Los europeos, de apestados a esenciales en el Reino Unido. Reproducción de artículo en Público de Julia Tena de la Nuez

Reino Unido lleva paralizado desde hace dos meses, pero no para Aurelian. El 23 de marzo, el primer ministro, Boris Johnson, anunció el estado de excepción que instaba a los británicos a quedarse en casa para intentar controlar la expansión del coronavirus. Al día siguiente, mientras millones de personas empezaban a trabajar de forma remota, Aurelian se despertaba a la misma hora de siempre para ir a la residencia de ancianos en la que trabaja desde hace dos años.

Aurelian se dedica a reparar sillas de ruedas en residencias. Calcula que durante la peor fase de la pandemia siguió viendo unas diez personas al día. “La gente sigue necesitando sillas de ruedas, tengo que ir a visitarlos para asegurarme de que funcionan”, explica. “Por supuesto que existe un cierto riesgo, pero no podemos abandonarlos”.

Según la definición del Gobierno, Aurelian es un trabajador esencial, es decir: su trabajo es vital para la salud y/o la seguridad del país. También es rumano. Millones de trabajadores esenciales en el Reino Unido son migrantes: según la Oficina de Estadísticas Nacionales, aproximadamente el 23% de todo el personal hospitalario, incluido el 29% de los médicos y el 18% de los enfermeros. El 20% de los trabajadores agrícolas y más del 40% de los trabajadores de producción de alimentos son migrantes. Muchos de ellos son europeos.

Aurelian se dedica a reparar sillas de ruedas en residencias.
Aurelian se dedica a reparar sillas de ruedas en residencias.

Desde que empezó el estado de alarma, cada jueves en Reino Unido se pueden escuchar los aplausos de los británicos a trabajadores esenciales como Aurelian. Boris Johnson, que pasó 48 horas en cuidados intensivos tras contagiarse del coronavirus a principios de abril, también ha elogiado a todos los trabajadores del servicio nacional de salud, especialmente a los dos enfermeros, una neozelandesa y un portugués, que estuvieron a su lado en el hospital.

Estos elogios no convencen a muchos de los europeos que ahora arriesgan su salud durante la pandemia. En diciembre del año pasado, Boris Johnson anunciaba a pocos días de las elecciones generales que los ciudadanos de la Unión Europea residentes en Gran Bretaña habían tratado a Reino Unido como a “su propio país” durante demasiado tiempo. Tras la victoria de los conservadores en las elecciones, el Gobierno anunció una nueva ley de inmigración basada en puntos, cuyo objetivo es, en palabras de la ministra del Interior, “alentar a las personas con el talento adecuado” y “reducir los niveles de personas poco cualificadas que vienen a Reino Unido”.

“Muchas de las personas que ahora arriesgan su vida durante la pandemia no podrían haber venido con estas normas”, afirma Dina, una enfermera portuguesa que trabaja en servicios sociales. Dina se dedica a visitar las casas de niños vulnerables que pueden ser víctimas de abuso o negligencia por parte de sus propias familias. Dice que su trabajo se ha duplicado desde que los niños no pueden ir al colegio y pasan todo el tiempo en casa.

Dina, una enfermera portuguesa que trabaja en servicios sociales.
Dina, una enfermera portuguesa que trabaja en servicios sociales.

“Lo que el Gobierno nos ha hecho a los europeos es muy doloroso”, explica. “Yo adoro mi trabajo, y quiero muchísimo a los niños que visito. Pero la forma en que me han tratado, la forma en que mis amigos y mi familia han sido tratados, es totalmente inaceptable”.

“Nos han hecho sentir no bienvenidos y poco valiosos. Según el Gobierno, si no cobras 30.000 libras al año eres poco cualificado. Muchas de las enfermeras con las que trabajo ganan menos que eso. ¿De verdad quieren que no vengamos a este país? Ahora nos necesitan desesperadamente, pero cuando la ministra del Interior nos llamaba poco cualificados los británicos no nos defendieron. Eso me dolió mucho”, afirma.

Dina explica que trabaja en una oficina pequeña en la que ha escuchado a compañeros decir que hay demasiados migrantes en Reino Unido. “Lo han dicho delante mío. ¿Cómo crees que me siento? Los migrantes somos esenciales, pero de eso no se habla”.

Aun así, Aurelian reconoce que no todos los británicos le consideran un igual. “He tenido algunas experiencias desagradables”, dice. “En el trabajo, un par de personas me han dicho cosas muy feas. Hace unos meses fui a visitar a un anciano que tenía un par de perros. Le pedí que por favor sacase a sus perros de la habitación para poder examinar su silla y el señor le dijo a mi compañero: Por favor, no me traigas a este extranjero otra vez“.

“Obviamente, este tipo de comentarios duelen; después de todo, estás ahí para ayudar. Pero luego pienso: Qué más da. Mi trabajo me hace sentir bien porque sé que estoy ayudando a la gente. No soy una persona rencorosa”.

Marilyn es griega-americana y es gerente de una residencia para personas mayores.
Marilyn es griega-americana y es gerente de una residencia para personas mayores.

Marilyn es griega-americana y es gerente de una residencia para personas mayores. La mayoría tienen entre 70 y 90 años. Cuando empezó el estado de alarma su marido le pidió que no fuese a trabajar, pero a Marilyn le daba miedo dejar a estas personas solas. “Uno de los inquilinos se ha caído varias veces y he tenido que llamar a la ambulancia. ¿Qué hubiese pasado si yo no hubiese estado aquí? Otro de los inquilinos es un señor mayor de 92 años que perdió a su mujer antes de llegar a la residencia. Al principio casi no hablaba ni comía y probablemente bebía demasiado. Corría el riesgo de hacerse daño a sí mismo. Pero con un poco de compañía empezó a sentirse mejor. Todas las mañanas pasa por mi despacho y hablamos un rato, no soporta estar solo”, explica.

Marilyn tiene acento americano cuando habla y reconoce que para sus compañeros británicos ella es “el tipo de migrante aceptable”. “No percibo el mismo tipo de hostilidad”, dice. “Estoy en una zona acomodada con muchas personas mayores. Estoy segura de que muchos de ellos votaron por el brexit, pero todos me adoran. Me siento muy apreciada en mi trabajo. Intento educarlos sobre el tema de la inmigración, quiero que vean que esto me afecta a mí también, una persona a la que aprecian. Intento que vean la ironía de que los europeos que no querían que viniesen son los que ahora mantienen el país en funcionamiento”.

Christine, una conductora de tren francesa, también se siente muy valorada en su trabajo. “Casi todos mis compañeros son hombres británicos y nunca me han tratado de forma distinta por no ser británica”, dice. Christine sigue conduciendo trenes en horario reducido y afirma que le molesta mucho el término “poco cualificado”. “Si lees el periódico te encuentras todo el rato con este término. Me parece algo muy triste. Yo no me considero poco cualificada, tengo un título universitario y una licencia para conducir trenes”.

Christine tiene la esperanza de que tras la emergencia por el coronavirus los británicos vean las cosas de manera distinta. “La retórica anti inmigración de las últimas elecciones fue muy inquietante. Espero que cuando salgamos de esta crisis los británicos entiendan algo de lo que deberían haberse dado cuenta hace tiempo: de lo mucho que los europeos contribuimos a este país”.