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Diario de Barcelona. Corrupción, catástrofe nacional

El político prudente del PP, Núñez Feijóo, se mostró favorable a que los dos ex ministros del gobierno de Rajoy, Fernández Diaz y Cospedal, dieran alguna explicación pública sobre su intervención en el asunto del espionaje al extesorero Bárcenas, que la fiscalía anticorrupción investiga en una operación que denomina “kitchen”, en alusión a “el cocinero”, que es como se apodaba el chófer de Luis y Rosalía Bárcenas. Fernández ha sido el primero en ser imputado. El presidente gallego ha defendido, también, a su amigo, correligionario y compatriota Mariano Rajoy, del que ha afirmado que no tenía dudas sobre su honorabilidad. Yo tampoco. Pero se puede ser muy honorable y, a la vez, muy incapaz; o muy vago; o muy incompetente; o todas las cosas a la vez. Voy a explicarme y a explicarlo.

Mariano Rajoy formó parte de la ejecutiva nacional del PP desde 1989 de la que fue su vicesecretario y, como tal, dirigió varias campañas electorales, entre ellas la que obtuvo la mayoría absoluta en el año 2000. Este cargo de vicesecretario le fue renovado en sucesivos congresos, el último el XIV de 2002. En agosto de 2003, en un acto de despotismo sin precedentes, Aznar designó al sempiterno vicesecretario y ministro de casi todo, Mariano Rajoy Brey, su sucesor sin debate en el partido y sin que nadie rechistara por la arbitrariedad de ese nombramiento. De los posibles candidatos, Rajoy era, visto retrospectivamente, el que más posibilidades tenía, pues carecía de liderazgo y parecía sumiso. Lo que vino después es de sobras conocido: convocatoria de elecciones en 2004, que iban a ser un paseo militar del PP, atentado del 11-M, triunfo del desconocido socialista Zapatero, cordón sanitario al PP en torno al debate del Estatuto de Cataluña, catástrofe económica, triunfo de Rajoy por mayoría absoluta y explosión de la “gürtel” tras la publicación por el diario El País de unas fotocopias de los famosos papeles de Bárcenas en enero de 2013. Posteriormente, creo que fue en el mes de junio de 2013, el periódico El Mundo se hizo con el original de esos papeles y también los publicó. Paradójicamente, los dos directores de esos diarios, Javier Moreno y Pedro J. Ramírez, tuvieron que dejar de dirigir esos medios por presiones insoportables del gobierno entonces del PP.

Recuerdo todos estos antecedentes con el fin de afirmar, sin ningún género de dudas, que si había una sola persona en el PP que no podía desconocer cómo se financiaba el partido, esa persona era Mariano Rajoy, ya que a él correspondía, al ser el vicesecretario, la responsabilidad de la organización y financiación de las campañas electorales a lo largo de los años, convocatoria electoral tras convocatoria electoral. En cualquier caso, no hay que dudar de la honorabilidad de Rajoy aunque, probablemente, o bien miraba hacia otro lado en cuestiones de dinero, como enseñó Manuel Fraga que debía hacerse, o prefería no enterarse de lo que pasaba con los “gürtels” del partido en sus “kitchens”, o sea, con los “correas” o en las cocinas con sus “cocineros”. El Partido Popular, y el gobierno de España, estuvo, pues, durante muchos años en manos de una persona, sí, probablemente muy honorable, pero muy descuidada (por no llamarlo incompetente) que, entre puro y puro, al estilo “junco”, dejó que España entrase en una deriva de disolución nacional mientras se apoderaban de la calle los independentistas y los populistas antisistema más estrafalarios de Europa. Ni en Grecia, con Varoufakis, se habían atrevido a tanto. Parece ser que Rajoy e Iglesias se tenían mutua simpatía.

Luis Bárcenas está en la cárcel con una brutal condena. Con Rosalía, su mujer, no se ha tenido la misma benevolencia que se tuvo con Ana Mato o con la infanta Cristina. El Tribunal Supremo la ha considerado más lista que la ministra o la infanta. Los que se beneficiaron del dinero de la caja B del PP sin justificación alguna (pues hubo quien recibió dinero debidamente justificado) y que tan escrupulosamente llevaba Bárcenas, campan, de momento, tan campantes y a sus anchas. Las cantidades que recibieron algunos de ellos son muy superiores a las que gastaron los “blackistas”, pero aquí a unos se les somete a medidas cautelares severas y a otros se les deja en la calle. A todo esto, el líder de Podemos, que iba a levantar las alfombras, lo primero que hizo cuando comenzó a manejar dinero público fresco fue comprarse un chalé con piscina de riñón y colocar a su pareja de ministra. Y su correligionario y amigo, Monedero, se dedicó a cobrar de Venezuela a través de sociedades pantalla. Todo muy bonito y ejemplar. Y ahora ya tenemos armado el espectáculo, mientras nuestra salud se va yendo a chorros por las cloacas de la sanidad. Unos le chapotean a la cara con el agua de su piscina a los de Podemos, mientras los “chaletistas” piden en el Congreso la investigación de los espías, cocineros y correas para ver si, de una vez por todas, callan al Partido Popular o a quien se tercie.

La política es dura, sí. Se ha convertido, incluso, en una profesión de alto riesgo. Han cambiado las reglas de juego, y lo que antes era normal, ahora nos escandaliza. Desde las gradas imploramos, pedimos o exigimos ejemplaridad a nuestros políticos, esa ejemplaridad que a lo mejor nosotros, quienes de una u otra forma formamos parte de la generación que terminó con el franquismo y trajo la democracia, no tuvimos. (véase el Rey Juan Carlos que, como dice el historiador Jun Francisco Fuentes, fue un Rey de grandes virtudes públicas y de grandes vicios privados).

Pero hay determinadas líneas rojas que no deberían sobrepasarse nunca. Los exministros Fernández Diaz y Cospedal y el presidente Rajoy, de forma criminal o políticamente reprobable, las sobrepasaron con largueza sin que hayan ofrecido, todavía, una explicación plausible de lo que hicieron en sus cargos públicos. Rajoy, también debería explicarse y no escudarse en eso de que ahora ya no está en la vida pública. Es patético que intente escudarse en la reciente sentencia del Supremo para intentar salir airoso de este escándalo sin precedentes.

Y, por último, la estrafalaria figura del líder de Podemos colocando a sus parejas en puestos claves de gobierno o de partido, tampoco resulta especialmente “ejemplar”. En la universidad de mi época había un debate entre lo que se consideraba democracia formal y democracia real. Los comunistas sostenían que el comunismo era la democracia real; y el resto (demócrata cristianos, social demócratas o liberales) eran los que defendíamos la democracia formal, que consiste esencialmente en el respeto a la ley y al Estado de derecho encarnado en la Constitución. Todo lo contrario del estado de corrupción que aflora diariamente en nuestra pobre vida política. Una verdadera catástrofe nacional.