Reproducción del post de Elisa de la Nuez en Voz Pópuli: De debates, argumentarios, desconfianza y control ciudadano
El otro día participé en TVE en un debate sobre la corrupción con dos representantes de los partidos políticos todavía mayoritarios, en concreto uno del PP y otro del PSOE, junto con otras personas que sí hablaban en nombre propio. Con esto lo que quiero decir es que los representantes de los grandes partidos (da igual sus nombres, porque eran intercambiables con cualquier otro representante del PP o del PSOE dado que hubieran dicho exactamente lo mismo) acudían con un “argumentario” previo que había que colocar sí o sí y con independencia de lo que allí se escuchase. Parece que esta es también la manera de funcionar en el Congreso de los Diputados, donde ningún grupo parlamentario o diputado cambia jamás de opinión (al menos dentro de la Cámara) a consecuencia de lo que allí se dice. Si acaso se alcanzan acuerdos siempre se hacen en los pasillos, fuera del hemiciclo y sobre todo sin luz y taquígrafos.
En todo caso hay que reconocer –al menos desde el punto de vista de un profano- que para un debate sobre el tema que sea esto de los argumentarios de los políticos da poco juego. En el fondo, ellos saben que no se trata de convencer a nadie, que todo es un teatrillo donde lo importante es quedar bien con la cúpula del partido que te ha enviado al programa o al hemiciclo. De no meter la mata, vamos, no vaya a ser que no repitas en las listas. Para eso lo más seguro es ceñirse al argumentario. Que al respetable –es decir, a la sufrida ciudadanía- le parezca un espectáculo lamentable hasta el punto de abuchear a los actores es lo de menos.
Claro que el problema es que actualmente el público se ha vuelto mucho más exigente; hasta le ha dado por pensar –nada más y nada menos- que los argumentos de los políticos le tienen que convencer a él, con independencia de lo que digan “los arriolas” de turno. Lo nunca visto vamos. Así que ya no se toleran ciertos argumentos (esos “y tú más” tan socorridos siempre) ni tampoco esos escaqueos tan convenientes frente a las preguntas incómodas (“ya he dicho todo lo que tenía que decir”, “me remito a mis declaraciones anteriores” “eso no toca”). Las defensas en clave victimista (“quien me ataca a mí ataca a… póngase aquí la Comunidad Autónoma que toque) resultan insoportables. Para rematar, la gente empieza a exigir datos objetivos, de forma que ya no vale hablar de oídas o por aproximación. Hasta los periodistas menos cortesanos se han ido animando y ya parecen periodistas de verdad. Toda una revolución para la que claramente la clase política, no solo la actual sino la emergente, no está nada bien preparada. Como botón de muestra, véase la reciente reacción de Pablo Iglesias frente a los primeros tropiezos en los medios de su novísimo partido o la torpeza con que se ha manejado la comunicación de la ruptura de la negociación de Ciutadans y UPYD por ambos partidos.
El que la desconfianza y el escepticismo frente a los mensajes “enlatados” de la clase política vaya en aumento frente a lo que pudiera parecer en un principio es una buena señal. La ciudadanía de una democracia avanzada debe desconfiar de sus políticos, porque esa desconfianza es lo que la mantiene alerta y vigilante frente a sus posibles excesos o corruptelas. Frente a lo que les gusta decir, los políticos no gozan de ninguna presunción de inocencia en cuanto a su actividad política; eso se queda para los delitos y los procedimientos penales que puedan cometer, donde tienen la misma que cualquier otro ciudadano. En política lo sano es precisamente lo contrario. Hay que ser desconfiando y hay que ser exigente.
Por tanto conviene rebelarse frente al tipo de declaraciones del tipo “la mayoría de los políticos somos honestos”, “son solo unas pocas manzanas podridas” o “los ciudadanos pueden confiar en nosotros” porque precisamente para que sea así es muy importante no creerlo. De ahí que no sean admisibles declaraciones como las del Presidente del Congreso Jesús Posadas que justifican, por ejemplo, que no haya transparencia ni control de los viajes de sus Señorías –después del escándalo Monago- alegando que los diputados son mayores de edad, que saben lo que deben hacer y que el mejor control es el que pueden realizar los propios grupos parlamentarios a los que pertenecen. En resumen que hay que darles un voto de confianza. Pues de eso nada. O la transparencia es total y los controles son objetivos y externos (en último término pueden ser comisiones “ad hoc” no formadas por políticos las que pueden validar este tipo de gastos como sucede en otros países) o no podemos hablar de verdaderos controles.
De la misma forma las explicaciones a la opinión pública de cualquier decisión importante, aunque no se refiera al último escándalo tienen que ser analizadas con lupa, nada de justificaciones “prefabricadas”. Y hay que estar muy atento para exigir responsabilidades políticas no ya por los casos de corrupción, nepotismo, despilfarro, etc, etc –estén o no judicializados, porque algunos no lo estarán nunca- sino por cualquier tipo de acuerdo con trascendencia si al final se demuestra que fue un error. Por ejemplo, en caso de que la decisión de no llegar a un pacto entre ciertos partidos tenga un coste electoral elevado para uno de los dos, o para ambos, lo razonable es exigir que los que han tomado esta decisión asuman sus responsabilidades políticas, aunque la hayan adoptado con toda la buena voluntad del mundo. Porque de los errores, en política como en la vida, también hay que responder.
Dicho esto, y dado el actual bloqueo de nuestro sistema político, tanto en términos electorales como en términos de falta de democracia interna y control cupulocrático (que afecta tanto a los viejos partidos como a los nuevos, no nos engañemos) le toca a la ciudadanía ejercitar esta vigilancia y presionar todo lo que pueda en esta dirección. El primer paso ya lo hemos dado: no se admiten más argumentarios, el que tenga que dar explicaciones de cualquier tipo lo mejor que puede hacer es dejarlos en casa, aún a riesgo de incurrir en las iras de la cúpula, porque si no incurrirá en las iras de la ciudadanía. Y es que la mejor política de comunicación consiste en creer en lo que se cuenta.
La creciente politización de la sociedad española, su mayor conciencia del respeto –intelectual y moral- que se debe a la ciudadanía en una democracia y su creciente desconfianza frente a los mensajes enlatados y prefabricados me parecen una excelente señal de salud y madurez democrática en un momento en que para la regeneración de nuestro país es imprescindible. Tan imprescindible como despolitizar la Administración Pública y las instituciones. Y es que como recordaba el juez del Tribunal Supremo americano Louis Brandeis en democracia el cargo más importante es el de ciudadano.
Elisa de la Nuez Sánchez-Cascado es licenciada en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid (1980-1985). Accedió al Cuerpo de Abogados del Estado en el año 1988
En la Administración pública ha ostentando cargos tales como Abogado del Estado-Jefe de la Secretaría de Estado de Hacienda; Subdirectora General de Asuntos Consultivos y Contenciosos del Servicio Jurídico de la Agencia Estatal de Administración Tributaria; Abogada del Estado-Secretaria del Tribunal Económico-Administrativo Regional de Madrid; Abogada del Estado-Jefe Servicio Jurídico de la Rioja; Letrada en la Dirección General Registros y Notariado; Abogada del Estado ante el TSJ de Madrid; Abogada del Estado en la Dirección General del Servicio Jurídico del Estado del Ministerio de Justicia
En la actualidad compatibiliza su trabajo en los Juzgados de lo contencioso-administrativo de la Audiencia Nacional con otras labores profesionales.
En el sector público, ha ostentado muchos años el puesto de Secretaria General de una entidad pública empresarial.
En su dedicación al sector privado es socia fundadora de la empresa de consultoría Iclaves y responsable del área jurídica de esta empresa.
Destaca también su experiencia como Secretaria del Consejo de administración de varias empresas privadas y públicas, Secretaria del Consejo de Eurochina Investment,
de la de la SCR Invergestión de Situaciones Especiales, y de la SCR Renovalia de Energía; ha sido también Consejera de la sociedad estatal Seyasa y Secretaria de la Comisión de Auditoria Interna; Secretaria del Consejo de la sociedad estatal SAECA.
En el área docente ha colaborado en centro como ICADE; la Universidad Complutense de Madrid; la Universidad San Pablo-CEU o el Instituto de Estudios Fiscales. Ha publicado numerosas colaboraciones en revistas especializadas, de pensamiento y artículos periodísticos.
Es coeditora del blog ¿Hay derecho? y del libro del mismo nombre editado por Península junto con otros coautores bajo el pseudónimo colectivo “Sansón Carrasco” y Secretaria General de la Fundación ¿Hay Derecho?
Buena apreciación. Creo que ese proceso se debe a varias cosas. Por un lado ya no se habla tanto de “los míos” o “los otros”, en ese sentido creo que se están dando pasos en la dirección de reducir el frentismo. En ese contexto lo del “y tú más” resulta particularmente bochornoso. Por otro lado, los problemas que se han agravado con la crisis han llevado a los españoles a pensar más. Las ideologías, que tienen soluciones para todo, se ven de manera crítica. Las ideologías pueden ayudar a tomar decisiones de por quién tomar partido rápidamente, sin necesidad de pensar. Si subsisten aún tiene que ser porque disminuyen los costes de la reflexión y porque algunas veces aciertan. Pero yo creo que en una sociedad con mayor acceso a la cultura se debe dedicar más tiempo a pensar, y eso inevitablemente reducirá mucho el espacio de las ideologías. La consecuencia: un ciudadano más independiente al que hay que convencer.
Un cordial saludo.
Totalmente de acuerdo, pero si no se cambia la ley electoral, el cabreo y la conciencia ciudadana de nada sirven. Urge listas abiertas, donde de veras los ciudadanos elijan a los ke ellos consideran mejores
Cito: “Con esto lo que quiero decir es que los representantes de los grandes partidos (da igual sus nombres, porque eran intercambiables con cualquier otro representante del PP o del PSOE dado que hubieran dicho exactamente lo mismo) acudían con un “argumentario” previo que había que colocar sí o sí y con independencia de lo que allí se escuchase. Parece que esta es también la manera de funcionar en el Congreso de los Diputados, donde ningún grupo parlamentario o diputado cambia jamás de opinión (al menos dentro de la Cámara) a consecuencia de lo que allí se dice. Si acaso se alcanzan acuerdos siempre se hacen en los pasillos, fuera del hemiciclo y sobre todo sin luz y taquígrafos”.
Y, sin embargo, los “partidos transigidos”, en especial -pero no sólo- el complejo del bipartido PP$OE, PARECE estar compuesto por sujetos políticos diferenciados.
Las trifulcas iterpartidarias, en suma, se regodean en la nada de la intrascendencia, e invierten conjuntamente en “Control Social”.
Por eso lo importante no sucede en el hemiciclo. Por ello lo quenos debería preocupar se silencia entre bastidores.
Porque el mensaje único ha de ser común, para que prenda en nosotros, el pueblo: No hay alternativa.
Pero cada vez es más claro que la hay. Y la deseamos. Por ello, la construiremos con el deseo, en un proceso afianzado por la Metafísica de Kant.
Pero esa construcción de la realidad anclada en lo que está “más allá de la física”, se quedará en placebo si seguimos buscando en “el otro” lo que está en uno mismo.
Siempre encarnando los males en “el otro”. Siempre viéndonos por medio del Ego,nunca del sueño. Pero soñamos.
Ahora vamos a por la Reforma Constitucional. Abrimos la caja de los deseos, e iniciamos un viaje trascendente, cuyo rumbo se seguirá trazando desde bastidores.
Sin haber logrado extraer lo bueno que hay -y mucho- en la vigente Constitución, vamos a quemar la nave, antes incluso de alcanzar la isla.
Porque con la Constitución del 78′ podemos todavía construir la nueva y soñada realidad desde la legitimidad. Pero la cuestión “nacionalista”, de nuevo en este siglo XXI, se ha adueñado de los deseos de cambio. Nos quedamos siempre en lo accesorio. Lo trascendente se cuece en la sombra.
Estimada Elisa: Ví el programa y, efectivamente, cada actor parecía tener preparado su papel o su “argumentario” que era lo que había que destacar. Por eso los demás invitados hacen un poco ingenuamente de teloneros. Es el formato de los debates actuales donde una parte tiene preeminencia y los demás están para justificar lo “equilibrado” del programa. Hace poco ocurrió con el conflicto en Oriente Próximo donde la opinión que se imponía era la de la alianza militar contra el llamado “Estado Islámico”. La dos únicas voces que hablaban con conocimiento y experiencia en el tema, fueron laminadas por el resto de los que repetían “argumentarios” políticamente correctos. Es lo que está ocurriendo con “Podemos” se les da focos para intentar atacarles por todos los medios. Me parece que el mero hecho de haber sacudido la anomia política de los españoles y exponerse a recibir las bofetadas mientras los demás siguen cómodamente esperando lo que vaya a pasar, debería ser motivo de respeto en lugar de ser objeto de ataques mediáticos. Pero los medios también son “sistema” y muy pocos actúan con la objetividad o imparcialidad requeridas. Una cosa es informar y buscar la verdad y otra es tomar partido según mis preferencias o, peor aún, mis intereses.
Sugiero que hagan Uds. zapping de radios, periódicos y TVs. Anoten antes qué creen que dirán sobre un tema de debate en un medio determinado y luego vean si les sorprende lo que dicen.
Estoy a favor de esto: Y es que como recordaba el juez del Tribunal Supremo americano Louis Brandeis en democracia el cargo más importante es el de ciudadano.”, aunque me he mirado en el espejo veo que tengo una enorme viga ciudadana en el ojo (por defecto).
Creo que no comparto esto otro: Hasta los periodistas menos cortesanos se han ido animando y ya parecen periodistas de verdad” por lo que digo antes. Aquí, tal vez siempre y en todas partes, la gente nos hacemos ideas preconcebidas en vez de trabajar sobre datos objetivos, y el resto es demostrar esa realidad “virtual” o “aumentada” (o disminuida y filtrada) de la que nos convence nuestro cerebro. Basta leer a Kahneman para darse cuenta de que entre los hechos y la percepción hay un mundo. Supongo que para ser ciudadano no se hace, sino que se necesita educación, durante siglos. Lo cual, a la postre, es otra manera de inocular virus, pero al menos útiles. He visto a unas personas mayores protestar frente a la sede de un partido por un tema de inversiones en tangibles. Les admiré como ciudadanos por ejercer sus derechos pacíficamente. Lo que ocurre es que los tribunales, me temo, no les dan razón.
Sugiero que hagan Uds. zapping de radios, periódicos y TVs. Anoten antes qué creen que dirán sobre un tema de debate en un medio determinado y luego vean si les sorprende lo que dicen.
Estoy a favor de esto: Y es que como recordaba el juez del Tribunal Supremo americano Louis Brandeis en democracia el cargo más importante es el de ciudadano.”, aunque me he mirado en el espejo veo que tengo una enorme viga ciudadana en el ojo (por defecto).
Creo que no comparto esto otro: Hasta los periodistas menos cortesanos se han ido animando y ya parecen periodistas de verdad” por lo que digo antes. Aquí, tal vez siempre y en todas partes, la gente nos hacemos ideas preconcebidas en vez de trabajar sobre datos objetivos, y el resto es demostrar esa realidad “virtual” o “aumentada” (o disminuida y filtrada) de la que nos convence nuestro cerebro. Basta leer a Kahneman para darse cuenta de que entre los hechos y la percepción hay un mundo. Supongo que para ser ciudadano no se hace, sino que se necesita educación, durante siglos. Lo cual, a la postre, es otra manera de inocular virus, pero al menos útiles. He visto a unas personas mayores protestar frente a la sede de un partido por un tema de inversiones en tangibles. Les admiré como ciudadanos por ejercer sus derechos pacíficamente. Lo que ocurre es que los tribunales, me temo, no les dan razón.