Entradas de] Oscar Sánchez Alonso

Fake comments

“Siempre he necesitado contar con bastante información para tener opinión”, apunta Iñaki Gabilondo en el número de enero de la revista Esquire. Esa sensata cautela evitaría habituales destrozos. El clásico dicho de que “Facts are sacred, comments are free” ha contribuido a peligrosas mitificaciones. Bien está subrayar la tozudez de los hechos (frente a quienes solo perciben interpretaciones y puntos de vista), pero la segunda parte de la frase alimenta los equívocos. El tópico adagio (que parafrasea a Scott cuando era editor de The Guardian) obvia que las opiniones no cuentan con total autonomía. Si pretendemos que tengan algún valor, las opiniones no pueden ser libres… de desinformar. Las opiniones que propician falsedades son pura palabrería, puro bullshit. Los fake comments son tan nocivos como las traídas y llevadas fake news. Ambos fake conforman el mismo fenómeno desinformativo. Es más, si el concepto de fake news es inapropiado, se debe a cuestiones como que la desinformación no se circunscribe al formato noticia, sino que es un magma mucho más abarcador y complejo. Así lo corrobora el informe encargado por la Comisión Europea: “A multi-dimensional approach to desinformation”. Junto a todo ello, parece razonable intentar desmontar ese prurito de impunidad con […]

Educación cívica y nacionalismo

Han fallado las políticas de Estado. Y ése es el estado de la Política. Por políticas de Estado presupongo aquellas que no estén tan pringosas de partidismo, como para que puedan perdurar más allá del vaivén de siglas que se dé al frente de las instituciones. Entre esas políticas estatales que más se echan en falta estaría, claro, la Educación. Campo suficientemente tentador como para que se haya jugueteado con él más de la cuenta; y campo sobradamente decisivo como para que sea suicida el reseñado jugueteo. El objetivo final de la educación, nos recordaba Savater en Figuraciones mías, es “desarrollar la disposición a reconocer y respetar la semejanza esencial de los humanos más allá de nuestras diferencias de sexos, etnias o determinaciones naturales”. Es decir, por mucho entusiasmo con que contemplemos nuestras respectivas diferencias, convendría no perder de vista lo crucial: el gran reto educativo será comprender y hacer saber “que compartimos algo más profundo e importante que lo que nos hace diversos”. Un nacionalista jamás entenderá esa afirmación. Y eso sin necesidad de estar aludiendo al nacionalista abiertamente xenófobo, que cataloga a sus conciudadanos no nacionalistas de inferiores y/o enemigos. Incluso en el mejor de los supuestos, un […]

Lenguaje político molón

“La palabra democracia mola; y por tanto habrá que disputársela al enemigo cuando hagamos política. La palabra dictadura no mola, aunque sea dictadura del proletariado. No mola nada. No hay manera de vender eso”, apuntaba Pablo Iglesias en 2013. Intervenía ante las Juventudes Comunistas de Aragón, y ofrecía una charla titulada “Comunicación política en tiempo de crisis” (cfr. minuto 21 de su intervención:  https://www.youtube.com/watch?v=Zh2qWOsRyO0). Obsérvese que sus reparos hacia la dictadura son de significante, no de significado. Y aunque reconoce que resulta imposible comerciar con el concepto, Iglesias añade que “la dictadura del proletariado es la máxima expresión de la democracia”. De manera que sitúa en la trastienda un vocabloy exhibe en el escaparate otro, no por el contenido de los términos, sino por la `telegenia´ de los mismos. Durante su conferencia, Iglesias incide en la “carga asociativa” que acompaña al lenguaje político. Y son esas connotaciones las que le ocupan: si el sustantivo proyecta buena imagen (se vende bien, reporta seguimiento, facilita rédito electoral), adelante; si el sustantivo proyecta mala imagen, se retira del expositor. El propósito estratégico y electoralista ayuda a explicar la lógica de Iglesias: apuesta por recurrir al lenguaje que resulta más eficiente para conquistar el […]

Savater: Contra los fanáticos

El fanatismo presenta múltiples ropajes: políticos, religiosos, identitarios, etnicistas… o de cualquier otra naturaleza. Podría emanar de todo tipo de proclamas (atroces y asesinas, o incluso sensatas y cabales), puesto que el desbarre fundamentalista no siempre reside en las convicciones defendidas; y sí en las prácticas adoptadas para defenderlas. Ese ogro está vivo y coleando. Colea para matar, para envilecer, para reprimir. Colea para aterrorizar. Los atentados de París vuelven a recordarnos la descomunal excrecencia del fanatismo. Y conviene no olvidarlo: la deriva integrista (en nombre de lo que sea) ni está circunscrita al pasado, ni obligatoriamente pilla lejos, ni es patrimonio en exclusividad de los terroristas. La nómina de fanáticos es muy abarcadora. Fernando Savater lleva décadas combatiendo el fanatismo. Su penúltimo ensayo lo aborda de manera expresa, adentrándose para ello en un pensador que fue también paladín de ese combate.  De ahí `Voltaire contra los fanáticos´ (Ariel, 2015). La divisa del fanático vendría a ser “piensa como yo, o muere”, “cree lo que yo creo, o te haré todo el daño que pueda”, “asume lo que yo te digo, o perecerás”. Planteamientos de este estilo (en distintos grados, pero similar esencia) son más habituales de lo que resultaría reconfortante. Por eso el fanatismo no es […]