Sobre exámenes tipo test: la visión de un estudiante
A punto de comenzar el curso académico, un estudiante de un doble grado de ciencias sociales de una universidad pública madrileña quiere aportar sus reflexiones al debate sobre el examen tipo test. En el tiempo que lleva estudiando en la universidad, de 20 asignaturas cursadas, 15 se evaluaron mediante un examen tipo test independientemente de la materia impartida (Filosofía, Derecho, Historia…).
Este estudiante considera que la proliferación de los exámenes tipo test debe responder básicamente a la necesidad que tiene el profesor de ahorrarse tiempo y trabajo (sobre todo en tiempo de pandemia y enseñanza on line) puesto que no entiende cuáles serían las posibles ventajas pedagógicas de este tipo de exámenes. Estos son sus argumentos:
En primer lugar, con un examen tipo test el profesor no puede valorar las reflexiones que el alumno pueda haber realizado sobre la materia en cuestión porque no se le exige nada más que contestar a preguntas concretas del temario, cuando precisamente, por lo menos en las carreras de ciencias sociales, el profesor debería tener interés por cómo el alumno piensa y desarrolla sus argumentos. Por ejemplo, en los casos prácticos de Derecho es imposible saber mediante un examen tipo test el proceso por el cual el alumno ha llegado a sus conclusiones, que precisamente en muchas de las universidades extranjeras de prestigio, es lo que más se valora.
Un ejemplo de plena actualidad: en un examen tipo test se pregunta al estudiante sobre el estado de alarma, pero al tratarse de un test, no hay manera de expresar y desarrollar una opinión propia fundamentada sobre dicho concepto jurídico (lo que para este estudiante es lo realmente valioso). Reducir esas interpretaciones a una respuesta tipo test es imposible, tal y como queda de manifiesto en el debate que se ha producido recientemente entre los magistrados del TC.
Además, ocurre que en las Ciencias Sociales no siempre existen verdades absolutas, con lo cual un alumno que lee más de lo que contiene el temario que proporciona el profesor, puede verse perjudicado porque, al conocer más interpretaciones sobre un asunto, puede dudar sobre la respuesta adecuada. Por citar de nuevo un ejemplo: una pregunta tipo test sobre la voluntad general en Rousseau podría tener diferentes respuestas por las innumerables interpretaciones (e incluso por sus propias contradicciones) que existen sobre ese concepto. Una persona que hubiese leído mucho sobre el tema podría no acertar con la respuesta que busca el profesor. Incluso a veces se dan casos en que los profesores de una misma materia confiesan que responderían de manera diferente al mismo examen tipo test. Da la sensación de que, con este tipo de exámenes, el único propósito del profesor es que el alumno se estudie la materia que el docente proporciona y no tanto que piense por sí mismo y adquiera un espíritu crítico lo cual sería infinitamente más interesante y más enriquecedor tanto para el alumno como para el profesor.
En segundo lugar, en casi todos los exámenes tipo test hay una serie de respuestas que son completamente absurdas y que, cualquier alumno que sepa algo de la materia puede descartar. Sin embargo, las otras dos o tres o más respuestas, difieren en pequeños matices, lo que supone que, al final, tiene el mismo valor matemático elegir la opción manifiestamente incorrecta (“una burrada”), que elegir la opción que difería mínimamente de la respuesta correcta. Es decir, se está evaluando de igual manera al alumno que pone una barbaridad (y que en otro tipo de examen supone un suspenso inmediato) que al que ha elegido otras opciones equivocadas por cuestión de matiz.
En tercer lugar, este sistema desmotiva a los alumnos que tienen mas interés en profundizar en la materia porque, al margen de que tampoco se valora la capacidad de expresarse por escrito, también ocurre que otros muchos alumnos prefieren el test porque les parece que son exámenes más fáciles de aprobar. Nuestro estudiante afirma que conoce casos de alumnos que han aprobado los tests y que, una vez terminado el curso, no son capaces de escribir correctamente ni siquiera el nombre de los autores que habían estudiado. Estos mismos alumnos se lamentan siempre que el profesor avisa de que el examen será “de pensar”, puesto que son conscientes de que ese tipo de prueba les exige mucho más esfuerzo.
Para terminar, este tipo de exámenes tampoco prepara a los alumnos para el mundo laboral. Existen pocos puestos de trabajo en los que no se tenga que pensar y/o redactar correctamente. Realizar exámenes tipo test en la carrera de Derecho, por ejemplo, es absurdo. Es como si un juez llegase a un juicio y pidiese a los abogados que señalen entre varias opciones y sin dar explicaciones, la decisión correcta.
En definitiva, este estudiante considera que una sociedad en la que no se enseña a pensar por uno mismo está condenada al estancamiento y a la mediocridad. Se trata de una educación pobre y triste que no deja lugar a la imaginación ni a la originalidad.
Critilo es un hombre experimentado, que habiendo naufragado la nave en que viajaba fue arrojado por el mar a las costas de la isla de Santa Elena, donde conoció a Andrenio, hombre natural, criado por un animal al margen de toda civilización, y a quien Critilo enseñó a hablar. Critilo es el hombre juicioso, en el que predomina la razón, prudente, sagaz, adiestrado por la experiencia, como atestigua la raíz griega kríno, ‘juzgar’, que le da nombre. El nombre de Andrenio procede del griego aνηρ, aνδροs «hombre», que simboliza al hombre instintivo e inexperto, que se deja arrastrar por sus inclinaciones naturales.
Sus conversaciones sobre el mundo y la vida fueron recogidas por Baltasar Gracián en El Criticón.
Su nombre y su imagen servirán excepcionalmente para que pueden expresarse con total libertad aquellos que prefieren no vincular esas opiniones con sus personas por razones de su cargo, posición o profesión, siempre que esas opiniones tengan algo que aportar y hagan honor al nombre del que se valen.
Sobre esta cuestión yo tengo una anécdota muy curiosa relativa a cierta asignatura, Relaciones Internacionales, que cursaba a distancia. La cuestión no es que fuera tipo test: es que de las cuatro opciones, una estaba rematadamente mal, otra mal, otra bien y otra muy bien y en función de ello te daban 0, o,5, 1 o 1,5 puntos. Las distinciones entre las respuestas supuestamente correctas eran realmente sutiles y ambas aparecían en el libro como correctas, con lo que en la elección entre una y otra implicaba una subjetividad enorme. Recurrí la calificación razonando por qué la mía era correcta partiendo de los textos usados como base, con argumentos que me parecían de peso y llegué en sucesivas alzadas hasta el rector, sin que nadie me diera una respuesta racional, más allá de la autoridad del profesor o la competencia para entrar en materia sustantiva. A pesar de esa falta de atención a mis argumentos, algo debió de influir mi reclamación porque en los años siguientes desapareció el tipo test “graduable” y subjetivo, cómodo para el profesor pero arbitrario e injusto.
Es muy interesante como todos los alumnos comentan que la técnica para preparar un examen tipo test es completamente diferente a la preparación de un examen en que tengan que contestar y desarrollar respuestas. Eso suele querer decir que un examen tipo test se prepara haciendo muchos exámenes tipo test de años anteriores sobre la asignatura. Eso no da ni conocimiento de la asignatura, ni profundidad sobre los temas. En la experiencia de exámenes combinados con preguntas tipo test y preguntas de desarrollo siempre se ven estudiantes que aprueban el test, pero en el desarrollo muestran un total desconocimiento de la materia.
Dicho lo anterior, diría que “en grandes números” el tipo test refleja igualmente los estudiantes que conocen la material, que obtienen buenas notas, y los que no la conocen obtienen malas notas. Los matices suelen darse en esa zona de “aprobados justitos”.
Y añadiría que uno de los aspectos que valoran los profesores en los tipo tests no es tanto el ahorro de tiempo (en la corrección), sino el ahorro de problemas en las reclamaciones. Por defecto ahora todos los estudiantes reclaman si suspenden. Una reclamación de tipo test es cómoda porque todo es objetivo. Una reclamación de otro tipo de exámenes cada vez es más incómoda porque se introduce mayor subjetividad en las valoraciones.
Efectivamente, además de todo lo que dice el estudiante en su post, no sólo es cómodo para el profesor ahorrarse una corrección que supone (al menos en mis asignaturas) dedicación exclusiva de varias horas y días, sino que, además, como se dice en el comentario anterior, se libra de las revisiones (sobre las que se podría escribir otro post, por cierto). Es decir, los incentivos son muy tentadores para el profesor, máxime cuando hoy en día tiene que dedicar mucho tiempo a tareas burocráticas, de gestión etc. Muchos colegas están de acuerdo en que el test no es un buen instrumento de evaluación y reconocen que lo hacen por comodidad y por las circunstancias especiales de la pandemia. Sin embargo, me temo que una vez que lo han hecho lo seguirán haciendo, entre otras cosas porque el ordenador conserva una gran lista de preguntas que, aleatoriamente, pueden usarse otros años.
Añado que mi experiencia es que los alumnos con más interés, que participan en clase, que no solo leen los textos obligatorios sino muchos de los que recomiendo aunque sean voluntarios, etc., son los que más se lamentan de que en casi todas las asignaturas (de grados de ciencias sociales) ya no haya que escribir nada porque los exámenes tipo test ya son la norma y no la excepción.
Y, por último, los alumnos a los que más se perjudica con este tipo de examen son los alumnos con menos recursos: los que más necesitan aprender a redactar (porque no vienen sabiendo redactar del bachillerato) y aprender a pensar y expresar ordenadamente sus ideas. Con el test no se fomenta en absoluto ese tipo de cualidades. Los alumnos se “empollan” los apuntes del profesor y se pasan los test de otros años para ver ” qué cae” (como se dice en otro de los comentarios a este post).
En definitiva, al menos en muchas de las asignaturas de ciencias sociales y humanidades, el examen test no tiene ninguna justificación pedagógica.
Durante la pandemia y, dado que todas las clases eran online y que tenía casi 300 alumnos en total, hice el primer examen tipo test de toda mi carrera docente (casi 30 años). El primero y el último. Como no tenía experiencia, pregunté a varios colegas. Había que hacer un examen que no fuera muy fácil y que los alumnos no pudiesen copiar, dado que la mayoría hacía el examen on line en sus casas con todos los dispositivos electrónicos a su disposición. Además, hacer preguntas tipo test en una asignatura de Humanidades que fueran algo más que preguntas ” de memorieta” y que requiriesen pensar un poquito, no era tarea fácil.
Resultado: en un grupo de alumnos de un grado en el que se pide la nota de corte más alta, suspendieron la mitad (algunos sacaron después sobresaliente en el examen escrito). En el otro grupo de casi 100 alumnos, también con nota alta de corte, aprobaron todos menos tres. Estaba claro que habían copiado. De hecho, alumnos míos de otros años que veo a veces por los pasillos, me dicen que es muy fácil copiar los exámenes on line.
No la mayoría, pero sí algunos alumnos de los cuatro grupos donde impartía docencia, me pidieron por favor que no hiciera más exámenes tipo test. Yo ya lo tenía claro. Aunque supone mucho más trabajo para mí, no vuelvo a hacer un examen tipo test.
Muchas gracias por su post que trata un tema importante. Estoy de acuerdo en muchas de sus consideraciones, pero tengo que añadir que valen para un determinado tipo de test: ese en el que se hace una pregunta y se dan varias opciones de respuesta, sin que el alumno pueda explicarse. Cuando la pregunta es meramente teórica, es factible utilizar ese sistema en el que la respuesta es única. Por ejemplo, cuando se pregunta acerca de un tema que está específicamente regulado. El tipo test no es un sistema que se justifique necesariamente por la rapidez de la corrección, sino porque permite “barrer” todo el programa y evitar las famosas “quinielas” de los alumnos. Con un test se puede preguntar TODO el programa y se evita que el alumno “con suerte” pueda aprobar sin haber estudiado todos los temas.
Este modelo de test no es suficiente y no vale, como usted sugiere, para evaluar conocimientos jurídicos. El Derecho no es una ciencia exacta y, por lo tanto, caben varios enfoques para la resolución de un problema. En las facultades de Derecho no debemos enseñar a memorizar temas, sino a pensar y resolver problemas que es lo que el alumno va a tener que hacer cuando acabe la carrera. Para ello, el enfoque tiene que ser teórico-práctico y las respuestas deben ser razonadas. Este es el sistema test con obligación de razonar la respuesta. Le aseguro que corregir estos exámenes no es en absoluto rápido porque muchas veces la pregunta es correcta precisamente por el razonamiento y hay que leerlo todo. Muchas veces estos exámenes tienen 35-40 preguntas.
Creo que el examen debe combinar varios tipos de pregunta y, por supuesto, concluir con breves cuestiones en las que el alumno deba redactar su respuesta y relacionar conceptos.
Este modelo de examen que se calificaría como “test” no me parece que adolezca de los defectos que usted señala y por ello pienso que no se debe generalizar. Yo desde luego no defiendo el modelo de preguntas de desarrollo en el que el alumno “suelta” lo que se ha aprendido de memoria. Creo que nadie pagará a un abogado para que le recite una lección, sino para que le resuelva un problema y a eso es a lo que tenemos que enseñar y de lo que debemos examinar y un test bien construido en el que el alumno pueda explicarse, puede cumplir esa función. Saludos
Un ejemplo real:
Pregunta tipo test:
¿Quién escribió el Manifiesto Comunista?
a) Marx
b) Adam Smith
c) Marx y Engels
El estudiante que se ha leído el Manifiesto porque le interesa y al que le gusta la asignatura en cuestión, se siente profundamente frustrado ante tal pregunta. De hecho, se deprime. Le habría gustado poder explayarse, comentar, comparar etc. Le hacía ilusión exponer lo que ha aprendido, pero no parece que al profesor le interese.
El que elige la a) y el que elige la b) (ambas respuestas erróneas) reciben la misma penalización, aunque, obviamente, la b) es una barbaridad que ya de por sí indica que el alumno/a no se ha enterado de nada, pero si tiene suerte, con ese tipo de preguntas, puede todavía aprobar.
Me dirán que no se hacen ese tipo de preguntas. Bueno, pues algunos sí las hacen (doy fe). Incluso se hacen para comprobar que, al menos, los estudiantes saben lo mínimo de lo mínimo. Y, en todo caso, si la pregunta es más elaborada y/o con más matices para que se pueda ver si el alumno comprende la materia etc ¿por qué no recurrir a las preguntas de un examen tradicional que permiten ver esto perfectamente?
Sé que hay profesores muy buenos que hacen tests muy elaborados y pensados, pero ¿por qué tanto esfuerzo en prepararlos si se puede conseguir el mismo resultado que se busca a través de preguntas que exijan redactar? Que, por cierto, se pueden hacer buenas preguntas cortas; no todas tienen que ser ensayos.
Pero, vuelvo al principio: lo peor es la sensación del estudiante que asume que, total, para qué va a estudiar más en profundidad si el resultado es el mismo haciendo más o menos esfuerzo. También esto me consta.
Muchas gracias por el post
Soy profesora (novel) se universidad y ciertamente como estudiante de derecho odiaba los tipo test. Como profesora tampoco me gustan. Ahora, me parece que en la entrada se generaliza en exceso y se banaliza la labor de los docentes. Da la sensación de que no se hacen exámenes con correcciones más elaborados para ahorrarse un par de minutos, cuando una corrección justa de exámenes teóricos de desarrollo o prácticas puede llevar horas, muchas veces en horario no laboral. ¿Que yo lo hago? Pues sí, pero me molesta la idea generalizada de que el profesorado es vago por naturaleza.
Por otro lado, un tipo test puede ser de todo menos memorístico y cuando he tenido que hacerlos obligada por las guías docentes, si se le echa mucha reflexión se pueden hacer preguntas prácticas. Por otro lado, nada impide que las respuestas “disparates” descuenten más.
Por último, esta reflexión está escrita claramente por un buen estudiante. Me gustaría comprobar el efecto generalizado del estudiantado acostumbrado a una asignatura con tipo test, cómo reaccionaría ante un examen en el que tuvieran que hacer una reflexión seria y justificada. Quizás no todos estuvieran de acuerdo en que hay que evitar la “mediocridad”. Y, atención, no digo en ningún caso que haya que dejarse ganad por esa actitud: la universidad debe tender hacia la excelencia. Solo incido en el hecho de que no es, al menos no solamente, el profesorado el que tiene que cambiar de actitud al respecto.
Muy interesantes también los comentarios.
Estoy totalmente de acuerdo en que no debemos contribuir a la idea falsa, pero tan extendida, de que el profesor ” es vago por naturaleza”. Al contrario: lo que ocurre a menudo es que tienen tanto trabajo (burocrático, de gestión, publicaciones etc) y tantos alumnos (algunos ¡¡300 o 500!!) que es perfectamente comprensible que prefieran hacer un test (que en muchos casos están muy pensados y trabajados) para evitarse tantísimas correcciones. De hecho, muchos así me lo dicen.
Respecto a que los propios alumnos prefieran el test, el estudiante ya lo comenta en su post y también eso le produce frustración, ya que las razones para preferir el test son todo menos académicas. Sin embargo, repito que también nos encontramos con alumnos que abominan del test, sobre todo cuando ya casi todas las asignaturas que cursan se evalúan de esta manera, incluso, como me han dicho, en asignaturas como historia y ¡literatura!.
Por otro lado, es verdad que se pueden penalizar los errores en las respuestas, algo de lo que los alumnos, por cierto, también se quejan porque dicen que baja mucho la nota y aumenta los suspensos. (Como se ve, lo que quieren es aprobar y no tanto aprender).
Si siguen proliferando este tipo de exámenes ¿podría llegar el caso de que un grado de humanidades o ciencias sociales de tres o cuatro años, pudiese cursarse sin tener que escribir prácticamente nada?
Por último, creo que al hacer exámenes escritos podemos ayudar más a los alumnos que, inteligentes y con mucho interés y esfuerzo, cometen fallos a la hora de expresarse. Algunos de ellos no tienen en sus casas los recursos que otros alumnos sí tienen y agradecen que les ayudemos a mejorar también en ese aspecto. Con un examen tipo test, eso no se puede hacer.
Muchas gracias
Quizás la mejor solución tanto para alumnos interesados y profesores sería hacer exámenes orales. Esto permite en muy poco tiempo valorar el conocimiento del alumno y las notas son instantáneas. Esto se ha hecho por los mejores profesores en las mejores universidades. Parece bastante obvio. Por qué no se implementa?