Nuestra clase política ha representado en los últimos días una magnífica obra teatral digna del mejor Shakespeare, a propósito del cacareado impuesto a la banca o a los banqueros. Creo que esta pieza teatral habría que calificarla dentro del género de comedia, pues grande ha sido la risa que han generado algunos miembros del gobierno al clamar indignados, con la boca llena, la necesidad de un nuevo impuesto a la banca o a los banqueros. Grandes dotes tienen algunos como actores. Vayamos por partes. Aunque sólo sea por recordar nuestra Carta Magna, nuestro sistema tributario debe respetar los principios de generalidad, igualdad o equitativa distribución de la carga tributaria y, francamente, vulnera la igualdad exigir un impuesto a un concreto sector, el de los banqueros. ¿Por qué a los banqueros sólo? ¿Qué hace a los banqueros tan especiales para merecer un impuesto? Y por favor, no confundamos aquí el problema; el que nuestro sistema financiero, como institución, no haya estado a la altura de las circunstancias no debe conducir a penalizar a las personas, a los denominados banqueros, término al que volveremos luego. Sigamos; añade nuestra Constitución que la contribución al sostenimiento de los gastos públicos ha de hacerse según […]