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El Consejo Fiscal y el bien de todos

Siempre me llamó la atención aquello del despotismo ilustrado, eso de todo para el pueblo pero sin el pueblo. A veces me pregunto si es un lema que quedó atrás en el devenir de los tiempos o si hoy se sigue aplicando soterradamente. Y si quieren saber mi opinión me inclino decididamente por la segunda opción. Tengo la impresión de que es el lema que en muchas ocasiones preside el Consejo Fiscal y especialmente el de esos nueve vocales electos que supuestamente nos representan a todos.

Junto a ellos el Consejo Fiscal se complementa con el bloque institucional, los miembros natos, que forman el FGE, el Teniente Fiscal del Tribunal Supremo, segundo de abordo en el organigrama de la Fiscalía y el Fiscal Inspector, Jefe de la Inspección Fiscal.

Pero empecemos por el principio, explicando someramente qué es eso del Consejo Fiscal. Es fundamentalmente un órgano asesor del FGE, informa los nombramientos, realiza actuaciones para a asegurar la unidad de actuación, informa proyectos de ley que nos afectan, resuelve expedientes disciplinarios, resuelve recursos contra expedientes disciplinarios, conoce los planes de actuación de la Inspección fiscal, conoce e informa los planes de formación de los fiscales, conoce de las avocaciones de causas realizadas por los fiscales Jefes. Junto a esto tiene también dos importantes funciones que podrían ayudar y mucho a mejorar la Carrera: instar las reformas convenientes para el servicio y la función fiscal y dirigir al FGE cuantas peticiones y solicitudes relativas a su competencia tenga por conveniente.

Tiene por lo tanto importantísimas funciones, sin olvidar que la cúspide del Ministerio Fiscal la ocupa el FGE y no el Consejo Fiscal, órgano asesor no órgano director pese a lo que algunos pretenden. Si bien su funcionamiento interno, desde mi punto de vista, deja mucho que desear. En primer lugar su forma de constitución con un sistema de elección que favorece a la mayoritaria Asociación de Fiscales e impide que exista una representación plural de la Carrera. Con el sistema de elección actual se repite, elección tras elección, el tradicional resultado de 6/3. Seis vocales para la mayoritaria asociación de Fiscales y tres para la UPF. Los independientes y las asociaciones minoritarias tienen muy complicado el acceso al Consejo.

En segundo lugar tiene un importantísimo déficit en cuanto a transparencia. Las actas del Consejo eran públicas para la Carrera y se nos remitía copia a todos los Fiscales. En un momento determinado se decidió que esto condicionaba la libertad de expresión y voto de sus integrantes y se optó por no sólo no enviar las actas sino por limitar la comunicación oficial a la Carrera a una críptica nota, dejando a las asociaciones de fiscales representadas la información que tuvieran por conveniente darnos.  Un claro retroceso, como tantos otros que hemos sufrido. No se publican, ni siquiera internamente los proyectos de actuación de los Fiscales que aspiran a las Jefaturas, sin embargo la mayoritaria asociación de fiscales celebra reuniones previas entre la ejecutiva y los consejeros para decidir a quien se vota. Si los proyectos de actuación son públicos no se entiende porqué no se da publicidad a los mismos y si son reservados no se entiende porqué los miembros de la ejecutiva de esa asociación que no forma parte del Consejo Fiscal tienen acceso a ellos. Misterios insondables de la Carrera Fiscal por mucho que una vez más se justifique lo injustificable bajo el paraguas del “siempre se ha hecho así”.

Pocas propuestas por el bien de la Carrera parecen partir del Consejo Fiscal. Una y otra asociación protestan cíclicamente de materias como la formación, francamente mejorable, carga burocrática y concursos. Poco más. Existe una comisión de igualdad que se ignora en qué ha trabajado pongamos los últimos 10 años. Se ha pedido que se elabore un protocolo de acoso, que se mejore la igualdad real en el seno de la Carrera pero esta comisión parece cubrir objetivos con los quesitos que año a año elabora para estudiar la evolución de la igualdad en la carrera(proporción de mujeres en el seno de la Carrera y en puestos de relevancia). Por poner un ejemplo hoy en día una fiscal embarazada no tiene derecho a pedir que se adapte su puesto de trabajo a su estado. Si debe cubrir un Juzgado de Instrucción situado a muchos kilómetros de su sede de destino o guardias especialmente penosas por volumen y complejidad de asuntos depende de la buena voluntad de su fiscal jefe o de sus compañeros de trabajo para cambiar provisionalmente de lote de trabajo, aún en el último trimestre de embarazo.

Pero lo que más llama la atención es su función en cuanto a “informar los nombramientos”. Presentamos un déficit importante en relación a que en la promoción profesional de los fiscales se atienda realmente al mérito y la capacidad, dejando a un lado las afinidades asociativas y las simpatías personales. Esto no sólo afecta a los derechos de los fiscales sino que incide directamente en las garantías del ciudadano, a su derecho a disponer de una justicia de calidad. La persona que ejerce la dirección de una concreta fiscalía, por ejemplo, tiene una gran influencia sobre la labor diaria de todos y cada uno de los funcionarios , fiscales o no, que la integran. Y qué decir de las fiscalías especiales y la repercusión que tiene su trabajo en la ciudadanía y en la imagen que proyectamos como Carrera, que les voy a contar a ustedes.

Por una parte nos encontramos con el voto pre-decidido, en todas las materias pero especialmente en cuanto a nombramientos, de los consejeros de la mayoritaria asociación de fiscales con su ejecutiva. En la práctica funcionan aplicando la disciplina de voto bajo la “sanción”, por todos conocida y a la par silenciada,  de que “el que se mueve no sale en la foto” y no el voto en conciencia. Para mi es un error clamoroso. Lo correcto, desde el punto de vista del bien de la Carrera que no hay que confundir con el bien de una u otra asociación, es votar por el candidato que se considere más idóneo y no siguiendo los dictados, recomendaciones y consejos de la asociación a la que se pertenece. Cada consejero debería representar a la Carrera y velar por el bien máximo de ésta. Desde mi personal punto de vista las organizaciones se corrompen de muchas formas, una de ellas es la llamada disciplina de voto, auténtico cáncer de la democracia moderna, responsable de que se confunda el bien de un determinado partido, véase en nuestro caso asociación de fiscales, con el bien del Estado, en nuestro ámbito el bien de la Carrera. Sólo si impulsamos el sentido del deber de conciencia para con la Carrera, la responsabilidad individual y el bien común lograremos que todos trabajemos con la vista puesta en los valores y no en la promoción individual o colectiva.

Llama igualmente la atención en el funcionamiento del Consejo Fiscal el especial proteccionismo que practica en relación a la cúpula de la Carrera y de los Fiscales Jefes. No concurrimos en igualdad de condiciones. Proteger la jerarquía por encima de todo es lo que parecen traslucir algunas decisiones especialmente ante las quejas formuladas por los repartos de trabajo.  Esa protección de la jerarquía que arranca de nuestra mejorable y anticuada regulación se deja ver también en las funciones limitadas que tiene el Consejo en cuestiones tales como las avocaciones de causas por los fiscales jefes. El Fiscal jefe decide que otro Fiscal debe llevar una determinada causa y lo comunica al Consejo Fiscal que emite su parecer, parecer que no tiene repercusión alguna, resolviendo el FGE.

Mucho queda por hacer.