Las nuevas reglas de juego: Reproducción de la tribuna en El Mundo de nuestra coeditora Elisa de la Nuez

Mañana concluirá formalmente lo que ya ha terminado en la calle, es decir, el ciclo político iniciado con la Transición y la Constitución de 1978. Más allá del resultado que alcancen los diferentes partidos el día 20-D, parece claro que el bipartidismo, tal y como lo hemos conocido, va a desaparecer y no me refiero tanto a los partidos políticos en los que se ha encarnado estas últimas décadas (PP y PSOE) sino a las reglas de juego que rigen todavía la política en nuestro país. Es normal que –como refleja la última encuesta electoral del CIS- un sector de la población  sienta un poco de vértigo y prefiera permanecer fiel a lo ya conocido. Se trata básicamente de las generaciones más mayores, que ya vivieron el tránsito del franquismo a la democracia y que ahora no quieren sobresaltos. En cambio, las nuevas generaciones de lo que parecen tener miedo es de que todo siga igual y están dispuestas a “arriesgarse” apostando no solo por nuevos jugadores políticos sino también por nuevas reglas de juego que nos traigan una democracia de mayor calidad. La brecha electoral generacional es muy clara y responde a la diferente perspectiva vital aunque, por supuesto, siempre hay excepciones.

Porque las reglas políticas que tenemos hoy corresponden a una democracia de baja calidad. Son las que han permitido mantener a la ciudadanía en la ignorancia de asuntos tan trascendentales para la buena marcha de un país como las andanzas empresariales (y de otro tipo) del anterior Jefe del Estado, las que han tolerado la financiación irregular de los partidos a cambio de adjudicaciones y de favores públicos,  las que han incentivado la utilización de los recursos públicos para crear -o más bien mantener- redes clientelares de corte caciquil heredadas del pasado.  Son también las que han fomentado la confusión interesada en el ámbito empresarial entre la esfera pública y la privada (el denominado capitalismo de amiguetes) normalmente en perjuicio del contribuyente o del pequeño accionista o inversor. Son  las reglas que han favorecido el nombramiento para las más altas responsabilidades públicas de personas cuyo principal mérito son las buenas relaciones con el poder político.

Estas mismas reglas han dado lugar a la aparición de un sistema castizo de “spoils system” –pese a la teórica profesionalización e imparcialidad de la función pública- con Administraciones públicas paralelas en forma de agencias, fundaciones, entes públicos,  etc, etc, en el que cada cambio de gobierno trae consigo el cambio en miles de puestos de confianza, incluidas las gerencias de los hospitales, por poner un ejemplo. Incluso cuando hablamos de la función pública en sentido estricto la utilización desmedida y arbitraria del sistema de libre designación (el famoso dedazo) ha desnaturalizado el sistema, de manera que con demasiada frecuencia son los funcionarios mejor conectados y no los más capaces o más expertos los que alcanzan los codiciados niveles superiores de la Administración.

Son estas reglas de la vieja política las que han socavado la independencia del Poder Judicial politizando el órgano de gobierno de los jueces, que si bien no dicta sentencias directamente sí designa a los titulares de los órganos más importantes del Poder Judicial que lo hacen. En definitiva, son las reglas con las que se ha gestionado una crisis económica gravísima, lo que ha supuesto la muy desigual imposición de sacrificios  a la sociedad española, de manera que han sufrido mucho más los más débiles o/y a los menos organizados que los más poderosos o los mejor conectados con la clase política, incluso en el caso de los responsables directos del desastre. Es paradigmático lo que ha sucedido con los directivos-políticos de las Cajas de Ahorro, pues todavía estamos esperando que se haga justicia, en el sentido estrictamente  judicial.

El hecho de utilizar el pretérito para referirnos a estas reglas no significa que vayan a cambiar mañana, pero creo sinceramente que se van a cuestionar por la clase política que surja de las elecciones del 20 D. Efectivamente si juzgamos por las declaraciones y los programas electorales de los dos partidos emergentes -e incluso del PSOE en la medida en que ha acometido una renovación que está todavía pendiente en el PP- parece que está asumido el diagnóstico de que hay que mejorar la calidad de la democracia española. En ese sentido, es importante tener claro que no se trata sólo de cambiar equipos o alineaciones (que también) sino de cambiar de juego. Hay que superar una democracia de baja calidad donde todo o casi todo vale para alcanzar o mantener el poder y avanzar hacia una democracia avanzada, caracterizada por la transparencia, las instituciones sólidas y neutrales, la rendición de cuentas y la participación ciudadana. Queremos ser Dinamarca, por usar un símil de moda, y la elección del modelo habla mucho, y bien, de las aspiraciones de muchos españoles. Sin duda es un reto, pero mucho mayor era en 1978 el reto de llegar a ser un país más de la Unión Europea y se consiguió en menos de una década. Es cuestión de voluntad política pero sobre todo es cuestión de madurez de la sociedad española ya que -parafraseando a Burke- ningún sistema político puede extraer de un cuerpo social lo que no existe previamente.

En ese sentido, los partidos emergentes tienen que ser muy cuidadosos con las expectativas que han despertado. Han conseguido recuperar para la democracia parlamentaria a gente, especialmente los más jóvenes, que se sentía excluida del juego, lo que es sin duda un mérito enorme.  En todo caso, los nuevos partidos han contribuido a recuperar la ilusión y hasta la pasión por la política de muchos españoles, y  sin duda han generado movimientos en los partidos tradicionales, quizá más visibles en unos que en otros.

En cuanto a su supuesta inexperiencia de gobierno –inevitablemente esgrimida por los viejos del lugar- me parece una indudable ventaja desde un punto de vista regeneracionista. Precisamente el que los emergentes no dominen las reglas de la vieja política –y no soporten las correspondientes “mochilas” de intereses creados- es lo que permite albergar esperanzas de un cambio real.  Y si, como dicen,  los partidos nuevos quieren respetar aspectos esenciales del nuevo juego como la neutralidad y la profesionalidad de los organismos públicos  no hay que preocuparse mucho por la “falta de equipo”:  el equipo está ya esperando en el banquillo, deseando salir a jugar. Está formado por hacer a los muchos y buenos profesionales y técnicos del sector público que tienen la experiencia y la formación para hacer bien su trabajo, ya se trate de gestionar hospitales o colegios, recaudar impuestos, controlar las cuentas de un Ayuntamiento o administrar justicia. Lo que menos necesitamos  es volver a tener políticos sustituyendo la labor de los profesionales del sector público. Su labor es dirigirlos y coordinarlos.

Eso sí, estos votantes ilusionados no van a tolerar muchas desviaciones con respecto a las  reglas nuevas de una democracia de  más calidad, que son bastante más estrictas que las que se van a aplicar todavía en la presente campaña electoral. De ahí la sensación de que hay una mayor exigencia –descontada la inevitable utilización partidista- con los nuevos jugadores que con los viejos. Los votantes parecen descontar que los jugadores de siempre seguirán jugando como siempre, probablemente porque no saben hacerlo de otra manera. Pero se espera algo distinto de los nuevos, que tendrán que salir a ganar sin embarrarse demasiado en el terreno, aunque solo sea para demostrar que pueden hacerse las cosas de otra manera. Y si por el camino conseguimos que todos jueguen de forma más limpia eso habremos ganado. Todo un desafío.

 

 

3 comentarios
  1. De Lege Ferenda
    De Lege Ferenda Dice:

    LA NUEVA POLÍTICA, como la “Vieja Política” se nutre de la manipulación informativa.
    La Nueva Política, como la Vieja, tiene un mismo objetivo: Imponer gradualmente una No Política: EL GLOBALISMO CORPORATIVO.
    Los propietarios de los Medios de Comunicación, o lo que es igual, la “Corporative Class”, son los propietarios de los “Nuevos” Partidos, repletos de viejos políticos. Su activo fundamental –dicen- es la inexperiencia. No han hecho nada en la esfera pública, o lo han hecho rematadamente mal.
    La “Nueva Política” Globalista viene impuesta para suceder a la “vieja” Comunidad Internacional de los Estados Soberanos, por una nueva Comunidad Internacional sin fronteras, sin otra soberanía que la del Capital. Los Estados –como estamos viendo en ámbitos como la industria de los Medicamentos- pasarán a tributar a la “Nueva” Comunidad Internacional Corporativa en función de su PIB. Y como el PIB es Función de la Renta Nacional, la situación YA iniciada es que pagamos un tributo (coactivo) sobre la Renta, a la Administración Colonial Corporativa. Fin de la Soberanía de los Estados.
    La “Nueva” Política intenta despojarnos de la condición de Ciudadanos, titulares de Derechos frente al Estado, redefiniendo el concepto de Ciudadano desde la supuesta Derecha, y despojándolo de derechos frente al Estado, los de la “Nueva Izquierda” de siempre. No hay diferencias salvo en las formas empleadas para engañarnos. Todos son Globalistas sedientos de poder … para ejercerlo sobre nosotros, el pueblo.
    Dos son –y serán- las tendencias políticas: La egoísta y la empática. Entre los Humanos, es mayoritaria (de momento) la empatía. Entre la clase política, el egoísmo es Ley.
    No importa cuál de los cuatro mosqueteros sea el vencedor. No hay una verdadera política; simple administración colonial, en la que cada uno puede expresar su criterio en secreto, encerrado en un impersonal sobre, y metido a oscuras en una cajita. Porque da igual quien gane; todos son uno. Cada uno con su particular encomienda, desactivar el Poder Político de un determinado sector de la población. Manejo de poblaciones, como en los Parques Naturales con los animalitos y plantas.
    La verdadera función de los Partidos Políticos es generar ilusiones. Falsas, eso si. Los Programas no vinculan. Los líderes son desconocidos hagiografiados hasta la náusea. Allí no llegará ninguna persona íntegra. Esa es la única regla que tiene este juego.
    Engañar a otro para quedarse con su dinero es un delito de gravedad. Pero engañarnos a todos para robarnos durante cuatro años el producto de nuestro trabajo, invertido – como ingreso público- en el bienestar de todos, eso es la Política. Vieja o nueva.
    No vale la pena pensárselo tanto. Da igual tu voto; lo que importa es el número de participantes en la Gran Farsa. Es el constituyente de la legitimidad del sistema. Los que van a votar con una pinza en la nariz.
    ¿Participas?
    Consientes.

  2. De Lege Ferenda
    De Lege Ferenda Dice:

    LA NUEVA POLÍTICA, como la “Vieja Política” se nutre de la manipulación informativa.
    La Nueva Política, como la Vieja, tiene un mismo objetivo: Imponer gradualmente una No Política: EL GLOBALISMO CORPORATIVO.
    Los propietarios de los Medios de Comunicación, o lo que es igual, la “Corporative Class”, son los propietarios de los “Nuevos” Partidos, repletos de viejos políticos. Su activo fundamental –dicen- es la inexperiencia. No han hecho nada en la esfera pública, o lo han hecho rematadamente mal.
    La “Nueva Política” Globalista viene impuesta para suceder a la “vieja” Comunidad Internacional de los Estados Soberanos, por una nueva Comunidad Internacional sin fronteras, sin otra soberanía que la del Capital. Los Estados –como estamos viendo en ámbitos como la industria de los Medicamentos- pasarán a tributar a la “Nueva” Comunidad Internacional Corporativa en función de su PIB. Y como el PIB es Función de la Renta Nacional, la situación YA iniciada es que pagamos un tributo (coactivo) sobre la Renta, a la Administración Colonial Corporativa. Fin de la Soberanía de los Estados.
    La “Nueva” Política intenta despojarnos de la condición de Ciudadanos, titulares de Derechos frente al Estado, redefiniendo el concepto de Ciudadano desde la supuesta Derecha, y despojándolo de derechos frente al Estado, los de la “Nueva Izquierda” de siempre. No hay diferencias salvo en las formas empleadas para engañarnos. Todos son Globalistas sedientos de poder … para ejercerlo sobre nosotros, el pueblo.
    Dos son –y serán- las tendencias políticas: La egoísta y la empática. Entre los Humanos, es mayoritaria (de momento) la empatía. Entre la clase política, el egoísmo es Ley.
    No importa cuál de los cuatro mosqueteros sea el vencedor. No hay una verdadera política; simple administración colonial, en la que cada uno puede expresar su criterio en secreto, encerrado en un impersonal sobre, y metido a oscuras en una cajita. Porque da igual quien gane; todos son uno. Cada uno con su particular encomienda, desactivar el Poder Político de un determinado sector de la población. Manejo de poblaciones, como en los Parques Naturales con los animalitos y plantas.
    La verdadera función de los Partidos Políticos es generar ilusiones. Falsas, eso si. Los Programas no vinculan. Los líderes son desconocidos hagiografiados hasta la náusea. Allí no llegará ninguna persona íntegra. Esa es la única regla que tiene este juego.
    Engañar a otro para quedarse con su dinero es un delito de gravedad. Pero engañarnos a todos para robarnos durante cuatro años el producto de nuestro trabajo, invertido – como ingreso público- en el bienestar de todos, eso es la Política. Vieja o nueva.
    No vale la pena pensárselo tanto. Da igual tu voto; lo que importa es el número de participantes en la Gran Farsa. Es el constituyente de la legitimidad del sistema. Los que van a votar con una pinza en la nariz.
    ¿Participas?
    Consientes.

  3. Jesús Casas
    Jesús Casas Dice:

    Como Dña. Elisa dice, voy a aportar mi toque de optimismo bien informado: el sistema de elegir por listas cerradas a personas de "partidos" es, en sí mismo, un error, aunque sea lo mejor que tenemos y los intentos mesiánicos de perfección lleven a los totalitarismos. ¿Qué espero yo de hoy? Pues al menos un sistema de balances que, no siendo el que permitió a la Serenísima República de Venecia pervivir durante siglos, haga que nuestra Constitución de 1978 se aplique en su integridad sobre estos pilares: 1. Independencia Judicial; 2. Educación en la excelencia desde la guardería hasta el doctorado; 3. Simplificación e imperio de la ley; 4. Cobertura de las necesidades básicas basada en la igualdad de oportunidades. Para construir eso, necesitamos erradicar muchos vicios de nuestras instituciones que sólo reflejan nuestros propios vicios como sociedad.

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