando como los partidos políticos siguen incorporando en sus listas a personas inmersas en procesos judiciales por corrupción, con total impunidad, u observar el escaso peaje que pagan los partidos políticos por casos de corrupción tan graves como los EREs en Andalucía, o el caso Gürtel en Valencia, no invita al optimismo. Cuando las noticias sobre el ex tesorero del Partido Popular Luis Bárcenas, y los pagos opacos a sus dirigentes, sobre la corrupción en CIU y los indultos a cargos políticos, copan las portadas de los periódicos, aún seguimos preguntándonos qué tiene que suceder para que se rompan los lazos entre la identidad y el voto en España.
Probablemente los partidos políticos ya no representan los intereses de esa identidad con la que muchos electores lo asocian. En gran medida hoy los partidos políticos defienden sus propios intereses, pero es esa base electoral identitario la que les permite mantener impunes sus comportamientos de opacidad y corrupción. El voto identitario confiere impunidad y por tanto no hay motivo para erradicar la corrupción si el voto va a entregarse al partido en cualquier caso.
Mientras la corrupción salga tan barata, en términos de votos, a los partidos políticos, cabe poca esperanza de regeneración en la vida democrática española. Uno solo puede esperar que en las próximas elecciones cada español se piense muy bien a quien entrega su voto.
Licenciado en Informática
Pues a lo mejor eso se va a acabar. Pongo un ejemplo concreto de lo que está pasando con la Ley de Tasas.
Tengo delante un escrito dirigido con fecha de 18 de enero de 2002 a la secretaria de Afilaciones de Cádiz del Partido Popular, y ya con el sello de éste, que dice, literalmente, lo siguiente:
“A LA SECRETARIA DE AFILIACIONES DE CÁDIZ DEL PARTIDO POPULAR.
D…,
-Que solicita LA BAJA TOTAL en este partido, solcitando se borren mis datos personales conformea a la Ley Orgánica de Protección de Datos, que me remita certificado de la Baja en en este Partido.
El Motivo es la aprobación en mayoría por el Sr. Gallardón y Rajoy de la LEY DE TASAS JUDICIALES”
Y la ley va con mayúsculas y subrayada.
Si los partidos creen que lo que hacen es admisible incluso para sus propios AFILIADOS, acríticamente, pues resulta QUE YA NO. Hay límites, y se están sobrepasando.
Porque de la cantidad de gente que conozco que me dice que votó al PP y está participando en recursos y yendo codo con codo en manifestaciones, ni hablamos. Y muchos me dicen que no solo se arrepienten, sino que no repiten.
Y quiza les interese saber que nada menos que Jaime Ignacio del Burgo, del PP; diputado constituyente, y, expresidente de Navarra, ha sido uno de los 119 firmantes de un recurso contencioso-administrativo recinetmente interpuesto contra la OM que desarrolla la Ley de Tasas. Tengo también delante el recurso. Observen lo qu eestoy diciendo: UNA PERSONA del PP CON LA máxima AUCTORITAS, ya que no la potestas, RECURRIENDO UNA NORMA DEL GOBIERNO.
A eso hemos llegado.
Y observen que ni siquiera estoy hablando de corrupción.
Es más, soy de las que piensan que hay que impedir a toda cosat que los árboles no dejen ver el bosque, y mucho, muchísimo, más grave es el cercenamiento de libertades y derechos y el intento de control de sociedad civil y a los tribunales, confrecuencia en beneficio de unos pocos, de lo que la ley de tasas es un síntoma con efectos graves, un síntima entre muchos de la pila de leyes que en similar sentido se nos quiere echar encima, que cualquier corrupción.
Pero, claro, eso es MENOS MEDIÁTICO que los muchos millones de los Pujol, ganados seguramente con su duro esfuerzo, o las extrañas historias de un extesorero del PP, y del rosario cotidiano de corrupciones estatales, comunitarios y locales, o hasta bankias y telefónica, de todo pelaje, y no solo del partido A, sino del B, del C y del D, incluyendo el último chanchullo de cualquier concejal..
Y además, se presta menos a su utiliziación política contra quien interese desde fuera o desde dentro de los propios partidos para el quítate que me pongo yo.
Tapamos lo gordo con lo menos gordo, y así lo gordo no aparece ydeja de existir, qu elo queno sale no existe, y así en charlas de café y tertulias radifónicas conseguimos que se hable de lo menos gordo. Pues vale.Es lo mismo que cuando es noticia lo que simplemente dice un ministro. Pues vale, también.
Y así nos va.
Bravo, el sexto párrafo es sin duda el reflejo de lo que pasa en este país, lo que yo denomino el forofismo político. Hay gente que es del madrid, del barcelona, del rayo incluso del zaragoza (hablando de fútbol), y lo son ganen o pierdan, quiebre o no quiebre, lo dirijan mangantes de primer o tercer orden, y lo son durante toda su vida. Pero eso es fútbol, lo malo es que hay mucha gente que se piensa que la política es fútbol, y hagan lo que hagan los suyos con decir “los otros más” sus remordimientos desaparecen.
Por favor, dejar de ser forofos políticos y si sois afiliados no pasa nada, también se puede dejar de ser. Hay que votar viendo la realidad, para hacer lo que os marque vuestro corazón que sea”botar” el balón, gracias.
Y a la afirmación generalizada, “Todos los políticos son iguales” si es así, porque no probáis a dejar de votar a PPSOE u similares regionales y lo comprobamos.
Recordar, los indecisos ganamos las elecciones, es decir, los no afiliados / forofos de ningún partido.
Buen análisis, Juan Luis.
El problema de cómo salir de aquí es de los votantes -si siguen tragando con más de lo mismo o no- y de los partidos -si cambian algo o no-.
Yo no creo que Rosa Díez o que Albert Rivera, por sí mismos, puedan darle la vuelta a la tortilla dado el control que ejercen los dos grandes partidos sobre todos los resortes de poder.
Es necesario que alguna gente seria que está en el PP o en el PSOE, y a la que no les gusta lo que pasa, den un paso al frente y corran el riesgo, a corto, de salir escaldados. Si asumen ese riesgo, seguramente a medio/largo plazo se les reconocerá ese servicio por el interés general. Si no lo hacen, su responsabilidad en el desastre, por timoratos, por comodones, será notable.
Magnífico artículo. Coincido plenamente con su autor: entraríamos en una democracia más madura si los electores aplicaran su propio criterio a la hora de apoyar o no a un partido.
Pero el tema vá aún más lejos: los propios partidos deberían sustituír su actual concepción de militancia cerrada por una relación con los ciudadanos mucho más abierta, donde sea posible que yo, como ciudadano, hoy pueda asistir a una reunión de debate político en el partido A y mañana pueda hacer otro tanto en el partido B, sin ocultarlo.
Una democracia madura requiere como dice el autor acabar con las fidelidades identitarias y reemplazarlas por las colaboraciones responsables. ¿Cómo impulsar ese cambio de cultura partidista? Por ejemplo, que la financiación estatal de los partidos viniera calculada en parte por el número de afiliados que tengan. Se desvivirían por captar el interés de los ciudadanos.
Sobre esto encontré este artículo que me pareció interesante: http://www.otraspoliticas.com/politica/los-partidos-y-el-pecado-de-la-fidelidad
De nuevo este post nos pone frente al espejo de nuestra responsabilidad en lo que está ocurriendo. ¿Cuantas veces han cambiado ustedes de voto? Yo bastantes veces, pero me temo que conozco a mucha gente que siempre ha votado al mismo partido.
Pero también algo deberían decir los militantes de estos partidos que están indignados. Pero no lo deberían decir en privado, sino en su partido. O darse de baja si no les gusta lo que están viendo y creen que no lo pueden cambiar.. Pero yo empezaría por presionar a las cúpulas, y esto vale tanto para la corrupción como para la renovación del organigrama, que falta hace.
Juan Luis, puedes estar tranquilo. Los votantes del PP pueden estarlo.
Rajoy ha dicho hoy que someterá las cuentas del PP a una auditoría externa!!!! Y ya se sabe: quien paga la auditoría, manda en el resultado. El cliente siempre tiene razón, pensará la auditora, que si no no volverá a ser contratatada. Nos contratan para que digamos que esto está bien (bueno, sí, para que no se note tanto nuestro servilismo, pues sacamos alguna pega u objeción menor a relucir, y así, de paso, salvamos un poco la cara…, pero pecata minuta… porque el resto de las cosas no pueden ser más claras).
Total, que desde que sale lo de Bárcenas y Gürtel, hace como que mira para otro lado, y tres años después decide hacer una auditoría. A eso se llama ¡¡reflejos!!, firmeza y transparencia. Y todo para que los votantes del PP puedan seguir votando a este partido en la seguridad de que todo funciona limpiamente.
Gracias a todos por los comentarios. El post buscaba exponer la relación entre el voto identitario, fiel por encima de todo, y la corrupción. Me gustaría pensar que realmente no hay muchas dudas sobre esa relación.
Mas allá de esta relación, sin duda el marketing político, y los mecanismos que deciden el voto de una persona, superada esa fase de asociación por elementos identitarios básicos es mucho más compleja. Supongo que los libros de George Lakoff sobre lenguaje y debate político son de los más interesantes sobre los modelos cognitivos (los “marcos mentales”), su relación con el lenguaje político, y como esto condiciona el voto de las personas (“No pienses en un elefante”, escrito desde su frustración de ver como los republicanos ganaban una y otra vez las elecciones en USA). En cualquier caso, da la impresión de que en España aún no hemos superado la etapa inicial de identidades básicas para decidir el voto, y por tanto el marketing político sigue en una etapa muy básica …
Y sobre la corrupción, mi impresión es que a pesar de todo la crisis sí está cambiando esta estrecha relación de identidad y voto. Lo que no está claro es si la ruptura será transitoria o permanente.
Gracias a todos por los comentarios. El post buscaba exponer la relación entre el voto identitario, fiel por encima de todo, y la corrupción. Me gustaría pensar que realmente no hay muchas dudas sobre esa relación.
Mas allá de esta relación, sin duda el marketing político, y los mecanismos que deciden el voto de una persona, superada esa fase de asociación por elementos identitarios básicos es mucho más compleja. Supongo que los libros de George Lakoff sobre lenguaje y debate político son de los más interesantes sobre los modelos cognitivos (los “marcos mentales”), su relación con el lenguaje político, y como esto condiciona el voto de las personas (“No pienses en un elefante”, escrito desde su frustración de ver como los republicanos ganaban una y otra vez las elecciones en USA). En cualquier caso, da la impresión de que en España aún no hemos superado la etapa inicial de identidades básicas para decidir el voto, y por tanto el marketing político sigue en una etapa muy básica …
Y sobre la corrupción, mi impresión es que a pesar de todo la crisis sí está cambiando esta estrecha relación de identidad y voto. Lo que no está claro es si la ruptura será transitoria o permanente.
No importa el tema, pronto la furia española hoy convertida en indignación domina el análisis y las ideas se vuelven denuncias partidistas –todas grotescas porque pronto manifiestan su intención de linchar a algunos pero no a todos los políticos corruptos. Por cierto, el análisis de las votaciones hace tiempo que es un tema de gran interés para las ciencias sociales –y bien harían los españoles en leer sobre los resultados de las muchas investigaciones que se han hecho.
El voto identitario es más importante en Europa que en toda América por la simple razón de que Europa es una colección de tribus expandidas hasta ser naciones pero nunca países, ya que los países de Europa son el resultado de mil años de guerras y el consiguiente reparto de botines –así, hay naciones divididas entre países, y también países que incluyen pero no integran varias naciones. Pero por importante que el voto identitario sea en Europa jamás es decisivo porque las mismas guerras y las muchas dictaduras forzaron migraciones de todo tipo y hoy seguramente no hay país en que el voto identitario –dividido en por lo menos dos identidades– incluya a más de 2 tercios, quizás en alguno pequeño 3 cuartos, de la población, de manera que la elección entre las dos principales identidades a menudo se decide por el resto de la población.
Sí, probablemente el voto identitario ha favorecido la corrupción por cuanto los lazos biológicos y culturales pueden extender algo común en la familia y en la tribu, esto es, el encubrimiento de las responsabilidades de sus miembros. Pero no hay que olvidar que cualquier movimiento político que pretenda tener éxito en una democracia constitucional tiene que celebrar y acentuar “algo“ que le de identidad al grupo y especialmente algo atractivo a la gente joven. Ese “algo“ más común en el siglo XX fue la ideología (el Peronismo una gran y exitosa excepción) pero en el siglo XXI parece ser el slogan –frases sueltas que apelan a las emociones, tratando de que los jóvenes no piensen mucho y se crean las promesas falsas de los políticos. Y si el partido tiene éxito en crear una gran organización de culto a “algo“ podemos apostar que sus miembros también encubrirán responsabilidades (ah, la lealtad), como se puede fácilmente comprobar en los totalitarismos fracasados de los últimos 100 años.
Las próximas elecciones están muy lejos, y esto no creo que se sostenga hasta entonces, o no debería.
Si de actuar ante las elecciones se trata, aún a tan largo plazo, la única actitud sensata será votar, sí, votar pero en nulo, con papeletas manuscritas en las que expresemos nuestro rechazo al sistema. Seríamos ganadores. Pero luego ¿qué?
Y mientras tanto, ¿qué? No veo más solución que hablar, con los clientes que nos llegan al despacho, con el kioskero de prensa, con el comerciante del barrio, con el vecino, …, y extender la protesta. Tiene que llegar un día en que el borreguismo predominante acabe. Lo malo es que cuando esto pase (y ha pasado), aparecen lobos entre los corderos, y corre la sangre. Quizás no sea malo del todo. La Humanidad se ha movido al impulso de muchas revoluciones sangrientas. Y como esto siga así, me temo que habrá sangre. Siempre he pensado que había tenido suerte en mi vida. Desde mi padre hacia atrás, todos mis ancestros fueron a la guerra, unas veces a ultramar, otras en tierra propia. Pensé que me libraría, pero por el camino que veo venir las cosas parece que no me libraré al final de mis días. ¡Qué pena de país!
Buen artículo. El voto identitario y el fanatismo político es el lastre de este país. La gente no reacciona, o lo hace tarde, no condena con su voto, o al final siempre ocurre que se decide por el “mal menor para que no salgan los contrarios”. Si queremos que las cosas sigan como están y como han estado, es fácil, si queremos que cambien, tendremos que cambiar. Y eso incluye cambiar el voto.
El bipartidismo partitocrático se ampara en el “voto útil” para este “turnismo” democrático. Pero los votos no son útiles o inútiles, no hay votos con mayor valor que otros, que sean más competentes, más honrados o gestionen mejor, sólo hay votos. Los útiles o inútiles no son los votos, son las personas. Y tenemos que empezar a darnos cuenta.
Otra cuestión es, ¿no hay un “Suárez” del siglo XXI? Muchos esperamos algún profesional reconocido, alguien de prestigio, una personalidad independiente en la Transición, un líder que agrupe a más líderes (empresarios, abogados, médicos, notarios, registradores, periodistas, artistas… “profesionales en la política, no de la política” y que regenere la democracia en España.
Mientras tanto, habrá que meditar mucho el voto hasta las próximas elecciones.
Felicito también al autor. Ha expresado muy bien lo que cada vez más gente tiene en mente.
Teresa,
Por supuesto que el “algo“ tiene que ser “demandado por“ los miembros formales e informales del grupo, pero en política (y en otras actividades también pero no vienen al caso) el “algo“ ofrecido es falso (no es oro todo lo que reluce) y se tiene que poner un énfasis excesivo en la lealtad que termina destruyendo la organización. Mi referencia a los totalitarismos fracasados apuntaba a eso.
Casos menos fuertes son los partidos que celebran el culto del Estado de Bienestar, idea falsa en cuanto una economía difícilmente pueda conseguirlo sin sacrificar el crecimiento económico en el largo plazo (por ejemplo, Argentina que ha tenido los recursos naturales demandados por la economía global por muchísimos años). Muchos economistas le dirán que no es tan difícil, pero ignoran las graves deficiencias de todos los gobiernos y las serias limitaciones que impone la división artificial del planeta en estados nacionales de tamaños arbitrarios.
Enhorabuena por el post, me parece clarividente. Lo que pasa es que la conclusión es desmoralizadora: no podemos esperar ningún cambio mientras la sociedad no evolucione. ¿Quizá una participación mucho más continua y no a través del depósito del voto cada cuatro años podría hacer algo para que la gente se concienciara? ¿Quizá las nuevas tecnologías podrían servir para ello?
Teresa, me alegro saber que no se deja engañar fácilmente. Eso le evitará indignarse (aunque la alejará de muchos españoles que practican la indignación como si fuera un deporte).
Teresa,
Por supuesto que el “algo“ tiene que ser “demandado por“ los miembros formales e informales del grupo, pero en política (y en otras actividades también pero no vienen al caso) el “algo“ ofrecido es falso (no es oro todo lo que reluce) y se tiene que poner un énfasis excesivo en la lealtad que termina destruyendo la organización. Mi referencia a los totalitarismos fracasados apuntaba a eso.
Casos menos fuertes son los partidos que celebran el culto del Estado de Bienestar, idea falsa en cuanto una economía difícilmente pueda conseguirlo sin sacrificar el crecimiento económico en el largo plazo (por ejemplo, Argentina que ha tenido los recursos naturales demandados por la economía global por muchísimos años). Muchos economistas le dirán que no es tan difícil, pero ignoran las graves deficiencias de todos los gobiernos y las serias limitaciones que impone la división artificial del planeta en estados nacionales de tamaños arbitrarios.
Enhorabuena por el post, me parece clarividente. Lo que pasa es que la conclusión es desmoralizadora: no podemos esperar ningún cambio mientras la sociedad no evolucione. ¿Quizá una participación mucho más continua y no a través del depósito del voto cada cuatro años podría hacer algo para que la gente se concienciara? ¿Quizá las nuevas tecnologías podrían servir para ello?
Teresa, me alegro saber que no se deja engañar fácilmente. Eso le evitará indignarse (aunque la alejará de muchos españoles que practican la indignación como si fuera un deporte).
Teresa,
Recién leo esto
And then there’s the twofold case for the welfare state. On the one hand, it’s the right thing to do. No person is full master of their own destiny and everyone deserves protection against the vicissitudes on life. On the other hand, as a practical matter a dynamic market economic requires risk-taking. Policies to minimize downside risk facilitate risk-taking and increase rather than reduce the level of dynamism in society and the economy.
fuente: http://www.slate.com/blogs/moneybox/2013/01/21/obama_s_economic_liberalism_second_inaugural_address_mounts_strong_argument.html
Es parte del comentario de un súper-progresista americano al discurso de Obama ayer. Mientras haya gente que piensa que esos dos argumentos son correctos habrá políticos que traten de seguir vendiendo el culto del Estado de Bienestar y organizar un partido para venderlo. Pero no hay que indignarse. Solo hay que discutir por qué esas dos ideas son equivocadas y rezar para que muchos españoles indignados acepten que les habían vendido un “algo“ falso.
Puede ser cierto que el voto identitario constituya un verdadero problema que puede engendrar corrupción, pero es que si no hay cambios en el sistema electoral el voto a estos efectos o es identitario o es identitario.
Y no nos engañemos, al final todos los partidos, TODOS, son iguales a este respecto, pues es el propio sistema el que los retroalimenta, mientras que optar a un puesto sea una decisión de un grupúsculo cerrado inmune a cualquier influencia externa importa poco el cambio del sentido del voto.
Así que si alguien, tomándose la molestia e interés del “busque, compare y luego vote” decide no votar, o mejor, votar en blanco como muestra de su interés pero falta de opciones interesantes, y si ese interés y a esa misma conclusión llegan 24.999.999 electores de un cuerpo electoral de 25.000.000, pero un solo elector vota, el partido que reciba ese único voto es el vencedor (para los técnicos; sí, nuestro sistema es proporcional no mayoritario pero un voto siempre dará restos mayores que ningún voto y sí, habría que tener presente los umbrales de voto, entiéndase pues a meros efectos dialécticos)
Con este panorama se ha conseguido la máxima desconexión entre voto identitario y corrupción por lo que a los partidos una vez garantizado el voto de los candidatos de sus listas, para eso están, les importa muy poco que se les vote por el resto del cuerpo electoral.
La cuestión es que los llamados “partidos políticos” no responden a un debate político en la sociedad que, hasta el 15M, venía sesteando plácidamente entre la consola, el iPhone, la tele de plasma, las copas con los colegas, el AUDI o el BMW con créditos chupados, subvenciones públicas y demás “Estado de Bienestar” tan interesante en su significado plural. Los partidos políticos se montaron “en falso” desde el principio ante la falta de interés político del personal y por eso funcionan “en falso”. Sólo son maquinarias electorales apoyadas por esas fundaciones de “Ideas” donde tampoco hay debate público, sino artículos a 3.000.-euros para los amigos y buenos sueldos para sus empleados o enchufados “porque son de los nuestros” como apostillaba la portavoz del PSOE. ¿Cuánta gente quedaría trabajando en sindicatos, partidos, fundaciones, ONGs por ideología o puro altruismo? Quítenles las subvenciones generosas y comprobaremos la generosidad de sus almas.