Metáforas económicas para entender la crisis

El sistema circulatorio humano tiene su equivalente en el ámbito económico. Se trata del llamado flujo circular de la renta. Es el producto nacional el que permite crear unas rentas (en forma de salarios, intereses y beneficios) como recompensa para quienes lo han producido. Estas rentas, a su vez, posibilitan a las familias que las reciben gastar, generando la demanda de los bienes y servicios que se producen. Como un ser humano que estuviese sufriendo graves obstrucciones circulatorias por culpa de su alto colesterol, ese flujo circular económico sufre hoy todo tipo de interrupciones en sus distintas fases: empresas paradas, trabajadores atrapados en sus casas, tiendas cerradas… Con el agravante de que el proceso corre el riesgo de retroalimentarse y volverse acumulativo a medida que se prolongue. Igual que en una avalancha de nieve, al final lo de menos sería el carácter microscópico del desencadenante.

En consecuencia, las medidas económicas más urgentes son aquellas que permitan a las familias y a las empresas seguir recibiendo ingresos, aplazar pagos o pedir prestado. Cada gobierno ha intervenido con diferentes instrumentos e intensidad, pero la misma filosofía: proporcionar un escudo temporal, que permita hibernar la economía, para evitar situaciones de iliquidez o insolvencia antes de que se reanude la actividad.

El conjunto de medidas adoptadas en España parece tener la cuantía suficiente para paliar las peores consecuencias de la primera etapa de esta crisis. Moviliza unos 200.000 millones de euros, es decir, alrededor del 16% del PIB. Incluye numerosas medidas para proteger a trabajadores, familias, colectivos vulnerables y empresas. La más potente, pues explica la mitad del volumen total, consiste en otorgar avales públicos a las empresas, para que los bancos estén dispuestos a seguir prestándolas y no se les cierre el acceso a la liquidez. La otra medida más destacada es la flexibilización de los Expedientes de Regulación Temporal de Empleo.

No quiere decir lo anterior que el plan sea perfecto, ni que nuevas medidas no vayan a ser precisas. Los trabajadores temporales, por ejemplo, pueden no quedar cubiertos, pues su inclusión en los ERTE es optativa y las empresas podrían preferir simplemente dejar que se extinga el contrato. La utilidad de endeudarse transitoriamente como estrategia empresarial, por otro lado, dependerá de la fuerza del efecto rebote tras la crisis, que variará por sectores (siendo más probable en la industria que en los servicios no posponibles). El gobierno español ha sido también menos generoso que otros a la hora de aplazar, no digamos ya reducir, impuestos y cotizaciones. Además, queda pendiente el tema de los alquileres, que debería abordarse con especial cuidado, pues muchos arrendadores son a su vez familias que dependen de esos ingresos. Por último, la celeridad en la puesta en práctica de las medidas resultará crucial.

La siguiente metáfora que ilumina nuestra historia es la de las fichas de dominó que van cayendo unas sobre otras. Para evitar la caída de familias y empresas, el Estado ha intervenido (respaldándolas en la forma descrita). El riesgo reside en que esta ficha no pueda soportar ese peso y caiga a su vez. Algo que no resulta tan disparatado en un país como España, con una deuda pública cercana al 100% del PIB y un déficit público que puede dispararse al entorno del 10% del PIB, como en los peores momentos de la anterior crisis. Para no caer, el Estado puede precisar el respaldo de otras piezas, las instituciones europeas.

El BCE, tras algún grave error inicial de su presidenta, ha intervenido garantizando liquidez a los bancos y poniendo en marcha un programa masivo de compra de bonos públicos y privados, por importe de 750.000 millones de euros, entre otras cosas. Esto servirá para evitar los peores estragos y moderar las primas de riesgo, pero no bastará. Será necesario que la política fiscal desempeñe también su papel, especialmente cuando haya que reiniciar la economía y no solo hibernarla. Países como el nuestro no tendrán apenas margen para ello sin apoyo de la Unión Europea. No basta con relajar las normas del Pacto de Estabilidad. Se requieren medidas mucho más audaces. Una posibilidad sería utilizar el MEDE no solo para situaciones de crisis de la deuda pública ya desencadenadas y con fuerte condicionalidad, sino como emisor de eurobonos (títulos de deuda pública común, garantizada por el conjunto de países de la zona del euro) que permitan incrementar el gasto nacional en partidas específicas. Incluso, aunque sea jurídicamente más complicado, el BCE debería plantearse monetizar directamente los déficit públicos, en todo o en parte. Riesgos inflacionarios a corto plazo no parecen existir; la perturbación de demanda parece más fuerte que la de oferta y las expectativas de inflación se están desplomando. La única ventaja de haber vivido otra crisis sistémica hace tan pocos años es que debería ayudarnos a evitar esta vez los errores entonces cometidos.