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Un modelo de gobierno profesional para RTVE

El modo en que se ha producido el reciente cambio en la presidencia interina de RTVE (Concepción Cascajosa por Elena Sánchez) y la contratación de David Broncano constituyen la enésima evidencia de que la colonización, ya sea gubernamental o partidista, de los medios públicos no hace más que degradarlos y dar argumentos a quienes abogan por su supresión.

El politólogo británico Peter Humphreys elaboró una tipología de sistemas de gobierno de los medios públicos atendiendo a los criterios que priman a la hora de designar a los miembros de sus principales órganos de decisión. Se trata de los modelos gubernamental (cuando los nombramientos se realizan desde el Poder Ejecutivo), parlamentario (cuando dependen de las cámaras legislativas), profesional (cuando se priman los méritos curriculares) y cívico o corporativo (cuando intervienen en los procesos de designación partidos, sindicatos y otros colectivos sociales o profesionales). 

En España, RTVE, desde la aprobación del Estatuto de 1980, ha contado con un modelo gubernamental hasta 2006 (el entonces director general de nuestra radiotelevisión pública, dotado de amplios poderes, era nombrado por el Gobierno por un periodo que coincidía con la legislatura); un modelo parlamentario, de 2006 a 2012 (la reforma impulsada por el Ejecutivo de Zapatero estableció una mayoría cualificada de 2/3 para la elección del Consejo de Administración y el Presidente, y un mandato para ambos de seis años); un modelo que implica un giro regubernamentalizador, de 2012 a 2017 (el Ejecutivo de Rajoy reformó por decreto-ley el sistema de gobierno anterior, permitiendo la elección de los referidos cargos por mayoría absoluta en segunda votación); y finalmente, un modelo que combinaba elementos del profesional y el parlamentario, al contemplar un concurso público seguido del nombramiento de los consejeros y el presidente de RTVE por una mayoría cualificada de Congreso y Senado (previsto en la Ley 5/2017, que contó con un amplísimo apoyo parlamentario, en buena parte por la presión de Podemos y Ciudadanos).

Muchos acogimos con entusiasmo esta última reforma, que parecía recuperar el acierto de apelar a los grandes consensos parlamentarios (incorporado en la Ley 17/2006, a partir de las recomendaciones del denominado Comité de Sabios, y que dio lugar al periodo más exitoso de RTVE), añadiéndole un componente de mérito y capacidad, de modo que no serían los partidos políticos los que seleccionasen directamente (en función de su peso parlamentario) a los consejeros y al presidente, sino que su poder decisorio quedaría limitado por un concurso público al que concurrirían espontáneamente los candidatos que, reuniendo los requisitos, tuvieran interés en implicarse en el gobierno de la radiotelevisión pública nacional.

Tuve el privilegio de formar parte del Comité de Expertos para el concurso público para la selección de los miembros del Consejo de Administración de la Corporación RTVE y de su Presidente, designado por la Comisión Mixta de Control Parlamentario de la Corporación RTVE y sus Sociedades, en julio de 2018. El Comité evaluó durante aproximadamente cinco meses el currículum y el proyecto de gestión de 95 candidatos, librando al Parlamento, en diciembre, un listado con los 20 mejor puntuados para que, tal como establecía la referida Ley 5/2017, las cámaras procediesen a nombrar, entre ellos, a los 10 consejeros (seis el Congreso y cuatro el Senado) y, a continuación, entre esos 10, al presidente. 

El proceso se dilató inexplicablemente más de dos años, desentendiéndose finalmente los grupos parlamentarios (aunque no todos) del trabajo de un Comité de Expertos nombrado por ellos mismos y cuyas evaluaciones siguieron los criterios fijados también por ellos mismos. El argumento utilizado fue que, con los candidatos preseleccionados (ya 19 por el fallecimiento de Alicia Gómez Montano, que había obtenido la calificación más alta), no se podía garantizar la paridad de género, al quedar solo tres mujeres. Una paridad que en absoluto se respetó al configurar el Comité de Expertos (siendo entonces igualmente exigible y mucho más fácil de articular) y que tiene muy mal encaje con el concurso público, como bien deberían saber los legisladores.

Así las cosas, la referida Comisión Mixta de Control de RTVE optó por convocar ante las comisiones de nombramientos de Congreso y Senado a los 95 candidatos, filtrándose a los medios, ¡antes de que se realizasen las comparecencias en el Senado!, el acuerdo entre PSOE, PP, Unidas Podemos y PNV por el que se repartían, con el tradicional sistema de cuotas, las sillas del Consejo de Administración (incluida la del Presidente). Entre los elegidos (ya en marzo de 2021), solo tres de los 20 seleccionados por el Comité de Expertos y un candidato con cero puntos en su proyecto de gestión.

Transcurrido un año y medio, en septiembre de 2022, dimitía el presidente, José Manuel Pérez Tornero, siendo nombrada presidenta interina, por el propio Consejo de Administración, la consejera Elena Sánchez (cuota PSOE en el citado acuerdo). Inmediatamente después, el Gobierno, por acuerdo del Consejo de Ministros de 4 de octubre, modificó los Estatutos Sociales de RTVE para ampliar las competencias de la Presidenta interina, algo que contrasta llamativamente con lo ocurrido con los vocales (en funciones) del Consejo General del Poder Judicial.

Ahora, Elena Sánchez ha sido cesada por el mismo Consejo de Administración que, en su lugar, ha nombrado a Concepción Cascajosa, también cuota PSOE y declarada militante del partido. La nueva Presidenta interina, pese a su meritoria trayectoria académica, ocupó el puesto 86 en la evaluación de los expertos, siendo curiosamente la mujer con menos puntuación de todas las candidatas que concurrieron.

Nos encontramos, pues, con un Consejo de Administración de nueve miembros (por la dimisión de Pérez Tornero) del que sigue formando parte (aunque no asista a las reuniones) Elena Sánchez y que cuenta ya con cinco consejeros en funciones, pues este organismo se ha de renovar por mitades cada tres años. Y lo que es peor, con una imagen pública de foro de batallas partidistas, como lo muestra el alineamiento (salvo en el caso de la Presidenta cesada) de los consejeros propuestos por los partidos que dan apoyo al Gobierno para la designación de Cascajosa.

Para desencallar esta situación, desaparecido el concurso público (recogido en una transitoria de la reforma realizada en 2017 de la Ley 7/2006), se requiere una mayoría de dos tercios de Congreso y Senado, que se vislumbra imposible de alcanzar en el corto plazo. ¡Solo nos faltaría una modificación por decreto-ley que redujese las mayorías requeridas para cubrir las seis vacantes existentes por el momento y para ratificar a la Presienta interina! 

En este contexto, soy claramente partidaria de recuperar el concurso público, corrigiendo, eso sí, las múltiples fallas del anterior. Urge implementar un sistema de gobierno que descanse sobre la cualificación profesional y que prevea un mecanismo (por ejemplo, el sorteo) para evitar bloqueos como el que vivimos

El drama es que esa apremiante reforma debería ser aprobada por quienes tanto han faltado al respeto a candidatos y expertos y, tras todo lo ocurrido, siguen hablando sin ningún rubor de la imprescindible independencia de los medios públicos. No deja de ser paradójico que el mencionado reparto de sillas del Consejo de Administración de RTVE sea uno de los pocos asuntos en los que se recuerda un entendimiento entre los que se presuponen dos grandes partidos de Estado.

Dedómetro VII: RTVE, el control de la información

Es indudable que en una democracia los medios de comunicación se han convertido en una pieza fundamental que sirve de contrapeso al poder político. Por algo la prensa, la radio o la televisión han sido denominadas “el cuarto poder” junto al poder ejecutivo, legislativo y judicial.

En el proyecto del Dedómetro analizamos una entidad que cumple una función muy relevante en el ámbito de la información: Radio Televisión Española (RTVE). Una sociedad mercantil cuyo objetivo es la difusión de contenidos y noticias. Sin embargo, a pesar de su carácter público y estratégico la dirección de RTVE no ha gozado de la independencia que debería y se ha visto sujeta al “turnismo político”. Los gobiernos han visto en RTVE una herramienta para influir en la opinión pública y controlar la información “oficial” que recibe la sociedad española.

A diferencia de otras compañías públicas parecidas como puede ser la BBC británica, estatal pero independiente, que no queda sujeta a los cambios de gobierno, y que es conocida por su neutralidad y profesionalidad, RTVE ha ido variando de máximo ejecutivo con cada nuevo gobierno. RTVE ha sido, por lo tanto, el perfecto ejemplo de una entidad sujeta a los cambios en Moncloa, en la que los criterios de confianza y afinidad han primado a la hora de seleccionarlo.

Si retrocedemos en el tiempo hasta la llegada del Partido Socialista a la Moncloa en el año 2004, vemos que una de las primeras designaciones fue la de María del Carmen Caffarel Serra, profesional de la comunicación y docente en la Universidad Rey Juan Carlos, como nueva presidenta. En escasos dos años le sustituiría Luis Fernández Fernández, con experiencia como director de informativos en medios como la cadena SER o Canal +. Su sucesor en el puesto, también nombrado por el gobierno socialista, Alberto Oliart Saussol antiguo ministro de UCD, fue un candidato muy veterano consensuado entre el Partido Socialista y el Partido Popular, lo que no impediría que los populares acusaran de manipular los informativos bajo su mandato. En todo caso también hay que destacar que este fue un periodo relativamente más profesional en lo que se refiere a la dirección de RTVE coincidiendo con un cambio de normativa que suprimió la publicidad en televisión.

Todo esto cambió con la llegada del Partido Popular al Gobierno en 2012. La persona elegida por el nuevo gobierno, Leopoldo González Echenique, un abogado del Estado, una persona de confianza de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, no provenía del ámbito de las comunicaciones o la información, sino que había desarrollado su carrera profesional en distintos ministerios habiendo sido Director General de Servicios de la Sociedad de la Información durante el gobierno anterior del PP. Su experiencia previa en relación con el cargo a ocupar era, por tanto, inexistente. Quien le sucedería a los dos años, José Antonio Sánchez Domínguez también era una persona de confianza de los populares que sí había desempeñado tareas similares en cadenas como Telemadrid, habiendo sido también el jefe redactor en ABC y anteriormente el director general de RTVE con José María Aznar. Se volvía al modelo de total politización de RTVE.

Finalmente, en junio de 2017 parecía que se avanzaba hacia la profesionalización de la dirección en RTVE con la aprobación por parte de todos los partidos políticos de una reforma por la que el presidente de la entidad pasaría a ser elegido mediante un concurso público y por consenso, es decir, con una mayoría de al menos dos tercios del Congreso. Sin embargo, los partidos fueron incapaces de poner en marcha el concurso. Así que tras la moción de censura y la llegada de Pedro Sánchez a la Moncloa el nuevo gobierno aprobó, mediante un Real Decreto validado por el Congreso, el nombramiento de Rosa María Mateo como administradora única provisional hasta que se resolviera el proceso de elección del Consejo de Administración de RTVE. Mateo, profesional con más de 40 años de experiencia en Radio Nacional de España, TVE y Antena 3, que hasta la fecha no había desempeñado ningún cargo de naturaleza política, ha continuado al frente de RTVE durante todo este año y medio— mucho más tiempo de lo previsto inicialmente— sin un Consejo de Administración, no solo debido a la falta de gobierno sino también a los desacuerdos para lograr elegirlo.

Ahora que finalmente tenemos gobierno la administradora de RTVE ha anunciado que presentará su dimisión tal y como había prometido a la hora de ocupar este cargo para que se reanude el proceso de elección del presidente. El debate que se abre ahora es si se logrará desbloquear el proceso de elección del nuevo Consejo de Administración para poner fin a la politización del ente dando un paso fundamental para avanzar hacia la profesionalización y la independencia de las radios y las televisiones públicas españolas. Que buena falta hace.