In Memoriam. Jaime Carvajal Hoyos, un español comprometido.

El miércoles día 3, a través de un grupo de whatsapp que tenemos varias personas de la sociedad civil que trabajamos juntas por reformar nuestro país y mejorar nuestras instituciones recibí la  tristísima (y al principio increíble noticia) del fallecimiento repentino de Jaime Carvajal Hoyos, uno de nuestros líderes más activos en esta siempre difícil y pospuesta tarea.  Nos quedamos consternados no sólo por la enorme pérdida personal que supone -en particular, claro está, para su familia y sus amigos más cercanos- sino también por  la enorme pérdida para el país. Pero quizás para que nuestros lectores entiendan esto mejor hay que explicar quien era Jaime Carvajal y sobre todo qué hacía, dado que muchas veces lo que mejor nos explica son nuestros actos. Aunque Pelayo Primo de Rivera ya nos ha dejado en este blog un sentido tributo a su amistad, aquí quería añadir la perspectiva desde la sociedad civil en general y desde Hay Derecho en particular.

Jaime era, ante todo, un hombre de bien. Esto no es algo que podamos dar por sentado, desgraciadamente, incluso en personas que se dedican a la defensa de los intereses generales y a la cosa pública. Pero, además, era una persona con una increíble capacidad de trabajo y de entusiasmo, capaz de generar sintonía y simpatía entre grupos de personas muy diferentes desde todos los puntos de vista. Por otra parte, dada la posición que ocupaba en el mundo empresarial y social tenía acceso a gente procedente de mundos muy diversos y muy complementarios.  Y estaba empeñado, como muchos de nosotros, en mejorar España. Y en buscar a las personas más adecuadas para ayudar en la tarea, siempre manteniendo él mismo -tan importante en todos los sentidos- un perfil bajo y una actitud humilde. De su tejer callado y eficiente en defensa del interés común podemos dar fe muchos de los que trabajamos en organizaciones de la sociedad civil, empezando por la Fundación Joan Boscá y terminando por la que él mismo presidía y estaba empezando a transformar, con el expresivo nombre de “Juntos Sumamos”.

Yo querría resaltar también que Jaime podría haber vivido mucho más cómodamente sin ocuparse de nada de esto, como hacen tantos otros españoles de su misma posición económica y social. Tenía todo lo necesario para despreocuparse de lo común, de España y de sus problemas, que a veces, de tanto arrastrarse, parecen irresolubles cuando no lo son. Nunca lo hizo, todo lo contrario, movilizaba a todos los que podía, que eran muchos, porque era difícil resistirse a su encanto personal y a su generosidad y altura de miras.  Era, además, un hombre ilustrado y con inquietudes intelectuales, lo que a mi juicio es imprescindible si se quieren abordar con seriedad debates importantes para el futuro de nuestro país. En fin, no era sólo un gran ejecutivo, un gran  financiero, un gran hombre de negocios, una persona con muchas conexiones sociales y familiares importantes: era mucho más. Tenía una fibra moral sin la cual no es posible pertenecer de verdad a una élite digna de tal nombre. Era, en definitiva, una persona importante para España. Y no estamos sobrados de gente como él.

Creo que el mejor homenaje que le podemos hacer dependerá no tanto de nuestras palabras como de nuestros actos. Para mí al menos la muerte de Jaime debe de ser una llamada a la acción en estos momentos  de desánimo que no faltan en unos días tan tristes y tan inciertos como los que estamos viviendo.  Ha caído uno de los mejores, pero los demás tenemos la responsabilidad de seguir en la brecha para estar a la altura de lo que él quería conseguir: un país mejor, tolerante, unido, moderno, donde juntos sumamos todos.