¿Hay Deporte?

Cuando le pregunto a mi hijo por el partido, la única contestación que me da es que por primera vez ha pasado realmente miedo en un campo de fútbol. El resultado de los incidentes, y estoy hablando de un partido de juveniles, incluye un tímpano roto, un labio abierto, varias contusiones, media hora en los vestuarios al acabar para salir escoltados por la policía y guardia civil, y aún parece que hay que dar gracias de que no fuera a mayores.

Me gustaría decir que es una caso aislado, pero lo cierto es que cada fin de semana aparece alguna noticia similar en los periódicos en cualquier lugar de España, y eso que sólo se publican los incidentes más graves.

¿Qué ha pasado para que el deporte (en este caso fútbol) haya sido atrapado por lo peor de la sociedad? ¿En que momento dejó de ser divertido, educativo, sano, para convertirse en un reflejo de lo peor de la sociedad?

En nuestra casa el deporte siempre ha tenido un papel importante en la educación de mis hijos, como la tuvo en la de mis padres cuando era un adolescente. Ya fuera como jugador, entrenador o simplemente como espectador, el deporte me ha ayudado durante toda mi vida. Me ha puesto en mi sitio en muchas ocasiones, me ha hecho comprender que a veces se gana y otras no, me ha entretenido, me ha relacionado con gente de todo tipo, me ha relajado, me ha dado alegría y tristezas, siempre he pensado que sin el deporte no sería quien soy, y que si conseguí aprobar la oposición de notarías, fue en gran parte gracias a esos momentos en los que olvidaba todo y me ponía a correr detrás de una pelota o me quedaba embobado viendo mundiales, olimpiadas o un simple partido.

La educación, esa es siempre la clave de todo, educar para comprender, para mejorar, para ser mejor deportista y convertirse en mejor persona. El respeto a la reglas del juego, al árbitro, al entrenador, al rival, a los propios compañeros, en definitiva el respeto a uno mismo.

Recuerdo mi época de jugador de rugby (de intentarlo más bien). Me sorprendía y me quedó marcado para siempre que a diferencia del fútbol el respeto lo era todo, el propio equipo te castigaba en el caso de hacer algo ilegal, como un placaje por encima del pecho, el pasillo al perdedor y después al ganador, el llamado tercer tiempo en el que los dos equipos se juntaban para tomar algo y comentar el partido. Fue una revelación de que el deporte era eso, no ganar o ser una estrella, sino conocer a gente, compartir momentos, divertirse más allá del resultado, desde entonces siempre he pensado lo bonito que sería, sobre todo en categorías inferiores poder instaurar algo similar.
¿Dónde empieza el problema? ¿Quiénes son los culpables? ¿Hay solución?.

Voy con mi opinión personal y me encantaría tener aportaciones o explicaciones contrarias en su caso.

Primer tema el de los padres (y resto de familiares). La educación deportiva tiene necesariamente que empezar en casa. No puede presionarse a un chaval, exigirle, criticarle o ponerle en un pedestal según los casos como si estuviéramos hablando de profesionales. Son niños (y niñas, vale para todo género pero prefiero evitar reiteraciones) que tienen que aprender como decía antes a respetar el juego, a comprender que el proceso de mejora es continuado en el tiempo, que nada sale por arte de magia. Los padres no podemos pretender sustituir a los entrenadores, no podemos hacer o deshacer en los equipos, criticar a los compañeros, volcar nuestras frustraciones, pensar que nuestros hijos han nacido para ser estrellas, millonarios que nos comprarán un yate cuando sean el nuevo Messi o Cristiano Ronaldo.

Se ven cosas terribles en los campos: gritos, insultos, a veces a los miembros del propio equipo o al propio hijo, comentarios en alta voz menospreciando a rivales, árbitros, conversaciones con entrenadores exigiendo o menosprecios a sus espaldas. Hace tiempo un compañero ex-futbolista me contó algo que me dejó marcado, como en un entrenamiento de infantiles de un equipo importante, un padre desde la banda le dijo a su hijo que lesionara a un compañero que jugaba en su posición para poder ser titular la semana siguiente. Creo que es lo más terrible que se me ocurre que un padre de un deportista puede decirle a su hijo .
Nuestros hijos tienen que ser mejores deportistas a través de convertirse en mejores personas, no puede ni debiera existir otro camino.

El tema de los clubes y de los entrenadores es complejo. Falta preparación, sobre todo a nivel formación psicológica de deportistas y seguramente faltan medios para solucionar el problema. Entrenadores que exigen a sus niños por encima de sus posibilidades, que señalan al débil desde pequeños, que no entienden el diferente trato que muchos necesitan, que los desarrollos personales y físicos no son iguales en todos los casos.
Entrenadores que premian malos comportamientos, que no piden a sus jugadores que tiren un balón fuera cuando el rival está en el suelo, incluso se enfadan si lo hacen, que exigen más presión a sus jugadores aunque el resultado sea humillante para el rival.
Por supuesto he visto cosas bonitas, dejarse un gol por entender que era injusto el que se había metido antes, pedir al árbitro la anulación de un gol propio, cambiar a un jugador por una mal comportamiento, no dejar a sus jugadores marcar un gol sino se han dado una serie de pases, o dejar salir al rival libremente hasta el centro del campo…comportamientos que ojalá fueran regla general.

Los clubs por su parte deberían tener esa filosofía de formación por encima de cualquier otra, pero en muchos casos sólo se premia el resultado, exigencias de victoria por encima de todo, presión que acaba llegando a entrenadores y jugadores como si fuera primera división.

Por una lado fichajes de niños benjamines o alevines, equipos sobre dimensionados, los clubes tops de cada ciudad rompiendo las canteras de los demás, niños que se quedan en la grada sin jugar por plantillas enormes y no olvidemos el tema de la búsqueda de la subvención pública mediante la artimaña de montar un número irreal de equipos o de fichas de niños del pueblo. Hay iniciativas interesantes, se ha intentado concienciar a través de charlas, carteles en los campos, pero me temo que casi todo este tipo de cosas es simplemente de cara a la galería.

¿Y los niños? ¿No tienen culpa? Es cierto que en un principio son víctimas de todo lo que tienen alrededor, pero al llegar a cierta edad (estoy pensando en los 14-15 años) hay que empezar a exigir responsabilidad propia y no pensar que no tienen su parte de culpa. En un mundo en el que se los trata de adultos para casi todo, el deporte tiene que ser también parte de su comportamiento personal. Duele ver como las redes sociales han pasado de ser un elemento de comunicación e información a un vertedero de insultos, provocaciones, abusos e imágenes irreales que no ayudan en nada.

Los futbolistas profesionales han derivado en el peor ejemplo posible, coches de alta gama, ostentación de lujo, faltas públicas de respeto al propio deporte, un caldo de cultivo imitado por adolescentes que ven en ellos su futuro soñado sin darse cuenta de lo utópico y falso que es.
Se echa de menos esa figura de capitanes de vestuario, capaces de decir basta, de ser ejemplo delante de sus compañeros, de reprender en su caso el mal comportamiento, de ayudar y de hacer equipo por encima de individualidades, pero claro sino existe ya a nivel profesional, resulta casi imposible pensar que pueda existir a nivel amateur.

Siento esta visión tan negativa y pesimista del deporte actual, y me encantaría poder vislumbrar una solución futura. Por mi parte creo que la única forma es empezar desde la base, educación deportiva en los colegios y clubes, y no me refiero a las rancias clases de educación física, búsqueda de ejemplos de deportistas de superación de adversidades, de esfuerzo y de respeto a rivales (los hay a cientos) y no fijarse sólo en grandes triunfadores. Dejar de lado el resultado como gran prioridad y buscar otro tipo de recompensa a través de comportamientos ejemplares premiándolos tanto a nivel general como interno dentro de cada equipo.

Y por último control de daños a través de sanciones ejemplares, de pérdida de ayudas económicas a clubs por incumplimiento reiterado de normas, focalización de los puntos de conflicto, de los comportamientos reprochables y expulsión en su caso de los deportistas o personas incapaces de cumplir esas normas.

Son sólo ideas que me vienen a la cabeza, sé que es difícil pero como se dijo en su momento “seamos realistas, demandemos lo imposible” y ojalá que el título de estas líneas se convierta sin interrogantes en una afirmación optimista de que “Hay deporte”.

4 comentarios
  1. Joaquin Noval
    Joaquin Noval Dice:

    Enhorabuena por el artículo.
    Mi experiencia personal es escasa pero, a pesar de ello, coincidente con la tuya.
    En mi caso, dejé el deporte cuando dejó de ser obligatorio en el colegio (allá por COU). Antes, pasé por el baloncesto, pero como era muy malo y casi nunca me sacaban del banquillo, me fui desanimando. Recuerdo al menos dos o tres años yendo a partidos, madrugando, y prácticamente sin tocar el balón.
    Con mis hijos, la experiencia fue parecida a la tuya. El mayor no jugó nunca pero sí recuerdo sus comentarios sobre un compañero de clase que jugaba en los benjamines/alevines/infantiles (no recuerdo la categoría) al que le estaba prohibido jugar en el patio del cole. Verdaderamente triste.
    El pequeño sí jugó un par de años con el colegio. Lo llevaba a los partidos y lo veía desde la grada. Y era un espectáculo ver a los padres de los compañeros, gritándoles a sus hijos y a los demás. El pobre entrenador -un «chaval»- les decía una y otra vez a los niños que sólo le echaran cuenta a él, pero la verdad es que era difícil. Recuerdo especialmente a un par de padres, uno que casi se pega con el padre de un niño del equipo contrario, y otro al que le llegué a escuchar algo así como que «un buen defensa deja pasar al balón o al contrario, pero a los dos juntos, no». Por cierto, no era un padre inculto, sino médico y, si no recuerdo mal, con un «carguito» en el hospital donde prestaba sus servicios.
    Afortunadamente, mi hijo no despuntaba ni mucho menos y en un par de años se aburrió y dejó el fútbol.
    Esto pasaba hace quince años. No quiero imaginar cómo será ahora. En cualquier caso, «alguien» debería arreglarlo (la Administración, los equipos, los padres) porque yo disfruté mucho jugando partidos de fútbol en el recreo mientras estaba en EGB a pesar de ser un auténtico «bulto» e incapaz de competir con otros compañeros que tenían mejores condiciones que yo. Si el deporte pasa de ser un juego para divertirse a convertirse en otra cosa, no podremos quejarnos de lo que pasa después en los niveles profesionales.
    Enhorabuena, de nuevo, por el artículo. Un saludo

    Responder
    • Joaquín Vicente Calvo Saavedra
      Joaquín Vicente Calvo Saavedra Dice:

      Muchas gracias por el comentario. Por desgracia cada vez las cosas van a peor, supongo que no es más que un reflejo de los problemas de educación que año tras año van empeorando. Tarde o temprano habrá que hacer un gran pacto en el que el deporte además tiene que ser una de las piezas angulares de la solución.
      Gracias otra vez

      Responder
    • Joaquín Vicente Calvo Saavedra
      Joaquín Vicente Calvo Saavedra Dice:

      Totalmente Fernando. El tema de la educación y la cultura es fundamental, y el deporte tiene que formar parte esencial de la solución. El futuro de este país pasa por los que hoy son niños y jóvenes y necesitamos que ciertos valores estén siempre presentes (respeto, solidaridad, reglas, compañerismo…) y como digo el deporte puede y debe ser uno de los vehículos que ayude a incorporarlos a la mentalidad de los que llevarán las riendas en pocos años.

      Responder

Dejar un comentario

¿Quieres unirte a la conversación?
Siéntete libre de contribuir!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *