Lazos en Madrid

Sábado por la tarde. Vamos andando por la calle Alfonso XII para acercarnos a Atocha, donde hemos quedado. Hemos aparcado lejos porque hay muchas calles cortadas por la manifestación. Bordeando el Retiro pasamos al lado de un grupo de personas mayores que vuelven de la manifestación hacia la larga fila de autobuses aparcada en la calle. Uno, más alto, va con un sombrero amarillo; los otros dos marido y mujer, llevan en la mano un gran lazo amarillo de plástico.

Nos paramos y  comenzamos a hablar con ellos (la maravillosa tarde primaveral nos da la excusa): les digo que aunque Madrid no sea tan bonita como Barcelona, también se está bien en un día como hoy. Me contestan entusiastas que desde luego (“¡menudo día tan bueno!”)  y que tampoco se puede decir que una ciudad sea más bonita que otra, que cada una tiene su gracia.

Claramente tienen ganas de hablar: “Y además se está muy a gusto; es que además Barcelona está llena de turistas, no se puede ni pasear por Las Ramblas, siempre está lleno de gente con maletas”. Le comento que estuve en Barcelona  hace 2 semanas paseando por la zona de Montjuic, y que lo encontré precioso y animado pero sin mucha aglomeración: “sí, por ahí sí, pero por el centro no se puede andar. Y además hay mucha inseguridad”. ¿Y eso? “Es que no hay dinero para efectivos” dice uno; el señor del sombrero añade “el problema son las leyes, como con esto” señalando al lazo: “ si roban menos de 300 euros los sueltan, y a lo mejor les han detenido ya veinte veces”. El otro insiste en la falta de medios, en que el dinero se va a otros sitios, y que había una inversión ferroviaria de 1000 millones que se ha quedado en Atocha. Le digo que Madrid, como Comunidad más rica de la media, también aporta más de lo que recibe: “es verdad, dice, es que España nos roba a todos, en Extremadura tienen una cuarta parte de la población que son funcionarios”. Le digo que tiene parte de razón, que sin perjuicio de la solidaridad no parece que el sistema actual esté llevando a ninguna convergencia entre regiones y que probablemente hay que replantearse este tema entre todos. Volvemos a hablar de Madrid y me dice que le gusta mucho y que como era funcionario hace unos años   estuvo a punto de pedir el traslado a Madrid, pero su mujer no quiso. Dice que ella es hija de andaluces pero nacida en Cataluña y que él es hijo de madre andaluza y padre catalán.

El del sombrero nos regala dos pins con lazos amarillos, y mi mujer les da las gracias pero les dice que prefiere no aceptarlos porque no se los pondrá, ya que ella quiere que ellos sigan formando parte del mismo país. La mujer le dice que los lazos amarillos no significan lo mismo que la independencia, que se puede llevar el lazo sin ser independentista. El señor del sombrero amarillo, más entusiasta, dice que el problema es que no les han dejado votar, que no necesariamente la solución es la independencia, sino un estado federal. Mi mujer, también más atrevida que yo, habla de la manipulación informativa y él niega que exista tal cosa: él oye la RAC por las mañanas y en ese programa leen los editoriales de los periódicos catalanes y nacionales, y que es en estos últimos donde está la manipulación.

Yo, que me he quedado hablando con el otro señor y le digo que yo creo que la mayoría de los problemas los provocan interesadamente los políticos, como forma de seguir mandando y echar la culpa a otros de lo que va mal. Él se muestra de acuerdo y dice que son ellos los que lo manejan pero también otros: “¿sabe quién?, Florentino Pérez, ahí en el palco del Bernabéu es donde se maneja todo. ¿Porque si no, como van a condenar al ex presidente del Barcelona a la cárcel?”. Le digo que no creo que lo de la cárcel sea por eso, pero que en la connivencia de los políticos y el dinero sí estoy de acuerdo. Y que el problema es que esa convivencia entre políticos y empresarios está por todos lados, y un buen ejemplo es Pujol en Cataluña. Ahora es él el que dice que está de acuerdo, que hubo  un reparto de cromos para que unos robaran con impunidad en un sitio, y los otros en el suyo. Y que Pujol es un traidor porque no quiso un sistema como el del Páis Vasco: prefería no tener que recaudar y poder echarle la culpa a Madrid.

Parece que a pesar de que han salido todos los tópicos (el futbol, España nos roba, la manipulación informativa y hasta las autopistas) estamos de acuerdo en algunas cosas…

 

Cómo ya llegábamos tarde a nuestra cita como consecuencia del atasco, le digo que ha sido un placer pero que nos tenemos que ir e intento que mi mujer se despida también del señor del sombrero amarillo. Pero éste está terminando una perorata y me pide que por favor le dejé acabarla. Al fin nos despedimos casi como amigos –de corazón les deseamos buen viaje y nos da un poco de pena el largo trecho que les queda-, y aceptamos, educadamente los pins. Aunque dijimos que no los usaríamos, ahí los tienen, en la fotografía.