HD Joven: Los discursos del Rey

Por abril de 2008 encaraba mi último examen de Historia antes de afrontar la selectividad. En él me tocó hacer el comentario de texto del discurso que dirigió Su Majestad el Rey don Juan Carlos la noche del 23F. Dos años más tarde, cuando andaba por segundo o tercero de Derecho y Políticas, en Política Española I, me tocó volverlo a analizarlo desde un punto de vista constitucional.

Sin duda, el discurso que el martes nos dirigió Felipe VI volverá a ser motivo de examen y análisis en institutos y universidades. Y es que las palabras de los dos Borbones, el uno ante un golpe de Estado militar y clásico de libro, y el otro ante una suerte de golpe de Estado post moderno que ha llevado a la fractura de la ley, la democracia y la sociedad, han sido cuidadosamente elegidas para enmarcarse dentro de las funciones que la Constitución de 1978 les asigna.

La Constitución Española de 1978 regulas las funciones de la Corona como Jefe del Estado en su título II, concretamente, en los artículos 56 y 61. El primero nos indica que “el Rey es el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia, arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones“. El segundo establece las acciones propias que corresponden al Rey como el mando supremo de las Fuerzas Armadas.

El ser el símbolo de la unidad y permanencia del Estado y el asumir el mando supremo de las Fuerzas Armadas se mostró la noche del 23F en un monarca que vestía el uniforme de General de los tres ejércitos, en la orden que curso a los Capitanes Generales de las regiones militares y en su frase final cuando recordó: “La Corona, símbolo de la permanencia y unidad de la Patria, no puede tolerar en forma alguna acciones o actitudes de personas que pretendan interrumpir por la fuerza el proceso democrático que la Constitución votada por el pueblo español determinó en su día a través de referéndum.”

En este caso, como digo, en lo que algunos han dado en llamar el 23F de Felipe VI, en esta especie de golpe de estado civil y post moderno, y salvando muchas distancias, la Corona vuelve dirigirse a los españoles con un discurso enmarcado dentro de sus funciones constitucionales. En este caso, no actuó como Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas (por ello vistió de civil). Lo hizo nuevamente en su función de símbolo de la unidad y permanencia del Estado y fundamentalmente en su papel de árbitro y moderador del funcionamiento regular de las instituciones. Y como buen árbitro, recordó a cada uno cuál es su papel dentro del orden constitucional, cuales son las normas del juego y sacó las cartulinas amarillas y rojas a quienes correspondía.

A Puigdemont y sus socios situados al margen del Rule of Law, les recordó precisamente eso, que “han vulnerado de manera sistemática las normas aprobadas legal y legítimamente” y que están realizando un intento “de apropiación de las instituciones históricas de Cataluña”. Por lo tanto, con estas palabras Su Majestad les está recordando el artículo 1 de nuestra Carta Magna. Aquel que nos indica que “España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político“.

Como árbitro, también le sacó la tarjeta roja a Puigdemont al decirle que “con sus decisiones ha vulnerado de manera sistemática las normas aprobadas legal y legítimamente, demostrando una deslealtad inadmisible hacia los poderes del Estado. Un Estado al que, precisamente, esas autoridades representan en Cataluña.” No podemos olvidar que el artículo 152.1 de la CE dice que corresponde al Presidente de la Comunidad Autónoma la suprema representación de la respectiva Comunidad y la ordinaria del Estado en aquélla.

Pero no solo hubo recordatorio de las funciones y las normas del juego para aquellos que están pisoteando las leyes, los derechos de los españoles en Cataluña y de la oposición en el Parlamento Regional. También lo hubo para los que tienen la obligación de “guardar y hacer guardar la Constitución como norma fundamental del Estado”. Por ello, cuando dijo que “es responsabilidad de los legítimos poderes del Estado asegurar el orden constitucional y el normal funcionamiento de las instituciones, la vigencia del Estado de Derecho y el autogobierno de Cataluña, basado en la Constitución y en su Estatuto de Autonomía“, no estaba asumiendo el discurso de ningún partido político o de gobierno alguno. Nuevamente el Rey estaba arbitrando y moderando el funcionamiento regular de las instituciones al recordar al Poder Ejecutivo, al legislativo y al judicial sus obligaciones respecto con el Estado de Derecho y la legalidad vigente.

Por ello, resultan hipócritas y falsas dos valoraciones que se han venido haciendo estos días:

La primera, la de Puigdemont,  al invocar una Constitución que ha pisoteado, incumplido y vulnerado y diciendo a Felipe VI així no. Porque como vengo haciendo en mi análisis, el discurso se enmarca dentro de nuestra Carta Magna y de las funciones que atribuye al Jefe del Estado.

La segunda, la de aquellos que critican una falta de apelación al diálogo, la de los que dicen nuevamente que no ha actuado en sus funciones constitucionales de árbitro y moderador y sobre todo la de esos que han denunciado que no hubo “ningún abrazo ni ninguna palabra de cariño“. Claro que hubo apelación al diálogo. Solo hace falta releer un fragmento de los tres mensajes que transmitió. El que se refería a los ciudadanos de Cataluña: “- a todos- quiero reiterarles que desde hace décadas vivimos en un Estado democrático que ofrece las vías constitucionales para que cualquier persona pueda defender sus ideas dentro del respeto a la ley. Porque, como todos sabemos, sin respeto a la ley no hay convivencia Democrática posible”. Esto es apelar al diálogo, recordar que todo es defendible siempre y cuando se respeten las reglas del juego y los cauces que la sociedad se dio. Porque como decía en otro artículo, si nos saltamos la ley, estamos creando instituciones extractivas y naciones fracasadas.

El rey Felipe VI, al igual que su padre Juan Carlos I, volvió a hacer un discurso impecable, dentro de la Constitución y de sus funciones de árbitro y moderador. Porque ser un árbitro no es solo acercar posturas. También lo es recordar las reglas del juego y sacar cartulinas. Además, mandó su cariño a todos los que están viendo pisoteados sus derechos políticos en Cataluña al decirles: “no están solos, ni lo estarán; tienen todo el apoyo y la solidaridad del resto de los españoles, y la garantía absoluta de nuestro Estado de Derecho en la defensa de su libertad y de sus derechos.”

Solo deseo que, tras reimponer el Estado de Derecho, se encuentre una solución política desde España y nuestros mecanismos democráticos a esta crisis y que en unos años se vuelva a analizar en Institutos (espero que de toda España) y universidades el discurso de un Rey que se situó en el lado de la Democracia, la legalidad y sus funciones constitucionales.

6 comentarios
  1. teilhard
    teilhard Dice:

    La Corona, símbolo de la permanencia y unidad de la Patria, no puede tolerar en forma alguna acciones o actitudes de (“EL PUEBLO CATALAN”) que pretendan interrumpir por la fuerza el proceso democrático que la Constitución votada por el pueblo español determinó en su día a través de referéndum.”

    ¿Quedaría mejor así?

    • Alejandro
      Alejandro Dice:

      No, porque no se puede considerar que un supuesto 38% de la población de Cataluña sea el pueblo catalán. Solo es una parte de pueblo catalán.
      Un saludo

      • Ramón
        Ramón Dice:

        Pues ignoramos a que porcentaje de españoles representa el Rey, nunca se ha votado, i todos conocemos por quien fue impuesto. Se hace extraño oírle hablar de democracia. Su discurso, como ha quedado demostrado, es calcado al discurso del PP. ¿I el PP representa al pueblo español com el 21,74% de los votos?

      • Alejandro
        Alejandro Dice:

        Estimado Ramon, vamos a dejar de hacernos trampas al solitario, de decir medias verdades, de propagar la post verdad y de ignorar lo que es la Historia y el proceso de transición.
        La primera falacia que nos sueltas es la de que Franco nombro al Rey. Esto es una verdad a medias. Efectivamente Franco instauro una monarquía, pero la Constitución de 1978 restauro una Monarquía Parlamentaria y Democrática. Por lo tanto, la legitimidad de la Corona no se debe actualmente a un Dictador muerto que dejo todo atado y bien atado (nótese la ironía). Se debe al proceso que se desarrolló más tarde con la Ley para la Reforma Política. Hemos de recordar que en la ponencia constitucional tanto el PSOE como el PCE votaron en contra de establecer a España como una Monarquía Parlamentaria. Es lo que tienen las mayorías parlamentarias, que si eres la minoría pierdes.
        En segundo lugar, no estas siendo veraz nuevamente al decir que nunca se votó la monarquía. La Constitución monárquica de 1978 obtuvo un apoyo del 87,78 % de los votantes (la participación fue del 58,97 % del censo electoral). En Cataluña el resultado del referéndum de la Constitución dio un resultado superior al 90%.
        Pero seguramente puedes salir por peteneras, decir que de eso hace muchos años o que los españoles en ese momento lo que eligieron realmente fue entre democracia o dictadura. Nuevamente este planteamiento es incorrecto. Solo con la aprobación de la Ley para la Reforma Política y el resultado de las primeras elecciones democráticas con la representación de todos los partidos (incluido el PCE) España era ya una democracia de facto. Y respecto a la actualidad, solo tienes que ir a ver el resultado de las últimas elecciones generales y ver el apoyo que tiene Izquierda Unida o ERC, los únicos partidos que llevan en su programa electoral la abolición de la monarquía (Podemos jugo a la ambigüedad y no lo incluyo).
        Por último, estaría bien que fueras veraz con los datos de las últimas Elecciones Generales. El Partido Popular obtuvo un 33,01 % y no el 21,74% que mencionas. Pero, además, en este tema tienes que tener en consideración que tanto Ciudadanos como el PSOE apoyan la postura del gobierno casi sin fisuras. Ambos obtuvieron una representación respectivamente del 22,63 % y del 13,06 %. Imagino que sabrá sumar.
        Ya, para terminar, estaría bien que supiera que en castellano el uso del i como conjunción es incorrecto, se utiliza y. No se lo digo porque yo sea impoluto con la gramática. Pero algo tan elemental si lo conozco.
        Pero en este post, no se discute monarquía si o monarquía no. Que cada uno opte por la opción que prefiera y la defienda dentro de los cauces que nos hemos dado para ello. Lo que explico es que el Rey se ciñó a sus funciones Constitucionales a la hora de hablar a los españoles en este asunto.

  2. teilhard
    teilhard Dice:

    La Corona, símbolo de la permanencia y unidad de la Patria, no puede tolerar en forma alguna acciones o actitudes de (“EL PUEBLO CATALAN”) que pretendan interrumpir por la fuerza el proceso democrático que la Constitución votada por el pueblo español determinó en su día a través de referéndum.”

    ¿Quedaría mejor así?

  3. Manu Oquendo
    Manu Oquendo Dice:

    Completamente de acuerdo con el Artículo de HD Joven. Muchas gracias.

    El Rey, Felipe VI, se ha ganado el respeto de todos los españoles y en particular de todas las víctimas del nacionalismo que llevan décadas viendo impotentes que sus derechos son pisoteados sistemáticamente.

    Conviene desde ya guardar para el futuro la promesa del Rey al decir: “no están solos, ni lo estarán; tienen todo el apoyo y la solidaridad del resto de los españoles, y la garantía absoluta de nuestro Estado de Derecho en la defensa de su libertad y de sus derechos.”

    Esta frase habrá que recordársela a Gobiernos Incapaces de sostenerla con sus actos.

    Como alguien ha dicho en otro lugar:

    La Corona sí ha ocupado sin rubor el territorio moral y ha dado una señal clara de que sabe de estrategia y de liderazgo moral más que otras instituciones del Estado.

    Es curioso que la Iglesia, los Obispos españoles, han sido incapaces de ofrecer una posición ética clara sumidos en su propia bruma moral.

    Afortunadamente el Papa, Hombre de Frontera, –Jesuita al fin y al cabo–, sí lo ha hecho. La unidad es un bien moral y material.

    Del mismo modo que el liderazgo es una Virtud Moral o no es. Y el liderazgo estratégico es inviable desde la Inmoralidad.

    Saludos

  4. Manu Oquendo
    Manu Oquendo Dice:

    Completamente de acuerdo con el Artículo de HD Joven. Muchas gracias.

    El Rey, Felipe VI, se ha ganado el respeto de todos los españoles y en particular de todas las víctimas del nacionalismo que llevan décadas viendo impotentes que sus derechos son pisoteados sistemáticamente.

    Conviene desde ya guardar para el futuro la promesa del Rey al decir: “no están solos, ni lo estarán; tienen todo el apoyo y la solidaridad del resto de los españoles, y la garantía absoluta de nuestro Estado de Derecho en la defensa de su libertad y de sus derechos.”

    Esta frase habrá que recordársela a Gobiernos Incapaces de sostenerla con sus actos.

    Como alguien ha dicho en otro lugar:

    La Corona sí ha ocupado sin rubor el territorio moral y ha dado una señal clara de que sabe de estrategia y de liderazgo moral más que otras instituciones del Estado.

    Es curioso que la Iglesia, los Obispos españoles, han sido incapaces de ofrecer una posición ética clara sumidos en su propia bruma moral.

    Afortunadamente el Papa, Hombre de Frontera, –Jesuita al fin y al cabo–, sí lo ha hecho. La unidad es un bien moral y material.

    Del mismo modo que el liderazgo es una Virtud Moral o no es. Y el liderazgo estratégico es inviable desde la Inmoralidad.

    Saludos

  5. O'farrill
    O'farrill Dice:

    El artº 56.1 de la C.E. dice: “El rey es el jefe del estado” (no al revés) por lo que la designación es de primer funcionario del Estado (jefe del..) con independencia de cómo se lía absurdamente el texto constituyente con “la corona”. Como funcionario público que es le corresponde el papel simbólico (símbolo) de la unidad del Estado (es el representante oficial del Estado Español) y le corresponde el “arbitraje y la moderación regular (?) de las instituciones. La relación de Felipe VI con la soberanía popular es por tanto de subordinación (el constituyente es el pueblo) como empleado público y, como tal, sujeto a responsabilidad en cuanto a sus actos. Lo que ocurre es que se le otorga un privilegio contrario a la igualdad constitucional que es el de la “inviolabilidad”, confundiendo un régimen democrático representativo, con una figura del antiguo régimen (inviolable significa poder absoluto para hacer lo que crea oportuno). Una muestra más de las contradicciones de la C.E. Su papel en el asunto de Cataluña sería de arbitraje como jefe del estado (un juez de paz para entendernos) lo que equivaldría a:
    1.- Conocer en profundidad las reclamaciones de una parte (antes de la independencia) y las razones de la otra para tratar de arbitrar o conciliar una solución posible. El problema es que ambas partes deben reconocer su legitimidad previa.
    2.- Reclamar al Parlamento Nacional que ejecute su función legislativa para evitar la confrontación de “gobiernos”. Las leyes se cambian cuando parece conveniente al interés nacional (e incluso demasiadas veces cuando conviene a intereses partidarios particulares) y este “interés nacional” sólo lo puede fijar el Parlamento. Otra cuestión es la legitimidad de la representación parlamentaria con el sistema electoral vigente pero que, en la actualidad, permite la representación de partidos con intereses puramente territoriales.
    3.- Es el Parlamento quien debe decidir cómo resolver la situación y encomendar esa resolución al gobierno que se debe limitar a ejecutar la misma y ésta ser aceptada por la representación territorial del estado en Cataluña….
    Como vemos formas lógicas y razonables que parecen resultar pura ficción en todo lo ocurrido por los “pactos” y “acuerdos” políticos, por el abuso innecesario del TC con unos “marrones” de difícil digestión con la presente Constitución, por la confusión de competencias y funciones de cuerpos de seguridad del estado y enfrentamiento entre ellas, etc.etc.
    Desengañémonos, si el mundo jurídico debe basarse en lo “racional” y lo “justo”, no tiene nada que hacer frente a “legalidades” contrapuestas y confusas que solo provocan inseguridad jurídica. Un saludo.

  6. O'farrill
    O'farrill Dice:

    El artº 56.1 de la C.E. dice: “El rey es el jefe del estado” (no al revés) por lo que la designación es de primer funcionario del Estado (jefe del..) con independencia de cómo se lía absurdamente el texto constituyente con “la corona”. Como funcionario público que es le corresponde el papel simbólico (símbolo) de la unidad del Estado (es el representante oficial del Estado Español) y le corresponde el “arbitraje y la moderación regular (?) de las instituciones. La relación de Felipe VI con la soberanía popular es por tanto de subordinación (el constituyente es el pueblo) como empleado público y, como tal, sujeto a responsabilidad en cuanto a sus actos. Lo que ocurre es que se le otorga un privilegio contrario a la igualdad constitucional que es el de la “inviolabilidad”, confundiendo un régimen democrático representativo, con una figura del antiguo régimen (inviolable significa poder absoluto para hacer lo que crea oportuno). Una muestra más de las contradicciones de la C.E. Su papel en el asunto de Cataluña sería de arbitraje como jefe del estado (un juez de paz para entendernos) lo que equivaldría a:
    1.- Conocer en profundidad las reclamaciones de una parte (antes de la independencia) y las razones de la otra para tratar de arbitrar o conciliar una solución posible. El problema es que ambas partes deben reconocer su legitimidad previa.
    2.- Reclamar al Parlamento Nacional que ejecute su función legislativa para evitar la confrontación de “gobiernos”. Las leyes se cambian cuando parece conveniente al interés nacional (e incluso demasiadas veces cuando conviene a intereses partidarios particulares) y este “interés nacional” sólo lo puede fijar el Parlamento. Otra cuestión es la legitimidad de la representación parlamentaria con el sistema electoral vigente pero que, en la actualidad, permite la representación de partidos con intereses puramente territoriales.
    3.- Es el Parlamento quien debe decidir cómo resolver la situación y encomendar esa resolución al gobierno que se debe limitar a ejecutar la misma y ésta ser aceptada por la representación territorial del estado en Cataluña….
    Como vemos formas lógicas y razonables que parecen resultar pura ficción en todo lo ocurrido por los “pactos” y “acuerdos” políticos, por el abuso innecesario del TC con unos “marrones” de difícil digestión con la presente Constitución, por la confusión de competencias y funciones de cuerpos de seguridad del estado y enfrentamiento entre ellas, etc.etc.
    Desengañémonos, si el mundo jurídico debe basarse en lo “racional” y lo “justo”, no tiene nada que hacer frente a “legalidades” contrapuestas y confusas que solo provocan inseguridad jurídica. Un saludo.

Los comentarios están desactivados.