¿De verdad esto va de títulos? Reflexiones desde el otro lado del Atlántico

Desde el otro lado del Atlántico sigo con curiosidad la guerra por los títulos universitarios que se ha desatado en España entre los políticos. Al principio, me pareció tan solo una anécdota. Recuerdo que cuando se desató estaba en Reino Unido con unos colegas españoles y mi primera reacción fue de sorpresa y preguntarme: qué necesidad tiene uno de mentir para justificar un máster a estas alturas del partido?

En esta batalla de “titulitis” he pasado por todas las etapas. Tras la anécdota inicial, después me pareció una caza de brujas, y a estas alturas pienso que realmente estamos usando la cuestión de los títulos como un Proxy (valga el símil económico) para medir la ética de los políticos y los servidores públicos, porque ¿realmente esto va de títulos? La actitud de los protagonistas de esta batalla me recuerda al cuadro de Goya “Duelo a Garrotazos” o “La riña” en el que dos Españoles se dan garrotazos hundiéndose cada vez más ambos en el lodo. Mientras se decide si nuestros políticos están o no “titulados”, la deuda española sigue incrementando y el problema de inmigración sigue acrecentándose, solo por mencionar dos retos importantes y con numerosas consecuencias a medio y largo plazo a las que se enfrenta España.

No cabe duda de que la mayor perjudicada en esta batalla es la Universidad, porque terminaran pagando justos por pecadores, y porque a los que hemos pasado por la Universidad Española y nos ha costado sacar un título, nos parece una vergüenza que se “regalen” o se amañen. Y si no creen en la calidad de la universidad española les aconsejo que se vengan a Estados Unidos a hacer un “Bachelor”, y después los comparen con las antiguas Licenciaturas. A niveles superiores de educación la historia es diferente.

Pero a estas alturas del partido mi pregunta es: ¿esto va realmente solo de títulos? Si alguien es capaz de “hinchar” su curriculum y convertir cursos en Másters como si nada, ¿es capaz de engañar a cambio de obtener poder en otras áreas de la vida? ¿Estamos ante el “todo vale” de los políticos? ¿Para ser político hace falta no tener escrúpulos? ¿Esto va solo de políticos o refleja algo más de la sociedad? ¿Por qué necesitamos aparentar lo que no somos? ¿No admitiríamos a un líder sin formación universitaria? ¿Qué dice esto sobre la confianza en sí mismos de los políticos?

En numerosas ocasiones he tenido discusiones con un amigo de origen danés sobre este tema. Para esta persona “hinchar” un curriculum o conseguir pagar menos impuestos es un asunto tan escandaloso que hasta se sonroja al hablar de ello. En su país, esto no es un tema recurrente ni (llevado al extremo) se le ocurría jamás jactarse entre amigos al conseguir X deducciones fiscales, sino que en caso de hacerlo se escondería y seria señalado entre los suyos; y es que quizás estamos ante un asunto que va más allá de un simple título.

A los mediterráneos se nos reconoce internacionalmente por las habilidades sociales y la creatividad entre otras cosas. Esto son grandes armas, pero deben ser utilizadas con ética. Como todo en la vida, muy pocas cosas son blancas o negras y se necesita equilibrio al aplicar cualquier virtud como ya decían los antiguos griegos. La creatividad también lleva a realizar “contabilidad creativa”. La picaresca española viene de antaño, hasta tenemos una clase de novela recogida bajo este nombre cuya máxima representación es el “Lazarillo de Tormes”.

Por supuesto para recibir de un gobierno hay que dar. En Dinamarca los estudios muestran que estos estados en los que se pagan tantos impuestos y hay tantas ayudas públicas solo funcionan en sociedades pequeñas y muy homogéneas. Una educación y sanidad transferida no ayudan mucho en este sentido, ambas son grandes agentes para garantizar la igualdad de oportunidades y la movilidad social.

Sea como fuere, en EE.UU. por ejemplo, ni Steve Jobs (CEO de Apple bajo cuyo mandato se creó el iphone), ni Mark Zuckerberg (CEO de Facebook) terminaron la universidad. Ronald Reagan, presidente republicano y actor no sintió la necesidad de inventarse ningún título para llegar a la presidencia. Y ha habido candidatos a la presidencia americana que han tenido que dimitir por haber contratado en el pasado una señora de la limpieza y haber tardado 3 meses en tenerla asegurada. No estoy diciendo que EE.UU. sea un ejemplo de moral, ni que nos debamos convertir en daneses, pero sí que los servidores públicos tienen el deber de “predicar con el ejemplo”. El ser humano comete errores, pero debemos aspirar a políticos que pongan la moral y la ética por delante, porque los que nos dirigen han asumido la responsabilidad de servir al pueblo y un buen líder lo es con el ejemplo.

Ojalá esta “guerra” de curriculums se acabe pronto, y volvamos a usar una frase que decía mi abuelo cuando veía a un niño serio, razonando y con valores firmes: “este va para ministro”, decía. Lo necesitamos.