Consejos de una psicóloga para sobrellevar el confinamiento

Estamos ante una situación inesperada e inédita. Y todos debemos contribuir a luchar contra ella. Nuestra responsabilidad es individual y social. Desde nuestros hogares podemos contribuir a cuidar de las personas infectadas, cuidar de que la enfermedad no se extienda con rapidez y cuidar de esos equipos sanitarios desbordados y agotados.

La sanidad española, una de las mejores del mundo, podría sacar adelante a la mayoría de las personas que han enfermado, pero no todos a la vez. Ese es el sentido de las medidas tan drásticas que se están tomando. Y que como ciudadanos debemos cumplir, por nosotros mismos, pero sobre todo por la población vulnerable. Por eso el mayor ejercicio de responsabilidad social en este momento es intentar parar el contagio.

Es el momento de la Responsabilidad Social, de no salir si no es estrictamente necesario, y de extremar la Higiene Mental para prevenir las “otras complicaciones”. Las estrategias de afrontamiento buscan evitar o minimizar las emociones negativas que pueden aparecer durante una cuarentena forzosa.

En un aislamiento como el que nos ha sobrevenido primero debemos darnos cuenta de cuál es nuestra actitud ante la situación. Al lado de millones de personas que están actuando con la responsabilidad debida, vemos otras que parecen no haber aceptado que nuestro deber es protegernos y proteger a los demás.

Al ser una medida impuesta, la primera reacción ha podido ser de negativa, cuando algo es obligado nos solemos resistir a acatarlo. Esa es una reacción infantil de la que debemos ser conscientes. Intentar ver cómo podemos “saltarnos” el aislamiento no nos hace más listos, nos convierte en irresponsables. Debemos cambiar el enfoque. Estamos ante la oportunidad de demostrar nuestra valía como sociedad, de dar un ejemplo cívico al resto del mundo.

Si además podemos ver en el tiempo con los nuestros o a solas una oportunidad para conocernos, para aprender y para crecer como personas, no debemos desaprovecharla autocompadeciéndonos.

Más difícil es manejar la cotidianeidad, sobre todo cuando nos encontramos en una situación de teletrabajo y con niños en casa. La primera norma es explicarles la situación de manera adaptada a sus capacidades. La segunda intentar no trasmitirles ansiedad, nerviosismo o miedo. Es el momento de que todos actuemos como ejemplos a seguir, empezando por cada hogar.

Es contraproducente estar buscando constantemente información sobre la epidemia, como en otras situaciones excepcionales, en caso de que algo cambie es seguro que la noticia llegará, lo que sabemos sobre la enfermedad y el virus no cambia de hora en hora, por lo que buscar información de forma compulsiva contribuirá a aumentar la ansiedad y la obsesionabilidad.

No autochequearse constantemente, un estornudo, tener mocos o toser en alguna ocasión no tiene por qué significar que hayas contraído la enfermedad, pero el hecho de pensarlo puede generar miedo, hacernos hiperventilar y acabar con una crisis de ansiedad y sensación de falta de aire. Solo debe pensarse que se tiene un síntoma si este es frecuente y se mantiene en el tiempo. O si presentamos más de un síntoma a la vez, toses, fiebre o dificultad respiratoria. En cuyo caso debemos avisar al teléfono habilitado en cada una de las Comunidades Autónomas.

Es recomendable poner horarios para estudio y trabajo. Y es importante, cuidar la higiene y arreglarnos, ya que vernos bien nos ayuda a sentirnos mejor. También nos ayuda a separar mentalmente los tiempos de trabajo o estudio de los tiempos de ocio o descanso.

Si es posible, intentar disponer de un lugar específico para trabajar,  si no lo es recoger al terminar lo utilizado. Nos ayudará a mantener esa separación psicológica necesaria entre trabajo y vida personal.

Mantener los biorritmos y el orden en las comidas es fundamental para los neurotransmisores y para no entrar en el círculo picoteo-culpabilidad-ansiedad. Llevar a rajatabla esto es más difícil si se está aislado en solitario, pero es importante.

Hacer ejercicio contribuirá a darnos energía, liberará endorfinas y nos ayudará a cansarnos o a cansar a los niños. Se pueden seguir clases on-line, o simplemente se puede bailar y cantar en una habitación espaciosa. También nos ayudara a canalizar tensiones, y muy probablemente nos hará reír e incluso divertirnos.

Llorar es normal, nos encontramos ante una situación inédita, en la que nos hemos visto enfrentados a la incertidumbre y al miedo, a no saber que noticias son ciertas y cuáles no, a temer que nos estuvieran ocultando algo, a pensar en nuestros seres queridos y a la imposibilidad en muchos casos de reunirnos con ellos, a tener que tomar decisiones sin saber si estábamos actuando correctamente. Y esto provoca mucha tensión emocional, por lo que es normal que estemos más sensibles. Llorar ayuda a aliviar la tensión.

Es un momento excepcional para aprender técnicas de respiración, la respiración abdominal o diafragmática ayuda a mantener la ansiedad controlada, a centrarnos en nuestro cuerpo y no en nuestros pensamientos y a oxigenar cuerpo y cerebro. Practicarla durante unos minutos cada tres horas, utilizando como máscara acústica unos auriculares con música tranquila, es una rutina muy saludable para no llegar a estados en los que podemos perder el control.
Igualmente es importante aprender a manejar las emociones negativas, dado que la ansiedad, el aburrimiento, tristeza, la frustración, la rabia y el miedo pueden traducirse en conductas heteroagresivas y el deterioro en las relaciones familiares y la agresividad verbal pueden pasarnos una factura muy cara. Uno de los mayores riesgos del aislamiento es que acabemos teniendo la sensación de no soportarnos unos a otros. Para ello es fundamentar entender las explosiones de los demás, pedir pendón cuando somos nosotros lo que nos crispamos y utilizarlas como un aviso de que nuestro grado de tensión es elevado y debemos disminuirlo.

Podemos sufrir ansiedad, esos pensamientos circulares, indeseados y catastrofistas, angustia, la sensación de problemas respiratorios y opresión en el pecho y tensión, esa hipertonía muscular que acaba provocando contracturas. Cada uno de esos planos tiene sus propias técnicas. Escribir sobre lo que pensamos y sentimos y la terapia ocupacional son estrategias adecuadas para la primera. Usar técnicas de relajación como las de Jacobson o Shultz y técnicas de respiración ayudan a manejar la angustia y seguir una clase de baile o darnos una larga ducha puede ayudarnos a disminuir la tensión. Aprendamos a usarlas de forma preventiva, no paliativa.

La suma de esos pequeños problemas cotidianos a los que nos vamos a tener que enfrentar en estos días puede ser tal, que quiebre nuestra resistencia. Todos creemos que una rama de madera es más resistente que un junco pero realmente es más fácil partir la rama que el junco. Esa flexibilidad es la que provoca que estos, tras la tormenta, recuperen su posición inicial sin haber sufrido daños y que grandes ramas se hayan partido y yazcan tiradas en el suelo. La mente es igual. Si somos rígidos e intentamos tener todo bajo control, lo más probable es que acabemos, con insomnio, ansiedad, irritabilidad o síntomas somáticos. Por el contrario, si aprendemos a adaptarnos, nos moveremos con la tormenta, pero seremos capaces de volver a nuestro estado original tras ella. Por muy larga o intensa que sea.

Manejar el estrés correctamente depende de muchos factores, pero… ¿Cuáles son los principales?:

1-La evaluación de la situación: Si anticipamos todas las cosas negativas que pueden ocurrir o nos dedicamos a dibujar escenarios catastróficos futuros es muy probable que nos autogeneremos emociones tóxicas. Pensamientos como -¿Y si mi empresa quiebra?- ¿Y si alguno enfermamos? No nos ayudan. No podemos vivir como si ya estuviera pasando. Ese es un sufrimiento gratuito e innecesario, dado que a lo mejor no llega a ocurrir. Centrémonos en los problemas presentes.
Reevaluemos. La mayoría de nosotros estamos en casa, solos o con nuestras familias, tenemos garantizados los suministros básicos y tenemos tiempo para compartir. Este puede ser un momento de aprender, los padres pueden enseñar a los hijos a cocinar o a coser y los hijos pueden enseñar a los padres el manejo de diferentes redes y tecnología.

2-El abordaje de las dificultades. La reflexión, la búsqueda de soluciones y aprender a hacernos las preguntas adecuadas son de gran ayuda a la hora de interpretar una situación como irresoluble y por lo tanto angustiosa o como un reto que vamos a intentar solventar. Ante un dilema hay una gran diferencia entre preguntarnos ¿Qué se podría hacer para mejorar esta situación? en lugar de ¿Por qué nos tiene que pasar a nosotros?

3-Las características personales también son un factor determinante, el catastrofismo, la necesidad de controlarlo todo, la auto-exigencia, el perfeccionismo se agudizan aún más cuando se tiene estrés. Recuerda el junco en la tormenta y busca como canalizar esas emociones.

4- Los apoyos: Saber mantener un círculo de familiares o amigos que nos hagan desconectar, que nos sirvan para escucharnos, darnos apoyo, consejos o simplemente hacernos reír. Esta epidemia ha llegado en un momento en que disponemos de mil recursos, desde grupos de WhatsApp con quienes compartir nuestras hazañas domésticas y cotidianas hasta quedadas “on-line” con los amigos.
La situación de aislamiento puede ser más larga de lo que creemos, convirtámosla en una oportunidad personal, familiar y de demostrar al mundo lo que somos capaces de hacer como sociedad. Sobrellevar sin daños colaterales el estado de aislamiento es nuestra responsabilidad. En primera línea están los equipos sanitarios dejándose la piel, a nosotros se nos pide que paremos el contagio quedándonos en casa y extremando las precauciones. Ellos son Lepanto. Nosotros Numancia.