Es el Estado de derecho … ¡estúpido!

En una entrevista a la revista Playboy en el año 1989, preguntaron a Donald Trump sobre lo sucedido en la plaza de Tiananmen esa primavera. Trump respondió: «…después se ensañaron, fueron horribles (el gobierno chino), pero los suprimieron con fuerza. Eso demuestra el poder de la fuerza. En este momento nuestro país es percibido como débil». Más recientemente, elogió a Sadam Husein por su habilidad matando terroristas, o a Rodrigo Duterte por su brutal y criminal campaña contra la droga. 

¿Cómo es posible que la probable victoria de Donald J. Trump en las próximas elecciones de Estados Unidos me preocupe menos que hace unos meses, cuando pensaba que era solo una posibilidad remota? Quizás antes no comprendiera cómo alguien en su sano juicio podría plantearse votar a quien elogia a los criminales, a quien no aceptó el resultado de un proceso electoral, y a quien intentó hacer lo imposible para impedir la investidura de su sucesor. Por otro lado, sus rivales en la carrera hacia la Casa Blanca y el Partido Demócrata han tenido un comportamiento poco democrático y transparente. Quizás esté aplicando el dicho de que «en el país de los ciegos el tuerto es el rey».

La aceptación y normalización del candidato Trump es muy alarmante. Si me pasara solamente a mí, sería irrelevante, pero estoy convencido de que está siendo una sensación generalizada. Lo noto cuando leo la prensa, o sigo los contenidos políticos de las redes sociales. Y es muy peligroso porque nos olvidamos de que Trump es una amenaza real para el Estado de derecho en la nación más importante del planeta

Muchos os preguntaréis: «¿Y qué importa, si es bueno para la economía de EEUU?». Sin embargo, según Acemoglou y Robinson, a lo largo de la historia se ha demostrado que el buen funcionamiento del Estado de derecho es esencial para el desarrollo económico ya que promueve las instituciones inclusivas, protege los derechos de propiedad, incentiva la innovación y asegura la libre y justa competencia. La lucha contra la concentración de poder y riqueza en unos pocos que persigue la defensa del Estado de derecho , permite que más gente pueda beneficiarse del bienestar, consiguiendo así un crecimiento sostenible e inclusivo.

Está demostrado estadísticamente que el color del partido político del presidente de Estados Unidos ha sido irrelevante para el devenir de la economía del país. Por otro lado, dudo que una política económica centrada en el proteccionismo y la desregulación extrema sea buena para los ciudadanos. Reducir la competencia no sale gratis a la mayor parte de la gente. Suele traducirse en menores opciones, peor calidad de servicios y productos y mayores precios. Se critica a Biden por su gestión económica, por fomentar la inmigración que ha bajado los salarios reales y por subir los impuestos a las empresas. Pero la bajada de los salarios reales no parece que se haya traducido en una reducción del consumo y sin embargo ha generado un impacto muy positivo en los márgenes empresariales.

Con un Estado de derecho débil, el gobernante podría aplicar las leyes de forma que le ayude a conseguir más votos sin proteger el interés público, beneficiando a unas regiones frente a otras, o incluso a personas concretas. Por ejemplo otorgando contratos a dedo o subvenciones sin control presupuestario. El Estado de derecho es la base de una sociedad estable y funcional. Garantiza que las leyes se apliquen de manera coherente y justa, protegiendo los derechos individuales y manteniendo el orden. Sin él, la sociedad puede descender en el caos y la arbitrariedad, socavando el tejido mismo de la gobernanza y la seguridad. Cuando la gente percibe el sistema legal como justo, es más probable que lo apoye y cumpla.

El Estado de derecho salvaguarda los derechos y libertades fundamentales. Previene abusos de poder al asegurar que todos, incluidos los funcionarios gubernamentales, estén sujetos a la ley. Esta protección es crucial para mantener las libertades personales y la justicia. Por eso muchas compañías multinacionales se niegan a operar en aquellos países donde no se protegen estas libertades, porque sus empleados quedarían desprotegidos.

Las políticas económicas y las condiciones pueden fluctuar, y las economías pueden recuperarse de recesiones. Sin embargo, socavar el Estado de derecho puede tener efectos perjudiciales duraderos. Una vez erosionada, reconstruir la confianza en las instituciones legales es un desafío que puede llevar generaciones. Priorizar el estado de derecho asegura estabilidad y prosperidad a largo plazo, proporcionando una base sobre la cual las políticas. James Coleman y posteriormente Francis Fukuyama, en su libro Trust, estudiaron el concepto de capital social y la importancia de la confianza en el sistema y entre sus agentes económicos. 

Un sólido Estado de derecho crea un entorno predecible y seguro para las actividades económicas. Las empresas e inversores necesitan la certeza de que los contratos serán respetados y los derechos de propiedad protegidos. Sin esto, las actividades económicas pueden verse obstaculizadas por la incertidumbre y el riesgo, en última instancia socavando el crecimiento y la estabilidad económica. ¿Quién se atrevería a invertir ahora en Rusia?

El Estado de derecho es esencial para combatir la corrupción y prevenir el abuso de poder. La corrupción erosiona la confianza en las instituciones públicas, desvía recursos públicos y perjudica el desarrollo económico. Al proteger el Estado de derecho, las sociedades pueden gestionar mejor los recursos y garantizar oportunidades justas para todos.

El Estado de derecho es esencial para la gobernanza democrática. Asegura que los funcionarios electos sean responsables y que las acciones del gobierno sean transparentes y sujetas a escrutinio legal. Esta responsabilidad es crucial para prevenir el autoritarismo y mantener una democracia saludable donde se respeten los derechos de los ciudadanos.

En resumen, aunque la política económica que decide un gobierno es indudablemente importante, el buen funcionamiento del Estado de derecho proporciona el marco esencial dentro del cual una sociedad será estable, justa y próspera. En caso contrario, la prosperidad económica suele ser efímera y distribuida de manera desigual. Y algunos políticos dirán: «Y a mí qué me importa, ¡para entonces gobernará otro!». Dijo Bill Clinton a George H. W. Bush (padre): «¡Es la economía, estúpido!». Pero la verdad es que, como ya hemos explicado, el Estado de derecho viene antes… ¡estúpido!

1 comentario
  1. O'farrill
    O'farrill Dice:

    Ya hemos dicho y reiterado que todos los “estados” tienen unas reglas o normas de funcionamiento, luego todos son “estados de Derecho” (un oxímoron, según el profesor Dalmacio Negro). Eso no garantiza un sistema justo, como vamos comprobando con la violación sistemática del artº 14 de la C.E. o la supeditación de la norma constitucional “a las leyes posteriores” que… de quien dependen: de los gobiernos sucesivos. De ahí la continua modificación constitucional por la puerta de atrás como advirtió en su día el jurista Pedro de Vega ya fallecido.
    Y… ¿cómo no? Para eso nos valemos de la figura (polémica quizás, pero más respetada por los estadounidenses) de Trump, aprovechando para acusarlo de todo…. incluso de intentar pervertir el resultado electoral, cuando sabemos que ya en tiempos del clan Kennedy, el padre alardeaba de haber votado en varios colegios electorales….. y donde importantes personajes presumían de tener comprados jueces, congresistas, etc.
    El poder y la fuerza siempre han ido de la mano del dinero y la propaganda, no de la Justicia (objetivo de un estado de Derecho democrático de verdad). Lo vemos cada día y lo sentimos en cada acto “político” que se produce en cualquier país del mundo, incluyendo los disparates distópicos y acientíficos que se están imponiendo “sí” o “también” por plutocracias de todo tipo.
    Entre ellos nuestra muy querida y admirada UE actual que nada tiene que ver con sus objetivos fundacionales. Que se lo digan a todos los antes “soberanos” (artº 1.2 C.E.) de los que -al parecer- emanan todos los poderes del Estado.
    Una cosa es la teoría y otra la realidad de cada día. Una cosa es filosofar y otra hacerlo con el estómago vacío o esperando algo de comida en las cada vez mayores “colas del hambre”.
    Un saludo.

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