Las conversaciones de la Ministra de Justicia
El último escándalo (por ahora) al que se enfrenta este Gobierno ha sido el de las escuchas telefónicas del comisario Villarejo, que afectan a la ministra de Justicia. Como se suele decir, a perro flaco todo son pulgas, y es preciso reconocer que la mayoría que aupó al poder a Pedro Sánchez, con ser legal y suficiente para esta acción, se ha revelado muy escasa para asegurar una legislatura –o una media legislatura- tranquila y apacible y más cuando se abren las cloacas del Estado.
A las declaraciones con vuelta y marcha atrás del Gobierno en varias de sus iniciativas se han unido las ya consumadas dimisiones de dos ministros por hechos muy anteriores a su nombramiento, las dudas sobre el doctorado del propio Presidente del Gobierno y ahora los audios de conversaciones muy antiguas (2009) en las que se oye al comisario Villarejo, Baltasar Garzón y la ministra de Justicia Dolores Delgado hablar de manera informal e íntima de cuestiones como la orientación sexual de algunos jueces o las supuestas actividades poco edificantes o incluso delictivas de personas pertenecientes al Poder Judicial o a la Fiscalía. Por no hablar de las del propio Villarejo, un personaje hoy en prisión preventiva pero condecorado por el Ministerio del Interior, no se nos olvide.
Es comprensible que un Gobierno en minoría y con apoyos tan controvertidos como los procedentes de los separatistas catalanes sea víctima de duros ataques en sede parlamentaria, máxime cuando se ha presentado como un nuevo referente moral frente a la corrupción del Gobierno anterior del PP. Ahora bien, ¿todo vale? ¿Debemos examinar la conducta de nuestros políticos en los más mínimos detalles, incluyendo su vida privada y teniendo en cuenta conversaciones filtradas con intenciones claramente de extorsión y chantaje? Cabría instar a que tirara la primera piedra quien pudiera sentirse totalmente a salvo si supiera que le han grabado todas sus conversaciones privadas, con sus amigos con una cerveza en la mano o en la intimidad del dormitorio. Aunque no todos tengamos amigos como el comisario Villarejo, seguro que todos hemos cometido indiscreciones o hemos dicho cosas que nos sonrojarían si fuesen publicadas.
Porque hay un ámbito de la intimidad que debe de ser respetado si no queremos convertir nuestra vida política en el Gran Hermano. En privado se puede ser incorrecto, incluso decir cosas que se sabe que son injustas y hasta ofensivas, y más con una copa en la mano. Cosas que jamás se dirían en público y que, en muchas ocasiones, tampoco responden a lo que se piensa de verdad. Es una válvula de escape, como insultar en el fútbol o a otro conductor en tu coche, que no expresan tus verdaderas convicciones y que se dicen con unas claves privadas que a veces solo un grupo reducido de personas entiende en su verdadera dimensión, a modo de private joke.
Eso no quiere decir que no deba esclarecerse lo que proceda en cuanto al funcionamiento de las «cloacas de Interior» y a la existencia de lo que parece ser una especie de mafia policial paralela que representada por el comisario Villarejo y sus andanzas en connivencia con altos responsables políticos. Esto es lo que hay que investigar porque es muy importante para el Estado de Derecho y para el funcionamiento de nuestras instituciones. Si hay funcionarios que tienen que someterse de forma especialmente estricta a las leyes son los que llevan armas y los que investigan delitos. Como siempre decimos en Hay Derecho, el fin no justifica los medios, ni en este ámbito ni en ningún otro. Bastante menos interesante es si una Ministra usó hace muchos años una determinada expresión despectiva sobre la condición sexual de alguien ni con quién compartió mesa, por poco de fiar que parezca el contertulio. Más relevante puede ser si la Ministra no ha dicho la verdad en algún momento o si incumplió alguna obligación deontológica o legal. Ya se verá.
En todo caso, no queremos dejar de llamar la atención sobre la querencia de nuestro viejo bipartidismo por nombrar Ministros de Justicia procedentes de la Judicatura o la Fiscalía. Los resultados de las puertas giratorias entre política y justicia no suelen muy buenos, aunque también hay que reconocer que últimamente en el Ministerio de Justicia no tenemos mucha suerte. Al reprobado Ministro Catalá sucede ahora la Fiscal de la Unión Progresista de Fiscales, también reprobada, Dolores Delgado. Se ve que el PSOE no ha aprendido mucho desde que fichó a Baltasar Garzón y empezó el baile político-judicial.
En todo caso, en Hay Derecho pensamos que conviene no rebajar la política a una lucha descarnada por el poder, en que la cualquier puñalada, la dé quien la dé, y por la razón que sea, valga para derribar al adversario. La política es un instrumento para resolver los problemas de los ciudadanos y, aunque conlleva necesariamente una lucha para determinar quién los resuelve, éste debería ser el medio, y no el fin. No debemos convertir nuestro debate público en un barrizal donde todos, políticos y ciudadanos, tenemos mucho que perder .