Utopía y progreso de los pueblos

“La bondad del carnicero no es sincera, ni la del cervecero, ni tan siquiera la del panadero, de quienes esperamos que cubran nuestras necesidades, puesto que ellos lo hacen por puro interés personal” . Adam Smith. La Riqueza de la Naciones

Conviene, previamente, recordar la importancia de la Economía en la vida de los pueblos.

La producción de un país es determinante para su nivel de vida y con él su nivel cultural y educativo y hasta la calidad de su sistema político.

Un país que descuida su producción está condenando a sus habitantes a un futuro decadente, con el consiguiente peligro para su estabilidad social y política interna e incluso para su independencia nacional.

El éxito de los productos de las empresas nacionales en los mercados es la única simiente que hará brotar nuevos puestos de trabajo en sus economías y la calidad de la formación de sus trabajadores la que evitará que estos pasen a manos exteriores, en  un mundo cada vez mas globalizado y con espacios geográficos mas abiertos para la libre circulación de bienes y de personas.

El crecimiento de la producción y del empleo se afianzará  en todos los sectores si los gobernantes mejoran las condiciones financieras y legales del sector productivo nacional haciéndolo más atractivo.

En un escrito anterior comentamos la ruina histórica que provocó la nacionalización de la pequeña empresa en Cuba. El 13 de marzo de 1968, Fidel Castro ordenó la confiscación masiva de pequeños establecimientos dentro de las medidas de la “ofensiva revolucionaria” con el objetivo de luchar contra el capitalismo ( “ no tendrán porvenir en este país ni el comercio ni el trabajo por cuenta propia ni la industria privada ni nada…)” y la creación del “ hombre nuevo” que sustituiría al grupo de  “privilegiados.. improductivos… parásitos… y holgazanes” que gestionaban los negocios.

En marzo de ese año, se confiscaron 55.636 pequeñas empresas (bares, lavanderías, barberías, talleres mecánicos…) Todos los estudios destacan el enorme deterioro que ocasionó sobre el nivel de vida de la población.

Creo que, en estos casos, hace falta la coincidencia de una minoría habilidosa en la exposición de un ideario atractivo emocionalmente y una población sin demasiada experiencia . La primera hace soñar a sus oyentes que el suministro no se interrumpirá con el nuevo orden y que, además, se beneficiarán de unos productos a precios bajos y al alcance de todo el mundo,

Normalmente, estos antecedentes derivan en una situación de desencanto social cuando la población comprueba que estos planteamientos no se cumplen, viendo como se va empobreciendo su nivel de vida.

Pero, cuando adquiere la experiencia de la realidad de los planteamientos utópicos, suele ser tarde, especialmente cuando el sistema político no permite su corrección.

Lo que sucede es que los comportamientos humanos suelen habituarse rápidamente a las nuevas circunstancias y privados los esfuerzos de una compensación adecuada, es lógico que nadie quisiera asumirlos.

Este ejemplo nos evidencia la limitación de la ordenación del comportamiento humano en la Economía. El buen gobernante es el que se adapta a la psicología de los ciudadanos y les saca el máximo de provecho para la Comunidad.

La manera que los ciudadanos asuman voluntariamente funciones complejas y de alto interés social, es que encuentren una recompensa a sus esfuerzos, sino dejarán de atenderlas, ya que el número de ciudadanos “desinteresados” es mínimo.

El culpable de la situación de desabastecimiento no es, como normalmente suelen decir los dirigentes fracasados, de los que dejaron las actividades empresariales que realizaban, sino del nuevo orden, impuesto por ellos, que lo impidió.

La generación de beneficios, normalmente, anima a otros emprendedores, incrementando la oferta de productos y ello posibilita la reducción de los precios .De esta manera se hubiera conseguido lo más importante en aquellos momentos, solucionar la pobreza interna y el abaratamiento  se hubiera obtenido por un cauce más natural y más efectivo.

Como la función empresarial es libre para cualquier persona,  los propulsores de un nuevo orden sin avaricia ni beneficios, pueden dar ejemplo iniciando nuevas actividades  a los precios y condiciones laborales  fijados por ellos, lo que contribuirá a una mejora para la población trabajadora, transformándose, de dirigentes de sueños y de palabras en emprendedores eficientes al servicio del Pueblo.

Pero, como habitualmente, el número de ellos que da este paso es insuficiente, hay que recurrir a la  vía clásica.

El número de experiencias empresariales va generalmente ligado a las condiciones del entorno empresarial. Cuanto más favorables sean las condiciones, mayor número de actividades empresariales se pondrán en marcha. Todo ello es una garantía para el mantenimiento y expansión de la oferta de productos y servicios, para el crecimiento del empleo y la estabilización de precios.

Una política agresiva en relación al mundo empresarial puede satisfacer, momentáneamente, ciertos sentimientos y frustraciones de la población, pero a medio plazo se convierte en una política enormemente negativa para el progreso y el nivel de vida de las naciones.

No es extraño, pues, que las políticas económicas antiempresariales a medio plazo degeneren en procesos inflacionistas, al mermar la oferta de bienes, en elevaciones de las tasas de paro, al contraer el número de experiencias productivas, en la reducción de las bases imponibles de los impuestos y de sus contribuyentes a la financiación de los gastos sociales y, en definitiva, en hacer inviable el Estado del Bienestar.

Esto, tal vez explique el fracaso de los proyectos utópicos en la Economía, que sirvieron más para afianzar el progreso social y económico de las clases dirigentes de la Utopía, que para asegurar y mejorar el nivel de vida y de libertad de sus pueblos.