Lincoln y los secesionismos: un ejemplo de integridad

“Debemos resolver esta cuestión ahora: si en un sistema de gobierno libre la minoría tiene el derecho de disolver el gobierno cuando le plazca”. Abraham Lincoln, Presidente de los Estados Unidos de América, mayo de 1.861, al mes de comenzada la Guerra de Secesión.
 
La excelente película de Steven Spielberg, magistralmente protagonizada por Daniel Day Lewis, sobre el más querido de los Presidentes norteamericanos pone de actualidad su figura en nuestro país, figura de la cual podemos extraer no pocos ejemplos para la presente situación española. Abraham Lincoln fue un adelantado a su tiempo y, con toda seguridad, un insospechado ejemplo para la España actual. Convencido de la necesidad de la fortaleza de la Unión, negó que los territorios del Sur tuvieran su “derecho de autodeterminación”(concepto entonces inexistente), y se opuso con firmeza a que los Estados libremente asociados en un régimen democrático tuvieran derecho a desasociarse de forma unilateral. Y esa fue la verdadera causa dela Guerra Civil norteamericana, que afrontó con dolor y con enormes presiones de todo tipo (hasta familiares), aunque la cuestión de la esclavitud haya trascendido a la posteridad, de forma no demasiado rigurosa históricamente, como argumento central de la Guerra de Secesión. El objetivo de la guerra no fue en sí la liberación de los esclavos, sino la preservación de la Unión. Ya avanzada la contienda, Lincoln adoptó la emancipación, que llevaba meses preparando y tenía guardada en un cajón -como se refleja espléndidamente en la película- como medio para debilitar al Sur y reforzar la causa unionista en el país y ante las potencias europeas. Y la preservación de la Unión, junto con la proclama antiesclavista, consiguieron el verdadero objetivo del entonces Presidente, que no era otro que dirimir el verdadero significado de la libertad y consolidar el destino de los Estados Unidos de América como la gran nación que ha llegado a ser.
 
En mi opinión, el ejemplo de Abraham Lincoln es doble, y realmente muy parecido, -casi equiparable salvando las diferencias del momento y el cargo que ocupó cada uno- al de otro político asesinado que fue justamente homenajeado hace pocos días en este blog: Gregorio Ordóñez. Por un lado, puso de manifiesto una enorme firmeza en la defensa de sus ideas y de las soluciones que creía mejores para la supervivencia dela nación. Lincoln tuvo el coraje político de afrontar una Guerra Civil en la que hubo 600.000 muertos, y de resistir hasta conseguir una clara y contundente victoria final, manteniéndose firme en sus convicciones pese a sufrir un enorme desgarro interior -apreciable en su propio deterioro personal-, y pese a las presiones de su entorno y de buena parte de la siempre acomodaticia opinión pública, que le pidieron reiteradamente que cediera y acordara un rápido armisticio dejando las cosas como estaban para “evitar más muertes”. Pocos políticos hubieran resistido con tanta dignidad esas presiones y ese enorme dolor. La inmensa mayoría se hubiera dejado atraer por los abrumadores cantos de sirena que le rodeaban, y encontrado el fácil atajo de las componendas, los acuerdos ambiguos y la búsqueda de una fácil satisfacción a la siempre voluble opinión pública, lo que hubiera supuesto “parchear” la situación para aguantar unos años, buscar una gloria efímera y luego….. dejar la patata caliente del problema del Sur al próximo que ocupara su sillón. Y no se decantó precisamente por la solución más cómoda. No hace falta que les pregunte, amigos lectores, qué creen ustedes que hubieran hecho en su lugar nuestros excelsos políticos actuales, fueren del partido que fueren….
 
Un segundo ejemplo es el del coraje y la dignidad, llevados hasta el punto de asumir costes personales, incluso arriesgando la propia vida. Así lo hizo Abraham Lincoln, que murió asesinado en un palco del teatro Ford de Washington a manos de un fanático sudista seis días después de acabar la guerra, y así lo hizo nuestro admirado concejal donostiarra, como bien ha puesto de relieve en su emocionante y reciente post en este mismo blog mi compañero Fernando Rodríguez Prieto. Como decía Lincoln a los que, en su entorno, vaticinaban su muerte viendo su hábito de cabalgar sólo por Washington, su política de tener abiertas las puertas de la Casa Blancaa toda clase de personas y su poca afición a vivir rodeado de escoltas, “dudo que alguien quiera matarme, y si lo hace, sólo puede matarme una vez”. Realmente estremecedor. Cualquier comparación con la realidad política del siglo XXI es, sencillamente, insultante, con la honrosa excepción de muchos héroes anónimos, casi todos ellos alejados de los focos y la notoriedad que, al igual que Gregorio Ordóñez, han arriesgado su vida en el País Vasco en defensa de la libertad.
 
Todo lo anterior no significa, en absoluto, que Lincoln fuera un ser angelical alejado de las artes de la política: extraordinario orador –tal vez uno de los mejores de la historia- y conocedor de las interioridades de la lucha de partidos, la película muestra de forma muy gráfica sus maniobras, no todas demasiado ortodoxas, para conseguir los escasos votos que le faltaban para que la Cámara de Representantes aprobara la 13ª Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos de América, que abolía definitivamente la esclavitud. El Congresista Stevens (fantásticamente interpretado por el gran Tommy Lee Jones), uno de los protagonistas del debate parlamentario, lo resume con maestría: “es la medida política más importante del siglo XIX aprobada gracias a la corrupción organizada por el hombre más puro de América”. Pero todo ello no obedecía a razones espúreas, como las que mueven hoy en días a nuestros esperpénticos “Bárcenas” locales, sino a la búsqueda de un fin superior: que la esclavitud quedara abolida en la Constitución, lo que confería a la abolición un carácter histórico y definitivo.
 
La tentación fácil del momento fue descalificar a Lincoln, “causante” de la guerra, tachándole de dictador o de tirano que se dedicaba a cercenar las “libertades” del Sur, en una palpable demostración de las volubles interpretaciones que se pueden dar a la palabra “libertad”. Descalificaciones parecidas las hemos escuchado muchas veces en España ante atisbos de actitudes firmes o resueltas de algún político en algún asunto espinoso. El propio asesino de Lincoln, John Wilkes Booth, saltó al escenario del Teatro Ford, tras descerrajar un tiro en la nuca del Presidente, gritando el lema en latín del Estado de Virginia “Sic semper tyrannis”(así siempre a los tiranos), tomado de la frase que pronunció Bruto al apuñalar a Julio César. La finalidad de tales descalificaciones siempre es la misma: confundir maliciosamente firmeza con imposición, determinación con tiranía, claridad de ideas y expresiones con totalitarismo. Y sin embargo, el principal objetivo del asesinado Presidente fue siempre la reconciliación. Así ordenó a su General en Jefe Ulysses S. Grant, en escena que reproduce la película, que la paz no supusiera represalias con los vencidos, tal como le exigían los vencedores ante el enorme número de bajas ocasionadas por la contienda. “No quiero ejecuciones. Que entreguen las armas y se marchen con sus familias, a sus granjas, a sus negocios”… Y ya lo había anunciado en el discurso de su segunda toma de posesión, pronunciado en la colina del Capitolio el 4 de marzo de 1.865, un mes antes del fin de la guerra, y con el que termina en “flash back” la estupenda película de Spielberg: “Sin atentar contra nadie, compasivos con todos, firmes en la ley emanada de Dios para discernir el bien, sigamos trabajando en la labor que hoy nos ocupa: restañar las heridas de la nación, honrar al que luchó por ella cuidando de su viuda y huérfanos, hacer todo cuanto esté en nuestra mano por una paz justa y duradera entre nosotros y entre todas las naciones…”. Es difícil dejarlo más claro, y esa voluntad conciliadora, frente al afán vengativo con los “rebeldes” de buena parte de los vencedores -según muchos estudiosos- es la que realmente acabó costándole la vida.
 
Quiero terminar este post con una frase que escribió el genial periodista José Luis Martín Prieto en un artículo publicado hace unos años en el diario El Mundo, realizando la crítica de un libro publicado sobre la batalla de Antietam, que fue la más decisiva en el devenir de la Guerra de Secesión norteamericana. Escribió Martín Prieto, tras glosar la figura del asesinado Presidente, su complicada vida política, personal y familiar, y las terribles circunstancias de todo tipo que le tocó vivir, que “hay momentos en la vida en que hay que plantearse el doloroso dilema de Abraham Lincoln y tener el valor de decir que no”.

Permisos judiciales (I). Los jueces ¿servidores públicos o privilegiados públicos?

A algunos que todavía creemos en el Estado de Derecho nos gusta mantener algunos presupuestos contra viento y marea. Uno de ellos era que la culpa de que la justicia esté hecha unos zorros no es culpa de los jueces sino de los políticos que tratan de manipularla, que no le proporcionan los medios que necesita, que han realizado unas transferencias desastrosas desde el punto de vista de la gestión, etc, etc… Sin embargo, estos días se ha producido un hecho sobre el que conviene llamar la atención. Tras las declaraciones formales de la mayor parte de las Asociaciones Judiciales contra la reforma del Gobierno, porque la consideran negativa para el buen funcionamiento de la Administración de Justicia, resulta que a estas Asociaciones  parece que lo que más les interesa es seguir gozando, con la que está cayendo, de ciertos beneficios en materia de vacaciones y permisos conseguidos en el pasado. De esta forma se continuaría manteniendo la figura de los Jueces Sustitutos para evitar tener que sustituirse entre compañeros “profesionales”  o de carrera, que solo se sustituirían entre sí de forma voluntaria, incluso cuando el juez llamado a sustituir a otro no llegue en su juzgado al mínimo de asuntos establecido. Todo esto según esta noticia.  Una práctica ésta,  por cierto, que en mi opinión puede contravenir el art. 24.2 de nuestra Constitución que reconoce el derecho de todos los ciudadanos al juez predeterminado por la Ley.

 

Gracias a estas noticias nos estamos enterando de que los Jueces, no se sabe bien por qué, venían disfrutando de 18 días de permiso libre al año (parece que reducidos tras al acuerdo alcanzado con el Ministerio a a 12, aunque el Ministerio proponía reducirlos a 3) que se solicitaban al Consejo General del Poder Judicial, el cual a su vez ha emitido un informe en contra, con dos votos particulares en contra del informe, uno el del Vocal Gómez Benitez, que lo considera simplemente un privilegio, según se recoge aquí.

 

Con independencia de lo que ocurra finalmente con estos permisos, lo que parece es que hasta ahora el CGPJ nunca los negaba, de manera que en la práctica los permisos se sumaban a las vacaciones reglamentarias. Esta especialidad de los permisos judiciales viene recogida en el art.  373.4 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, que ha sido objeto además de una interpretación más favorable vía reglamentaria y Acuerdo del Consejo General del Poder Judicial  considerando que, aunque la ley nada decía al respecto, los permisos de tres días (uno al mes) deberían considerarse a estos efectos como días hábiles y no naturales, al atribuirles -insisto, vía interpretativa- una naturaleza semejante a los días de permisos por asuntos propios contemplados en el Estatuto Básico del empleado público, por el que no se rigen, en cambio, para el resto de la regulación de permisos, en sus arts. 48 y 49.

 

¿Que es lo que justifica esta especialidad para que no sea realmente un privilegio (que por cierto quieren imitar los fiscales y así lo han previsto en su nuevo Estatuto) respecto al resto de los funcionarios? ¿Por qué deben tener más vacaciones los jueces siendo precisamente la Justicia uno de los sectores de la Administración con más retrasos acumulados? Aquí las Asociaciones judiciales, el CGPJ y las normas proyectadas responden con razones como “conciliar vida familiar y laboral” o lo justifican diciendo que “los Jueces trabajan en sus domicilios por las tardes y los días festivos”. Pero esto no es exclusivo de los Jueces, me parece. Si la justificación es que su trabajo es “especial” cabe preguntarse ¿por qué es especial? ¿Porque necesitan pasarse unos días en casa para poner sentencias?. No dudo que haya Jueces que trabajen en casa, incluso conozco a muchos que ponen las sentencias los fines de semana, pero teniendo en cuenta que los Jueces no están sometidos a control horario (a diferencia de la mayoría de los funcionarios públicos) y que no van normalmente por la tarde al despacho, el argumento se convierte en una mera excusa. Lo cierto es que en la práctica esos días de permiso los jueces los emplean normalmente para sumarlos a sus vacaciones, y cuando necesitan trabajar en casa se quedan “de facto” y nadie lo controla.

 

Entonces, ¿por qué los jueces deben ser diferentes de otros funcionarios incluso con responsabilidad mayor o parecida: médicos, profesores, policía, militares, secretarios judiciales, abogados del Estado, altos directivos…? Creo que se necesita un debate sobre este tema que vaya más allá de  responder diciendo que “somos un poder del Estado”. Una oposición no debe otorgar más derechos que los estrictamente necesarios para desarrollar la función. Tampoco los médicos pueden recibir instrucciones en su trabajo, deben estudiar en casa para estar al día, hacen guardias, etc.. y así muchos otros funcionarios o empleados públicos, que se llevan el trabajo a casa y completan informes o corrigen exámenes entre biberón y biberón.

 

Pero es que además la reducción de los “moscosos” propuesta por el Gobierno con carácter general tiene una razón escondida: se hace para ahorrar. Y ¿dónde se ahorra por reducir días de permiso? Pues no en los Ministerios y Consejerías, donde por cierto nadie ha amenazado con la huelga, sino en aquellos sectores donde hay que contratar sustitutos o interinos para cubrir las bajas durante los permisos. Pues bien los Jueces, por ahora, han conseguido dos cosas: seguir contando con más permisos que nadie y además mantener el mismo número de Jueces sustitutos que antes (es decir Jueces sin oposición) al negarse a suplir “en ningún caso” a los compañeros, como sí hacen por ejemplo los Fiscales y los Secretarios judiciales, aunque seguramente tendrán la tentación de imitar a los Jueces. Es decir, en materia de Justicia el Ministerio de Justicia se ha guiado no por lo que es más justo y eficiente, sino por mantener tranquilo al grupo que más presión puede ejercer. No debe de extrañarnos, por otra parte, dado que esa ha sido siempre la estrategia que los distintos Gobiernos han venido aplicando en la política territorial, sindical, etc, etc… No se da más al que más necesita o lo requiere, sino al que más amenaza o se teme.  Buen ejemplo para la ciudadanía a la que le resulta bastante más difícil organizarse y presionar.

 

¿Y qué pasa con su paga extra? Veremos.

El terror del “establishment”: la Plataforma “Ciudadanos por Torrelodones”

 

Ahora que por enésima vez vuelve a estar encima de la mesa del sr. Rajoy (me imagino como debe de estar la carpeta de “pendientes”) la reforma de la Administración local les vamos a contar una bonita historia real de ciudadanos haciendo lo que sus políticos no saben o no quieren hacer. O, mejor todavía, vamos a dejar que sean ellos quienes nos lo cuenten.

 

Efectivamente, circula por Internet un impactante video sobre la experiencia de unos ciudadanos “tomando” (democráticamente, claro está y por los cauces institucionales legalmente previstos) la alcaldía de Torrelodones y colocando en un pispás al Ayuntamiento en superávit. Son los “Ciudadanos por Torrelodones”. ¿Cómo se hace? Pues la alcadesa lo explica divinamente Y por lo menos en este caso  Elvira González no podrá decir que estos ciudadanos, como el pobre Ortega Lara, no representan a nadie. por muchos que sean. Porque resulta que estos ciudadanos se han votado y se representan a sí mismos y a sus vecinos, y además se apañan y se gestionan bastante mejor que cuando tenían políticos “profesionales”.

 

No dejen de ver el video, de verdad, merece la pena. De cabo a rabo.

.

Conclusión: es posible montar plataformas ciudadanas y acceder democráticamente a las instituciones, e incluso gestionarlas y hacerlo muy bien. Es verdad que también, si uno es más perezoso o tiene muchas ocupaciones,  es posible votar a partidos que están dispuestos a cuestionar el “sistema” y a condicionar su apoyo a que se tomen en los Ayuntamientos donde son clave medidas similares a las que ha puesto en marcha, con tanto éxito, la alcaldesa de Torrelodones.  E incluso, todo puede ser, que,  si al final se montan muchas plataformas como la de Torrelodones, hasta los políticos profesionales se planteen hacer las mismas cosas para no quedarse sin trabajo. Todo es posible, depende de nosotros.

 

Entonces ¿Por qué les cuesta entonces tanto al sr. Rajoy y compañía pese a sus múltiples promesas eternamente incumplidas meter la tijera en las entidades locales? Pues a lo mejor es porque no ven lo mismo que ven la alcaldesa y los vecinos del pueblo, la patética alfombrilla con el escudo de la alcaldía en el suelo de un coche blindado para un alcalde de un municipio de 22.000 habitantes, ni los sueldazos, ni los cargos de confianza, ni, sobre todo, el deterioro y el destrozo urbanístico de su pueblo . Pues a ver si lo empiezan a ver, no es tan difícil una vez que te quitas las gafas partitocráticas y te pones las de ciudadano.

 

Y además, a pesar de la bajada de sueldo, tampoco está tan mal el sueldo de la alcaldesa, como ella misma reconoce, y más en los tiempos que corren. Y es que la política puede ser también un trabajo. Pero casi mejor haber tenido otros antes ¿no creen? Por aquello de no ser nosotros sus conejillos de Indias.

 

Por último; ojo con la modificación a favor de las diputaciones. Su regulación la tienen en los arts. 31 y ss. de la Ley de Bases de Régimen Local  de 1985.   Y aquí un aviso para navegantes. A sus representantes los eligen los partidos, no los ciudadanos y son una de las instituciones menos transparentes de España, y mira que hay competencia. No lo decimos nosotros, lo dice Transparencia Internacional a la que le ha costado bastante hacer su primer estudio sobre diputaciones (y eso que en la web no lo dicen, pero cuando presentan el estudio, sí).

 

Y es que, a lo mejor, potenciando las diputaciones –perdonen que seamos mal pensados-se pueden acabar con estas iniciativas de los ciudadanos, o ponérselo más difícil. En fin, hace ya casi un año (como pasa el tiempo en España sin que se reforme nada) expusimos aquí nuestra postura. 

 

Ah, y por cierto, no hace falta tocar la Constitución para modificar las diputaciones. Pero aunque hiciera falta, no pasa nada. Que ya somos todos muy mayores para que nos digan un día sí y otro también que la Constitución no se toca o que ahora no toca.

 

 

 

 

Los expertos, Cenicienta y el desgobierno

El Gobierno solicitó por fin a la UE el llamado “rescate suave”: un crédito a un interés bonificado (3%) y por importe de 100 MM€, a recibir por el FROB, quien a su vez lo “inyectará” (¿prestará o aportará como capital?) a los Bancos españoles que lo necesiten.

 

Pues bien, parece claro que no es aconsejable disponer de esta línea de crédito más allá de lo imprescindible. Es verdad que alguna ayuda era necesaria y que probablemente este es el método menos malo de los que ofrece el marco legal. Pero desde luego no es gratis. Las contrapartidas –dice el Gobierno- no serán macroeconómicas o para el Estado (mayores ajustes fiscales) sino sólo para los propios Bancos receptores (de gobernanza) o para el sistema financiero. Sin embargo, los intereses son un gasto que aumenta el déficit y que sólo se compensará con un ingreso en la medida en que el dinero se inyecte a las entidades como préstamo remunerado, mas no si se aporta a capital. Es más: dice Eurostat que la propia aportación aumenta el déficit si se hace para cubrir pérdidas, si no es una inversión que haría también un agente privado… Y si el déficit aumenta, eso ya de por sí traerá consigo imposiciones fiscales…

 

Así pues, cuanto menos se beba de este amargo cáliz, mejor. Y es que, en efecto, sigue abierta la pregunta de cuál es el “agujero” de la Banca y por ende cuánta medicina precisa. Este post, para quien quiera ahorrarse toda su palabrería, se limita a un comentario muy humilde: tal cuestión no es sólo técnica sino política; especificar el importe en cuestión no es tarea del timonel, sino del capitán del barco y, hasta diría, del armador, a quien le interesará minimizarlo, por el bien de todos.

 

Parece que nos hayan dicho lo contrario, empero. Hay un ejército de expertos independientes pululando alrededor de aquella cifra.  Ya el FMI ha hablado de unos 40 MM€, cuyo desglose y razón de ser no está muy claro. Para más INRI, afirma que hay que multiplicar esa suma por 1,5 o 2, a modo de colchón. En paralelo, el Gobierno ha enviado a otro pelotón de expertos a examinar los activos de la Banca española, con el objetivo de “incrementar la transparencia  y despejar definitivamente las dudas acerca de la valoración” de dichos activos. Dos firmas consultoras (Roland Berger y Oliver Wyman) están ya haciendo una “evaluación general” de los balances bancarios y luego otras auditoras llevarán a cabo un “trabajo de campo”. Unas y otras estarán asistidas por expertos del Banco de España y del BCE.

 

Uno tiende a visualizar las evoluciones de este abigarrado grupo de expertos cual si fueran una cohorte de “detectives” y “sabios”. Por un lado, se van a hacer con los “hechos”. Por otro, los van a subsumir en las normas contables y, con su ciencia inefable, van a “descubrir” una verdad oculta, esto es, qué Bancos y en qué medida son “solventes”.

 

Sin embargo, esto solo es verdad a medias. Aquí la “técnica” está imbricada con y se tiñe de “política”. Obsérvese que no digo que la una se debe completar o atemperar con la otra. No, es que tal y como están las cosas, me da la impresión de que el mandato a los expertos es pura y simplemente hacer “tarea de gobierno”. Y si esto es así, no advertirlo sería irresponsable. Trataré de explicar por qué, con la ayuda del símil de Cenicienta que ya introduje en un post anterior.

 

Para empezar, hay que reconocer que aquí operan muchos conceptos indeterminados, con una amplia zona de penumbra. La zapatilla que los expertos blanden tiene un considerable margen de holgura, en ella caben los pies de muchas señoritas. Como muestra valen un par de botones. De los 19 MM€ que ha pedido para BFA-Bankia Goirigolzarri, 2,7 MM€ se deben a la baja de créditos fiscales y otros 3,9 MM$ a la minusvalía latente de participaciones sociales (cotizadas o no). No sin cierta razón adujo el bueno de Rato que ese dinero, por ejemplo, no se ha volatilizado. Para utilizar (y hacer buenos) los créditos fiscales es preciso que Bankia genere bases imponibles positivas, lo cual en el período admisible (18 años…) no es imposible. En cuanto a las acciones, también es de esperar que en un futuro no tan remoto recuperen parte de su valor; en cualquier caso, en el ínterin generan mejores o peores dividendos…

 

Ciertamente, la ciencia contable trata de arrojar luz sobre estos conceptos, de ajustar la horma del zapato, mediante criterios objetivos. Se dice que los activos de un balance se han deteriorado cuando su valor contable es inferior a su valor recuperable, que a su vez es el mayor de entre (i) el valor razonable (el de venta menos costes derivados de la misma) y (ii) el valor en uso. Con el primero, en la coyuntura actual, poco se puede hacer. El segundo da más juego: se calcula como el valor actual de los flujos de efectivo futuros. La estimación de cuáles puedan ser estos se debe efectuar sobre la base de hipótesis fundamentadas y cuando tales proyecciones comportan incertidumbre (o sea, siempre) se sale del atolladero asignando grados de probabilidad de ocurrencia a los distintos escenarios. Todo esto se mete en el túrmix de las fórmulas matemáticas que se reproducen en este sitio, el cual aconseja visitar, porque le deja a uno impresionado ante lo sofisticado y depurado del método.

 

Ahora bien, con esta parafernalia técnica ¿se asegura el acierto en la valoración? Evidentemente no. No sólo porque es difícil adivinar y ponderar los factores de los que dependen las predicciones, sino porque un factor crucial, quizá el principal, es la propia predicción. Es de perogrullo advertir que, si el escenario que se elige o se sobrepondera es muy pesimista, si se alimenta la fórmula con el miedo a la recesión, el boquete de la Banca se inflará y esto traerá mayor coste para el contribuyente y, en último término, mayor recesión.

 

Me recuerda esta situación el llamado measurement problem de los científicos. En la física cuántica, se dice que el propio acto de observación puede alterar lo observado. Algunos le buscan a esto una explicación casi esotérica. La más realista es de andar por casa: se trata de que el instrumento de medición también es físico e interactúa con lo medido. Esto apenas sucede en el plano macroscópico, pero se acentúa en la esfera de las partículas. Y lo mismo pasa en economía y derecho. Se nota menos en períodos estables, mas en situaciones de crisis los conceptos tradicionales se tambalean y pierden su automatismo, de modo que para el oficio de intérprete no basta ya tener conocimientos, es fundamental saber aplicarlos con extrema lucidez, oportunidad y sentido práctico.

 

Volviendo a la metáfora: los Hermanos Grimm trasladan muy bien este mensaje en el cuento de Cenicienta. Un truco para detectar las perlas del cuento es comparar la versión de los Grimm, que es mera trascripción de un relato popular, con las de Perrault, quien como literato reelaboraba a su gusto. Siempre que el refinado gusto del francés filtra algún elemento que le resulta escabroso, hay que recuperarlo para extraerle su jugo epistemológico. En este caso, nos importa quién patea las calles para probar la famosa zapatilla a las chicas del reino. Perrault envía al efecto a un oficial de palacio, un probo servidor, un “experto independiente”. Los Grimm, por el contrario, ordenan al propio Príncipe que se arremangue y marche por caminos polvorientos a tocar a diestro y siniestro pies blancos o negros, sucios o limpios. Esto era lo razonable, pues sólo el protagonista tenía claro el espíritu del problema, es decir, el objetivo práctico que le animaba. Se trataba de hallar una buena esposa, pero también una reina apta para compartir el gobierno del país. Durante el baile, merced a su intuición, el Príncipe había identificado a la sensata y dulce Cenicienta como la candidata idónea. Luego la chica desaparece inopinadamente y el enamorado ha de recuperar penosamente su inspiración. Para ello, la ciencia (la zapatilla), le auxilia, pero no es suficiente. Solo con ella habría aceptado también la candidatura de las hermanastras, que tenían unos lindos pies y además se los recortan, consiguiendo de esta suerte enfundarse la zapatilla de marras. Si el joven acierta, es porque pone en juego algo más: somete a las damas al test de sus propias manos, que saben lo que quieren.

 

En el cuento, esta intuición salvadora viene simbolizada por la voz de un pájaro encantado, que le sopla al Príncipe la solución. En nuestro caso, si, por mor de la transparencia y para asegurar la credibilidad del resultado, hemos de emplear a terceros, que así sea. Pero ruego para que alguien o algo (siquiera su buen juicio) también les sople una orientación razonable, enfocada a la solución de nuestras cuitas. Que les sugiera una cifra de ajuste “política”, una cantidad que –dando confort a los mercados en cuanto a que se ha levantado la alfombra sin tapujos- no nos exprima sin necesidad. Que el medidor, al evolucionar dentro del boquete, no lo incremente con su propia cinta de medir. Si se quiere un “margen de seguridad”, eso ya lo proporciona el propio instrumento de rescate, que no es un préstamo, sino una línea de crédito, cuya parte no dispuesta sigue disponible para cuando, en su caso, si fallara la predicción moderada, se necesitara. Por el contrario, en la medida en que los expertos se desmandaran y pidieran más crédito del que nuestra economía puede soportar, el remedio sería peor que la enfermedad y entregarles la zapatilla habría sido un acto de patente desgobierno: acabaríamos casados con la fea hermanastra de la gran recesión.

Carta del capitán Schettino

Recibo en las oficinas del blog una carta del capitán del Costa Concordia y me apresuro a publicarla, para solaz e instrucción de nuestros lectores:

 

“Cari amici: Pobre de mí, nadie me comprende. ¿Cómo ha podido pasar todo esto? Yo, que todas las noches salía a brindar con los pasajeros vestido con el uniforme  de blanco inmaculado y entorchados lustrosos,  saludando a diestro y siniestro a viajeros sonrientes y relajados…

 

Lo que no habré ligado con esta mirada de galán mediterráneo, tez morena, ojos azules y mechones acaracolados en la cabeza. Aunque tampoco exageremos, la moldava esa que ahora sale en las teles y que dice que estaba conmigo en el puente cuando el accidente era una simple traductora ¡y aunque no lo fuera, pues vaya, la carne es débil!

 

Y es que no estaba haciendo nada malo, total, dando una pitada larga, como siempre al pasar al lado de la isla de Giglio; a los turistas les encantaba, tiraban de flash como locos. Y además lo prevé el Reglamento de Abordajes, regla 34, para casos de visibilidad reducida, eso sí, y aunque se viera perfectamente y fuera para fardar un poco…. ¡si hasta el mismísimo Alcalde del pueblo me había felicitado! ¡Y la compañía propietaria del buque!

 

Todo mala suerte, una roquita que no está en las cartas de navegación (malditos gabachos, que mal las hacéis), y un raspón de nada, como el que te haces con una columna en el aparcamiento, pero claro el Concordia pesaba 114500 toneladas, y al fondo. Bueno no, porque encima con una hábil maniobra conseguí acercar el barco hasta 150 metros de la costa y salvar a todo el mundo, o a casi todo el mundo, y nadie me lo agradece.

 

Y luego, la mala pata, me tropiezo y me caigo al bote salvavidas al principio del todo, y sin comerlo ni beberlo te encuentras en la costa de los primeros ¡pues claro, no voy a subir otra vez por la borda!; llamo para informar a comandancia marítima y ese hijo de tal del comandante marítimo que me tiende una celada verbal, y me pilla en una contradicción sin importancia, se pone estupendo el tío, me da gritos, pero para quedar bien, que luego todo se sabe. Y yo qué voy a hacer: pues irme al hotel, claro.

 

Y por una tontería es que te cambia la vida. Porque, vamos, no me vengan con cuentos ¿ahora soy yo el malo? Me han convertido en una especie de antihéroe del tipo Ignatius o’Reilly de “La Conjura de los necios”. O, peor todavía, como el señor Chinaski de “El Cartero” de Bukovski, ese individuo inadaptado que se mete a cartero pensando que va a ser una profesión cómoda y se da cuenta de que no y decide no asumir el código ético al que están sometidos todos los empleados de la rigurosa Oficina Postal  de los Estados Unidos, que no dudan en trabajar catorce horas o arrastrarse entre le nieve para entregar la sagrada correspondencia.

 

Yo no soy un patán como esos dos, soy una persona normal en una situación anormal. Y es que, no seamos ridículos, “un héroe que huye sirve para otra guerra”, como dice ese aforismo tan sabio de mi país, Italia, donde es proverbial ese, no le llamemos cinismo, es más bien sentido práctico, porque ¿para qué me voy a quedar?  ¿es que voy a salvar a alguien? ¿Y si me matan en la guerra, qué gano yo? “Más vale honra sin barcos que barcos sin honra” dice el antiguo. ¡Vaya chorrada, digo yo¡.

 

Porque ¿aquí quién cumple nada? ¿Quién tiene pundonor profesional? ¿Alguien se suicida hoy por sentido del deber? Usted, don Ignacio, que es aficionado a las artes marciales ¿se haría el harakiri o seppuku (como prefieren los japoneses) en caso de faltar al bushidō, el código ético de los guerreros samurái, después de beberse un vaso de sake y componer, como era ritual, el último poema de despedida llamado zeppitsu o yuigon, sobre el dorso del tessen o abanico de guerra? ¡Venga hombre! ¡Si todos consideran un héroe al capitán marítimo sencillamente por cumplir su obligación y darme unas voces! ¿Y mi ex presidente, el ínclito Berlusconi? ¿Era un ejemplo de responsabilidad y sacrificio por el cargo? ¿Una especie de Guzmán el Bueno tirando el cuchillo para que maten a su hijo antes que entregar la plaza? ¡Pero si tenía de ministras a unas modelos que no sabían hacer la o con un canuto!

 

Y ahí en España, donde su blog ¿qué se cree, qué están mejor?. Mire usted: políticos que cuando el barco se hunde (o sea, cuando pierden las elecciones) se lo llevan crudo por sí o por sus amigos; consejos de ministros que indultan banqueros condenados ; directores de empleo autonómicos que subvencionan a quienes le da la gana y hasta, dicen, se gastan el dinero del empleo en drogas; jueces que desprecian su sagrada función y se ponen las leyes por montera y espían a los abogados de la defensa; un miembro de la familia real (bueno, ya no sé si lo es) que se dejaba caer por los gobiernos autonómicos y se llevaba unos milloncetes (presuntos milloncetes, o presuntos “llevaba”) a cambio de unos informes de dos folios ¿es que cumplía este su sagrada misión hasta la muerte? ¿Sigo? El Alcalde de Zaragoza contrata a una consultora para ahorrar y se gasta en ello dos millones de euros. ¿Y el Tribunal Supremo? ¡Pero si permite que haya un juez que cobra y siga de juez!

 

¿Es que ve usted a Zapatero diciendo: “Españoles, he incumplido el código del honor socialista, he mentido, he engañado, he llevado el barco España a la ruina. Yo no abandono el barco y, antes de salir por la puerta de la Moncloa, me clavaré en el estómago la Tizona que está guardada en el Museo del Ejército”. O de los otros, el señor Jaume Matas: “He incumplido mi obligación y he deshonrado a las Islas Baleares: me arrojo ahora mismo por los acantilados del Faro de Formentor”

 

En fin, ríanse, ríanse de mí, ya se les atragantará. Pero sepan que yo no he hecho nada que no haría casi todo el mundo en un accidente similar, mientras que todos esos sabían muy bien lo que hacían.

 

Buona sera”

Un lugar al sol o nada nuevo bajo el sol: de la elaboración de las listas electorales

Asistimos de nuevo al tradicional espectáculo de la elaboración de las listas para las próximas elecciones generales. Y no por conocido el espectáculo me deja de sorprender, y más en la situación actual. Se repiten las escenas de siempre, la cúpula del partido o directamente el líder decide quien va en las listas y quien no, en función básicamente de criterios de proximidad o alejamiento a los dirigentes que deciden. Por supuesto, ir en las listas para nuestros diputados-empleados, por utilizar la expresión de Jimenez de Parga (que he conocido gracias a uno de los más agudos comentaristas de este blog) es esencial, dado que supone la diferencia entre tener trabajo y no tenerlo, es decir, la diferencia entre tener un lugar al sol o irse al paro.

Lamentablemente, muy pocos de nuestros políticos tienen carreras profesionales al margen de la política, incluso los que en su momento las tuvieron las han dejado por esta carrera, mucho más gratificante desde todos los puntos de vista, aunque solo sea porque las reglas que rigen para el resto de las profesiones no se aplican aquí. ¿Se imaginan por ejemplo el futuro profesional que tendría un abogado que perdiese todos sus pleitos? ¿O un médico que matase a sus pacientes? ¿O un arquitecto al que se le cayesen las casas que construye? ¿Se imaginan que pasaría si cualquiera de estos profesionales llenase sus despachos, consultas o estudios con familiares y amigos de  confianza pero de nula o escasa cualificación? ¿Que los dejasen en herencia a sus retoños aunque no sepan hacer la O con un canuto? ¿O que cobrasen un dineral a cambio de un servicio desastroso?  

Pues bien, la ventaja es que en política todas esas cosas y muchas más pueden hacerse sin ningún riesgo. No rigen las reglas que existen para cualquier profesión o para cualquier oficio, que básicamente pueden reducirse a una: hacer las cosas mal o muy mal está penalizado, salvo que se tenga la suerte de tener un monopolio y aún así. En el caso de nuestros representantes y gestores públicos no hay ninguna responsabilidad por la mala gestión, es más, a veces parece que cuanto peor se han hecho las cosas, más posibilidades de promoción hay. Y no digamos ya si se tiene la capacidad de chantajear o de montar un buen lío en el partido (véase el caso de Fabra o de Ripoll en la Comunidad Valenciana) porque entonces se tiene el futuro asegurado para sí y para la descendencia. Vemos que hay mucho paro juvenil pero que la hija de Fabra ya está colocadísima .

En definitiva,  nuestros políticos pueden dejar en bancarrota cajas de ahorros, empresas públicas y autonomías enteras sin que nadie se cuestione no ya su presencia en las listas sino su capacidad y su aptitud para seguir en la política. También pueden tranquilamente colocar a la parentela o/y facilitarles la vida con dinero público, mediante contratos y subvenciones. Y, por supuesto, pueden decir tranquilamente que no piensan cumplir las leyes que dicta el Parlamento en el que se sientan o las sentencias del Tribunal Supremo, o en general pueden permitirse un día sí y otro también deslegitimar las instituciones que les cobijan. Recuerden en las recientes elecciones autonómicas por tener, tuvimos hasta imputados en las listas (ahora creo que algunos ya están condenados pero que yo sepa siguen cobrando del erario público).  El análisis en profundidad de lo que esto supone lo pueden encontrar aquí por nuestro coeditor Rodrigo Tena.

Últimamente además los exportamos a los organismos internacionales. Efectivamente, una nueva salida que han encontrado estos señores es ocupar la cuota española (y de paso la femenina) en organismos como el Banco Europeo de Inversiones. Como para estos cargos se necesita apoyo político del Gobierno, es una forma estupenda de pagar los servicios prestados, nada que ver estos sueldos con los que declaran sus Señorías como Ministros del Gobierno (habría que dedicar un post a esto, pero mientras tanto pueden leer el de NeG (aquí). Por ahora la última candidata es la Sra Salgado, pero antes ya hemos colocado a la ex Ministra de Fomento y Consejera autonómica sra Alvarez y a la ex Ministra de Igualdad Bibiana Aido, que yo sepa, aunque sin duda habrá más casos. Me refiero a estas tres señoras porque las tres, cada una en su nivel -que obviamente no es el mismo-  parece que han reunido los méritos para acceder a estos puestos más por la vía “interna” es decir, los méritos de cara al Gobierno -que es al fin y al cabo es el que tiene la capacidad de promover y apoyar su candidatura- que de cara a los ciudadanos, es decir, por la solvencia de su gestión. Por ejemplo, la Sra Salgado cuenta en su haber como Ministra de Administraciones Públicas con el “éxito” del Plan E, uno de los planes en que más dinero público se ha despilfarrado ya con la crisis encima  –y cito al propio Ministro de Industria aunque le echa la culpa a los Ayuntamientos y especialmente a Gallardón-

 Como Ministra de Economía y Hacienda su principal mérito fue, al menos hasta que comenzó la amenaza real de intervención de la economía española, el no poner demasiadas trabas al todavía Presidente del Gobierno.  Su valoración como Ministra de Economía y Hacienda no parece efectivamente que esa para tirar cohetes, si atendemos a este ranking del Financial Times

Es cierto que, como ciudadanos españoles, poco podemos hacer para impedir estas fabulosas promociones en los organismos internacionales, más allá de avisarles. Pero con respecto a las listas electorales podemos hacer bastante más. Como recordó nuestro coeditor Rodrigo Tena en su artículo sobre “Teoría  y práctica de la dimisión en España”, como ciudadanos tenemos una gran responsabilidad, pues en último término, somos nosotros los que votamos esas listas