Lecturas recomendadas: “La independencia del juez, ¿una fábula?”, de Francisco Sosa Wagner
La ilustración de la portada da que pensar. Pareciese que al tocar el taco con el mazo, resolviendo así el asunto sometido a decisión, el cepo estuviese destinado a saltar aprisionando la correspondiente mano. A menos, claro está, que se tocase con la suficiente delicadeza como para no asustar a quién controla la cadena, púdicamente colocado fuera de los focos, pero pese a ello muy presente para el observador…
No obstante, sabemos que si no se golpean con decisión los martillos son inútiles, y especialmente este de la Justicia. En su último libro Sosa Wagner explica de manera muy accesible para todos, pero sin merma de rigor, por qué nuestro particular martillo no puede blandirse con la fuerza que debiera. Constituye una perfecta radiografía de los males de nuestro sistema judicial -englobando en esa categoría al ministerio público y a la justicia constitucional- a través de un riguroso análisis histórico y funcional de su triste devenir. Porque, lo que parece meridianamente claro, es que en nuestro país Montesquieu nunca ha gozado de buena salud. Y es que cuando, con la Transición, se suponía que íbamos a entrar por fin en la Modernidad, alguien con mucho poder se apresuró a recordarnos que el ilustre barón estaba pero que bien muerto.
Me atrevo a decir que sobre este tema hemos escrito en este blog decenas de post, desde los aspectos más generales a los más particulares, por lo que no podíamos dejar de reseñar aquí, aunque sea brevemente, un libro como este. Además, la obra está llamada a convertirse en referencia obligada para todo interesado en conocer el estado actual del problema, y también para aquellos destinados a proponer alguna solución, y con esto último me refiero a los políticos que saldrán de las urnas a finales de junio. Al menos si desean dejar de discutir sobre lo suyo y centrarse en los temas de la colectividad, entre los que destaca especialmente este de la independencia judicial.
Sosa Wagner identifica con precisión los puntos débiles del sistema –lo más graves son los que permiten un exceso de discrecionalidad en los nombramientos, lo que facilita la influencia de la política partidista- pero también concede al lector suficiente oxígeno como para que este se arriesgue a pensar por sí solo cuales pueden ser las respuestas más adecuadas. Obviamente el autor tiene sus preferencias –como su indisimulada por el sorteo a la hora de elegir los vocales del CGPJ o los magistrados del TC- pero al margen de ellas nos ofrece un variado catálogo de posibles reformas, desde las muy ambiciosas a las más modestas y, pese a ello, no menos eficaces, como las destinadas a imponer el concurso ordinario en todos los niveles de la carrera frente al tradicional dedazo.
En este ámbito de la discrecionalidad controlada la referencia al Derecho comparado es extraordinariamente útil y el autor hace abundante uso de ella. Lo que, incidentalmente, nos permite desembarazarnos de muchas ideas preconcebidas e identificar con facilidad ciertos excesos demagógicos, empezando precisamente por este tema de qué es realmente el poder judicial y por qué la existencia de un poder judicial independiente es perfectamente compatible – siempre que se adopten las cautelas pertinentes- con que la administración de justicia propiamente dicha descanse en el Ejecutivo, como ocurre en EEUU, Reino Unido, Alemania o en los Países Escandinavos (como es bien sabido lugares todos ellos en los últimos lugares en lo que a independencia y eficacia del poder judicial se refiere). Nosotros, por el contrario, y como suele ser habitual por estos lares, hemos preferido vestir muy lindo al muñeco con todos los atributos de la independencia bien visibles en el trajecito del Consejo, mientras por detrás lo desnudábamos sin sonrojo alguno a través del reparto partidista a nivel estatal y autonómico, hasta dejarlo literalmente en pelota.
En fin, los ministrables de los cuatro partidos principales que contienden en estas elecciones ya saben a qué caseta acudir en masa durante esta inminente Feria del Libro. Y si con ellos no se agota ya la primera edición, se agotará sin duda como consecuencia del interés de los ciudadanos por conocer en profundidad uno de los puntos más críticos para el futuro de nuestra convivencia durante los próximos años.