Hollande y la falacia de la zapatilla
Se ha aireado mucho en los medios que el Presidente francés, François Hollande, podría haber mantenido una relación con una joven actriz y que, ante la noticia, su compañera sentimental se ha llevado un buen disgusto, hasta el punto de tener que ser ingresada en un hospital.
¿Qué juicio merece esta información, desde un punto de vista jurídico? Pues para mí no ofrecía dudas. Hace años comenté una Sentencia de nuestro Tribunal Supremo sobre un caso similar. Luego mi vida profesional ha tomado otros derroteros, pero creo que no me equivoco si digo que nuestros Jueces y probablemente también los franceses condenarían este tipo de intromisiones. La vida de un ciudadano es un santuario, que solo se puede profanar por razones poderosas, y el caso de los personajes públicos no es una excepción. Ser artista o político no equivale a una renuncia a la privacidad, salvo en la medida en que el sujeto lance, con su propia conducta, el mensaje contrario. Es el caso del famoso que vende las vicisitudes de sus amoríos. O el del político que predica un programa que luego conculca en privado. Verbigracia, el anti-abortista que manda a su hija a Londres a interrumpir su embarazo o el revolucionario que explota a su empleada de hogar. Mas la libertad de información no es una patente de corso para husmear en cualquier aspecto de la vida de los personajes públicos. El interés público no debe confundirse con el interés o la curiosidad, más o menos sana, del público. En particular, en el caso de los gobernantes, solo está justificada la intromisión cuando el asunto que se desvela está relacionado (normalmente choca) con la tarea de gobierno del personaje en cuestión, pues de esta manera se pone de manifiesto que el tipo está engañando al electorado.
Ahora bien… ¿y si el político no ha engañado directamente a sus votantes, sino a su profesor o a su socio o, como Hollande, a su pareja? Pues me ha sorprendido la tesis de este artículo de EL PAÍS, que he leído con mucho interés. Según el autor, también en ese caso puede y debe la prensa denunciar y, lo que es más importante, debe el afectado dimitir, pues no se puede “gobernar así”. La razón sería esta: “quien engaña (…) en lo privado, ¿por qué no va a engañar en otros asuntos más o menos trascendentes?” Debo reconocer que la idea es incisiva. Si Hollande pensaba alegar que su vida sexual no guarda relación con la pública, este argumento parece desarmarle. Viene a significar: usted “es” mentiroso y si miente, lo hará en todas partes, en la cama y en la tribuna. Una vez que alguien encaja en el concepto de “tramposo”, ya no hay vuelta de hoja: esa etiqueta le persigue a todos los efectos.
El tema tiene dos vertientes: la jurídica y la política. En cuanto a lo primero, admito que de facto, hoy en día, en un mundo globalizado, es harto difícil defenderse contra este género de ataques. Para empezar, la agresión puede proceder de un país donde sea legal. Ciertamente, el ordenamiento francés, como el nuestro, no recoge la exceptio veritatis: si la divulgación de un hecho privado es ilegítima, será perseguible, incluso penalmente, aunque el dato sea cierto. Pero en los países anglosajones sí se admite el test de verdad y será difícil que un tribunal francés, por ejemplo, pueda actuar contra un periódico británico. En cualquier caso, a través de Internet es fácil difundir estas informaciones de modo anónimo y con impunidad. Así pues, la de la protección jurídica es una batalla ardua, si no perdida. ¿Pero y la política? ¿Debería Hollande, contrito, renunciar a su cargo de Presidente de la República francesa?
Aquel artículo lo propugna con vehemencia e invoca en su apoyo un libro del colaborador de este Blog, Javier Gomá, Ejemplaridad pública. En este sentido, presenta el caso de algunos grandes líderes (como Churchill, De Gaulle o el propio Felipe González), que reputa ejemplares. También menciona, como era de esperar, el affaire de Clinton con la famosa becaria y apunta que en aquella ocasión lo que repelía al público anglosajón no era tanto (o solo) la inmoralidad de la relación sino el hecho de que el Presidente americano la negara. De nuevo, la mentira.
Pues bien, yo también creo, como Javier Gomá, que los titulares de cargos públicos deben ser ejemplares. Aunque suene elitista decirlo, al pueblo hay que educarlo y como mejor se enseña es con el ejemplo. Ahora bien, cuando se pide ejemplaridad, a lo mejor podemos conformarnos con que el estadista tenga alguna virtud grande, que lo haga imitable. Tampoco hace falta que reúna el surtido completo, que lo lleve al Cielo. No voy a mantener que Hollande obró bien. Si quería cambiar de pareja, podía haber manejado el tempo y las formas con más tino. Al no hacerlo, se la jugado a su chica. Pero eso no significa que sea un traidor a la patria.
Comprendo que el ensanchar el ámbito de los conceptos es tentador. Esto de buscar patrones con los que clasificar la realidad es un rasgo muy humano. Hace poco tiempo leía el magnífico libro de Leonard Mlodinov, The Drunkard’s walk, que nos advierte que el ojo humano tiende a encontrar patterns donde solo hay randomness, sentido en lo que es fruto del azar. Precisamente el autor pone como ejemplo el hecho de que veneramos a muchos personajes públicos cuando lo que les diferencia de otros tantos fracasados desconocidos es solo una pizca de suerte, que les hizo ganar el Match Point de Woody Allen. He dado en pensar que hay una razón darwiniana detrás de esa tendencia: está ahí porque representa una ventaja evolutiva, porque en nuestro devenir como especie nos fue provechosa. Y, en efecto, ayer escuchaba en la radio que nos gustan los automatismos mentales por la sencilla razón de que de esa manera ahorramos energía: al cerebro le resulta menos costoso tirar de rutinas.
Ahora bien, esta afición a los atajos, a los principios mágicos que resuelven antinomias y colman lagunas, a los grandes “sistemas” (que por cierto algo tienen que ver con las religiones y las ideologías), con ser útil, no se debe llevar al extremo. Eso es lo que llamo “la falacia de la zapatilla”. Sabido es que no es oro todo lo que reluce, ni es Cenicienta todo lo que se calza la zapatilla que apareció en las escaleras de palacio, ni deja de serlo quien no se la puede calzar. ¡A lo peor su hermanastra se ha recortado los dedos o igual Cenicienta ha engordado! Precisamente, si queremos madurar como especie, debemos poner los conceptos en cuarentena y no ser sus esclavos cuando aquellos, como tantas cosas que nos ha legado la evolución, son contra-producentes. Habría que dejar de ser Homo Conceptualis y empezar a ser de verdad más Sapiens.
Volviendo al tema, la máxima de “lapidemos (civilmente) al infiel porque nos mentirá a todos” no resiste el stress test de confrontarla con la historia. Por poner un ejemplo, he “googleado” para saber algo de la vida privada de uno de los líderes antes mencionados, Winston Churchill. No le he encontrado renuncios en su rol de marido, pero sí en el de padre. Se dice en esta biografía que descuidó a sus hijos. Y no en vano, de cuatro que tuvo, tres llevaron vidas torcidas: una se suicidó y dos anduvieron enzarzados con el alcohol. De haber trascendido este defecto, los británicos podrían haberse preguntado: “¿cómo va a cuidarnos quien ni siquiera saca adelante a sus propios retoños?” Afortunadamente no lo hicieron. Churchill sería mal padre, pero gobernó bien. En cuanto a Hollande, habrá que juzgarle por su desempeño en economía y política y no por sus correrías nocturnas. Más bien, cuando se pierde el tiempo con esas historias, se esconde el verdadero debate. Hay que estar en guardia contra el peligro de convertir la política en el arte de descubrirle al otro los trapos sucios de su vida íntima, que no vienen a cuento. Si no, nos gobernará el que arme un mejor ejército de espías y cotillas, en lugar del más apto.
Licenciado en Derecho por la Universidad Autónoma de Madrid en 1987. Ha desarrollado toda su carrera profesional como asesor jurídico en empresas públicas y privadas. Aficionado a la escritura, sus artículos jurídicos han sido premiados por la La Ley, el Centro de Estudios Financieros y el Colegio de Abogados de Madrid, quien también premió uno de sus relatos breves. Actualmente escribe en el Blog http://multafacere.blogspot.com/
Como dice el autor, no se puede tener el surtido completo de virtudes. Nadie lo tiene. Nadie es ejemplar en todas y cada una de las cosas que hace, piensa, dice, u omite hacer en su vida. Imposible. No hay personas 100% ejemplares, hay comportamientos ejemplares más exactamente.
Por cierto, Felipe González también engañaba a su mujer mientras estaba casado con Carmen Romero y vivían en la Moncloa. Por ejemplo, con Carmen Martínez Bordiu, por sorprendente que esto pueda resultar. Así lo comentaron hace poco varios periodistas serios en la radio, con general aquiescencia. Pero eso es lo de menos, el GAL, gato blanco o gato negro, que más da si mata ratones… Una frase por la que FG declaro que el fin justifica los medios… Si eso es ejemplar en democracia, es que el pobre Trías anda muy desorientado..,
Como dice el autor, no se puede tener el surtido completo de virtudes. Nadie lo tiene. Nadie es ejemplar en todas y cada una de las cosas que hace, piensa, dice, u omite hacer en su vida. Imposible. No hay personas 100% ejemplares, hay comportamientos ejemplares más exactamente.
Por cierto, Felipe González también engañaba a su mujer mientras estaba casado con Carmen Romero y vivían en la Moncloa. Por ejemplo, con Carmen Martínez Bordiu, por sorprendente que esto pueda resultar. Así lo comentaron hace poco varios periodistas serios en la radio, con general aquiescencia. Pero eso es lo de menos, el GAL, gato blanco o gato negro, que más da si mata ratones… Una frase por la que FG declaro que el fin justifica los medios… Si eso es ejemplar en democracia, es que el pobre Trías anda muy desorientado..,
En algún momento debiera venirse por el foro Javier Gomá y darnos unas lecciones acerca de qué ha sucedido desde la postguerra mundial para que el Poder dejase de tener Valores y Principios . Por inexistentes excepto cuando el propio Poder, con las formalidades debidas, así lo promulga sin necesidad de explicar un sólo “¿por qué?” de fondo.
Pero, bueno, ya que esto va de Hollande, ¿Qué decir? Patético. “Reality” cutre.
Esto de la privacidad me parece un “no brainer” y mucho más en una figura pública con gran poder sobre todas nuestras vidas.
¿No es evidente que es una absoluta necesidad una vida personal ejemplar?.
No hay compartimentos estancos en la vida moral y pretenderlo es promover fariseos al poder. El Sanedrín. Es decir, lo que tenemos.
El argumento de proteger la vida privada de las figuras públicas en el Gobierno es falaz e injusto. Profundamente..
¿A santo de qué tienen ellos un derecho que nosotros no tenemos?
¿Olvidamos que guardan por ley, decreto y reglamento nuestros correos electrónicos y todas nuestras comunicaciones por si les viene bien mirar dentro de nuestra vida?
¿Olvidamos que nos obligan a denunciar y reportar cada céntimo de gasto y de ingreso, donde nuestra palabra vale cero ( ¿lo saben por la suya?) y no tenemos ninguna privacidad en muchísimos aspectos de nuestras vidas sobre los que no podemos tampoco decidir?
¿Qué le queda al motero paquete-cutre allende los Pirineos? Si resulta evidente que en su trayectoria pública se comporta exactamente del mismo modo con electores y votantes.
Y aquí, nos guste o no, sucede lo mismo. Mienten en el gobierno, mienten para llegar a él y lo de menos es si también nos mienten con su vida privada.
Pero no podemos sorprendernos de que también lo hagan porque les importa un pito jurar y prometer. Viene en el manual de campaña: “Que no te pillen”
Un sistema con estos criterios en la cúpula es poco inteligente y no puede durar mucho tiempo, porque, a poco que rasques, ves que todo es mentira y se basa en la apariencia de que no lo sea.
La apariencia, en última instancia, es Bien de Estado. Pero sólo la apariencia.
Coincido con la opinión de Manu Oquendo.
¿Por qué Hollande seguía exhibiendo como primera dama a quien ya no lo era? ¿Por qué Sarkozy sólo exhibió a Carla Bruni cuando ya era Presidente y no antes durante las elecciones? ¿Por qué nuestro Rey mantuvo oculto sus romances? Porque saben que al “pueblo llano” no le gusta.
Si quieren tener tres mujeres o un harén, que lo tengan. Pero que nos lo digan.
Que no nos engañen. Que nos permitan elegir conociendo bien a las personas que nos gobiernan.
En algún momento debiera venirse por el foro Javier Gomá y darnos unas lecciones acerca de qué ha sucedido desde la postguerra mundial para que el Poder dejase de tener Valores y Principios . Por inexistentes excepto cuando el propio Poder, con las formalidades debidas, así lo promulga sin necesidad de explicar un sólo “¿por qué?” de fondo.
Pero, bueno, ya que esto va de Hollande, ¿Qué decir? Patético. “Reality” cutre.
Esto de la privacidad me parece un “no brainer” y mucho más en una figura pública con gran poder sobre todas nuestras vidas.
¿No es evidente que es una absoluta necesidad una vida personal ejemplar?.
No hay compartimentos estancos en la vida moral y pretenderlo es promover fariseos al poder. El Sanedrín. Es decir, lo que tenemos.
El argumento de proteger la vida privada de las figuras públicas en el Gobierno es falaz e injusto. Profundamente..
¿A santo de qué tienen ellos un derecho que nosotros no tenemos?
¿Olvidamos que guardan por ley, decreto y reglamento nuestros correos electrónicos y todas nuestras comunicaciones por si les viene bien mirar dentro de nuestra vida?
¿Olvidamos que nos obligan a denunciar y reportar cada céntimo de gasto y de ingreso, donde nuestra palabra vale cero ( ¿lo saben por la suya?) y no tenemos ninguna privacidad en muchísimos aspectos de nuestras vidas sobre los que no podemos tampoco decidir?
¿Qué le queda al motero paquete-cutre allende los Pirineos? Si resulta evidente que en su trayectoria pública se comporta exactamente del mismo modo con electores y votantes.
Y aquí, nos guste o no, sucede lo mismo. Mienten en el gobierno, mienten para llegar a él y lo de menos es si también nos mienten con su vida privada.
Pero no podemos sorprendernos de que también lo hagan porque les importa un pito jurar y prometer. Viene en el manual de campaña: “Que no te pillen”
Un sistema con estos criterios en la cúpula es poco inteligente y no puede durar mucho tiempo, porque, a poco que rasques, ves que todo es mentira y se basa en la apariencia de que no lo sea.
La apariencia, en última instancia, es Bien de Estado. Pero sólo la apariencia.
Nadie puede arreglar el mundo si previamente no ha arreglado su mundo.
Si Karl Marx condenaba la explotación del hombre por el hombre, pero eso no le impedía tener criada… y dejarla embarazada, pues debe conocerse. Para que todos sepamos de qué y de quién estamos hablando.
El gran poeta izquierdista Pablo Neruda dejó morir a su hijita enferma, de la que pasó totalmente (para quienes no conozcan la historia, busquen en google “Neruda” y “Malva Marina”).
Los líderes comunistas “revolucionarios” cubanos y norcoreanos tienen acceso a la economía dolarizada y disponen de comodidades y tecnología occidental que niegan a sus ciudadanos (perdón, quise decir súbditos).
Quien predica una cosa en lo público pero luego practica lo contrario en lo privado, debe ser valorado por su contradictorio actuar.
Lo bueno de estos tiempos es que, gracias a Internet, cada vez hay menos secretos. Por sus obras (y no por sus palabras) los conoceréis.
Paloma, se te ve el plumero, la falta de ética y de moral no es patrimonio de la izquierda. Los católicos, apostólicos y romanos; sí que tienen moral, como nuestro Rey.
Nadie puede arreglar el mundo si previamente no ha arreglado su mundo.
Si Karl Marx condenaba la explotación del hombre por el hombre, pero eso no le impedía tener criada… y dejarla embarazada, pues debe conocerse. Para que todos sepamos de qué y de quién estamos hablando.
El gran poeta izquierdista Pablo Neruda dejó morir a su hijita enferma, de la que pasó totalmente (para quienes no conozcan la historia, busquen en google “Neruda” y “Malva Marina”).
Los líderes comunistas “revolucionarios” cubanos y norcoreanos tienen acceso a la economía dolarizada y disponen de comodidades y tecnología occidental que niegan a sus ciudadanos (perdón, quise decir súbditos).
Quien predica una cosa en lo público pero luego practica lo contrario en lo privado, debe ser valorado por su contradictorio actuar.
Lo bueno de estos tiempos es que, gracias a Internet, cada vez hay menos secretos. Por sus obras (y no por sus palabras) los conoceréis.
Me pregunto que pasaría si maña se descubriese que el Presidente de EEUU ha tenido alojada a una querida durante varios años en una residencia patrimonio de Estado y a expensas de los contribuyentes.
Y contesto, evidentemente sería obligado a dimitir.
Y me pregunto qué pasa cuando eso ocurre en un régimen monárquico.
Y me pregunto como es posible que a estas alturas la monarquía en España tenga apoyos.
Si se fija, usted está especializando el supuesto. Ya no se trata de tener una “querida” (a), sino de “alojarla en una residencia patrimonio del Estado y a expensas del contribuyente” (b). Lo primero vendría a ser moralmente relativo en el sentido de que realmente no podemos regular las circunstancias de un estado personal privado que únicamente depende de la decisión de sus actores, siempre cuando no influyan directamente en otros ámbitos. Pero B no es relativo porque afecta directamente a esferas que van más allá de lo privado y que no son ni legales ni lícitas (a diferencia de A, que es perfectamente legal, aunque dudosamente lícito). Por eso mismo B es mucho más grave que A, y es lo que realmente nos debería de importar, pero una vez hubiera indicios sobre su efectiva realización. No pensando en que “como ha hecho A, acabará por hacer B”.
Me pregunto que pasaría si maña se descubriese que el Presidente de EEUU ha tenido alojada a una querida durante varios años en una residencia patrimonio de Estado y a expensas de los contribuyentes.
Y contesto, evidentemente sería obligado a dimitir.
Y me pregunto qué pasa cuando eso ocurre en un régimen monárquico.
Y me pregunto como es posible que a estas alturas la monarquía en España tenga apoyos.
Por supuesto, todas las hipocresías son deleznables. Lo que ocurre es que en la izquierda son más cantosas, pues a fin de cuentas la izquierda hace bandera de la solidaridad y la igualdad, y por eso no se entiende que una socialista andaluza tuviera armarios frigorizados para guardar sus abrigos de piel, o que una vicepresidenta socialista no repita modelito cada día de su vida. En general la “gauche caviar” es deleznable.
También indigna Esquerra Republicana de Catalunya, que se dice partido de izquierdas y siempre está humillando a andaluces y extremeños por ser más pobres, no queriendo redistribuir con ellos la mayor riqueza de Cataluña. Si la izquierda no hace bandera de la solidaridad, ¿qué clase de izquierda es ésa? El llamado “nacionalismo de izquierdas” es un canto a la incoherencia, una aberración intelectual y una indecencia ética.
Por supuesto, todas las hipocresías son deleznables. Lo que ocurre es que en la izquierda son más cantosas, pues a fin de cuentas la izquierda hace bandera de la solidaridad y la igualdad, y por eso no se entiende que una socialista andaluza tuviera armarios frigorizados para guardar sus abrigos de piel, o que una vicepresidenta socialista no repita modelito cada día de su vida. En general la “gauche caviar” es deleznable.
También indigna Esquerra Republicana de Catalunya, que se dice partido de izquierdas y siempre está humillando a andaluces y extremeños por ser más pobres, no queriendo redistribuir con ellos la mayor riqueza de Cataluña. Si la izquierda no hace bandera de la solidaridad, ¿qué clase de izquierda es ésa? El llamado “nacionalismo de izquierdas” es un canto a la incoherencia, una aberración intelectual y una indecencia ética.
Contesto a KC sobre los indicios publicados en algunos medios.
Vanitatis recopila diez curiosidades del enclave que sirvió como lugar de descanso para Corinna y su hijo Alexander, fruto de su matrimonio con el príncipe Casimir zu Sayn-Wittgenstein. Datos obtenidos a través del testimonio de varias personas que residen en la zona y fuentes relacionadas directa e indirectamente con Casa Real.
– La vivienda que ha ocupado Corinna durante estos últimos años estaba habitada previamente por el guardia forestal de la zona, que velaba porque se respetase la ley de caza en el lugar, entre otros menesteres.
– Esta casa ha sido utilizada por el Monarca durante los últimos 30 años, sobre todo en los meses de verano.
– Fue restaurada poco antes de la llegada de Corinna y su hijo. Para respetar la intimidad de sus futuribles inquilinos, se instaló un muro para evitar miradas indiscretas. Además, se dotó al recinto de un garaje que conecta directamente con la vivienda.
– El interior de la residencia fue también objeto de remodelación. Mientras que ciertos medios señalan al interiorista Jaime Parladé como responsable del diseño actual de “La Angorrilla”, algunas fuentes aseguran a Vanitatis que fue otro diseñador, que responde a las iniciales J.C.R.G. –decorador de confianza de ilustres personajes como el empresario Alberto Cortina-, el que se encargó de dejar la casa al gusto de Corinna.
– El hijo de Corinna captó el interés de sus convecinos de El Pardo durante su estancia. A pesar de ser menor de edad -actualmente tiene 11 años-, Alexander ha sido visto por los alrededores montado a lomos de un quad.
– El expresidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero utilizaba La Angorrilla como telón de fondo para sus entrenamientos. Conocida era su afición a hacer footing por los jardines del complejo de La Moncloa durante sus siete años de mandato. Cuando sus compromisos se lo permitían o disponía de algo más de tiempo, el exdirigente se desplazaba hasta El Pardo para correr a primera hora de la mañana junto a un grupo de guardaespaldas.
Contesto a KC sobre los indicios publicados en algunos medios.
Vanitatis recopila diez curiosidades del enclave que sirvió como lugar de descanso para Corinna y su hijo Alexander, fruto de su matrimonio con el príncipe Casimir zu Sayn-Wittgenstein. Datos obtenidos a través del testimonio de varias personas que residen en la zona y fuentes relacionadas directa e indirectamente con Casa Real.
– La vivienda que ha ocupado Corinna durante estos últimos años estaba habitada previamente por el guardia forestal de la zona, que velaba porque se respetase la ley de caza en el lugar, entre otros menesteres.
– Esta casa ha sido utilizada por el Monarca durante los últimos 30 años, sobre todo en los meses de verano.
– Fue restaurada poco antes de la llegada de Corinna y su hijo. Para respetar la intimidad de sus futuribles inquilinos, se instaló un muro para evitar miradas indiscretas. Además, se dotó al recinto de un garaje que conecta directamente con la vivienda.
– El interior de la residencia fue también objeto de remodelación. Mientras que ciertos medios señalan al interiorista Jaime Parladé como responsable del diseño actual de “La Angorrilla”, algunas fuentes aseguran a Vanitatis que fue otro diseñador, que responde a las iniciales J.C.R.G. –decorador de confianza de ilustres personajes como el empresario Alberto Cortina-, el que se encargó de dejar la casa al gusto de Corinna.
– El hijo de Corinna captó el interés de sus convecinos de El Pardo durante su estancia. A pesar de ser menor de edad -actualmente tiene 11 años-, Alexander ha sido visto por los alrededores montado a lomos de un quad.
– El expresidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero utilizaba La Angorrilla como telón de fondo para sus entrenamientos. Conocida era su afición a hacer footing por los jardines del complejo de La Moncloa durante sus siete años de mandato. Cuando sus compromisos se lo permitían o disponía de algo más de tiempo, el exdirigente se desplazaba hasta El Pardo para correr a primera hora de la mañana junto a un grupo de guardaespaldas.
En mi opinión, Javier Serra viene a poner el dedo en la llaga sobre el problema de la responsabilidad política y la ejemplaridad pública. Y creo que sería conveniente no confundirlas, la ejemplaridad es un imperativo ético de todo ciudadano que debe ser consciente que su actuación constituye modelo positivo o negativo para los demás. No obstante traslucir que toda actuación no ejemplar de un gobernante en cualquier ámbito de su vida conlleva la necesidad de su dimisión pues esto, como usando el dicho que ha hecho fortuna de la alcaldesa madrileña, es mezclar peras con manzanas. Creo que puede afirmarse con rotundidad que si todo aquel que ha mentido alguna vez no puede ejercer la política, no podríamos encontrar a nadie para representarnos. En este caso el camino de lo público quedaría abierto exclusivamente al “que arme un mejor ejército de espías y cotillas, en lugar del más apto”.
Ya Platón aspiraba a que nos gobernara un rey sabio amante de la verdad, pero en tanto llegara ese árcade virtuoso se conformaba con gobernantes inteligentes y racionales. Nuestro remoto paisano Averroes se aventuró a poner deberes a los aspirantes a rey-sabio exigiendo “que se incline naturalmente al estudio de las ciencias teóricas… que tenga buena memoria y no sea descuidado… que ame la búsqueda del saber… de la verdad… que esté libre de apetitos sensuales… que no apetezca el dinero… que tenga amplitud de ideas… que sea valeroso… que esté dispuesto a desarrollar la inclinación tanto hacia el bien y la belleza como a la justicia y las restantes virtudes… que sea elocuente… (de) buen estado y perfeccionamiento físico… (y que) además su ley religiosa particular no puede estar distanciada de las leyes humanas naturales” No obstante, creo que es suficiente, como dice Adela Cortina, con un camino intermedio que permita la regeneración moral de la sociedad democrática desde el compromiso personal de tratar de ser un buen profesional y un buen ciudadano, sin olvidar que “las élites políticas, económicas y mediáticas tienen mayor poder y, por tanto, mayor responsabilidad”.
Se ha citado para defender la necesidad de la plena rectitud del hombre público en su moral pública y privada a Javier Gomá, pero como decía Unamuno, yo les voy a hablar de mi Quijote, no del que han leído Vds., ni siquiera del que escribió Cervantes, así pues no interpreto de esta manera la filosofía autodenominada ingenua por mi admirado filósofo. En mi opinión, la conciencia de ser ejemplares para los demás nos debe de llevar a saber que nuestras acciones buenas o malas, que de todas tendremos, van a tener una influencia externa y que no sólo van a suponer un problema personal. En el terreno de los representantes públicos esto no supone la exigencia de seres superejemplares sin tacha alguna (este análisis no lo superaría el repaso de la vida de los hombres más santos), sino simplemente que en su actuación pública y privada los gobernantes sean conscientes del carácter de ejemplo que suponen y tomen las decisiones tratando de equivocarse lo menos posible. En todo caso, como viene diciendo el Papa Francisco, cualquiera que sea el político que elijamos terminará siendo un pecador más, porque el ser humano siempre es imperfecto. A efectos de la responsabilidad política no hay que buscar su ejemplaridad, sino hacer balance de sus aciertos y errores en el ejercicio de la actividad pública, que ya se encargarán sus allegados, como en el caso de Hollande, de dictar la pertinente carta de despido en su vida personal si llega el caso como parece ser que ha ocurrido.
En mi opinión, Javier Serra viene a poner el dedo en la llaga sobre el problema de la responsabilidad política y la ejemplaridad pública. Y creo que sería conveniente no confundirlas, la ejemplaridad es un imperativo ético de todo ciudadano que debe ser consciente que su actuación constituye modelo positivo o negativo para los demás. No obstante traslucir que toda actuación no ejemplar de un gobernante en cualquier ámbito de su vida conlleva la necesidad de su dimisión pues esto, como usando el dicho que ha hecho fortuna de la alcaldesa madrileña, es mezclar peras con manzanas. Creo que puede afirmarse con rotundidad que si todo aquel que ha mentido alguna vez no puede ejercer la política, no podríamos encontrar a nadie para representarnos. En este caso el camino de lo público quedaría abierto exclusivamente al “que arme un mejor ejército de espías y cotillas, en lugar del más apto”.
Ya Platón aspiraba a que nos gobernara un rey sabio amante de la verdad, pero en tanto llegara ese árcade virtuoso se conformaba con gobernantes inteligentes y racionales. Nuestro remoto paisano Averroes se aventuró a poner deberes a los aspirantes a rey-sabio exigiendo “que se incline naturalmente al estudio de las ciencias teóricas… que tenga buena memoria y no sea descuidado… que ame la búsqueda del saber… de la verdad… que esté libre de apetitos sensuales… que no apetezca el dinero… que tenga amplitud de ideas… que sea valeroso… que esté dispuesto a desarrollar la inclinación tanto hacia el bien y la belleza como a la justicia y las restantes virtudes… que sea elocuente… (de) buen estado y perfeccionamiento físico… (y que) además su ley religiosa particular no puede estar distanciada de las leyes humanas naturales” No obstante, creo que es suficiente, como dice Adela Cortina, con un camino intermedio que permita la regeneración moral de la sociedad democrática desde el compromiso personal de tratar de ser un buen profesional y un buen ciudadano, sin olvidar que “las élites políticas, económicas y mediáticas tienen mayor poder y, por tanto, mayor responsabilidad”.
Se ha citado para defender la necesidad de la plena rectitud del hombre público en su moral pública y privada a Javier Gomá, pero como decía Unamuno, yo les voy a hablar de mi Quijote, no del que han leído Vds., ni siquiera del que escribió Cervantes, así pues no interpreto de esta manera la filosofía autodenominada ingenua por mi admirado filósofo. En mi opinión, la conciencia de ser ejemplares para los demás nos debe de llevar a saber que nuestras acciones buenas o malas, que de todas tendremos, van a tener una influencia externa y que no sólo van a suponer un problema personal. En el terreno de los representantes públicos esto no supone la exigencia de seres superejemplares sin tacha alguna (este análisis no lo superaría el repaso de la vida de los hombres más santos), sino simplemente que en su actuación pública y privada los gobernantes sean conscientes del carácter de ejemplo que suponen y tomen las decisiones tratando de equivocarse lo menos posible. En todo caso, como viene diciendo el Papa Francisco, cualquiera que sea el político que elijamos terminará siendo un pecador más, porque el ser humano siempre es imperfecto. A efectos de la responsabilidad política no hay que buscar su ejemplaridad, sino hacer balance de sus aciertos y errores en el ejercicio de la actividad pública, que ya se encargarán sus allegados, como en el caso de Hollande, de dictar la pertinente carta de despido en su vida personal si llega el caso como parece ser que ha ocurrido.