Para entender lo que nos pasa. “El sentido reverencial del dinero” de Ramiro de Maeztu
Pocas veces hallará el lector una obra tan sorprendentemente oportuna y esclarecedora para nuestras críticas circunstancias como esta de Ramiro de Maeztu (Vitoria, 1875-Aravaca, 1936). Oportuna por cumplir el imperativo orteguiano de procurar saber a qué atenerse, al interrogarnos por las causas últimas de lo que nos está pasando en estos graves momentos. Y esclarecedora desde su título al ser un libro-candil capaz de iluminar nuevos cursos de acción en medio de tantas perplejidades económicas que nos embargan. Pues no conviene olvidar que en el origen de esta gran crisis española, subyace una quiebra financiera en su triple dimensión bancaria, estatal y familiar que proviene en última instancia de un determinado sentido y concepción de lo que el dinero representa y significa entre nosotros.
Y es esto- la posibilidad de una crisis tal y cómo evitarla- lo que Maeztu nos anticipa con pasmosa exactitud en estos artículos escogidos de entre los escritos en torno a la cuestión dineraria, financiera y laboral entre 1922 y 1931. Sólo por ello merecería considerársele, con Unamuno y Ortega, como lo que realmente es: uno de los grandes avisadores nuestros, más allá de las controversias que su figura, pensamiento y acción puedan suscitar en algunas de sus polifacéticas vertientes. Y es que pocas veces como en las páginas presentes se cumple lo que el pensador vitoriano postulaba como el verdadero quehacer intelectual: el pensar alerta como la forma más inteligente, honesta y generosa de instalarse en la vida individual y colectiva.
Claro que esta joya del pensamiento estaba sepultada en este país de desdenes -Larra dirá “de anomalías”- en el gran sepulcro nacional de la ignorancia culpable como si pudiéramos permitirnos tal coste de oportunidad. Baste indicar al respecto que todavía carecemos de las Obras Completas de Maeztu, por mucho que fuera el mentor y miembro del “Grupo de los tres” con Azorín y Baroja y conspicuo integrante de la Generación del 98. Y la persona además a quien Ortega le dedica como maestro y en fraternal amistad la edición primera de Meditaciones del Quijote con independencia de los posteriores distanciamientos.
A su biografía debe Maeztu connaturalidad con el mundo financiero y empresarial que recorre el libro y le permite examinar con tanta agudeza los trasfondos de la vida económica y empresarial occidental, junto a la circunstancia financiera y laboral española en particular. De hecho nadie en España como él, ni siquiera Ortega, alcanzó un conocimiento tan hondo de la realidad europea y americana, del Norte y del Sur, al menos desde el comienzo de la Gran Guerra. Y es que Maeztu llevaba el mundo en su cabeza como comprueba quien lea hoy esa otra obra suya tan decisiva como es La crisis del Humanismo (1916), humeantes todavía los campos de Verdún, y que supone el comienzo de su madurez intelectual.
Tan relevante como esos hitos biográficos fue que en 1905 se trasladara como corresponsal a Londres de diversos periódicos nacionales, donde permanecerá catorce años de gran intensidad vital e intelectual. Instalado en la City materna, centro financiero mundial, aprende a fondo lo que es el negocio bancario y sus mejores prácticas al tener contacto periódico y profesional con las entidades más emblemáticas de Lombard Street, tales como Barclays, LLoyds y Halifax, entre otras. Fue precisamente tal acumulación de conocimientos sobre el funcionamiento de los mercados financieros cuanto su profundización en Weber, Sombart, los economistas ingleses y los últimos hallazgos de la filosofía alemana, lo que le permitió diseccionar como pocos en Europa la crisis financiera de finales de 1919 que asoló nuestro continente y país como corolario de los excesos prestatarios de la posguerra. Y así surgirán las reflexiones financieras tan lúcidas como las presentes acompañadas de una concepción del ser humano –el hombre natural frente al hombre espiritual– que Maeztu dedujo de la lección que sobre la naturaleza humana habían dado los millones de cadáveres de la Gran Guerra. Había entendido como pocos el significado último de la contienda con las enseñanzas filosóficas y antropológicas que encerraba.
De este modo, diseccionando la mencionada crisis financiera deduce el pensador vitoriano que en última instancia caben dos percepciones opuestas sobre el dinero, Hay, así, un “sentido sensual del dinero” que lo considera como mero medio al servicio de nuestros placeres. La riqueza es pues y meramente posibilidades de placer y su dimensión de uso es, por decirlo así, lo instantáneo: no sabe del largo plazo. Su divisa, tan común entre nosotros, es aquella de que el dinero es redondo porque está hecho para que ruede. A ello se le opone como antítesis un “sentido reverencial del dinero” que lo entiende como poder, esto es, como posibilidad de realizar diferentes bienes que –en cuanto potencialidades- son futuros. Por eso inspira respeto y se atiene a las consecuencias de su uso que implica, de paso, que nuestra actividad económica no queda separada del resto de la vida. Y que permite al Estado planificar a largo plazo y a la empresa pensar y anticiparse al futuro, justo lo que hoy no sucede y menos –de forma tan dramática- en nuestras cada vez más menguantes instituciones financieras. Congruentemente, al hombre meramente carnal (u “hombre natural” en la terminología maeztuana) le corresponde un uso sensual –o cínico- del dinero, en tanto que al hombre de espíritu, fortalecido de sus impulsos instintivos, le corresponde un uso reverente. Y aquí nos encontramos con la primera gran paradoja: El espíritu sensual conduce a la miseria en tanto que el espíritu reverencial produce la prosperidad y bienestar materiales.
Sólo hace falta fijar la vista en la naturaleza de nuestra crisis actual aflorada bajo el concepto de dinero fácil y mostrenco- sea estatal, bancario o familiar- para dar razón de la actualidad del análisis maetzuano[3]. Pocas veces, si alguna, ha predominado en nuestro país y en sus élites político-económicas el hombre cínico o sensitivo. Y pocas veces, también, añadimos nosotros, hace urgentísima falta un grupo de profesionales de diversa índole cuya misión primordial sea instaurar una gestión político-económica privada y estatal que se base en una dimensión reverente del dinero.
Siendo así las cosas, queda claro – añadirá el discurso argumental de Maeztu en el apartado IV del libro dedicado a las entidades financieras – que donde más se conoce si se posee o no un sentido reverencial del dinero es en la inversión que de él se hace cuando llega a la Caja de Ahorros o al Banco en cuestión. Por eso, la función del banquero es al mismo tiempo que la más noble, la más compleja y delicada. No olvidemos que la banca trabaja, como su materia prima, con depósitos ajenos que de por sí son –deberían ser- sagrados. Ha de concentrar los ahorros de una generación para preparar el trabajo de la generación siguiente, gestionando provechosa y cautelosamente los capitales que se le confían. El corolario que de todo ello saca Maeztu resulta bien palmario: los directores de la vida financiera de una sociedad, han de ser espíritus formados y educados en el sentido reverencial del dinero pues si no el desastre está asegurado. Al banquero sólo le cabe la ascética de la prudencia que implica un dominio del yo y sus pasiones. Mayor vigencia, como se ve, imposible.
Porque de lo contrario sucede lo que anticipaba ya en 1873 Bagehot, aquel economista inglés autor de Lombard Street. Una descripción del mercado monetario, cuya obra tan bien conocía Maeztu y que cita oportunísimamente en su artículo incluido “Los Banqueros” (1925) “Un gran banco es precisamente el sitio donde una persona vana y superficial, si es hombre metódico, como ocurre a menudo, puede hacer infinito daño en corto tiempo y antes de que se le descubra. Si tiene la suerte de empezar en tiempos de bonanza, es casi seguro que no se le sorprenderá hasta que llegue la hora de las dificultades, y entonces harán falta cifras muy elevadas para contar el mal que ha hecho.” Donde escribe Bagehot “gran banco” añada nuestro lector “o caja de ahorros”, tanto da, para confirmar la honda verdad que encierra el texto y comprender cabalmente la descomposición moral y funcional de nuestro entero Sistema Financiero, que comenzó en agosto del 2007 con el drama de Bearn Stearn para proseguir luego con Lehman Brothers, banca islandesa e irlandesa, UBS en Suiza y un largo etcétera hasta hoy mismo.
Pero entre nosotros- que no éramos excepción alguna, bien al contrario- la debacle de nuestro Sistema Financiero se ha encarnado de manera mucho más virulenta con la devastación de varias Cajas, las ayudas encubiertas a las demás instituciones financieras, la degradación del antaño ejemplar Banco de España, el atropello de las preferentes, el escándalo Bankia, o la impunidad de consejeros delegados indultados de gravísimos delitos, como situados más allá del bien y del mal. Pero lo pavoroso del caso actual y que confiere un carácter inédito a nuestra crisis, es algo que Bagehot no podía prever pero sí en cambio el pensar alerta de Maeztu: a saber, que el hombre con un sentido cínico del dinero pasara de ser una excepción más o menos comprensible en las entidades financieras dada la debilidad humana, a convertirse en el prototipo directivo de nuestras élites bancarias. No otra cosa se deduce al leer con estupefacción el contenido de los mails incriminatorios de los traders de Barclays en el reciente affaire del Libor. O al conocer el perfil profesional (su ausencia más bien) de tantos y tantos consejeros de nuestras Cajas y rectores a su cabeza. O la falta de prudencia directiva-y por lo tanto moral- entre los altos cargos de en esos otros nuestros bancos en apariencia- solo eso, mera apariencia – sólidos que afrontarán ahora despidos masivos
Para quien tenga la desgracia de conocer nuestras actuales élites financieras españolas–y poder compararlas con las de la generación anterior mismamente- nada hay más desolador que comprobar cómo el sentido reverencial del dinero se ha visto trastocado por otro sensual donde la apetencia del bonus ha predominado sobre el respeto sacro hacia los depósitos de los clientes. O hacia la Obra Social de las Cajas, por citar un ejemplo insuperable en tristeza y simbolismo. Pocas veces tan pocos han hecho tanto daño a tantas personas y logros civilizatorios.
No menos perentorio para salir de esta crisis nacional me resulta rehabilitar – y me parece un acto además de pura justicia cuanto que muchos se han nutrido de ella sin dignarse a citar su origen- la concepción que del trabajo tiene Maeztu, a lo que dedica el apartado III, entendido, con espléndido neologismo, como concienciosidad.
Solo con una concepción de “concienciosidad” cree Maeztu posible romper el desdoblamiento que se produce en nuestro mundo hispánico entre el yo funcionario y el yo caballero. O entre el yo negociante del yo creyente. Así, en el cumplimiento del deber profesional se juega uno su destino último tal como relata Maeztu en su artículo “Las dos maneras de considerar el trabajo” (1926) tratando de injertar en nuestro idiosincrasia unas gotas de la aportación sajona a la civilización:
Para un país como el nuestro – intervenido de facto- cuyo porvenir económico y competitivo pasa por unos servicios orientados realmente al cliente y a la calidad y una mejora neta de nuestra productividad e investigación me parece urgente recuperar el sentido maeztuano del trabajo y hacer pedagogía nacional de él a sabiendas de que como señalaba Ortega el principal problema político que sigue teniendo España es el pedagógico.
Coda final: un llamamiento generacional
Hasta aquí Maeztu, su figura y sus hallazgos tan lúcidamente oportunos. Mas dada la gravedad de la situación nacional en estas horas crepusculares que piden como en la crisis de la Restauración nuevas formas de hacer las cosas, habrá que apelar a un cambio de nuestras élites político-financieras ante el colapso en torno y la corrupción ambiente.
Lo que supone convocar a esas minorías serias y calladas, cuya abdicación hemos pagado tan caro, a la misión de detener la hemorragia española – de una España convertida en el enfermo de Europa- y rescatar el país en su dignidad, justicia y estima. Y ello, si no me equivoco, solo podrá hacerse desde una profunda regeneración democrática y económica, en cuya base esté precisamente un riguroso sentido reverencial del dinero tanto en su uso como en su control.
Y ante un reto de tal calibre, no cabe sino invitar al lector a leer serenamente esta obra que es fiel a la admonición de Horacio: De te fabula narratur: “La historia (en este caso el texto) habla de ti”. De modo que bien pudiera servir como un catalizador de una abnegada Generación del 12 -que se está pidiendo a voces-, cuyo pensar alerta perciba que sus textos tan penetrantes están dirigidas precisamente a ella. Y, ya puestos, no dejar entrar en una Generación tal a nadie que no posea un sentido reverencial del dinero. No creo por todo ello que pueda haber mayor elogio a un avisador de la talla de Maeztu, ni mejor fidelidad a los retos de la hora presente. De nobis fabula narratur, estimado lector.
Hace unos meses publicó Luis Garicano en Nada es Gratis el texto de una conferencia de Joaquín Costa pronunciada en 1900:
http://www.fedeablogs.net/economia/?p=28794
La referencia expresa a Costa me llamó la atención porque el pensamiento del autor aragonés del regeneracionismo tiene muchas veces un acento autoritario y antidemocratico (es famosa la apelación de Costa a un “cirujano de hierro” capaz de acometer las reformas que necesitaba el país) del que supongo no tenían intención de hacerse eco en Nada es Gratis.
El post de hoy de ¿Hay Derecho? trata de rescatar una figura aun más controvertida. En los años 20 del siglo pasado de los que se habla en el post, Maeztu había evolucionado hacia posiciones muy conservadoras y cercanas al fascismo: “la más audaz camisa negra de las que hasta ahora han alzado el brazo cesáreamente en la vida pública de las letras españolas”, se puede leer en esta entrevista de 1927. Nada tiene de extraño que el franquismo lo incorporara sin más a su lista de autores de referencia…
En fin, que la desesperanza por la situación de crisis económica, política y moral no nos lleve a resucitar viejos fantasmas del pasado (que mejor están bajo siete llaves, como el sepulcro del Cid…).
Así sea. Estos temas son para hablarlos en casa, se pueden malinterpretar.
Fallido artículo. Grave errór de “súper-dicción” pensar que exista una naturaleza espiritual distinta de la natural. Falta de perspectiva no darse cuenta que todas las mentes están compuestas de las mismas neuronas de las mismas moléculas y los mismos átomos que provienen de la evolución del infinito tiempo y espacio.Todas las cosas operan siempre con la misma necesidad. Necedad no darse cuenta que si las élites cabalgan a lomos del pueblo es porque antes este ha proclamado su esclavitud. Vana propuesta por tanto pretender orientar aquellas pero no emancipar a este. Maeztu, Joaquín Costa y…Carl Smith amigos del pueblo enemigo.
Palmaría muestra la de este artículo, de la existencia de sistemas luhmanninos que tienden a auto-reproducirse autopoieticamente, por medio de progogínicas estructuras disipativas.
Los verdaderos cambios solo vendrán de la remoción de las actuales estructuras, el resto solo merecerá el nombre de maquillaje.
¿qué quiere decir “maquillaje”?
A veces he comentado que cuando mis hijos iban al colegio –cosa que hicieron en cuatro países diferentes del entorno cultural occidental– tuvieron como textos de lectura obligatoria obras de Orwell, Moro, Campanella y Huxley entre otros.
Los nietos están igual de repartidos, algunos en el mismo colegio que sus padres, pero las lecturas de antaño han desaparecido del currículo educativo. Esto no es casualidad.
El sistema gestiona con inteligencia el olvido social y lo hace de muchas maneras.
Una de ellas es subvencionando ediciones minúsculas y no reimprimiendo.
Otras limitando subvenciones a centros educativos, otras impidiendo que en esos centros se expongan determinadas lecturas (por ejemplo la imposibilidad en las provincias vascas de que el circuito escolar conozca textos de víctimas del terrorismo, algo que en la narrativa local nunca existió), otra es tachando a los autores de asociaciones reales o ficticias con el nacional-socialismo, con el régimen de Franco, etc.
Sin embargo mucha gente se ha dado cuenta de ello y poco a poco surgen editoriales jóvenes y no tan jóvenes que rescatan esos textos del olvido.
El esfuerzo de Luis Garicano con Costa y el de García de Leániz con Maeztu es muy de agradecer. Precisamente hace unos días apareció una nueva edición de “Filosofía del Dinero” (1900) de Simmel (1858-1918), traducción de Ramón Gª. Cotarelo de la mano de Capitán Swing. El del dinero es un tema crucial en el cual nos detenemos a pensar muy poco.
Por ejemplo: ¿Por qué en menos de 50 años Occidente ha cambiado 4 veces de sistema monetario?
Si no se entiende esto resulta imposible entender una de las causas profundas de esta crisis que estamos viviendo. Hay cosas que no deben ser del dominio público.
Estamos reinventando la rueda continuamente con cosas muy viejas que suenan a nuevas a una sociedad desmemoriada. Esto es nefasto y creo que es muy de agradecer el esfuerzo. Este agradecimiento se expresa comprando y leyendo.
A ver si a estas alturas vamos a reproducir el Índice o Fahrenheit 451.
Claro que esto no nos lo va a arreglar el sistema. O lo hacemos nosotros o podemos ir olvidándonos. El pasado arroja luz, pero es irrepetible.
Saludos
Ramiro de Maeztu. Un gran patriota -que no nacionalista- y demócrata español, fusilado cruelmente en Paracuellos del Jarama a manos de la democracia republicana. Ésto es, también, Memoria Histórica (con mayúsculas, ésta sí).
Sobra decirlo. Magnífico, como siempre, artículo.
Pues mi abuelo fue acribillado desde un camión camino de Alcantarilla de Lucas. No sé porque una memoria histórica es con mayúsculas y la otra hay que evitarla a toda costa. Recordemos que una fue glorificada durante 40 años, y la otra sepultada o exiliada, según correspondiese.
Unos confunden el revanchismo con la negativa al olvido. Hay que dar valor a todos los recuerdos.
De democracia republicana nada, por bolcheviques mandados por Santiago Carrillo.