El día después
España ha entrado, con las elecciones de ayer, en una nueva etapa.
Los dirigentes del partido del Gobierno han recogido los frutos de su gestión. Han llevado al país a una situación dramática, y a su partido a los peores resultados de la democracia. Tras tratar de huir de la realidad durante demasiado tiempo, ésta les ha caído encima. Sin perjuicio de ciertos avances sociales que hay que reconocer, han evitado afrontar las reformas estructurales que desde hace demasiado tiempo veníamos necesitando, y que en este blog tantas veces hemos puesto de manifiesto. En ocasiones el Partido Socialista parece haber estado más interesado en crear nuevos problemas que en resolver los existentes. El episodio de las reformas de los Estatutos de Autonomía, encabezado por la aprobación del Estatuto “de máximos” de Cataluña y el posterior culebrón del Tribunal Constitucional puede ser un buen ejemplo.
Es deseable que la actual cúpula directiva del PSOE asuma las consecuencias, y sepa dar paso a otros dirigentes que impriman una nueva dirección a este partido, que sigue siendo necesario como vertebrador de España. Sus primeras declaraciones, sin embargo, no invitan por ahora al optimismo. Así como España necesita una sociedad civil más fuerte, y más consciente de su protagonismo, los militantes también deberían hacer efectiva la teórica democracia interna que debe regir los partidos, y ser capaz de exigir responsabilidad donde debe haberla.
El partido ganador, que ha capitalizando ese anhelo de cambio que ha sacudido a la sociedad española, no podrá disfrutar mucho de su euforia, por la urgente e inmensa tarea que tiene por delante. Debe saber que si no actúa sobre los problemas con suficiente energía, en unos meses su situación no será muy diferente de la que hoy sufren los socialistas. El primer discurso de Rajoy no resulta discordante con ello, sin perjuicio de su falta de concreción. Si, como ha proclamado, tiene intención de poner los intereses generales por delante de los particulares, el acabar con los excesos de la partitocracia, y devolver así el prestigio a la clase política, hoy vista como un auténtico problema nacional, deberá ser uno de sus objetivos. fundamentales
El panorama también tiene importantes tintes sombríos. La victoria en Cataluña y País vasco de fuerzas nacionalistas que no disimulan sus aspiraciones secesionistas confirma los efectos de las políticas de apaciguamento. Será una situación que habrá de afrontarse, sin cometer de nuevo el error de intentar soluciones con fórmulas generales aplicables al el resto de las autonomías, donde los secesionistas no tienen una fuerza significativa.
Otro punto oscuro es el efecto de un sistema electoral que castiga duramente a partidos de ámbito nacional, como UPyD e Izquierda Unida, que necesitan muchos más votos para sacar muchos menos diputados que los partidos de ámbito regional. Si creemos en la igualdad como un valor esencial de la democracia, en unas elecciones nacionales tales distorsiones no deberían ser admisibles. En cualquier caso, lo que resulta particularmente injusto es que, pese a contar con tres veces mas votos que Amaiur, e incluso bastantes más que CiU, UPyD no pueda formar grupo parlamentario propio simplemente porque el reglamento del Congreso exige para ello, además de los cinco diputados, un 5% de los votos a nivel nacional. Creemos que esa norma debería tener las horas contadas.
No cabe dudar de los difíciles tiempos que nos esperan. El país necesita reformas para las que sería deseable un entendimiento básico de los grandes partidos nacionales. A éstos hay que exigirles la altura de miras necesaria para ello, superando anteriores errores. Y en último término, siendo el consenso deseable, las reformas imprescindibles deben hacerse aunque no sea posible alcanzarlo. Pero también la sociedad civil debe verse involucrada en la solución de estos graves problemas. En la medida de nuestras posibilidades, ahí intentaremos estar nosotros por medio de este blog, aportando ideas, críticas y debate.
Los Editores.
Editores del blog “¿Hay derecho?”