Artículo de la editora Elisa de la Nuez en El Mundo: “La democracia, en su sitio”
Ayer viernes se publicó este artículo de la editora Elisa de la Nuez en el diario “El Mundo”:
LA DEMOCRACIA, EN SU SITIO
Quizá una de las preguntas más importantes que podemos hacernos estos días en España es la relativa al espacio donde debe jugar la democracia. Quizá una anécdota de hace muchos años pueda aclarar lo que quiero decir.
Cuando iniciaba mi carrera profesional en Logroño a principios de los años 90 como flamante Abogada del Estado-Jefe del Servicio Jurídico del Estado en la Rioja el Consejo Regulador de la Denominación de Origen de la Rioja me encargó un informe técnico-jurídico al que dediqué mucho tiempo y entusiasmo dado que era mi tarjeta de presentación en mi nuevo destino. Para presentar sus conclusiones se me convocó a una reunión muy importante y cual no sería mi sorpresa cuando al acabar mi exposición el Presidente del organismo dijo tranquilamente: “Bueno, pues ahora vamos a votar el informe del Abogado del Estado”. Y el caso es que lo votaron y -afortunadamente para mi prestigio profesional- la votación me fue favorable. Reconozco que no tuve el valor de decir en voz alta lo que pensaba: que los informes técnicos de los especialistas no se votan. Sencillamente, se siguen (o no) sus recomendaciones. Porque en el ámbito técnico o científico no hay votación que valga, aunque los creacionistas americanos crean otra cosa. El origen de las especies no se decide por votación.
Traigo a colación esta historia porque parece que en España hemos conseguido rizar el rizo de la democracia de forma que votamos lo que no tiene mucho sentido votar y no votamos (o votamos a ciegas y sin un debate riguroso, lo que viene a ser lo mismo) cuestiones esenciales para nuestra convivencia y para nuestro futuro. Nos consideramos muy democráticos porque votamos sobre cuestiones que por su carácter histórico, técnico o científico no son susceptibles de votación o para ser más exactos, a las que el resultado de la votación no va a afectar ni poco ni mucho, como puede ser votar sobre el carácter fascista de la conquista de Granada por los Reyes Católicos. En cambio hemos expulsado de la esfera pública y de la democracia temas esenciales, y eso que tenemos más Parlamentos por cabeza que nadie. Pero en ellos no se vota en serio, previo un debate informado y de calidad, y no será por falta de temas tanto a nivel nacional como regional. Piensen que tenemos encima de la mesa desde la pretendida secesión de una Comunidad Autónoma hasta el futuro de la monarquía pasando por la reorganización territorial, la sanidad, el desastre de la educación, la quiebra de las Cajas de Ahorros, el paro, las pensiones o la corrupción. Casi nada.
Y no es que de esto no se hable. Todo lo contrario, se habla muchísimo en la calle, en Internet y últimamente hasta en los medios de comunicación. Y también hablan nuestros políticos pero preferentemente fuera del hemiciclo, a puerta cerrada o en reuniones más o menos secretas. Es más, el Presidente del Gobierno que se jacta de esa “discreción” que aleja del debate público y democrático temas sensibles (prácticamente todos lo son a estas alturas) y no como lo que es, algo aberrante desde un punto de vista democrático. Claro que también considera un mérito que en su partido no haya debates públicos. Y no es el único.
A mi juicio, éste es el origen del problema. Que no hay verdadera democracia ni cultura democrática allí donde debería haberla en grado sumo que es en el seno de los partidos políticos. Esta falta de democracia interna ha debilitado todo el sistema diseñado en la Transición y ha dañado extraordinariamente los fundamentos de nuestra democracia, sobre todo si se tiene en cuenta la colonización partitocrática que han sufrido prácticamente todas y cada una de nuestras instituciones y una parte no despreciable de las empresas y la sociedad civil. Nos hemos confundido con el sitio de la democracia. Hemos pensando que por votar asuntos como los informes jurídicos, el carácter genocida de la conquista española o los informes sobre la solvencia del solicitante de un crédito en una Caja de Ahorros éramos más democráticos que nadie. Y hemos consentido que se dejase primero de debatir y luego de votar (o que se votase siempre casi por unanimidad lo que previamente había decidido el líder de turno con resultados que harían palidecer de envidia al Partido Comunista Soviético) en el seno de los partidos políticos españoles. De forma inevitable al debilitarse o desaparecer la democracia de su sitio natural se ha ido debilitando y desapareciendo también en los grupos parlamentarios, en los Parlamentos nacional y autonómicos y en tantos y tantos otros sitios con las consecuencias de todos conocidas.
En fin, como tantos ciudadanos de buena fe nacidos o educados bajo el franquismo no me atreví a decir entonces lo que hoy parece obvio: que la democracia es imprescindible para tomar algunas decisiones y no pinta nada en otras. Que no podemos confundir ser democráticos con votar al tuntún sin ningún tipo de criterio. Quizá votar un informe jurídico no entrañe tanto riesgo como votar como se debe operar en un quirófano, pero no está de más recordar que el mismo principio democrático mal entendido ha llevado a votar a quien se le concedía o no un préstamo en las Cajas de Ahorros que ha habido que salvar con el dinero de los contribuyentes. Y ya puestos y para ahorrar tiempo ¿por qué no prescindir del paso intermedio de votar los informes técnicos y repartirse directamente los préstamos, o los cargos en los órganos reguladores y de fiscalización o lo que sea por cuotas partidistas?
Ahora que toca replantearse prácticamente todo lo que parecía sólido, por utilizar la feliz expresión de Antonio Muñoz Molina, conviene empezar por el principio. Y en el principio están los partidos políticos, consagrados en el Titulo Preliminar de la Constitución como instrumentos fundamentales para la participación política de los ciudadanos con la finalidad de concurrir a la “formación y manifestación de la voluntad popular”. Como verán, poco que ver con la realidad de su funcionamiento actual. Hoy podemos afirmar que nuestros partidos políticos carecen de democracia interna -digan lo que digan sus Estatutos- en la medida es que el debate público y abierto y las votaciones libres e informadas les resultan insoportables hasta el punto de ser consideradas como una amenaza no ya para sus cúpulas directivas sino para la misma existencia del partido. En cuanto a la participación ciudadana de simpatizantes o afines es sencillamente imposible en las condiciones actuales. No hay que extrañarse de que la ciudadanía busque cauces de participación alternativos.
Se trata de un problema gravísimo sobre el que conviene llamar la atención y al que urge poner remedio antes de que sea demasiadotarde. Una regeneración democrática como la que es imprescindible acometer en España no es viable con partidos sin democracia interna. Necesitamos partidos políticos, por supuesto, pero tienen que cambiar por dentro. Y como no lo van a hacer voluntariamente corresponde a la sociedad civil exigirlo.
Parafraseando a Kelsen, para bien o para mal solo la ilusión o la hipocresía puede creer que la democracia sea posible… sin partidos políticos internamente no democráticos.
Editores del blog “¿Hay derecho?”
la necesidad del voto en conciencia y el cambio de la Ley Electoral, fue apuntado como prioritario en los 90 poe Eduardo Punset y su movimiento FORO, para un correcto funcionamiebto de la democracia. Hoy podemos comprobar lo acertado de sus conclusiones
http://mundiario.com/blog/2013/03/18/el-error-de-eduardo-punset-impulsor-de-foro-fue-ir-veinte-anos-por-delante/
Enhorabuena por el artículo. Especialmente por su primera parte. La imagen del voto de un dictamen legal es de película con Oscar. Genial.
Sobre la segunda parte me gustaría formular alguna observación desde la concordancia parcial.
Efectivamente, es cierto que si los partidos fueran mejores mejor nos iría a todos; pero no veo en qué iba a mejorar nada si fueran “democráticos en su funcionamiento interno”.
Es decir, si las decisiones fueran por mayoría o incluso si los “decisores” no fuesen designados a dedo, que fuesen elegidos en cada circunscripción y con mandato imperativo.
En el segundo supuesto tendríamos algo muy importante (una reducción del poder de las cúpulas) pero ninguna garantía de que la decisión era mejor que cualquier otra forma decisoria teocrática, monárquica, aristotélica, pujolista o peronista.
En el fondo este debate debiera considerar, también, el derecho individual a no ser sometido a reglas de mayorías más allá de un mínimo “vital”.
La tesis subyacente es que…… la mayoría cuando vota es sabia y “sabe”, “sabemos”.
Evidentemente esto no es cierto.
Es más, esa filosofía “a la Freddie Mercury” (I want it all and I want it now) puede que sea la que hasta aquí nos ha traído.
La tesis de la “democratización decisoria” es la que menos sustento serio tiene a lo largo de la historia porque lo normal es lo contrario: que las mayorías no demos pie con bola en cuanto se trata de decidir sobre algo con externalidades.
Es cierto que pequeñas o no tan pequeñas mejorías son plausibles, pero, como no se hable a fondo de límites serios al poder del estado en muchas aspectos que hoy parecen normales, estaremos, en grave medida, hurtando el problema y engañándonos.
Es decir, el problema es justamente lo que Elisa cuestiona al Principio…
¿En qué cabeza cabe que unos señores puedan decidir no sólo sobre un dictamen sino sobre mi vida más allá de lo que yo esté dispuesto a aceptar razonable y razonadamente para formar parte de una sociedad?
Hoy estamos muy lejos del punto de equilibrio razonable.
Porque los Incentivos que ofrece gestionar esta forma de estado absoluto son monstruosos, imbatibles.
Mientras los que ofrece batirse el cobre sobre libertad real personal (económica o de privacidad por ejemplo) son prácticamente nulos.
Miren la Ley de “Empresarios Noveles”: No se le puede embargar la casa. Excepto si debe al estado. Por favor, menudo chiste de mal gusto. ¿Qué es esto?
Esta, me parece, es la esencia del problema: Millones y millones pintamos tan poco que no sólo nos da igual que se hunda el sistema (total, “no es nuestro”, no hace otra cosa que estrujarnos, vigilarnos y limitarnos) sino que muchos actúan racionalmente para que así suceda.
En fin, aunque no lo parezca, estoy a favor de un estado fuerte.
Pero con los mismos derechos que cualquier otra persona física o jurídica: limitado. No el Leviatán Incompetente –salvo para estrujar débiles– que hoy tenemos
Saludos
Mira qué bien: “Y en el principio están los partidos políticos, ..” recuerda a “En el principio era el Verbo, ..” Luego vino el abate Sièyes.
Lo siento, pero pienso que la democratización interna de los partidos políticos no es más que un hombre de paja para que traguemos la amarga píldora de la financiación pública de los partidos. Además de lo que nos cuestan directamente por cada voto cosechado, están sus inútiles fundaciones, y la parte del león: las legiones de cargos superfluos, asesores y enchufados en las instituciones y empresas públicas que controlan. Solo financiar esta ineficaz, ineficiente e hipertrofiada máquina política cuesta 90.000 M de euros sin contar lo que desvían vía subvenciones y corrupción.
Los partidos que quieren funcionar internamente de forma democrática lo hacen sin ninguna restricción, una muestra clara es el PNV cuya fachada democrática es de puertas adentro. Ignorar el diagnóstico fundamental, que es el retrato de Dorian Grey de los vicios partitocráticos, es una completa locura como dice Trevijano:
“Son palabras locas las que niegan la realidad oligárquica del Estado de Partidos,
sea monárquico o republicano. Son palabras locas las que consideran
representativas de los electores, o de la sociedad, las elecciones de listas de
partido. Son palabras locas las que afirman que hay separación poderes, y no
meramente de funciones, en el régimen parlamentario. Son palabras locas las
que hablan de independencia del poder judicial, cuando los partidos designan a
los miembros del gobierno de los jueces. Son palabras locas las que encuentran
libertad de pensamiento en el consenso.”
Saludos
El artículo de Elisa y esa descripción de la democracia anecdótica que aqueja a nuestro país, tiene brillantes resonancias del artículo “La democracia morbosa”, de Ortega y Gasset, escrito hace casi cien años. Ayer y hoy, la democracia es interesadamente mal interpretada en España.
Para terminar con el status quo que comentas en este artículo y en otros anteriores, creo que los ciudadanos debemos hacer lo que el economista José Carlos Díez comenta en su reciente libro “Hay vida después de la crisis”. Debemos arrancar los cardos de raíz (entre ellos, los políticos que controlan el poder desde la Transición y que han prolongado su vida profesional más de lo deseable). La solución a esta crisis debe ser meritocrática. Lo que diferencia a unos países de otros es que los países más democráticos y con mayor renta por habitante son aquellos que arrancan los cardos (los políticos corruptos e ineptos) de raíz cada vez que salen.
Buen artículo Elisa, certero y directo, como siempre. Nuestros dos principales partidos políticos diariamente incumplen el mandato inconstitucional de estructura interna y funcionamiento democrático, ya sea por la ausencia de primarias, ya sea por los nombramientos de sucesores a dedo, ya sea por la disciplina de partido, ya sea por la prohibición y limitación tanto de la crítica interna, la libertad de expresión o la libertad de voto… Todo ello como dice, lo cobijan bajo una aparente unidad de partido y una lealtad de la que quieren presumir frente al adversario pero sólo refleja un funcionamiento contrario a la Constitución, contrario a la jurisprudencia del TC sobre el mandato parlamentario individual (STC 5,10,16,28,29,30 de 1983) donde los grupos parlamentarios no deberían pintar nada, y además contrario a LOPP 6/2002 en su artículo 10.2.b) lo que llevaría a la ilegalización de los dos principales partidos y de cualquier otro que no cumpla con un funcionamiento democrático verdadero en una aplicación estrictamente legalista y constitucionalista y no en la farsa parademocrática en la que se desarrollan.
Me aventuro a hacer una previsión. Lo ideal sería que los propios partidos cambiaran desde dentro, Elisa cree que no lo van a hacer y por ello la sociedad civil tiene que exigírselo. Yo creo que sí lo van a hacer, pero no porque quieran sino porque la realidad y los votantes les obligaran. Ahora se ve “disciplina”, “lealtad”, “unidad” y “cohesión”, sólo algunas voces tienen el valor de alzar la voz. Pero los sondeos electorales seguirán, y la economía no mejorará, y el paro aumentará mientras continúen las actuales políticas, y cada vez quedará menos tiempo para las diferentes elecciones, y la primera en la frente en las europeas. Y lo que ahora son “versos sueltos” que se desprecian, se convertirá en un coro, y cuando los cargos públicos vean que la única forma de intentar mantener su poltrona y no sin riesgo, es alejarse de sus partidos que se acercaran a ser marginales y mirar hacia los ciudadanos y defenderlos y ganar su voto. Entonces, toda esa disciplina interna volará por los aires. Los políticos tienen muy claro que entre el ciudadano y el partido prima el partido pero entre sus cargos y el partido harán lo imposible por mantener las lentejas, aunque ello signifique rechazar a un partido financiado dudosamente o negar un Gobierno central al que antes apoyaban sin fisuras.
Errata. El mandato es constitucional, lo que es inconstitucional es el funcionamiento partitocrático actual.
Gracias a todos por los comentarios y por las recomendaciones de lectura. Me hace especial ilusión la referencia al artículo de Ortega, que no conocía…Y siendo conscientes de que la democracia interna de los partidos no es el remedio de todos los males, por alguna parte hay que empezar. No creo que haya mucha gente más crítica que yo con el actual sistema partitocrático, Viernes. Y las resonancias bíblicas son voluntarias, es que la forma de hablar del Presidente del Gobierno me recuerda un poco a la de Yahve, normal, si manda casi lo mismo. Y no soy tan optimista como Isidro, aunque ciertamente los partidos sin los votos no son nadie. Pero se van a resistir mucho, no va a ser nada fácil. Por último, atentos a la comunicación que haremos el martes en el blog, espero que a los colaboradores y editores del blog les guste este paso adelante que muchos nos llevan reclamando meses..:-)
la necesidad del voto en conciencia y el cambio de la Ley Electoral, fue apuntado como prioritario en los 90 poe Eduardo Punset y su movimiento FORO, para un correcto funcionamiebto de la democracia. Hoy podemos comprobar lo acertado de sus conclusiones
http://mundiario.com/blog/2013/03/18/el-error-de-eduardo-punset-impulsor-de-foro-fue-ir-veinte-anos-por-delante/
Enhorabuena por el artículo. Especialmente por su primera parte. La imagen del voto de un dictamen legal es de película con Oscar. Genial.
Sobre la segunda parte me gustaría formular alguna observación desde la concordancia parcial.
Efectivamente, es cierto que si los partidos fueran mejores mejor nos iría a todos; pero no veo en qué iba a mejorar nada si fueran “democráticos en su funcionamiento interno”.
Es decir, si las decisiones fueran por mayoría o incluso si los “decisores” no fuesen designados a dedo, que fuesen elegidos en cada circunscripción y con mandato imperativo.
En el segundo supuesto tendríamos algo muy importante (una reducción del poder de las cúpulas) pero ninguna garantía de que la decisión era mejor que cualquier otra forma decisoria teocrática, monárquica, aristotélica, pujolista o peronista.
En el fondo este debate debiera considerar, también, el derecho individual a no ser sometido a reglas de mayorías más allá de un mínimo “vital”.
La tesis subyacente es que…… la mayoría cuando vota es sabia y “sabe”, “sabemos”.
Evidentemente esto no es cierto.
Es más, esa filosofía “a la Freddie Mercury” (I want it all and I want it now) puede que sea la que hasta aquí nos ha traído.
La tesis de la “democratización decisoria” es la que menos sustento serio tiene a lo largo de la historia porque lo normal es lo contrario: que las mayorías no demos pie con bola en cuanto se trata de decidir sobre algo con externalidades.
Es cierto que pequeñas o no tan pequeñas mejorías son plausibles, pero, como no se hable a fondo de límites serios al poder del estado en muchas aspectos que hoy parecen normales, estaremos, en grave medida, hurtando el problema y engañándonos.
Es decir, el problema es justamente lo que Elisa cuestiona al Principio…
¿En qué cabeza cabe que unos señores puedan decidir no sólo sobre un dictamen sino sobre mi vida más allá de lo que yo esté dispuesto a aceptar razonable y razonadamente para formar parte de una sociedad?
Hoy estamos muy lejos del punto de equilibrio razonable.
Porque los Incentivos que ofrece gestionar esta forma de estado absoluto son monstruosos, imbatibles.
Mientras los que ofrece batirse el cobre sobre libertad real personal (económica o de privacidad por ejemplo) son prácticamente nulos.
Miren la Ley de “Empresarios Noveles”: No se le puede embargar la casa. Excepto si debe al estado. Por favor, menudo chiste de mal gusto. ¿Qué es esto?
Esta, me parece, es la esencia del problema: Millones y millones pintamos tan poco que no sólo nos da igual que se hunda el sistema (total, “no es nuestro”, no hace otra cosa que estrujarnos, vigilarnos y limitarnos) sino que muchos actúan racionalmente para que así suceda.
En fin, aunque no lo parezca, estoy a favor de un estado fuerte.
Pero con los mismos derechos que cualquier otra persona física o jurídica: limitado. No el Leviatán Incompetente –salvo para estrujar débiles– que hoy tenemos
Saludos
Mira qué bien: “Y en el principio están los partidos políticos, ..” recuerda a “En el principio era el Verbo, ..” Luego vino el abate Sièyes.
Lo siento, pero pienso que la democratización interna de los partidos políticos no es más que un hombre de paja para que traguemos la amarga píldora de la financiación pública de los partidos. Además de lo que nos cuestan directamente por cada voto cosechado, están sus inútiles fundaciones, y la parte del león: las legiones de cargos superfluos, asesores y enchufados en las instituciones y empresas públicas que controlan. Solo financiar esta ineficaz, ineficiente e hipertrofiada máquina política cuesta 90.000 M de euros sin contar lo que desvían vía subvenciones y corrupción.
Los partidos que quieren funcionar internamente de forma democrática lo hacen sin ninguna restricción, una muestra clara es el PNV cuya fachada democrática es de puertas adentro. Ignorar el diagnóstico fundamental, que es el retrato de Dorian Grey de los vicios partitocráticos, es una completa locura como dice Trevijano:
“Son palabras locas las que niegan la realidad oligárquica del Estado de Partidos,
sea monárquico o republicano. Son palabras locas las que consideran
representativas de los electores, o de la sociedad, las elecciones de listas de
partido. Son palabras locas las que afirman que hay separación poderes, y no
meramente de funciones, en el régimen parlamentario. Son palabras locas las
que hablan de independencia del poder judicial, cuando los partidos designan a
los miembros del gobierno de los jueces. Son palabras locas las que encuentran
libertad de pensamiento en el consenso.”
Saludos
El artículo de Elisa y esa descripción de la democracia anecdótica que aqueja a nuestro país, tiene brillantes resonancias del artículo “La democracia morbosa”, de Ortega y Gasset, escrito hace casi cien años. Ayer y hoy, la democracia es interesadamente mal interpretada en España.
Para terminar con el status quo que comentas en este artículo y en otros anteriores, creo que los ciudadanos debemos hacer lo que el economista José Carlos Díez comenta en su reciente libro “Hay vida después de la crisis”. Debemos arrancar los cardos de raíz (entre ellos, los políticos que controlan el poder desde la Transición y que han prolongado su vida profesional más de lo deseable). La solución a esta crisis debe ser meritocrática. Lo que diferencia a unos países de otros es que los países más democráticos y con mayor renta por habitante son aquellos que arrancan los cardos (los políticos corruptos e ineptos) de raíz cada vez que salen.
Buen artículo Elisa, certero y directo, como siempre. Nuestros dos principales partidos políticos diariamente incumplen el mandato inconstitucional de estructura interna y funcionamiento democrático, ya sea por la ausencia de primarias, ya sea por los nombramientos de sucesores a dedo, ya sea por la disciplina de partido, ya sea por la prohibición y limitación tanto de la crítica interna, la libertad de expresión o la libertad de voto… Todo ello como dice, lo cobijan bajo una aparente unidad de partido y una lealtad de la que quieren presumir frente al adversario pero sólo refleja un funcionamiento contrario a la Constitución, contrario a la jurisprudencia del TC sobre el mandato parlamentario individual (STC 5,10,16,28,29,30 de 1983) donde los grupos parlamentarios no deberían pintar nada, y además contrario a LOPP 6/2002 en su artículo 10.2.b) lo que llevaría a la ilegalización de los dos principales partidos y de cualquier otro que no cumpla con un funcionamiento democrático verdadero en una aplicación estrictamente legalista y constitucionalista y no en la farsa parademocrática en la que se desarrollan.
Me aventuro a hacer una previsión. Lo ideal sería que los propios partidos cambiaran desde dentro, Elisa cree que no lo van a hacer y por ello la sociedad civil tiene que exigírselo. Yo creo que sí lo van a hacer, pero no porque quieran sino porque la realidad y los votantes les obligaran. Ahora se ve “disciplina”, “lealtad”, “unidad” y “cohesión”, sólo algunas voces tienen el valor de alzar la voz. Pero los sondeos electorales seguirán, y la economía no mejorará, y el paro aumentará mientras continúen las actuales políticas, y cada vez quedará menos tiempo para las diferentes elecciones, y la primera en la frente en las europeas. Y lo que ahora son “versos sueltos” que se desprecian, se convertirá en un coro, y cuando los cargos públicos vean que la única forma de intentar mantener su poltrona y no sin riesgo, es alejarse de sus partidos que se acercaran a ser marginales y mirar hacia los ciudadanos y defenderlos y ganar su voto. Entonces, toda esa disciplina interna volará por los aires. Los políticos tienen muy claro que entre el ciudadano y el partido prima el partido pero entre sus cargos y el partido harán lo imposible por mantener las lentejas, aunque ello signifique rechazar a un partido financiado dudosamente o negar un Gobierno central al que antes apoyaban sin fisuras.
Errata. El mandato es constitucional, lo que es inconstitucional es el funcionamiento partitocrático actual.
Gracias a todos por los comentarios y por las recomendaciones de lectura. Me hace especial ilusión la referencia al artículo de Ortega, que no conocía…Y siendo conscientes de que la democracia interna de los partidos no es el remedio de todos los males, por alguna parte hay que empezar. No creo que haya mucha gente más crítica que yo con el actual sistema partitocrático, Viernes. Y las resonancias bíblicas son voluntarias, es que la forma de hablar del Presidente del Gobierno me recuerda un poco a la de Yahve, normal, si manda casi lo mismo. Y no soy tan optimista como Isidro, aunque ciertamente los partidos sin los votos no son nadie. Pero se van a resistir mucho, no va a ser nada fácil. Por último, atentos a la comunicación que haremos el martes en el blog, espero que a los colaboradores y editores del blog les guste este paso adelante que muchos nos llevan reclamando meses..:-)
No pretendía molestarle con mi comentario, en absoluto. Solo me reafirmo en lo obvio: en mi opinión, tras 35 años de sufrirlos, el problema de los partidos no está en su funcionamiento interno o privado sino en su comportamiento público.
Una muestra, el reciente cese del defensor del pueblo andaluz por criticar a los mismos que lo eligieron. Aberrante, creo que en la antigua Roma ni el Senado podía destituir a los tribunos.
Y sí, lo que hace normalmente cualquier Dios-Presidente, ya sea el del Gobierno o el del Consejo regulador de la D.O., es ver la paja en ojo ajeno y no ver la viga en el propio.
Seguramente sea optimista Elisa (qué remedio!), pero por lo pronto hoy ya la disciplina de partido ha saltado por los aires a cuenta de la pela. Cuando sea para salvar el trasero más de uno va a ser como San Pedro negando a Cristo 3 veces.
http://politica.elpais.com/politica/2013/05/26/actualidad/1369595773_729139.html
La definición actual de democracia (la de JJ Linz, por ejemplo) es que consiste en “un método de elección de gobiernos”.
Una vez elegido gobierno, éste debe regirse por “marcos constitucionales” previos.
Y estos marcos constitucionales contienen “reglas” que indican las zonas sobre las que los gobiernos pueden “actuar” (legislar y gobernar) y zonas en las cuales “no pueden actuar” (derechos ciudadanos).
Curiosamente los importantes –como el económico y fiscal– no tienen límites a la acción de gobierno y muchos de los limitados o son ficticios (derecho al trabajo o a la vivienda) o lo son muy deficientemente por lo cual pueden ser capturados por el poder político (libertad de prensa) sin ningún problema.
La opinión más extendida de los constitucionalistas modernos (y no tan modernos) es que estos sistemas están en quiebra por captura partidista de todos los centros de poder y sometidos a una dinámica de “Cartelización Partidista” incontrolable.
En ningún caso –excepto todavía en democracias de la primera ola– se usa el término para que el “ciudadano decida” (es decir, legisle o gobierne). Es el caso de Suiza, USA, y algunos nórdicos en entornos municipales o comarcales.
Estamos en los albores de un momento histórico donde términos como “democracia” ya son inservibles –por faltos de significado– y exigen una profunda revisión.
De poco sirve “un método para elegir gobiernos” si no se especifican con firme claridad los límites del gobierno y las zonas de decisión directa colectiva e individual.
Esto no lo estamos haciendo a pesar de que las sucesivas crisis son resultado de……la acción de gobiernos elegidos con estas normas.
En cierto modo seguimos anclados en un debate que ya está sobrepasado por los acontecimientos y por eso no termina de “engranarse” con las ideas y la profunda indignación de la calle.
Los partidos, todos, cada vez tienen menos credibilidad (leamos pronunciamientos sobre lo más acuciante, el empleo, y veremos el desierto).
El debate, me temo, va mucho más allá de cómo son los partidos.
Va en la dirección de cómo, quien y por qué decide sobre cosas importantes.
Y mientras esto no se resuelva lo de menos será qué partido lo hace porque, como estamos viendo, “todos hacen lo mismo”.
La semana pasada IU y PSOE del parlamente Andaluz votaron pagarse la paga extra que se habían “quitado”. Lo cogieron del presupuesto de rehabilitación de Edificios. En Guipúzcoa están nombrando a dedo personalidades vitalicias para que “se hable más euskera por la calle”. Ahora el problema es que se sabe pero no se usa.
Saludos
La definición actual de democracia (la de JJ Linz, por ejemplo) es que consiste en “un método de elección de gobiernos”.
Una vez elegido gobierno, éste debe regirse por “marcos constitucionales” previos.
Y estos marcos constitucionales contienen “reglas” que indican las zonas sobre las que los gobiernos pueden “actuar” (legislar y gobernar) y zonas en las cuales “no pueden actuar” (derechos ciudadanos).
Curiosamente los importantes –como el económico y fiscal– no tienen límites a la acción de gobierno y muchos de los limitados o son ficticios (derecho al trabajo o a la vivienda) o lo son muy deficientemente por lo cual pueden ser capturados por el poder político (libertad de prensa) sin ningún problema.
La opinión más extendida de los constitucionalistas modernos (y no tan modernos) es que estos sistemas están en quiebra por captura partidista de todos los centros de poder y sometidos a una dinámica de “Cartelización Partidista” incontrolable.
En ningún caso –excepto todavía en democracias de la primera ola– se usa el término para que el “ciudadano decida” (es decir, legisle o gobierne). Es el caso de Suiza, USA, y algunos nórdicos en entornos municipales o comarcales.
Estamos en los albores de un momento histórico donde términos como “democracia” ya son inservibles –por faltos de significado– y exigen una profunda revisión.
De poco sirve “un método para elegir gobiernos” si no se especifican con firme claridad los límites del gobierno y las zonas de decisión directa colectiva e individual.
Esto no lo estamos haciendo a pesar de que las sucesivas crisis son resultado de……la acción de gobiernos elegidos con estas normas.
En cierto modo seguimos anclados en un debate que ya está sobrepasado por los acontecimientos y por eso no termina de “engranarse” con las ideas y la profunda indignación de la calle.
Los partidos, todos, cada vez tienen menos credibilidad (leamos pronunciamientos sobre lo más acuciante, el empleo, y veremos el desierto).
El debate, me temo, va mucho más allá de cómo son los partidos.
Va en la dirección de cómo, quien y por qué decide sobre cosas importantes.
Y mientras esto no se resuelva lo de menos será qué partido lo hace porque, como estamos viendo, “todos hacen lo mismo”.
La semana pasada IU y PSOE del parlamente Andaluz votaron pagarse la paga extra que se habían “quitado”. Lo cogieron del presupuesto de rehabilitación de Edificios. En Guipúzcoa están nombrando a dedo personalidades vitalicias para que “se hable más euskera por la calle”. Ahora el problema es que se sabe pero no se usa.
Saludos
Totalmente con el post.
A este asunto, entre otros, se refiere hoy en la prensa Muñoz Machado. Espera que los políticos en activo den un paso adelante para cambiar esto y teme que si no lo hacen las urnas les castiguen seriamente.
Ojalá sea así porque lo que hacen hasta ahora es poco, aunque poco sea mejor que nada. De hecho hace pocos días algunos analistas calificaban a Gabriel Elorriaga casi como un héroe por haberse atrevido a decir que hay que bajar los impuestos.
Y yo le preguntaría al señor Elorriaga por qué entonces respaldó con su voto la convalidación de todos los Decretos Ley de subidas de impuestos?? Qué tipo de coherencia es esa de hacer una cosa y predicar la contraria a la prensa? Por sus obras, no por sus palabras, se retrata el personal.
El día en que Elorriaga y tantos más se atrevan a romper la disciplina de voto en temas fiscales ( como hace Celia Villalobos con el aborto, sin que pase nada) y no lo hagan de manera aislada sino continuada en el tiempo, esos diputados habrán dinamitado la partitocratico desde dentro. Y Wspaña les dará las gracias!
Mientras tanto, calificar de valientes a quienes votan a pie juntillas lo que dice el jefe y luego lo critican en la prensa con la boca pequeña, no es más que un brindis al sol, un ejercicio de hipocresía.
Totalmente con el post.
A este asunto, entre otros, se refiere hoy en la prensa Muñoz Machado. Espera que los políticos en activo den un paso adelante para cambiar esto y teme que si no lo hacen las urnas les castiguen seriamente.
Ojalá sea así porque lo que hacen hasta ahora es poco, aunque poco sea mejor que nada. De hecho hace pocos días algunos analistas calificaban a Gabriel Elorriaga casi como un héroe por haberse atrevido a decir que hay que bajar los impuestos.
Y yo le preguntaría al señor Elorriaga por qué entonces respaldó con su voto la convalidación de todos los Decretos Ley de subidas de impuestos?? Qué tipo de coherencia es esa de hacer una cosa y predicar la contraria a la prensa? Por sus obras, no por sus palabras, se retrata el personal.
El día en que Elorriaga y tantos más se atrevan a romper la disciplina de voto en temas fiscales ( como hace Celia Villalobos con el aborto, sin que pase nada) y no lo hagan de manera aislada sino continuada en el tiempo, esos diputados habrán dinamitado la partitocratico desde dentro. Y Wspaña les dará las gracias!
Mientras tanto, calificar de valientes a quienes votan a pie juntillas lo que dice el jefe y luego lo critican en la prensa con la boca pequeña, no es más que un brindis al sol, un ejercicio de hipocresía.
http://e-pesimo.blogspot.com.es/2013/05/entrevista-alfonso-osorio-esto-no-es.html
Pregunta.–¿Los gobiernos de UCD cometieron errores que estemos pagando hoy?
Respuesta.– Desde luego. El primero que cometió un error gravísimo fue mi Gobierno, el que hizo la Transición. Ese error garrafal fue haber aceptado las listas cerradas y bloqueadas en la Ley Electoral. Maurice Faure, diputado socialista y amigo mío, me repitió hasta la saciedad que no aceptáramos eso porque, si lo hacíamos, aunque fuese sólo para las primeras elecciones, los partidos no dejarían nunca, jamás, de utilizar ese procedimiento. Y que nos arriesgábamos a convertir una democracia que podía ser modélica en una democracia manipulada y sometida a las oligarquías de los partidos.
P.– ¿Y por qué lo hicieron?
R.– Yo se lo planteé a Adolfo y también lo hice en el Consejo de Ministros. Pero creo, aunque no lo sé con seguridad, que Suárez lo había pactado ya con Felipe González, quizá incluso con Carrillo, aunque solamente para las primeras elecciones. Pero es que, además, me encontré con que Landelino Lavilla, ponente de esa materia en el Consejo de Ministros, estaba también obsesionado a favor de esa fórmula. Total, que perdí la batalla y se hicieron las listas cerradas y bloqueadas. Las consecuencias están aquí.
P.–¿Cuáles han sido?
R.–Pues que no estamos en un sistema democrático. Estamos en un sistema oligárquico en el que mandan los gabinetes de los partidos políticos. Ellos deciden quién puede o no puede intervenir en el Parlamento (y es triste decirlo, pero había más libertad para hablar en las Cortes de Franco que en el Parlamento actual). Ellos deciden quiénes tienen que ser los jueces, quién tiene que pertenecer al Consejo del Poder Judicial, quién tiene que entrar en el Tribunal Constitucional. Ése fue el primer gran error. Luego hubo más.
P.–Se ha incumplido el compromiso.
R.–Naturalmente. En la disposición transitoria de la Ley Electoral [1977] se especificaba que el sistema era válido sólo para las primeras elecciones. Pero cuando llegó el momento de adaptar la Ley Electoral a la nueva situación política [1985], allí seguían las listas cerradas y bloqueadas.
P.– ¿Cree que es necesario modificar cuanto antes ese sistema?
R.–El otro día escuchaba a un diputado decir que había que procurar por todos los medios que los parlamentarios se acercasen a los electores. ¡Pero cómo se van a acercar a los electores, si a quien se quieren acercar es a los mandamases de sus partidos! Recuerdo que un día en el Parlamento, estábamos Fernando Suárez y yo. En ese momento entró Fraga, y Fernando se levantó y me dijo: «Perdona, Alfonso, que voy a saludar a mi electorado». ¡Y tenía toda la razón! A un diputado, el electorado le importa un bledo. Y eso explica que al electorado también le empiecen a importar un bledo los diputados, que no le representan.
………………………………..
Muy a tiempo la entrevista con Alfonso Osorio. Lo que mal empieza, mal acaba. Los legítimos aciertos de la Transición no deben hacer olvidar otros muchos errores surgidos del pacto necesario entonces, pero que se han enquistado en la sociedad produciendo situaciones que han pervertido el sentido real de la democracia. Es curioso pero, durante mucho tiempo, hemos adjetivado todo de “democrático” como queriendo reforzar la idea de una verdadera democracia, cuando en realidad lo importante es que no haya que repetirlo como un mantra, sino actuar y vivir en consecuencia. La entronización de los partidos políticos como vía única de expresión política, es un error de monopolización de la política por organizaciones no surgidas del debate político, sino de los intereses de los grupos que los mantienen. Espero que todo esto pueda también ser objeto de reajuste en las reformas pendientes.
http://e-pesimo.blogspot.com.es/2013/05/entrevista-alfonso-osorio-esto-no-es.html
Pregunta.–¿Los gobiernos de UCD cometieron errores que estemos pagando hoy?
Respuesta.– Desde luego. El primero que cometió un error gravísimo fue mi Gobierno, el que hizo la Transición. Ese error garrafal fue haber aceptado las listas cerradas y bloqueadas en la Ley Electoral. Maurice Faure, diputado socialista y amigo mío, me repitió hasta la saciedad que no aceptáramos eso porque, si lo hacíamos, aunque fuese sólo para las primeras elecciones, los partidos no dejarían nunca, jamás, de utilizar ese procedimiento. Y que nos arriesgábamos a convertir una democracia que podía ser modélica en una democracia manipulada y sometida a las oligarquías de los partidos.
P.– ¿Y por qué lo hicieron?
R.– Yo se lo planteé a Adolfo y también lo hice en el Consejo de Ministros. Pero creo, aunque no lo sé con seguridad, que Suárez lo había pactado ya con Felipe González, quizá incluso con Carrillo, aunque solamente para las primeras elecciones. Pero es que, además, me encontré con que Landelino Lavilla, ponente de esa materia en el Consejo de Ministros, estaba también obsesionado a favor de esa fórmula. Total, que perdí la batalla y se hicieron las listas cerradas y bloqueadas. Las consecuencias están aquí.
P.–¿Cuáles han sido?
R.–Pues que no estamos en un sistema democrático. Estamos en un sistema oligárquico en el que mandan los gabinetes de los partidos políticos. Ellos deciden quién puede o no puede intervenir en el Parlamento (y es triste decirlo, pero había más libertad para hablar en las Cortes de Franco que en el Parlamento actual). Ellos deciden quiénes tienen que ser los jueces, quién tiene que pertenecer al Consejo del Poder Judicial, quién tiene que entrar en el Tribunal Constitucional. Ése fue el primer gran error. Luego hubo más.
P.–Se ha incumplido el compromiso.
R.–Naturalmente. En la disposición transitoria de la Ley Electoral [1977] se especificaba que el sistema era válido sólo para las primeras elecciones. Pero cuando llegó el momento de adaptar la Ley Electoral a la nueva situación política [1985], allí seguían las listas cerradas y bloqueadas.
P.– ¿Cree que es necesario modificar cuanto antes ese sistema?
R.–El otro día escuchaba a un diputado decir que había que procurar por todos los medios que los parlamentarios se acercasen a los electores. ¡Pero cómo se van a acercar a los electores, si a quien se quieren acercar es a los mandamases de sus partidos! Recuerdo que un día en el Parlamento, estábamos Fernando Suárez y yo. En ese momento entró Fraga, y Fernando se levantó y me dijo: «Perdona, Alfonso, que voy a saludar a mi electorado». ¡Y tenía toda la razón! A un diputado, el electorado le importa un bledo. Y eso explica que al electorado también le empiecen a importar un bledo los diputados, que no le representan.
………………………………..
En cierto modo, el artículo se puede resumir en lo siguiente: somo demócratas cuando nos conviene.
Y encima, esto se señal de que entedemos más la democracia por las formas que por el fondo. Lo importanto no es el sufragio, sino la utilidad de éste.
En cierto modo, el artículo se puede resumir en lo siguiente: somo demócratas cuando nos conviene.
Y encima, esto se señal de que entedemos más la democracia por las formas que por el fondo. Lo importanto no es el sufragio, sino la utilidad de éste.