Regeneración municipal. El artículo publicado por nuestro colaborador, Segismundo Álvarez Royo-Villanova en El País.

Hay que cambiar las piezas del sistema que han favorecido el despilfarro y la corrupción.

De los casos de corrupción que casi a diario van apareciendo en las noticias, es llamativa la frecuencia con la que afectan a escala municipal, cosa que destaca el informe anticorrupción de la Unión Europea de 2014. Sin embargo, a pesar del escándalo que esto produce y de la cercanía de las elecciones municipales, no parece que nadie esté analizando las causas del problema. Pensar que la solución es que los tribunales vayan resolviendo los casos, o que las listas estén libres de imputados, es como querer acabar con la mítica hidra cortando sus mil cabezas: cambiarán las caras, pero seguirán saliéndole cada vez más cabezas al monstruo, que ya ha demostrado su capacidad de adaptación al medio tras la crisis inmobiliaria, pasando de alimentarse del urbanismo a asolar las subvenciones y la contratación pública.

Si de verdad queremos llegar al corazón del problema, tendremos que modificar los elementos del sistema que han favorecido el despilfarro y la corrupción. El citado informe de la UE habla de falta de mecanismos de control en el nivel local, pero lo que no dice es que estos mecanismos se han ido desarticulando. Como relata Muñoz Molina en Todo lo que era sólido, cuando llegó la democracia todos los partidos políticos consideraron que el control por parte de los funcionarios era un obstáculo para la realización de la voluntad popular, que ellos representaban. Particularmente molestos eran los secretarios e interventores de Ayuntamiento, funcionarios por oposición a escala nacional que tenían encargado el control de la legalidad jurídica y económica de los municipios. Por ello se fueron modificando las leyes para limitar sus competencias, reduciendo los casos en que era necesario su informe y sustrayéndoles todas las funciones de gestión, que se fueron concentrando en el alcalde.

Al mismo tiempo, se trató de menoscabar su independencia, permitiendo en determinados casos su nombramiento directo y no por concurso. Como siempre es bueno tener el palo y la zanahoria, se atribuyó a los Ayuntamientos tanto la capacidad de fijar sus retribuciones como la competencia para sancionarles (solo recientemente esto último ha sido parcialmente corregido). También se ha recurrido a vías de hecho, como no convocar plazas para poder nombrar para el cargo a un funcionario municipal afín, abusar del nombramiento de personal eventual de confianza o incluso presionar a los funcionarios. La mayoría de los expedientes iniciados contra secretarios e interventores son por emitir informes en materias que no eran de su competencia, es decir, por intentar hacer su trabajo. Eso sí, cuando al final algo sale mal —y a la luz—, el político apunta siempre al funcionario.

Así las cosas, no nos debería extrañar que muchos alcaldes, convertidos en pequeños presidentes, rodeados solo de leales que dependen de él, sin controles previos internos ni supervisión supramunicipal efectiva, acometan obras y proyectos innecesarios o absurdos, o desarrollen prácticas corruptas, abusando de unas desproporcionadas competencias urbanísticas o infringiendo la letra o el espíritu de la legislación sobre contratos públicos. Cambiar el sistema no es imposible. La fundación ¿Hay derecho? y el Colegio Profesional de Secretarios e Interventores (Cosital), partiendo de la experiencia y de las recomendaciones de organismos internacionales, proponen una modificación de las reglas del juego. Las medidas presentadas persiguen devolver a estos funcionarios su independencia y sus competencias, y a que tengan apoyo —y supervisión— desde un nivel superior al municipal. También reducen la discrecionalidad y aumentan la transparencia en los procesos de contratación pública, y proponen facilitar la denuncia de actuaciones sospechosas y proteger a los denunciantes.

El cambio es necesario, y puede que ahora sea incluso posible, pues la sociedad española ha reducido su tolerancia con la corrupción, y los tribunales y la policía parecen ser ahora más capaces de desentrañar y juzgar las tramas corruptas. Quizás ahora los políticos comprendan que un control profesional e independiente no es solo una garantía para el interés común, sino para su propia seguridad, y que la transparencia no es una amenaza, sino una oportunidad para demostrar que no tienen nada que ocultar. Al final nos corresponderá a cada uno de nosotros estar atentos, utilizar nuestros derechos de información, y ejercer nuestro derecho de voto en estas elecciones municipales, teniendo en cuenta lo que cada partido dice y hace en relación con la corrupción.

2 comentarios
  1. O,Farrill
    O,Farrill Dice:

    Todo el diagnóstico es correcto. El problema es que quien tiene la sartén por el mango son los legisladores y desde allí operan sobre todo: desde los órganos de control (perfectamente descritos por el autor en su dependencia de quien los nombra) hasta el último "empleado público" (ya no se puede hablar de funcionarios) al que se dan atribuciones totalmente irregulares. Yo he visto resoluciones administrativas formadas por un contratado laboral y NADIE ha dicho ni pío. Lo comentábamos en el último encuentro convocado por "Hay Derecho": se indica incluso quien es el "interventor" menos exigente. Por eso hay que diseñar y construir la alternativa política desde un cambio profundo de diseño: constitucional, estructural, organizativo y de auténtica independencia de controles. El reajuste del sistema autonómico (si es que permanece) debe ser total; el "carajal" legislativo debe ser revisado para dejar sólo lo más elemental con riguroso respeto a la jerarquía normativa; las excrecencias administrativas deben eliminarse o reinstitucionalizarse; la figura del "funcionario" debe potenciarse (los contratos laborales fueron la trampa socialista en connivencia con los sindicatos para crear dependencias laborales y retributivas); la carrera administrativa por antigüedad o preparación debe sustituir a la "confianza política o personal"; las contrataciones públicas no deben admitir "reformados" caprichosos….etc.etc. Todos sabemos lo que hay que hacer pero…¡GRAN ERROR! todos "pedimos" que lo hagan los demás. No estamos dispuestos a asumir esa responsabilidad.

    • SEGISMUNDO ALVAREZ
      SEGISMUNDO ALVAREZ Dice:

      Gracias por el comentario. Por supuesto el diagnóstico no basta. Ni siquiera bastan las reformas legislativas que proponemos. Tendría que cambiar también el sistema de partidos (mayor democracia interna), electoral (mayor representatividad), e incluso tendríamos que cambiar cada uno de nosotros, siendo más cívicos, lo que incluye, desde luego asumir más responsabilidad.
      Pero al mismo tiempo es importante que se vaya creando un acuerdo sobre cual es el problema y se vayan estudiando soluciones de manera seria. Creo que este blog ha servido para eso en muchos temas, y que siendo solo un primer paso, es muy importante.
      A lo mejor simplemente es que yo tengo esa ingenuidad que Javier Gomá pedía para él ayer en su artículo al acercarse a la cincuentena…

  2. O,Farrill
    O,Farrill Dice:

    Todo el diagnóstico es correcto. El problema es que quien tiene la sartén por el mango son los legisladores y desde allí operan sobre todo: desde los órganos de control (perfectamente descritos por el autor en su dependencia de quien los nombra) hasta el último "empleado público" (ya no se puede hablar de funcionarios) al que se dan atribuciones totalmente irregulares. Yo he visto resoluciones administrativas formadas por un contratado laboral y NADIE ha dicho ni pío. Lo comentábamos en el último encuentro convocado por "Hay Derecho": se indica incluso quien es el "interventor" menos exigente. Por eso hay que diseñar y construir la alternativa política desde un cambio profundo de diseño: constitucional, estructural, organizativo y de auténtica independencia de controles. El reajuste del sistema autonómico (si es que permanece) debe ser total; el "carajal" legislativo debe ser revisado para dejar sólo lo más elemental con riguroso respeto a la jerarquía normativa; las excrecencias administrativas deben eliminarse o reinstitucionalizarse; la figura del "funcionario" debe potenciarse (los contratos laborales fueron la trampa socialista en connivencia con los sindicatos para crear dependencias laborales y retributivas); la carrera administrativa por antigüedad o preparación debe sustituir a la "confianza política o personal"; las contrataciones públicas no deben admitir "reformados" caprichosos….etc.etc. Todos sabemos lo que hay que hacer pero…¡GRAN ERROR! todos "pedimos" que lo hagan los demás. No estamos dispuestos a asumir esa responsabilidad.

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