Amnistía, ¿enfermedad o síntoma?

Probablemente ya se ha dicho todo (o casi todo) lo que había que decir sobre una eventual amnistía desde un punto del derecho penal y constitucional. En las decenas de opiniones publicadas durante las últimas semanas se está produciendo un acalorado debate sobre si una eventual amnistía tendría cabida en la Constitución de 1978. Cada cual sabrá qué defiende, cuáles son sus motivos y si lo hace en conciencia o en interés propio. Particularmente, yo estoy con la tesis que defendían hasta antes de ayer muchos de los miembros del Gobierno en funciones, con el Presidente a la cabeza. La amnistía será o no será, pero qué duda cabe de que no debería ser.

Pero más allá del debate sobre si es procedente una eventual amnistía, quiero reflexionar sobre un fenómeno en auge que me preocupa porque afecta a algo mucho más profundo: la confianza de los ciudadanos en la democracia. Me refiero la progresiva normalización de la arbitrariedad como forma de hacer política. Lo que últimamente hemos venido a denominar “cambios de opinión”, cuando lo hacen los nuestros, o “mentir”, cuando lo hacen los otros.

Que un dirigente político defienda hoy una posición y mañana la contraria no es ni mucho menos una novedad, salvo para alguien recién llegado del planeta Marte. Por supuesto, cambiar de opinión es sano y las personas inteligentes lo hacen a menudo. Como dice el refranero, rectificar es de sabios. Solo los necios se pasan toda su vida pensando lo mismo. Sin embargo, lo que resulta insólito es que los cambios de opinión no vengan acompañados de una justificación, siquiera mínima. Más aún cuando esos cambios de opinión se producen en un brevísimo lapso, siendo humano y razonable pensar que hay ahora (o había entonces) una mentira, o peor aún, un posible interés espurio.

En su archiconocida novela 1984, Orwell definía doblepensar como “la facultad de sostener dos opiniones contradictorias simultáneamente, dos creencias contrarias albergadas a la vez en la mente”. Y más adelante continúa explicando el modo en que funciona esta herramienta de ingeniería social: “decir mentiras a la vez que se cree sinceramente en ellas, olvidar todo hecho que no convenga recordar, y luego, cuando vuelva a ser necesario, sacarlo del olvido sólo por el tiempo que convenga, negar la existencia de la realidad objetiva sin dejar ni por un momento de saber que existe esa realidad que se niega […]. En definitiva, gracias al doblepensar ha sido capaz el Partido —y seguirá siéndolo durante miles de años— de parar el curso de la Historia”.

¿Se parece en algo esa distopía a lo que está sucediendo en el espacio público? No soy amigo de las tesis apocalípticas y francamente creo que estamos aún muy lejos de vivir en ese mundo orwelliano, por mucho que ciertos acontecimientos nos hagan escuchar ecos lejanos de tiranía. Pero entonces la pregunta es obligada: ¿por qué tantos ciudadanos empiezan a ver como algo normal que el gobernante actúe de manera caprichosa?

Sin duda, asistimos a un peligroso proceso de banalización de la mentira. Esa verdad que otrora constituía un valor a preservar (en mayor o menor medida) ha pasado a un segundo plano. La prioridad ahora no es servir a unos ideales, sino servirse de los mismos en pos del interés particular. Sin duda, es perfectamente posible que hace dos años pensasen que una eventual amnistía rompería las reglas de convivencia y hoy piensen, por el contrario, que dicha medida constituye la quintaesencia de la democracia. Pero para operar ese cambio de opinión, deben explicarnos qué cambio de circunstancias ha habido o qué poderosas razones les han llevado a dar un giro de ciento ochenta grados. Obviamente, si no se ofrece explicación alguna al respecto, es legítimo y razonable pensar que nos están tomando el pelo.

En nuestra vida privada, los cambios de opinión sobre cuestiones cotidianas no requieren de excesivas dosis de motivación. A veces incluso ciertas personas veleidosas que pululan a nuestro alrededor pueden llegar a tener un punto divertido. Por supuesto, si queremos que nos tomen en serio y nos consideren personas equilibradas y razonables, lo suyo es dar alguna razón cuando afirmamos hoy que algo es negro y ayer decíamos que era blanco. Pero en el espacio público la cosa cambia, al menos en democracia. Si el que manda dice cada día una cosa y los que obedecen no piden justificación alguna, entonces estamos ante un ejercicio del poder caprichoso. Se impone entonces el mero antojo del gobernante y caemos en la pendiente resbaladiza del autoritarismo.

En un interesantísimo ensayo publicado recientemente, Natalia Velilla reflexiona desde varios ángulos sobre el concepto de autoridad y señala: “cada vez recurrimos más a la potestas como forma fácil de gobierno, sin que una masa crítica eficaz se rebele contra los excesos del poder”. (La crisis de la autoridad, 2023). Algo de esto hay, sin duda. Al ciudadano deja de interesarle la auctoritas y se conforma con que el elegido ejerza su poder formal (el que manda es de los míos, y con eso me basta). En última instancia, si terminamos reduciendo el concepto de democracia a la idea infantiloide de “votar cada cuatro años”, no hay obstáculo para que el gobernante de turno adopte decisiones de manera arbitraria.

En relación con lo anterior, también empiezan a oírse peligrosos discursos que contraponen ley y democracia, asumiendo implícitamente que la democracia estaría por encima de la ley. Sobre esta cuestión trata el artículo de Segismundo Álvarez, publicado hace unas semanas bajo el elocuente título “Sin ley no hay democracia” (22/9/2023, The Objective). Como ya apuntaba Ortega al definir la democracia liberal, “el poder público, no obstante ser omnipotente, se limita a sí mismo y procura, aun a su costa, dejar hueco en el Estado que él impera para que puedan vivir los que ni piensan ni sienten como él, es decir, como los más fuertes, como la mayoría” (La rebelión de las masas, 1930). El sometimiento de la voluntad mayoritaria a las leyes es, por tanto, consustancial a la idea misma de democracia.

Puede que también haya una cierta indiferencia respecto de cuestiones políticas aparentemente ajenas a la vida cotidiana. Un buen amigo argumentaba el otro día que nada de lo que ocurriese respecto de la amnistía iba a influir en su día a día y que sus preocupaciones estaban centradas en cobrar a final de mes y pagar el alquiler. La indiferencia respecto de lo público no es nueva ni algo original de nuestro país. Y esta apatía suele venir acompañada de frases como todos los políticos son iguales o “da igual lo que votes porque todo seguirá igual”. El peligro de este tipo de planteamientos es evidente: si el ciudadano se desentiende de la política, es previsible que los políticos, tarde o temprano, terminen desentendiéndose de los problemas del ciudadano.

Por último, en un escenario de extrema polarización, creo que está jugando un papel importante el miedo a los otros. Hace unos días, otro un buen amigo votante del PSOE en las últimas elecciones me decía que lo de la amnistía es una auténtica barbaridad pero que mucho mejor tragar con eso que con Vox en un hipotético gobierno de derechas. Este modo de pensar entraña también un riesgo muy relevante. Si permitimos que los nuestros traspasen todas las líneas rojas, ¿Qué impedirá que los otros hagan lo mismo cuando gobiernen?

Podría seguir teorizando por toda la eternidad sobre por qué hemos llegado a esta situación, porque estoy seguro de que las causas son complejas y muy variadas. Pero el propósito inicial de esta reflexión era mucho más modesto y lo dicho hasta aquí me permite concluir. Respondiendo a la pregunta planteada en el título, creo que el actual debate sobre la amnistía no es más que un síntoma (quizás el más visible en este momento) de una enfermedad que pone en serio riesgo la democracia. Los ciudadanos podemos aceptar que nuestros gobernantes cambien de opinión las veces que sea necesario, siempre y cuando se nos expongan motivos razonables que justifiquen ese cambio. Pero lo que jamás podemos aceptar, bajo ningún concepto, es el ejercicio arbitrario del poder por quienes nos gobiernan.

17 comentarios
  1. O'farrill
    O'farrill Dice:

    En efecto, podemos seguir teorizando sobre porqué hemos llegado a esta situación. En mi opinión hay diversas circunstancias que empiezan en la propia Transición política:
    1ª.- Tratar de crear partidos políticos artificiales desde los diferentes poderes para pasar de un régimen a otro (UCD desde el interior y PSOE desde el exterior:EE.UU) para incluir a España en el pensamiento único socialdemócrata implantado en Europa tras la 2ª G.M.
    2ª.- Una Constitución hecha a medida de ese pensamiento único: “un estado social y democrático de Derecho” (artº 1.1.- C.E.), donde el constituyente está al servicio del constituído (Pedro de Vega) que contrasta con el “pluralismo político” del mismo artículo.
    3ª.- Un sistema electoral inconstitucional que permite discriminar el valor del voto según circunscripción.
    4ª.- La apropiación de la soberanía nacional “de la que emanan los poderes del Estado” por uno de ellos: el ejecutivo cesarista (Spengler) inconstitucional y antidemocrático.
    5ª.- La imposición de ejecutivos europeos al servicio de intereses particulares e ideologías distópicas a través de la mentira y la propaganda, en un trabajo de ingeniería social impecable.
    6ª.- La aceptación sumisa desde la ignorancia de todo tipo restricción de derechos y libertades
    con la complicidad de los medios de comunicación al servicio del gobierno.
    7ª.- El “rapto de Europa” y de lo europeo al servicio de intereses ajenos: ustwed no debe comprar petróleo a Rusia pero lo compro yo y se lo revendo” a través de conflcitos provocados y crisis económicas.
    8ª.- El seguir “yendo a por uvas” en las manipulaciones y maniobras de distracción de los verdaderos problemas sociales a través de ideologías y dogmas impuestos. Lo importante es “lo mío” cuando lo importante es “lo nuestro”.
    9ª.- Inexistencia de controles reales independientes y responsabilidades en todo tipo de capriochos y desmanes, donde se echa en falta la autoridad de la Jefatura del Estado (artº 56 y 62 de la C.E.)
    10ª.- Seguir creyendo en que “esto lo arregla Europa” con un candor infantil que conmueve.
    Y paro aquí para hacer la pregunta del millón: ¿somos cómplices voluntarios (cobrando) o involuntarios (por comodidad) de la situación?
    Quizás deberíamos ir al meollo de las diferentes cuestiones que afectarán nuestro futuro en lugar de ocuparnos de quienes son simples marionetas del dinero.
    Un saludo.

  2. AGonzalo
    AGonzalo Dice:

    La amnistía será o no será, pero qué duda cabe de que no debería ser. En eso estoy completamente de acuerdo con el artículista.

    Yo me temo que finalmente será, y la explicación “porque va en el interés de España” la comprarán muchísimos de los que ahora dicen que no y llaman de todo a Sánchez por “cambiar de opinión”.

    Es muy fácil de entender a poco que se sepa leer. Dice la Constitución Española (artículo 71.2):

    “Durante el período de su mandato los Diputados y Senadores gozarán asimismo de inmunidad y sólo podrán ser detenidos en caso de flagrante delito.”

    ¿Fue Oriol Junqueras Diputado?
    ¿Estuvo, siendo Diputado, en prisión sin existir “flagrante delito”?
    (NOTA: Un delito flagrante es el que se comete cuando el autor es sorprendido en el momento de la infracción. El delincuente es detenido en el momento, o también cuando es perseguido y detenido inmediatamente después de haber consumado el delito.).

    Las respuestas a estas dos cuestiones son SI y NO, respectivamente.

    Por tanto sabemos que no se respetó la CE durante “el juicio al procés” y por tanto allí no se aplicó la ley, cometiéndose “presuntamente” prevaricación.

    Es cuestión de tiempo que el elefante en la habitación se haga evidente, y de ahí que, más tarde o más temprano, será necesaria una amnistía (porque perseguir indepes es muy cool, pero represaliar a jueces y fiscales y “patriotas españoles”… eso nunca).

    Y en eso estamos. La amnistía será la prueba de algodón de que hay “forofos” que no aceptan el ejercicio arbitrario del poder por parte de “los otros” (pero el de los suyos, sí, faltaría más).

    • Lole
      Lole Dice:

      Vamos a suponer que efectivamente en el juicio del 1-O efectivamente se prevaricó. ¿Eso justifica que se amnistíen a todos los que cometieron delitos de malversación y desobediencia grave? Pues estos son los delitos que siguen vigentes en el código penal. ¿Va usted a negar que cometieron dichos delitos? Voy a suponer que no. ¿Entonces qué sentido tiene esa amnistía? ¿Qué va a aprender la población si no se hace justicia con esos delincuentes?

      • AGonzalo
        AGonzalo Dice:

        Si se supone una cosa hay que ser coherente. Si en el juicio del 1-O “presuntamente” se prevaricó => Lo que se deduce es que nadie (de los sentenciados) cometió tal delito de malversación. Especialmente cuando sabemos las declaraciones del entonces Ministro de Hacienda (recordemos que las cuentas de la Generalitat estaban intervenidas): “Yo no sé con qué dinero se pagaron esas urnas de los chinos, ni la manutención de Puigdemont, pero sé que no con dinero público”
        Si a eso sumamos que, tras la reforma del código penal de 2022, los jueces han dictaminado que se cometió malversación “agravada” (es la malversación apropiatoria, o sea que los jueces vienen a decir que los sentenciados se llevaron “calentitos” los -¡inexistentes!- fondos públicos desaparecidos)… Pues la suposición va tomando forma de elefante.

        En cuanto a la desobediencia (no cabe lo de “agravada”) pues si los propios acusados la reconocieron… No veo más que un problema: La desobediencia no acarrea penas privativas de libertad, y Junqueras (y algunos más) estuvieron en la cárcel.

        Respecto sus preguntas ¿Qué sentido tiene esa amnistía? ¿Qué va a aprender la población si no se hace justicia con esos delincuentes? Se las respondo en el sentido obvio: A los indepes (o “delincuentes de poca monta” -desobedecer, recordemos, no implica prisión-) no tiene mucho sentido que se les aplique amnistía. Creo que lo suyo sería que, de una vez por todas, recibieran justicia (la única esperanza de ello son los tribunales internacionales, claro).
        Y la población acabará aprendiendo lo que quiera aprender (ya he dejado claro que el único requisito es querer leer el artículo 71.2 de la CE), como hasta ahora.
        Por tanto, supuestamente, en realidad esto va a acabar mutando (a medida que más gente quiera darse cuenta del elefante en la habitación) en intentar amnistiar a jueces y demás “presuntos” prevaricadores/colaboradores, que vendrían a ser los “delincuentes gordos” (los que “presuntamente” han aplicado su poder arbitrariamente).

        • Lole
          Lole Dice:

          No puede usted negar el delito de malversación basándose en unas frívolas e interesadas declaraciones del ministro en una entrevista y obviando las de los testigos en juicio y bajo juramento así como todas las pruebas presentadas.
          “Y la población acabará aprendiendo lo que quiera aprender…” No. aprenderán lo que los líderes nacionalistas catalanes quieran apoyándose en una amnistía que no merecen. Aprenderán que todos los acusados no cometieron ningún delito y que fueron acusados injustamente. Lo cual no es la verdad.
          Usted lo que intenta es darle la vuelta a la tortilla y así tapar que el nacionalismo catalán cometió un vergonzoso intento de golpe de estado y perpetró un vulgar pucherazo.

  3. Agustin
    Agustin Dice:

    Estoy de acuerdo en que si habrá amnistía.
    Dicho lo cual, los que argumentaban que la amnistía no era constitucional, de verdad piensan que el PSOE va a ser tan torpe para hacer una ley que pueda tumbar el TC ??
    Aparte que “teorizar ” e incluso afirmar categóricamente que no es constitucional la amnistía, les pregunto … tienen ya el texto definitivo delante para opinar ?? Un borrador de la ley ???
    Flipante … que osadía afirmar que no es constitucional, que osadía …
    Y por cierto, si alguien quiere utilizar argumentos, por favor, que elabore los suyos propios … no los que le suministre The Objetive (si, el periódico pro PP donde la objetividad brilla por su ausencia y cuyas noticias e informaciones son un “puro calco” en la línea que establece la dirección de Genova).
    Que curioso, si …
    Un poquito de por favor … como diría aquel … es que se nota mucho … demasiado diría …

    • Lole
      Lole Dice:

      “de verdad piensan que el PSOE va a ser tan torpe para hacer una ley que pueda tumbar el TC ??”
      Sí. Son lo suficientemente mediocres como para hacerlo.
      Y sí. Aunque no haya todavía proyecto de ley, se puede teorizar sobre la constitucionalidad de la amnistía que reclama Puigdemont.
      ¿Y qué tiene de malo tomar los criterios expuestos por un medio determinado? Lo que importa es el contenido de esos criterios. No la finalidad política de quien los expone. Acaba usted de cometer una falacia ad hominem.
      Y ya puestos a especular, usted quizás también hace suyos criterios de medios afines a algún partido político. Conscientemente o no.

      • Agustin
        Agustin Dice:

        Por supuesto que se puede teorizar … aunque los argumentos de alguno entrarían más en el terreno de “la ciencia ficción” que en el terreno legal …
        Y respecto a que tiene de malo tomar los criterios de un medio determinado …pues hombre, en principio nada de malo …
        Salvo que se cojan los argumentos de un pseudoperiodico donde la objetividad brilla por su ausencia … uno de tantos regados con dinero del PP para “abrir” los ojos a la gente …
        Aparte que mejor que copiar argumentos ajenos … es mejor elaborar argumentos propios … salvo por vagancia, claro …

        • Lole
          Lole Dice:

          Irrelevante si los argumentos proceden de un “pseudoperiodico donde la objetividad brilla por su ausencia”. Lo relevante es la veracidad y consistencia de esos argumentos. Y sobre esto último usted no ha replicado nada.
          Y no veo nada de “ciencia ficción” en criticar la amnistía en los términos que reclama Puigdemont.

          • Agustin
            Agustin Dice:

            Pues hombre, criticar una ley de la que no se conoce ni un simple borrador y calificarla de inconstitucional pues … si, me parece muy osado y entraría en el terreno de la ciencia ficción (o de teorizar sobre un texto o ley a día de hoy inexistente).
            Menos mal que algunos que critican la amnistía no son jueces porque ya han emitido su veredicto (sin tener la ley delante).
            Muy objetivos, si … presuponiendo y anticipando sin tener el texto delante …
            En fin …

  4. DANIEL IBORRA FORT
    DANIEL IBORRA FORT Dice:

    La «gobernanza» de Sánchez es una muestra de la importancia de la propaganda y del control de los medios de comunicación en la política, sobre todo para el mal gestor. A el no le preocupa que su pueblo tenga graves problemas sino que éste le culpabilice de los mismos y la reacción social acabe con su poder, de ahí que se convierta en un hábil distorsionador de la realidad.
    Con el tiempo aprende que no son los datos de su mala gestión lo peligroso sino como se presentan a la opinión pública. Hasta este momento clave ha de lograr, con la ayuda de expertos y » acreditados» decoradores , mejorar su imagen y encontrar un culpable interior o exterior a quien responsabilizar de las desgracias internas, dirigiendo a ellos la ira popular. Y, a peor gestión, de más calidad ha de ser la manipulación. Son más decoradores que periodistas.
    Esta amnistía tiene solo una justificación , es lo que han pedido ( entre otras cosas) el independentismo y Puigdemont para votar a Sánchez . Los anteriores ponen el texto y Sánchez su firma.
    No tiene nada que ver con ninguna anterior.
    Si mañana hay cambio de contraprestaciones “ los decoradores” adaptarán las argumentaciones. No trabajan para el interés general ni para la defensa de la democracia. Enseguida se les reconoce que lo hacen “de encargo” y tienen el mismo relato, ” concertado”

  5. DANIEL IBORRA FORT
    DANIEL IBORRA FORT Dice:

    Esta amnistía no tiene nada que ver con ninguna anterior.
    José Ignacio Torreblanca en su artículo en El Mundo del 18 de septiembre de 2023 “ No busquen precedentes de amnistías” recoge los datos de las amnistías que se han firmado en el mundo desde 1990, En Europa34. “ en todos los casos , no solo se trató de conflictos armados en situaciones de transición política o descolonización sino que en todos ellos la amnistía se concedió al darse por cerrados y superados los hechos punibles. Aquí sin embargo, ni los proponentes ni los demandantes de la amnistía consideran tal exigencia requisito previo o posterior”.
    Pasaría a la base de datos de la Universidad de Edimburgo y la Queen University de Belfast por ser la primera que se hace para conseguir unos votos que le hacen falta a Sánchez para ser Presidente en una legislatura en la que tiene muy difícil gobernar y en la que los beneficiarios han asegurado que “lo volverán a hacer”. Aunque si no fuera útil para la reelección y Sánchez necesitara otra contraprestación ,la fábrica de cuentos y sus dóciles operarios “ gestionarán otro relato”
    El tema, pues, afectará no solo a los políticos que la aprueben , a los intelectuales y medios concertados que lo han apoyado “ ciegamente” sino, seguramente, a la sociedad que lo ha permitido. Todos pasarán a la historia, también PRISA , Torreblanca , Vidal-Folch, Guerra y González, aunque con diferente calificación.

      • Lole
        Lole Dice:

        ¿Y qué tiene de malo esgrimir argumentos ajenos? Porque, tal como usted lo vende, deberíamos ignorar sistemáticamente a Platón y Aristóteles, por ejemplo.

        • Agustin
          Agustin Dice:

          Pues eso, que son como su nombre indica “ajenos”.
          Y se corre el riesgo de que al ser ajenos (no propios) pues esos argumentos también sean “ajenos” (distintos) al fin que se pretende defender con esos argumentos.
          Incluso se corre el riesgo de que esos argumentos “ajenos” sean hasta “errados” (por error o con animo de influir o manipular).
          Nada como tener argumentos propios … los ajenos, ajenos son …

          • Lole
            Lole Dice:

            Pues ya que es usted el que critica al prójimo por usar argumentos ajenos, le corresponde a usted demostrar que son ajenos “al fin que se pretende defender”. Y si son errados, también. Le recuerdo además que los argumentos propios también puede ser ajenos al fin que se pretende defender y también pueden ser errados.

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