The twilight zone. Capítulo 2. El virus de la insolvencia.

Mientras sanitarios, fuerzas de seguridad del Estado, cajeros, reponedores de  supermercado, camioneros,…se ponen en continuo riesgo para salvarnos de este maldito bicho, el Gobierno, que ve llegar  un nuevo “virus” mucho más agresivo, nos deja indefensos ante él: el virus de la insolvencia empresarial y personal.

En un intento tardío, de legislación a hurtadillas y a vuela pluma, España, fue uno de los últimos países en instaurar una ley de insolvencias de personas físicas: la Ley de Segunda Oportunidad. Una ley absolutamente necesaria, especialmente para momentos como el que se avecina, pero para la que no ha destinado siquiera un mínimo esfuerzo ni en su difusión ni en su promoción entre la ciudadanía y los “sanitarios” que deben salvar a sus “pacientes”: abogados, economistas y jueces. Pero si bien la Ley de Segunda Oportunidad y cualquier otra medida que se adopte con carácter de urgencia que persiga la protección al ciudadano más desfavorecido será siempre bienvenida, no es la solución contra este nuevo agente patógeno; no va a haber norma que pare la profunda crisis en la que nos vamos a ver sumidos en los próximos meses y que azotará con mayor virulencia a las familias más vulnerables. Pero ¿por qué nos adentramos en una profunda crisis? La respuesta es simple: este “virus” estaba latente en gran parte de nuestro tejido empresarial. El Covid-19 solo ha sido el detonante.

Por mis manos han pasado innumerables balances de cientos de pymes, y todos con un denominador común: gran endeudamiento bancario, y una ratio de solvencia muy baja. Unos balances que escondían  perdidas año tras año con un burdo maquillaje contable con el único objetivo de renovar sus líneas de crédito que mantenía vivos negocios  antieconómicos con la esperanza de que, un día y como por arte de magia, el negocio se convirtiera en rentable. Así que, con un tejido empresarial maltrecho de salida, se deben adoptar medidas valientes que no provengan de una constante improvisación como la que estamos viviendo en estos últimos días.

Como sociedad, todos debemos asumir el reto, y todos, hoy más que nunca, arrimar el hombro batiéndonos el cobre para salir de esta crisis sin precedentes. Pero sin lugar a dudas todos nuestros esfuerzos como sociedad tienen que orientarse a salvar empresas y autónomos.

¿Os acordáis de la mítica conversación telefónica de Jerry Maguire (Tom Cruise) con Rod Tidwell(Cuba Gooding Jr) en la que Jerry le pregunta a Rod  “ What can I do for you?, just tell me what can I do for you..” y Rod, con un entusiasmo desafiante y a ritmo de rap, le contesta “Show me the money…S-H-O-W M-E T-H-E M-O-N-E-Y”. Pues eso, ¡muéstrame la pasta! Hay que aflojar la mosca  sin miedo, y hacer llegar el dinero a todas las pymes y autónomos de este país, de lo contrario, el tejido empresarial va a colapsar en menos de seis meses. El Estado debe promover la mayor inyección de dinero de su historia, y hacerlo llegar sin trampas como la que se esconde tras el anuncio grandilocuente y repleto de solemnidad del Presidente del Gobierno,  avanzando una inyección sin precedentes por valor 100 mil millones de euros a empresas y autónomos, cuando la realidad es bien distinta: la mosca la suelta la banca, la paga la empresa o autónomo y el riesgo lo asumimos todos. Y como esa definición queda un tanto grotesca, la maquillamos con el latinajo pari passu y ya pueden peinarse para la foto. Pero es que a la postre, de los 100 mil millones, solo 20 mil, de momento,  entran en juego en el desarrollo del Real Decreto Ley 8/2020, con  el  Acuerdo del Consejo de ministros del día 24 de marzo de 2020 por el que se aprueban las características del primer tramo de la línea de avales del ICO para empresas y autónomos, para paliar los efectos económicos del COVID-19. Y que nadie se llame a engaño, se trata de avales de un 80 o 70 % de la deuda que presten los bancos, o sea que  el  20%-30 % del riesgo lo asumirá la empresa o autónomo, si es que tiene la suerte de acceder a ese crédito porque, no seamos ilusos, de nuevo la banca vuelve a tener la sartén por el mango y será quien imponga las reglas  de este juego un tanto pernicioso.

Pero es que, además, 20 mil millones de euros no dan ni para un par de zapatos viejos. Hay que dimensionar el problema y tomar decisiones ¡ya!, de lo contario los juzgados mercantiles de toda España van a colapsar con solicitudes de concursos de acreedores, y es que ni nuestra ley de insolvencias ni nuestros juzgadores son la solución al problema.

Si dotamos de liquidez a las pymes podremos lograr que, y trayendo al ámbito de la macroeconomía la famosa curva de infecciones, esta se aplane y las insolvencias empresariales sucedan de forma más espaciada sin que se llegue al colapso.

Debemos asistir, aunque sea de forma artificial, a las pymes y autónomos que más lo necesiten; ayudas en forma de liquidez y distensión de las cargas tributarias y sociales. Mantener la presión recaudatoria  sobre las pymes es un grave error. Si llevamos a la quiebra a nuestro tejido empresarial aparecerá un nuevo coste mucho más gravoso: una tasa de desempleo que quebrará por completo nuestro modelo del bien estar.

Es hora de que el ejecutivo cree con urgencia un consejo de expertos que se devanen los sesos para lograr el algoritmo que no solo nos haga salir de esta sino que salgamos más fortalecidos.