En unos días daré una serie de charlas (en Estados Unidos y en Madrid) sobre la situación económica y política de España. Por ello, estas semanas últimas y en vez de escribir, he dedicado tiempo a pensar sobre nuestras tesituras. No solo esto me ha permitido delinear los temas sobre los que hablaré, sino que también me sirve para enfocar algunos de los aspectos en los que me gustaría construir argumentos más solidos. Quizás no sea una sorpresa para aquellos que han leído mis columnas y mis entradas en internet, especialmente desde que me mudé a las más acogedoras páginas de este blog, que estas reflexiones me alejen de aspectos meramente económicos y me lancen contra los peligrosos arrecifes de la economía política de España.[1] En particular, contra las rocas de nuestro maltrecho estado de derecho, nuestro decadente sistema de partidos y nuestras doloridas instituciones. Esta evolución es consecuencia de años de frustración ante la gestión de nuestra crisis económica. Cuando, en 2008, España entró en una profunda recesión disponíamos de amplios márgenes de maniobra. Nuestra deuda pública era reducida, el sector financiero contaba con ciertas reservas y, desde nuestra entrada en la Unión Europa, habíamos acumulado un amplio […]