José Luis Alvarez, Jurista y Político. In memoriam

Hace poco más de un mes falleció mi padre, José Luis Álvarez Álvarez. No quiero hacer un  in memoriam enumerando sus éxitos y cualidades sino  llamar la atención sobre algunos aspectos de su vida que tienen mucho que ver con lo que hacemos en Hay Derecho: por su doble condición de jurista y político y por lo que revela de conciencia cívica, uno de nuestros objetivos. Creo que también es momento para llamar la atención sobre lo que hizo -y como lo hizo- una generación que desaparece. Tiene especial sentido ahora que buena parte del espectro político español denosta la Transición, que ha sido uno de los casis más admirados internacionalmente de paso de una dictadura a una democracia plena, como todavía es la española.

Empecemos, por seguir un orden cronológico, con su vertiente como jurista. Es la primera persona de su familia en estudiar en la Universidad: estudia Derecho en la Complutense, donde obtuvo Premio Extraordinario de Licenciatura y Primer Premio al mejor expediente académico. Este estudio profundo durante la carrera le permite aprobar la oposición de notario con el número 1, teniendo 23 años. Tras otra oposición (también con el número 1) obtiene plaza en Valencia y tras otra más en Madrid con 28 años. Pero las oposiciones no le quitan las ganas de seguir estudiando, ni de compartir sus conocimientos. Es profesor de Derecho Civil en la Complutense y presenta su tesis en 1967. Elige un tema polémico en esa época: “El estatuto de la  mujer soltera  o  viuda en el Derecho privado español”. La tesis critica la legislación de entonces y defiende la igualdad que adoptaría la normativa civil posterior.

Su conciencia cívica le lleva en los primeros setenta a plantearse cuestiones más allá del Derecho Civil. Junto con otras personas de su generación, funda el grupo Tácito, un conjunto de profesionales que, preocupados por la situación política, se reúnen para publicar un artículo semanal donde van planteando las bases de un sistema democrático. Todos tenían claro que España tenía que convertirse en una democracia equiparable a las europeas y que la vía pacífica era no solo deseable sino también posible. Cuando la Ley de Reforma Política dio la señal de salida de la transición, estas personas que llevaban años diseñando el proceso y que influyeron decisivamente en él, dieron otro paso adelante. Junto con Pío Cabanillas y José María Areilza fundó el primer Partido Popular (que no es el PP actual, que adoptó ese nombre tras su refundación muchos años después). Este partido se integró en la federación de partidos Centro Democrático, y después se integró en UCD. Su interés por servir a España y su extraordinaria capacidad de trabajo y organización se combinaban con una falta de ambición política personal y una cierta incapacidad para comprender la lucha partidista, como demuestra esta anécdota que me contó, ya mayor. Tras ganar UCD las primeras elecciones, en el 77, un amigo y compañero de partido le dijo que Suarez le iba a llamar y le preguntó qué puesto le iba a pedir.  Mi padre le dijo que ninguno, que él solo había participado para ayudar al cambio de sistema y que no tenía interés en seguir en política. “ – ¡Pero José Luis, ¡no puedes decir eso! – ¿Por qué, si es la verdad?  – Pues porque no lo va a entender,  va a pensar que el puesto que quieres…  es el suyo”.  Lo cierto es que efectivamente no participó en ese primer Gobierno. Pero seguía dispuesto a ayudar y más adelante aceptó el nombramiento de Alcalde de Madrid de forma transitoria hasta las primeras municipales, dejando su notaría. Desempeñó el cargo con una ilusión y energía juvenil, trabajando sin cesar y desarrollando iniciativas nuevas, desde la creación de decenas de pequeños parques de barrio, al día de la bicicleta o la primera maratón. Se hizo también el primer Plan Especial de protección y conservación de los edificios y conjuntos de interés histórico-artístico de la Villa de Madrid, salvando así parte del patrimonio cultural que en la época anterior no tuvo ninguna protección. Fue el candidato más votado en aquellas elecciones, aunque el pacto entre PSOE y PCE dio la Alcaldía a Tierno Galván. Fue después Ministro de Transportes con Adolfo Suarez, una época también de intenso trabajo y difícil tanto por la violencia de ETA como por los problemas políticos y económicos. A pesar de ello, yo le recuerdo siempre entusiasta y optimista. Ese verano decidió que debía pasar al menos dos semanas en compañía de su mujer y sus cinco hijos adolescentes, que tan poco veía en aquella época. Tras tres días de “convivencia” -me contó años después- llegó a la conclusión de que se había equivocado: un hijo no aparecía a comer, otros llegaban tarde a cenar, todos desayunaban a deshora -alguno de vuelta directamente de salir…-. Más que conversaciones tranquilas lo que había eran discusiones, contestaciones y ausencias. Había llegado, pensaba, el momento de volver al Ministerio donde tenía montañas de cosas que hacer. Sin embargo, durante un paseo de repente comprendió que su vida real era esa, no la del Ministerio donde todo el mundo le decía que sí a todo. Y decidió quedarse a sufrirnos dos semanas más. Esta anécdota, que parece ensalzarle, es más bien una advertencia a quién ostente un cargo. Si él, que tenía mucho sentido común y ninguna ambición política sufría de esa disociación al poco tiempo de ser Ministro, está claro que el peligro es grande para cualquiera… Con Calvo Sotelo fue Ministro de Agricultura y Pesca, y pasó su peor momento cuando, en contra de su opinión -y la de muchos- y en los momentos más bajos de UCD, su Presidente decidió convocar las elecciones, lo que le llevó a dimitir.

La caída de UCD fue un gran disgusto que no afectó a su voluntad de servir a su país y consolidar la democracia. Como diputado de la oposición pudo aportar sus conocimientos jurídicos y su amor por el Arte y la Cultura a la elaboración de la Ley de Patrimonio Histórico. Sin duda su competencia técnica y su capacidad de diálogo contribuyeron a que esa Ley siga vigente sin apenas cambios casi 40 años después. Son reveladoras -no solo de su carácter sino también de una idea de hacer política- las palabras que dijo en el Congreso la presentación de esa ley, dirigiéndose al entonces Ministro de Cultura Javier Solana : “Quiero hacer un reconocimiento público del trabajo realizado en Ponencia y Comisión, que ha servido para enriquecer y mejorar el contenido del proyecto, porque es la primera vez en esta legislatura en que se ha tratado de examinar a fondo las enmiendas sin considerar de dónde venían. Si esta actitud se extendiera a otros proyectos, repercutiría en beneficio de nuestras leyes”. En este momento en que se legisla para sacar un titular y nadie parece entender la función de la deliberación parlamentaria, estas palabras suenan más actuales que nunca.

Terminada aquella legislatura, volvió a su notaría con la misma dedicación de siempre. Volvía a lo que era su profesión y uno de los fundamentos de su felicidad. Siguió estudiando, sobre todo sobre el Derecho del Patrimonio Histórico, y escribió un libro sobre la Ley de Patrimonio Histórico que se ha convertido en un clásico. Colaboró como experto con la Unesco y el Consejo de Europa y no dejó nunca de mostrar su preocupación por la cosa pública, a través ahora desde la sociedad civil y la prensa. De su etapa de político salió sin enemigos ni amargura. Sus amigos siguieron siendo los de antes. Creía haber contribuido al gran éxito de la transición, y nunca le pesó haber sacrificado ingresos, vida familiar y tranquilidad para participar en la aventura. Había hecho lo que creía que debía hacer, con la máxima ilusión y el máximo esfuerzo.

No puedo dejar de decir que fue ejemplar en los dos aspectos que él consideraba centrales en su vida: su familia y su profesión. Precisamente por considerar la política como un servicio público importantísimo, pero temporal y accesorio en su trayectoria, lo fue también como político. Es de justicia decir que en la Transición ese fue el caso de muchos otros y que después también ha habido profesionales de prestigio que se han dedicado a la política unos años con vocación de servicio público y desinterés personal– aunque menos-. No se trata solo de honrar la memoria sino de tomar ejemplo para el futuro.

 

 

7 comentarios
  1. Juan Ignacio Pajares
    Juan Ignacio Pajares Dice:

    Sr. Álvarez, le acompaño en el sentimiento. Por lo que describe, su padre debió ser una gran persona y un gran profesional. Me ha impresionado que aprobara la oposición de notarías con 23 años. Como suele decirse, de casta le viene al galgo. Saludos.

    • Segismundo Alvarez Royo-Villanova
      Segismundo Alvarez Royo-Villanova Dice:

      Muchas gracias Juan Ignacio. La casta ha empeorado un poco, pero trataremos de seguir el ejemplo…

  2. Lucas Braquehais Conesa
    Lucas Braquehais Conesa Dice:

    Muchas gracias, Segis, por compartir con los lectores del blog esta reflexión y las bonitas anécdotas que tan bien reflejan la bondad, generosidad e inteligencia que hemos disfrutado quienes hemos tenido la gran suerte de tratar a tu padre.
    Me parece acertadísimo que hayas subrayado el enorme logro que supuso la Transición, a la que tanto contribuyó (y también a los primeros pasos de la andadura democrática), pues aunque hoy nos parezca algo sencillo y lo demos por descontado, estaba llena de incertidumbres y sólo con ilusión, determinación y sincero espíritu de concordia pudo escribirse la que a mi modo de ver es la página más bonita de la historia contemporánea de España. Muchas gracias, también por esto, y a toda la generación que lo hizo posible. Y que aprendamos de ellos, como ellos supieron hacer de sus mayores y de las lecciones de nuestra Historia, que no hay sistema político que sea un marco estable de convivencia y desarrollo para todos cuando se impone una visión excluyente o sectaria. Nunca ha funcionado.

    • Segismundo Alvarez Royo-Villanova
      Segismundo Alvarez Royo-Villanova Dice:

      Muchas gracias, Lucas. La verdad es que pones el dedo en la llaga. La Transición fue un éxito porque se pactó un marco (el de la Constitución) en el que nadie estaba excluido. Si no sabemos buscar lo que nos une y no sabemos ponernos de acuerdo sobre los aspectos básicos es imposible que haya una convivencia pacífica, y sin paz no hay prosperidad ni justicia.

  3. O'farrill
    O'farrill Dice:

    Siento mucho la muerte de este gran político que me honró con su amistad cuando se estaba preparando la Ley de Patrimonio Histórico del 85. El presidía una comisión jurídica a tales efectos y por mi parte desde UCD se creó una comisión técnica. La conjunción de ambas produjo el texto final.
    A veces me preguntaba cuantos juristas había en nuestro grupo. Yo le preguntaba a su vez cuantos técnicos había en el suyo.
    La relación personal en aquella época fue muy importante para cohesionar opiniones con solidez política.
    Descanse en paz. Un abrazo.

  4. ana maria franco casanova
    ana maria franco casanova Dice:

    Lo siento Segismundo, tal como han dicho antes que yo y habrás oido estos dias, de tal palo, tal astilla.- Seguro que esta orgulloso de tu buen hacer como continuación de su legado democratico y la lucha por la verdad.- Un abrazo

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