Claves para entender la crisis sociopolítica actual de Irán

El 16 de septiembre Mahsa Amini falleció en Teherán tras ser detenida por la policía de la moral -Gasht-e Ershad- por llevar el velo mal puesto. Su muerte provocó el inicio de protestas y movilizaciones que continúan hoy en día. Sin embargo, la muerte de Amini va más allá de una cuestión relacionada con el hiyab obligatorio. Las movilizaciones reflejan una realidad de fondo: la República Islámica de Irán afronta una crisis sociopolítica, económica e institucional.

La sociedad de Irán ha cambiado drásticamente durante estos últimos 43 años. El régimen islámico afronta dos crisis claves: política y generacional. Atendiendo al CIA World Factbook más del 60% de la población tiene menos de 30-35 años -representan cerca de 44 de 80 millones de la población- y hoy salen a las calles demandando participación política, libertades e igualdad. Todas estas cuestiones chocan frontalmente con los principios de la República Islámica.

Esta generación posrevolucionaria es fundamental para entender la crisis sociopolítica actual. El régimen islámico no ha logrado adaptarse a lo largo de este tiempo y ha provocado una desconexión entre las generaciones más jóvenes, provocando rechazo a los valores revolucionarios e islámicos propios del Jomeinismo. Desde su consolidación, la ideología política de Jomeini se ha ido institucionalizando en el sistema político, alejándose de un islam persa y de la iranidad -recordemos que Irán no es un país árabe-, lo cual ha impedido cualquier reforma del sistema.

Gran parte de la inflexibilidad política se debe a la propia naturaleza del régimen. En esencia, el sistema político de Irán es revolucionario, populista y altamente personalista en el legado del Ayatolá Jomeini. El régimen ha intentado canalizar las demandas a través de elecciones presidenciales protagonizada por “reformistas” o “conservadores” respondiendo solo a los objetivos y valores del régimen. Esto ha generado desconfianza y apatía entre la ciudadanía: la participación electoral de las últimas presidenciales rondó tan solo un 48%, la menor cifra de la historia de la República Islámica.

Mientras el sistema político ha permanecido rígido, la sociedad ha ido avanzando rápidamente. Todo ello en un contexto de globalización y avances tecnológicos de los que ningún Estado ni población puede permanecer aislada. La sociedad iraní también es una sociedad conectada, donde más de 50 millones de habitantes utilizan redes sociales. Por tanto, la realidad social del país no se refleja en la realidad política, más si la legislación afecta negativamente a los jóvenes donde la mujer juega un papel fundamental: el 60% de los pupitres son ocupados por mujeres.

A la crisis social y política se le añade el factor económico. Con una economía altamente sancionada por Occidente liderada por EE. UU, Irán alberga altos niveles de inflación y una moneda devaluada. El aislamiento de Irán ha fortalecido el papel del Estado dentro de la economía del país -más de la mitad de la economía se planifica a nivel Estatal (entre el 70 y el 87 %)- y ha debilitado el papel de la empresa. Ello ha permitido que la corrupción reine en las instituciones. Según el índice de percepción de la corrupción (CPI), Irán ocupa el puesto 150. Todos estos factores han derivado en una disminución de la calidad de vida y de las oportunidades laborales.

Con todo ello el régimen también tendrá que afrontar un problema crucial para su supervivencia: la sucesión de poder tras el fallecimiento del Ayatolá Ali Jamenei. No existe un candidato claro acerca de quien pueda sucederle, lo cual aviva más la incertidumbre acerca del futuro poder clerical y, sobre todo, en el papel de los Pasdarán, el arma militar de la revolución islámica (la opción de su hijo, Mojtaba Jameni, es altamente impopular). Desde la consolidación del régimen y durante la guerra contra Irak han ido aumentando su papel dentro del Estado, utilizando sus privilegios constitucionales -los artículos 147 y 150 les otorgan el papel de proteger y promover la revolución islámica- con el objetivo de reforzar su papel dentro de la sociedad. Al igual que en las protestas del 2009 no dudarán en aprovechar cualquier inestabilidad política para aumentar su poder.

En cuanto a las actuales movilizaciones, el principal problema es la falta de liderazgos. Existen mártires “Mahsa Amini”; eslóganes “mujer, vida y libertad”; y un himno “por el futuro”. Existe un objetivo, que es el fin del régimen. Sin embargo, a diferencia de 1978-79, no hay líderes. Ello no quiere decir que no los haya en un futuro: pueden salir de la sociedad civil, más tras los posicionamientos de figuras reconocidas del mundo del deporte o de la cultura, tanto en Irán como en el exterior. Todo dependerá de la intensidad de las movilizaciones y la represión por parte del régimen. Un factor fundamental para seguir es la posibilidad de huelgas generales que al igual que durante la época del Sah fueron fundamentales para su derrocamiento.

A futuro, no hay que olvidar que cualquier inestabilidad en Irán influye en la región y en el sistema internacional. En este sentido, es importante seguir de cerca los intereses de EEUU, Rusia y China. En la actualidad las tres potencias viven una pugna internacional derivada de la guerra de Ucrania y habrá que tener en cuenta sus intereses para realizar cualquier análisis. Irán no solo es importante por su posición geográfica, sino por sus reservas de gas y petróleo que podrían condicionar el mercado energético.

Todo apunta a que la República Islámica ha quedado tocada por estas movilizaciones. La apuesta del régimen hoy es continuar una línea dura. De no realizar reformas, es muy probable que continúen dándose este tipo de protestas que ya empiezan a consolidarse en las calles e incluso podrían terminar construyendo una oposición interna. Además, el miedo se está convirtiendo en valentía y puede debilitar el papel represor del Estado. Por último, es importante destacar una cuestión. A lo largo de 25 siglos de historia, el pueblo persa ha sufrido varias convulsiones. Lo que está ocurriendo ahora, pese a la represión, no será ninguna excepción. El pueblo persa siempre renace de sus cenizas.