“Contra el capitalismo clientelar”. El nuevo libro de Hay Derecho ya a la venta
Ya está en las librerías el nuevo libro de Sansón Carrasco, pseudónimo de los editores de HD, en el que han participado también los colaboradores de HD joven.
En este blog pensamos que el capitalismo clientelar es la espina dorsal de un Estado también clientelar, cuya manifestación externa más evidente son unas instituciones capturadas por los intereses de unos pocos. Por eso, creemos que para explicar la causa profunda de la debilidad de nuestro Estado de Derecho no hay nada mejor que seguir la pista del dinero. Follow the money, instaba Garganta Profunda al periodista del Post que investigaba el Watergate. Nosotros hemos decidido seguir la misma pista y creemos haber encontrado cosas muy interesantes, dignas de ser conocidas por una ciudadanía madura que quiera controlar las riendas de su destino.
Quien desee informarse un poco más del contenido del libro puede consultar esta extensa entrevista que nos han hecho nuestros admirados compañeros de Sintetia, o esta otra realizada por ok diario, o esta de infoLibre, o esta última en El Confidencial.
En cualquier caso, nos encantaría poder saludaros personalmente el próximo fin de semana en la Feria del Libro de Madrid. Estaremos firmando ejemplares el sábado 10 de junio de 19.00 a 21.00 horas, y el domingo 11 de junio, también de 19.00 a 21.00 horas, en la caseta de Península, nº 266
Mientras tanto, os dejamos con un pequeño aperitivo del capítulo 1:
Qué es el capitalismo clientelar
Es casi tan difícil definir con precisión el llamado capitalismo
clientelar como combatirlo. Y, probablemente, las dos cosas
estén muy relacionadas. Sin realizar un ejercicio de rigor para
acotar el concepto, las habituales referencias a este fenómeno
—también denominado en España capitalismo de amiguetes,
de compadreo o de palco del Bernabéu— no pasan de ser in-
vocaciones genéricas con poca efectividad desde el punto de
vista práctico.
El término «crony capitalism», concepto anglosajón en el
que se inspiran nuestras denominaciones patrias, deriva de
«cronyism», que hace referencia a la práctica de determinadas
personas poderosas (normalmente, políticos) de asignar puestos
de trabajo o realizar favores en beneficio de los amigos, con
independencia de sus cualificaciones profesionales. Por extensión,
aplicado a la empresa capitalista, «crony capitalism» haría
referencia a los favores que esos mismos políticos realizarían
en beneficio de determinadas empresas «amigas», lo que las
colocaría en una posición de ventaja competitiva injustificada
permitiéndoles extraer rentas por motivos distintos de los
propiamente económicos y en detrimento de consumidores y
competidores.
Este concepto clásico gira en torno a la idea de regulación
—que sería el instrumento típico utilizado por los políticos
para realizar esos favores—, y por eso no es de extrañar que los
análisis más conocidos sobre crony capitalism se centren,
principalmente, en aquellos sectores económicos tradicionalmente
más sujetos al control del Estado, es decir, más regulados
(materias primas, energía, telecomunicaciones, bancos, defensa,
construcción, etc.). Sin duda, en estos sectores el riesgo de
adulteración del mercado siempre es mayor, pero nuestro
planteamiento es más amplio. Nosotros pensamos que el
capitalismo clientelar no vive solo de la captura de la regulación,
sino que se alimenta de todo un conjunto de debilidades
institucionales. Estas debilidades facilitan que ese mismo efecto de
extracción de rentas económicamente injustificadas se produzca
casi en todos los sectores de la economía, y no únicamente
en los más regulados; aunque, lógicamente, cuanto más
intervenida y dependiente del sector público sea una economía
(y la nuestra lo es, y mucho), más fértil será el caldo de
cultivo para el desarrollo del capitalismo clientelar.
Por poner algunos ejemplos, si el sistema institucional falla,
sectores tan aparentemente anodinos como el cosmético o
el de los pañales pueden convertirse en un caso más de trucaje
en perjuicio de los ciudadanos. En junio de 2016, se supo que
la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia
(CNMC) había multado con casi 129 millones de euros a varios
fabricantes de pañales para adultos por haber llegado a
acuerdos entre ellos para incrementar, desde 1996, los precios
de los pañales utilizados por este colectivo (normalmente, personas
mayores o enfermas), que son financiados en parte por
la Seguridad Social, es decir, con dinero de los contribuyentes.
Todo muy ético, como ven.
Del mismo modo, si los tribunales de justicia son incapaces
de frenar con rapidez y eficacia ciertos abusos a los consumidores
por falta de medios, de instrumentos jurídicos adecuados o
por alguna otra razón, cualquier sector empresarial sentirá la
tentación de hacer trampas, porque sabrá que la respuesta de
la justicia tardará en llegar (si es que lo hace).
Por último, si nuestro sistema de gobierno corporativo no
genera la responsabilidad y rendición de cuentas de los gestores
frente a sus accionistas, sus consumidores y frente a la sociedad
en general, las correspondientes externalidades negativas
se extenderán a todos los rincones de nuestra actividad
productiva. Es de conocimiento público el ejemplo de Abengoa: (…)
Editores del blog “¿Hay derecho?”